Propiedad privada
Esta mujer es mía
mi instinto de animal
no me permite prestársela a un amigo.
No la comparto
ignoro si me presento ahora
como un monstruo ante ustedes
pero no cedo, no la doy
no le permito que entregue a nadie más
su corazón que a mí.
Esta mujer es mía
míos son sus afectos y sus lágrimas
su amor, su juventud
su carne, su tristeza
sus desesperaciones, sus manías
sus malas noches, sus dolores
sus amarguras y sus sufrimientos.
Esta mujer es mía
no la comparto
no la entrego
la defiendo de extraños
la resguardo de cataclismos y epidemias
la alimento y alimento a sus hijos
la abrigo y la poseo
le canto y la fecundo.
Ésta es la realidad.
Juzgadme con mesura
profundizando bien sobre estas cosas
y vamos todos a firmar este poema
en La Habana
en la década del 70
en medio de una lucha feroz por ser mejores
porque más nadie escriba nunca esta mujer es mía
como si fuera un libro o una lámpara.
Firmemos, ayúdenme a testimoniar este momento
queridos contemporáneos míos.
ADIVINANZA PARA MI HIJA
Con María Karla
¿En que se parece la libertad
a un atardecer?
No sé.
Yo ha veces confundo
la caída de la noche
con la entrada del día
y hay un instante
uno solo
en el que nadie sabe
si viene o se va la luz.
He visto tres mil 227 atardeceres.
Nací en el otoño
a mediados de los ochenta.
No puedo hacer comparaciones.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/raul-rivero/
ORDEN DE REGISTRO
¿Qué buscan en mi casa
estos señores?
Qué hace ese oficial
leyendo la hoja de papel
en la que he escrito
las palabras "ambición': "liviana" y
"quebradiza"?
¿Qué barrunto de conspiración
le anuncia la foto sin dedicatoria
de mi padre en guayabera (lacito negro)
en los predios del Capitolio Nacional?
¿Cómo interpreta mis certificados de divorcio?
¿Adónde lo llevarán sus técnicas de acoso
cuando lean las décimas
y descubra las heridas de la guerra
de mi bisabuelo?
Ocho policías
revisan los textos y dibujos de mis hijas
se infiltran en mis redes afectivas
y quieren saber dónde duerme Andreíta
y qué tiene que ver su asma
con mis carpetas.
Quieren el código de un mensaje de Zucu
y en la parte superior
de un texto críptico (aquí una leve sonrisa triunfal del
camarada):
"Castillos con caja de música. No dejo salir
al niño con el Coco. Yeni"
Vino un especialista en intersticios
un crítico literario con rango de cabo interino
que auscultó a punta de pistola
los lomos de los libras de poesía.
Ocho policías
en mi casa
con una orden de registro
una operación limpia
una victoria plena
de la vanguardia del proletariado
que confiscó mi máquina Cónsul
ciento cuarenta y dos páginas en blanco
y una papelería triste y personal
que era lo más perecedero
que tenía ese verano.
CORREO ELECTRÓNICO
Frente a ti todo lo que queda decir se congelaba.
En vez de en un portal abierto de La Habana
me hallé en una abadía.
No fue una aventura, no.
Para mí era un reencuentro
el hallazgo tardío
de sentimientos que habían muerto en un cautiverio.
Esta es sólo una nota
una reseña superficial
que no tiene información profunda.
Las palabras se quedan en el brocal del pozo.
Estoy ocultando muchas cosas que me duelen.
Extraídos de ALFORJA – REVISTA DE POESIA, XXVII, Invierno
2003. p. 40-41.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/cuba/raul_rivero_castaneda.html
Plegaria tardía
Dios te salve María López
y otras hierbas del patio
de la vileza en la vejez
y te dé fuerzas para zafarte el nudo.
Dios te salve María
de las tentaciones y los vicios
y te veas libre del odio
de la envidia
y del silencio.
Dios te salve del suplicio
de los malos versos
y de la prosa de ferretería
y te propicie un espejo indulgente
para que te hagas una mujer conforme
con la fealdad y con las medianías.
Dios te salve, María López
porque tú sola
ya no puedes.
Poema para localizarme
Escríbeme una nota que me hable
del azar, de tu cara, y de las venas
una nota de duelo, de regreso
desde las catedrales de las penas.
Que diga confusión y firmamento
indemne, encadenada y presunción.
Un manuscrito que he esperado siempre
una escaleta de arrepentimiento
un dolor que me toque y que me asalte.
Un llanto relativo que me empañe
los ojos tristes y los espejuelos.
Una reseña del amor perdido
la crónica letal de esos que fuimos
las palabras finales con el mapa
(la cruz de tinta que señala el sitio)
donde abriste la tumba en la que vivo.
Tomado de:
https://www.poeticous.com/raul-rivero?locale=es
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