viernes, 22 de abril de 2022

POEMAS DE EAVAN BOLAND

 



Mujer del suburbio: otro detalle 

 

1

 

 

 

Crepúsculo

 

y el vecindario

 

se ensombrece,

 

se torna color piedra.

 

 

 

Aquí en mi escritorio imagino

 

el viento invernal y lo pulcro de la turba.

 

 

 

Y un cuarto

 

con las cortinas abiertas donde

 

 

 

otra mujer está viviendo mi vida.

 

Otra mujer está levantando a mi hijo.

 

 

 

Se sienta.

 

Corta la aceitosa corteza de un limón.

 

Aplasta ese olor contra la piel de sus dedos.

 

 

 

Ella va hacia mi puerta y la cierra.

 

Va hacia mi ventana y lentamente cierra las cortinas.

 

 

 

La cocina,

 

el niño que ella levanta otra vez y que carga

 

es todo mío

 

y todo el tiempo

 

la amarga, cítrica fragancia se mantiene contra su piel.

 

 

 

Ella clava su mirada en el camino

 

crespúsculo sin precedentes de noviembre.

 

 

 

(Recuerdo ese crepúsculo)

 

 

 

Clava su mirada un momento

 

en la luna en la que se ha drenado.

 

 

 

Entonces cierra la cortina.

 

Y se encierra junto con mi niño.

 

 

 

2

 

 

 

Ahora no puedo ver nada.

 

Escribo sola en mi escritorio.

 

Elijo palabras tomadas de la tierra,

 

de las raíces, de alejados

 

aceites y esencia de elegía:

 

Amargura. Y tan cerca del hueso.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2015/12/irish-poetry-dossier-eavan-boland/

 

Una mujer sin país

 

 

Cuando rompe el día él entra a

 

una habitación con olor a ácido.

 

Apoya la plancha de cobre sobre la mesa

 

y busca el mango del buril.

 

Dublín despierta con caballos y lluvia. 

 

Los vendedores ambulantes gritan.

 

Todas las noticias son hambruna y hambruna.

 

El punzón chato, el punzón redondo,

 

la gubia lo esperan.

 

Se inclina sobre su trabajo y empieza.

 

Comienza por la cabeza, cortando

 

hasta el borde de la mejilla, encontrándose

 

con la inclinación del cráneo, cincelando

 

la forma de un rostro que se convierte

 

en una fusión de sombras, reproduciendo—

 

con un corte más profundo en el cobre—

 

a toda la mujer como un esqueleto,

 

los jirones de su falda, su muñeca

 

en una línea huesuda por siempre

 

cortando

 

su cuerpo del aire nativo hasta

 

que ella está lista para la página,

 

para el vendedor ambulante, para

 

una nueva relación que ahora añade

 

a la pérdida y al laissez-faire

 

el olor a ácido y la pequeña

 

despiadada tragedia de ser imaginado.

 

Guarda sus herramientas

 

una a una, las coloca con cuidado

 

en la mesa de pino, su trabajo terminado.

 

 

Eavan Boland, Dublin, 1944

 

de A Woman Without A Country, Carcanet/Norton, 2014

 

versión © Silvia Camerotto

Tomado de:

https://www.lamajadesnuda.com/poesia-en-la-voz-de-la-mujer/1125-eavan-boland522.html

 

Un dolor habitable

 

Hace mucho tiempo

era yo una niña en un extraño país:

 

una irlandesa en Inglaterra.

 

Allí aprendí

un segundo idioma

que me resultó útil:

 

la lengua franca de una tierra perdida.

 

Un dialecto en el que todavía se podía

encontrar lo que nunca había sido:

 

ese horizonte infinito. Siempre lejos

e imposible. Esa pasión contraria

por estar íntegro.

 

Eso es lo que es el lenguaje:

un dolor habitable. Un giro de discurso

para la abrasión ordinaria y cotidiana

de pérdidas como esta:

 

que duele lo suficiente

como para dejar una cicatriz.

 

Y sana lo suficiente para ser una nación.

Traducción de Juan Arabia | Buenos Aires Poetry 2022

Tomado de:

https://buenosairespoetry.com/2022/01/01/un-dolor-habitable-eavan-boland/

 

Cuarentena (1944)

 

 

 

En la peor hora de la peor estación

 

del peor año de todo un pueblo

 

un hombre partió de su taller con su esposa.

 

Caminaron -ambos caminaron- hacia el norte.

 

 

 

Ella estaba enferma con tifus y no se podía mantener en pie.

 

Él la levantó y se la echó a la espalda

 

Caminó así al oeste y al oeste y al norte.

 

Hasta que al anochecer llegaron bajo estrellas heladas.

 

 

 

Por la mañana fueron encontrados muertos.

 

De frío. De hambre. De las toxinas de toda una historia.

 

Pero los pies de ella estaban contra su pecho.

 

El último calor de su carne fue su último regalo para ella.

 

 

 

No dejes que ningún poema de amor llegue nunca a este umbral.

 

Aquí no hay lugar para la inexacta

 

alabanza de las gracias fáciles y la sensualidad del cuerpo.

 

Sólo hay tiempo para este inventario sin piedad:

 

 

 

Su muerte juntos en el invierno de 1847.

 

También lo que sufrieron. Cómo vivieron.

 

Y qué hay entre un hombre y una mujer.

 

Y en qué oscuridad se puede probar mejor.

 

 

_________

 

Fuentes:

 

BOLAND, Eavan (2006). “Can Poetry Console a Grieving Public?”.

https://www.poetryfoundation.org/articles/68668/can-poetry-console-a-grieving-public-56d2484644801

 

BOLAND, Eavan (1944). “Quarantine”.

https://poets.org/poem/quarantine

Tomado de:https://revistachubascoenprimavera.wordpress.com/2020/03/31/eavan-boland-poesia-para-documentar/

 

 

Y alma

 

Mi madre murió un verano—

el más húmedo según los registros del estado.

Las cosechas se podrían en el oeste.

Los manteles a cuadros se disolvían en los jardines traseros.

Las reposeras vacías acumulaban agua de lluvia.

Mientras iba hacia ella

a través del tránsito, a través de las lilas que goteaban turbias

detrás de las casas

y en las veredas,  para brindarle

el último homenaje de una hija, pensé en algo

que recordé

haber oído una vez, que el cuerpo es, o

dicen que es, casi todo

agua y mientras giraba hacia el sur, que la nuestra es

una ciudad de eso,

una en la que

cada día los elementos comienzan

un viaje hacia otro que jamás,

debido al clima,

falla—

            el océano visible en los bordes que lo delimitan,

color de nube alcanzando el aire,

con el Liffey almacenando uno y emplazando al otro,

la sal recibiendo en el North Wall la falta de aquello y,

como si esto no fuera suficiente, todo ello

terminando casi todas las tardes

en nuestro discurso—

costa   canal océano río corriente y ahora

madre y seguí manejando y aunque

el mente no es confiable cuando sufre, en

el próximo aguacero casi parecías

que podían ser las sombras uno del otro,

el modo en que el cuerpo es

de cada uno de ellos y ahora

ellos estaban otra vez en marcha— niebla en neblina,

neblina en bruma de mar y ambas en el esmalte aceitoso

que reposa en las barandas de

la casa donde ella se moría

a medida que yo entraba.

 

 

                                                              

Eavan Boland, Dublin, 1944

de Domestic Violence, W.W. Norton & Company, Inc., 2007

versión © Silvia Camerotto

Tomado de:

http://oghamirlanda.blogspot.com/2013/05/eavan-boland-dos-poemas.html

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