Con los cinco sentidos
Nuestros aviones llegan
sin ser vistos ni oídos.
Nuestros aviones bombardean
sin ser vistos ni oídos.
Nuestros aviones matan
sin ser vistos ni oídos.
Sólo el tacto, el olfato y el sabor
de la sangre en la boca,
les hace sentir frío y les devuelve
el sentido común a los que han muerto
Dios
No nos gusta matar.
somos
por fortuna creyentes,
por fortuna ricos
de corazón, por fortuna dueños
de artefactos que matan por fortuna
solamente al pobre
hombre que cruce infortunado
un lugar estratégico
Teletipo
El enemigo
será borrado en breve
de la paz de la tierra
Panorama
Desde el aire
la tierra es un inmenso óleo,
el radar una lupa
y un pincel la metralla
restaurando la tela.
Desde el aire
los hombres sólo son
naturalezas muertas
Epitafio
Murió como una bala.
Aún no sabe que ha muerto
Enviado especial
Devolvemos la conexión a Madrid
para unos minutos publicitarios
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/poemas-de-urgencia-de-fernando-beltran/
LA PACIENCIA DEL COBRE
Apenas somos manos
asustadas,
abruptas intemperies
construyendo bancales
para aplazar el vértigo,
construyendo caricias.
La piedra de la edad
y este silencio roto
por tu azul.
Cuerpos tendidos
para aplazar el vértigo.
Me muero de belleza
y sangre roja
atada al corazón
LA HOJARASCA
Echó el cerrojo a la puerta,
compró una hamaca
y se encerró en el cuarto…
Lo escribió Gabriel García Márquez.
Compraré esa hamaca, quiero, necesito
volver a ser la hamaca que conmigo siempre.
Un puñado de oxígeno. Un bocado.
Confundir pan de hoy con pan de ayer.
El mar que hace millones de años
hubo aquí.
La extraña caracola.
Los libros que uno a uno aquellos días
se caían a plomo de la cama.
El mirlo en el alféizar con su pico naranja.
Apetece la luz, pero me aterra abril.
Los poetas intuyen, bajan la voz, se alejan,
conocen las batallas perdidas de antemano.
Se esconden en sus casas, en sus tomos
se esconden, en sus islas pobladas.
Cernuda, Lorca, Claudio, Wisława, Sylvia Plath…
En mí vive un grito, por la noche aletea,
buscando con sus garras
un objeto de amor.
Buscaré una vez más a la muchacha
que Degas amaba.
Ahora en cambio la peste.
Se morían a miles en Sevilla
y fue cuando Murillo acuñó sus azules
inmortales.
Ahora lo entiendo todo.
Esos azules.
Me gustaría verlos, una vez más
acercarme a verlos.
Querría también ir al Finis Terrae
a contarle mi oeste.
Y poco más…
La ciclista que acaba de sonreírme
mientras sube la cuesta
LA BOCA DEL LEÓN
¿Os acordáis de niños, en el circo?
El domador metía de pronto la cabeza
en la boca del león, y todos tras un ohhh
de espanto, apretando los puños,
conteníamos un siglo la respiración.
Se detenía el mundo.
Era sólo un segundo, pero duraba un miedo
que aún me despierta a veces en mitad
de la herida,
ahora mismo otra vez, y es la peor
cuando veo y recuerdo mi cabeza al fondo
de un pasillo muy largo, quieta, rota, dolida,
aterrada también,
suspendida en las fauces
siempre abiertas
de la vida o la muerte.
Un momento crucial.
Los niños, pulmones del mundo,
conteníamos la respiración.
Doblaba el domador un poco sus rodillas
inclinándose atrás, dejaba caer el látigo
como si fuera necesario
añadirle a la escena
todavía más riesgo,
quizás mi rendición,
y entraba con mi cabeza a solas,
selva, pánico, hijas, mi cuerpo por delante,
apretando los dientes, en aquella
boca oscura de un túnel
donde me juego todo
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/cuatro-poemas-de-la-curacion-del-mundo-de-fernando-beltran/
LOS OTROS, LOS DEMAS, ELLOS
El serbio que destruye un colegio soy yo,
el ruandés que mata a machetazos soy yo,
el terrorista que coloca la bomba soy yo,
el hombre que dispara en un hiper de Texas soy yo,
el judío que bombardea un campo de refugiados soy yo,
el palestino que clama en el desierto soy yo,
el albanés que huye en un barco soy yo,
el marroquí que se ahoga al cruzar el estrecho soy yo,
el guerrillero que aún sueña en El Salvador soy yo,
el bebé somalí que se muere de hambre soy yo,
el médico sin fronteras soy yo,
el general que apunta soy yo,
el empresario que emite residuos radiactivos soy yo,
el enamorado que mata por amor soy yo,
el loco que muere por amor soy yo,
el político sin escrúpulos soy yo,
el funcionario corrupto soy yo,
el funcionario honrado soy yo,
el hombre capaz de lo mejor,
el hombre capaz de lo peor,
el hombre a secas, yo
LA SEMANA FANTÁSTICA
Viajo
de Cibeles a Sol,
camino a cualquier sitio, como siempre,
y en mitad de Ruanda,
rodeado por cebras y jirafas
que se estiran aún más en sus carteles
cuando me ven mirar.
