EL LUGAR AMARILLO
El frío es cuando todo ya
ardió. Cuando el fuego lo ha besado todo, todo lo abrasó. Todo enrasado.
O es una lenta parálisis, una gangrena de
hielo que va apagando el corazón y sus atributos, como parece que hace la
belladona.
El frío se dice con una voz mate, mineralizada
por la combustión,
como los huesos se hacen piedra bajo las razones y bajo los propósitos.
Esa voz no es neutra ni ausente. Blanca,
jamás. Siempre trae algo de la quemadura y de la glaciación. Una protesta en el
nombre mismo del vacío y de la melancolía. Un rechazo de la desposesión por
encima de su evidencia. “Aún hay luz sobre las alas del gavilán”.
Pero ensordecida, pues las luces se
ensordecen también, y
ahora, tal vez, puedes ver qué
sucede cuando todo te abandona, cuando todo queda atrás y te descubres desnudo ante aquello que
falta por venir, ese “gran
sábado de la vida” por donde pasará “el
animal perfecto” de la indiferencia, y una vez visto, ya nada más podrás ver.
Tal como yo lo oigo, de ese lugar habla
Antonio Gamoneda. Ese lugar bañado por el amarillo de la peste y del antes de
la muerte. Allí él aguanta sabiendo que no aguantará por mucho tiempo, sólo lo
necesario para reagrupar la vida, toda la vida, pues no estamos aquí para
facilitar el trabajo de la muerte.
Reagrupar, reunirlo todo, para la primera
revuelta o para el último combate, cuando el pensamiento “es sólo recuerdo de
la ira”, pero ahí sigue la ira. Es el último combate y Antonio Gamoneda, con
una mano que apenas tiembla, reagrupa, lo recobra todo. Todo: “yeguas fecundas
en la fosforescencia” y “caballos inmóviles en la tristeza”, el gesto deslumbrante
de la costurera, “y sus brazos son blancos entre la noche y el agua”. Todo: los
efectos y las causas (“las causas infecciosas”), que son lo mismo. Todo lo que
se ha amado y se ha dejado morir antes de tiempo, porque somos como los
pájaros, “bajo leyes de vértigo y olvido”.
Todo –y ponerlo en el lugar amarillo, a la
espera de que todo lo aplane ese bloque ciego, esa masa sorda de la nada que
llamamos muerte. Ponerlo ahí para oponerse, porque eso era la vida, nuestra
carne y nuestro sueño. Y veremos cuánto aguanta. Nada, seguro, pero tal vez
todo. Ese frío que traspasa nuestros cuerpos y nuestros cuerpos lo sienten, eso
no es el miedo, es la esperanza, es la tristeza. Nuestra única falta es la
esperanza.
“No tengo miedo ni esperanza”, dice Gamoneda,
descubriendo tal vez el verdadero secreto de su poesía. Sin miedo ni esperanza,
sin alegría ni amargura, sólo ira y estupor, y temblor cuando la voz tiembla, y
del hombre – incluso abatido, incluso reducido a la espera de su fin – la
dignidad.
Estrictamente verídica, increíblemente
determinada, determinada hasta el frío y el escalofrío, venida del centro
abrasado de la palabra que era deseo, la poesía de Antonio Gamoneda –al menos,
ella– está aquí para enlazar nuestras manos muertas con las rosas negras de los
glaciares.
PIERRE
PEUCHMAURD
El texto,
titulado ‘El lugar amarillo’,
ha sido
traducido para Faro Gamoneda por Ildefonso Rodríguez.
Tomado de:
http://lesminutesdelumbo.com/?page_id=497
Black Suite
A Jimmy
El cielo está vacío bajo las sábanas
el invierno ennegrece el bosque
flores insumergibles
guardan las profundidades
La cuerda de la escalera
se balancea como un reloj,
como los flotantes pulmones de la sombra,
el cuerpo rojo del poema
***
Nadie ve la sangre en su vaso
nadie ladra a su caravana
nadie pasa
Al primer tiro, el corazón se desploma ––
algodones y pólvora
blusas en el aire negro
***
Nubes de oro
hierro en la garganta,
queda mucho tiempo
el ojo en el crepúsculo
y el hierro en la garganta
Se oxida
***
Afecto que exonera
brote de animales muertos
primavera tenaza,
esto no va a tardar en ser suficiente,
es suficiente
Es como la sangre que ha hecho falta
para pasar de la ternera viva
a la pulsera de mi reloj
***
Los caballos de ambulancia
los caballos del martes
con las piernas cortadas como los hombres,
los caballos con paso de danza
en la pista de los segadores
y en los largos pasillos
el eco de sus entrañas
***
Bajo el dosel blanco, el dado negro
el brazo de la enfermera
en la noche de la sed
Sótanos de los muertos, frascos
y los primeros cuchillos del día
como si fueran gritos de monos
en lo alto de la luz
***
Toda la noche el ruido del cuchillo en la piedra
y todo el día el ruido de la piedra en la cabeza
Toda la noche el ruido del fuego en el pecho
todo el día el fuego del ruido en la mandíbula
La zarza crecida en el ojo
es la única flor de la mañana
***
Halcones de granizo
Párpados de plomo
se cierran a mediodía,
cortinas de carne,
faldones de hierro,
lentas grapas
en el pecho
El sol da sobre la piedra
más tarde que la sombra
***
La tierra no es redonda
la tierra es un rectángulo
de carne sucia y vendas,
un pedazo de hambre en la cuchara
La tierra es un valle de cangrejos
***
Muerto el cerdo, ¿qué hacer con las perlas?
¿A quién ofrecer el rocío azul?
¿A qué insulsos hombros
qué cabellos amarillos
qué santo horror
qué cuerpo podrido?
¿A quién echar las suaves perlas?
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/black-suite/
Destellos
Los destellos de nuestro mundo: el cuervo del río
desplegando sus anchas alas azules en la sombra que se ahoga.
*
Sobre una piedra amarilla, una melena blanca, un destello
de viento.
*
Destellos de fuego en el espejo: el castaño rojizo que
vuelve, todo cuerpo y mareas.
*
Destellos de miedo: como un collar colgando entre tus senos,
roto por el grito estridente de la noche.
*
Destellos del amanecer, una danza de púas. Resplandor de
los árboles: debemos irnos.
*
Esta no es una criatura blanca, es un agujero en el cielo.
*
Los destellos del lobo, lobas resplandecientes: un cornejo
ladra en su canción conjunta.
*
Roca o brezo. Los destellos de los gallos. El deseo
alborota las crestas, el campo y sus lunas.
*
Los destellos de las vides: luchadores atados por su
espíritu de león, sus lanzas y su azul índigo.
*
Es un rey, es una silla, es un faro parado en la arcilla.
*
Los destellos de los lagos, del hierro, de las niñas.
Destellos de niebla y de tierra desnuda.
*
El brillo de las plumas, de los vestiditos y del
remordimiento. Destellos de sangre en el jardín.
*
es un hombro
*
Los destellos de las flechas. Los destellos de las nutrias
dentro de su presa.
*
Y óxido en las manos dejadas abiertas. Los destellos de
las heridas a lo largo del cuchillo.
*
La arena brilla como nada, como nada brilla, como el cielo
y el plomo en el patio. La arena corre, no brilla.
traducido del francés por EC Belli
Tomado de:
https://www.asymptotejournal.com/poetry/pierre-peuchmaurd-the-nothing-bird/
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