El Corte Inglés anuncia
con bellezas letales
sus rebajas de infarto.
Regreso a mis rodillas.
El periódico abierto todavía
por la hueca mirada de esa foto
que me hiela la sangre.
Una madre muriéndose en Ruanda
y junto a ella una niña
sin semblante, sin lágrimas
mientras el autobús avanza
camino a cualquier sitio, como siempre,
atrapado en la jungla del horario.
Y es curioso de pronto
comenzar a pensar y a preguntarse
de qué tribu serán
las personas de al lado.
Hay una rubia tutsi al fondo del pasillo
y una anciana muy hutu
sentada junto a mí,
molestándome a veces con la torpe
incursión de sus brazos.
También hay entre todas las personas
seis o siete sencillas de fichar.
Encorbatados tutsis
con el gesto grapado a sus disfraces
y a su lado la trama milenaria
de los sufridos hutus de la calle.
Pero me dan más miedo el resto de los rostros.
Los ojos sin indicios.
Las frentes sin señales.
¿Serán hutus o tutsis?
¿Serán serbios o croatas?
¿Serán rojos o azules?
¿Serán pan o bocados?
¿Serán el blanco y negro de esta foto
o el festivo color de aquella valla publicitaria?
Regreso a sus rodillas.
Tienen razón las chicas del anuncio.
Mejor cambiar de bando,
tenderme fijamente
en el cuidado césped de sus faldas,
acribillar mis sueños
con los suaves obuses de sus piernas
disparándose al aire,
alzar el velo oscuro
que a veces me persigue
camino a cualquier parte.
Cerrar al fin el diario.
Apoyar mis dos manos
-la hutu con que grito,
la tutsi con que amo-
en el tenue respaldo
de los días que pasan
y dejarme llevar por la alegría
de saber que ahora mismo
se celebra en Madrid
La Semana Fantástica
PREMIO NOBEL
En un bar de Madrid
la prostituta polaca
se dispone a enseñarnos el lugar
donde nació Szymborska.
Abre el cajón que está bajo la barra,
desdobla poco a poco un mapa.
lo extiende ante nosotros
con memoria infinita
y señala de pronto un punto negro
que nos hace temblar.
Suspira luego muy hondo
desde el filo
de sus uñas metálicas
y comienza a doblarlo nuevamente
sin conseguirlo nunca.
Se le ha caído un río
sobre la falda,
se le alza en los pliegues de la blusa
la montaña del hambre,
y le cruza de ciudad a ciudad, de pecho a espalda,
la oscura carretera de una noche
que no viene en los mapas.
Dice después que somos los primeros
en hablarle ese día de algo amable
y nos quedamos mudos
y extraviados
sin saber qué decir mientras doblamos
poco a poco el deseo
que nos llevó hasta ella
y regresamos luego al frío de la calle
con nuestro amor de siempre,
el cuerpo de la nada
donde los poetas emergen
desvalidos e inmensos como bloques
de viviendas pobres
cada vez que alguien nombra el esqueleto
de su ropa tendida.
Esta barriada al sur
que no es hermosa,
pero es quizá el lugar donde esta noche
también nació Szymborska,
donde anónima y muda la poesía
que no viene en los libros
aparece de pronto tras la barra
de una historia cualquiera,
en cualquier parte
LA HIJA DEL DRAGÓN
La hija del dragón tiene seis años.
La hija del dragón es mala a veces.
La hija del dragón es una espina
tan clavada a su padre
que no puede arrancársela
sin herirse a la vez, sin ser al tiempo
cabeza y corazón,
grito y caricia,
los extraños latidos
de esta vida que avanza
sin saber los porqués
sin conocernos nunca.
Hoy
he pegado a mi hija.
Por supuesto, podría matizarlo,
ablandar el cachete con palabras más tibias,
explicar mis razones,
mentir
como mentimos
los mayores también.
Pero el dragón no puede.
Camina por la acera
arrastrando el fantasma
de los días más tristes.
La hija del dragón tiene seis años.
La hija del dragón es una espina
tan clavada a mí mismo,
que ella siente el dolor,
yo siento el daño.
Esta ruina de ser
mal padre a veces
ELLA
Es fácil escribir a la mujer que amas,
difícil escribir a la mujer que quieres.
Bajo la tinta negra de los días
y el corazón en blanco algunas noches
es fácil escribir a la mujer que encuentras
en las ramas más altas,
difícil escribir a la mujer que llegas
cada vez y al final.
La escribiste quizá versos muy tiernos
mas te quitaste luego los zapatos
sacudiendo la tierra,
y esa tierra era ella,
la que escarba contigo
en las raíces
y comparte los lobos del invierno,
la que avanza a tu lado
sin que tu ojo la alcance
y sin embargo ve lo que tú ves
piensa lo que tú piensas
y no siente jamás lo que tú sientes
porque savia nació y creció sabiendo
lo que nunca sabrá
porque lo sabe todo.
Trébol de dos hojas,
mujer no escrita,
palabras que no encuentro.
Es difícil amar a la mujer que quiero
LA PALA DEL AMOR
hambrienta e insaciable, con forma de cuchara,
la pala del amor es una pala extraña, empuja eleva quiebra
engarza engulle, saca abismos de un charco
y una barca en sus redes cuando la hundes en tierra
y aparece de pronto el pez que cava
el túnel del amor, su pala extraña, rompe cruje
derriba inflama enferma, brota luz de los hoyos
más profundos y amontona después el sol hallado
entre las piernas frías de una alcoba
que no sabrá al final si ha sido
habitada o prestada, hueso o huésped,
si hace sombra al partir o quedó el fuego
doblado como ropa sobre el cuerpo desnudo de la silla
donde la intimidad calló mientras la piel hablaba,
la pala del amor es una pala extraña,
todos creen que la estrenan, pero nadie la observa
terca antigua manchada escrita de antemano,
gastada por los puños y oxidada en el hierro
que le da de comer a esa criatura
hambrienta e insaciable, con forma de cuchara
y en los bordes el filo más cortante, la pala del amor
su saliva de sangre, el hermoso albañil que antes
de empuñarla otra vez
escupió en cada una de sus llagas,
y esta vez sin saberlo eran mis manos.
POETAS
la voz de los poetas,
los que aventan palabras, los que tejen la piedra,
los que avivan los grifos del incendio y se lavan los dedos
en sus llamas, los que esculpen espejos como arterias
y echan bloques de azúcar en los campos
minados de la sangre, los que sueñan cuchillos
y atraviesan el filo de las noches con un pie en la galerna
y otro quieto en el barro de las casas natales, los que
llaman
a voces a los botes, y callan luego al borde del rescate
y ven cómo se aleja la ambulancia pasándoles de largo,
los que atizan cometas y hurgan calmas y confunden
las rayas de las cebras con las rayas de un tigre,
el galope de un pez con la espina de un árbol,
los que tienen siempre hambre, los saciados, los que buscan
sinfín y al fin se abocan como dientes de leche
condenados al tránsito, los que arrojan palomas
a sus pozos y arena a sus paraguas, los que no
se conforman, los pálidos la miel los contagiados,
los que nunca se rinden, los que mueren de pie bajo los
cascos
de los mismos caballos que inventaron, los que arengan
al poema con sus tropas, verso a verso ordenadas
y engañan luego al mundo con sus banderas blancas,
los que imantan las brújulas de lluvia
y al calor de la herrumbre, una noche de perros
inventaron el don de las metáforas.
Tomado de:
https://www.culturamas.es/2011/02/01/poemas-de-fernando-beltran/
Bar adentro
Está a mi lado
y tiembla como yo.
No nos decimos nada.
Somos
un paisaje tan sólo
apoyado en la barra de un instante
tan extraño y tan cierto.
Mirándonos así.
Sin valor.
Sin volar.
Sin atrevernos.
Sin siquiera acordarnos
que el mar era un silencio
que se curó con olas
……………….
Del libro La amada invencible. Oviedo, KRK, 2006
Tomado de:
https://poemadelasemana.wordpress.com/2012/11/19/fernando-beltran-bar-adentro/
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