sábado, 16 de diciembre de 2023

POEMAS DE GHASSAN ZAQTAN

 


Adiciones al Pasado 

 

Las cartas en la habitación de la viuda

En la canasta de paja

En la cama purgada del sueño

En la intención de ayunar que acecha

En el aire del pasillo.

 

Los vegetales, comprados normalmente en la mañana

Los tickets,

El bus del amanecer los martes

Las almohadas

Las velas

La indulgencia…, donde las frases sagradas están

Talladas ostentosamente

En los bajorrelieves

 

El borde del aparador desde la rajadura en la puerta

La puerta misma…donde los himnos reunidos

Revolotean como pañuelos en la oscuridad de la llanura.

 

La sombra del aire

La novela que ella no ha vuelto a poner en el estante,

¡No puede recordar!

Sus héroes caen muertos a tierra

Ella los va barriendo

Uno tras otro

Con su escoba, sus reproches, sus plegarias

 

Las cartas quedan sin abrir

Los muertos

Regresan a través de la grieta en la puerta

Para robar

La sabana naranja

Y las mantas

 

 

Un Enemigo Baja por las Colinas 

 

Mientras desciende

Mientras lo vemos descender

Mientras nos deja entender que esta

A punto de descender

 

Cauto y silencioso

 

Su ilícita presencia

Cuando escucha cuidadoso entre los arbustos

 

Su miedo al descender

El silencio contenido

Que él no es nosotros

No es aquí

Comienza la muerte

 

Arranca una flor

Solo una flor

Sin mensaje alguno que proponer

Ni bucaro para ella

 

Desde la colina

Puede ver

El punto de control militar

Los paracaidistas

Puede ver la gente desesperada

Las laderas de las montañas

El único sendero

Donde sus pies dejaran huellas en las piedras

En lodo y agua

 

También puede ver

Las bajas desde las colinas

Dejadas atrás con premura

 

La equivocación de las sombras

Recuerda

Donde el bigotudo enemigo

Se asemeja a los árabes muertos aquí.

En las laderas de las montañas

Las cuevas parecerán todas apacibles

El camino siempre parecerá el mismo.

 

Mientras desciende

Las cuevas en las montañas

Siguen observando

Pestañean en el frío.

 

 

La Trinchera

 

Qué extraños son los días de la sal

Es como si fueran de otros

Y al igual que una tragedia bien tramada

Traída apenas a su fin

Comienzan a respirar cuando los recordamos

 

Las olvidadas colinas el tedio de las laderas

Las montañas que aspiran hacia el oeste

Las errantes caravanas de la muerte

La fe de los muertos, completa.

 

Las manos que emergen de la oscuridad

Para decirte todo

La profunda fraternidad que no conduce a la sabiduría

Las palabras no más apropiadas a los lugares elevados

 

Extraños son los días de la sal

Ahora solos en el abismo

Esparcidos como podridas semillas

 

Y mientras ascendemos,

Porque eso es todo lo que podemos hacer

Los días ruedan hacia la distancia a nuestras espaldas

Abandonados y nunca pueden regresar

 

Nuestra tez oscura

Nuestros intentos de dormir

Nombres, títulos interminables

Dialectos también

Proclamando una campiña

Que ya no es necesaria.

 

Qué extraños son los días de la sal

No son siquiera dignos de ser recordados.

 

 

La Prostituta del Campamento

 

Lo que se proponen aquellos que visitan su casa

Es palpable

Tan puros, tan altivos.

 

Los que se quedaron hasta tarde en los campos

La encontrarán colgando junto a los arbolitos

Los cinco peldaños musgosos

Luego la buganvilia junto a la puerta.

 

Sus brazaletes resuenan en su sueño como un caballo fantasma

Sus ropas interiores colorean sus sueños

Sus senos bien trillados como el sendero hacia el molino

Sus movimientos rituales entre la cama y la palangana

Cual canción popular toda la ira.

 

La naturaleza muerta en la pared

Las sábanas y las dos almohadas

El aroma de la colonia barata

Las uñas tras la pared

Donde el olor de sus ropas queda flotando

El jazmín más allá de la ventana

 

Los torpes retorcimientos de su cuerpo

La tensión que llena su silencio

 

Las intenciones de aquellos que pasan por su casa

El marchante y el huésped,

Los estudiantes, oficinistas y los pollos

Los directores, los guardias y los perros,

Los porteros, los gatos y los verduleros

Los padres y los hijos

Todos aquellos que han dejado su olor en su insomnio

Todos estaban allí

Detrás de los niños

El carromato

El ataúd

Tan puros, acompañándola a su destino.

 

 

La Canción del Durmiente

 

Subo los siete niveles

Del sueño

En el sueño eres

Una elegía a los que se fueron

Un icono de censura

 

Subo

Los siete niveles del sueño

Todos.

 

No pasa nada

Nada termina.

 

Enciendo la luz

Para que los muertos

Puedan ver lo que estoy soñando. 

 

Traducido por May Jayyusi y Alan Brownjohn

For East-West Nexus/PROTA* 

 

 

Beirut, agosto 1982

 

Cómo me gustaría que no se hubiera muerto

en el último ataque aéreo del miércoles

mientras paseaba por Nazlat al-Bir –

mi amigo de pelo rubio

tan rubio como un nativo de las tierras bajas de Irak

 

Como una mujer hechizada por su telar,

la guerra estuvo todo el verano tejiendo su urdimbre y su trama.

¡Y esa canción, oh Beirut!,

sonando en todas las radios

en la casa de mi padre en Al-Karama --

 

y probablemente en nuestra vieja casa en Beit Jala

(la cual, siempre que intento encontrarla en el amasijo del campo,

se niega a ser encontrada).

Esa canción cantaba lo que conocíamos –

cantaba nuestras calles, estrechas y olvidadas,

 

nuestra gente famélica en los suburbios creados por la guerra.

Pero la canción no cantaba acerca de ese verano en Beirut,

  no nos dijo nada de lo que venía—

aviones, bombardeos, aniquilación…

 

La canción se escuchaba mientras mi amigo de Irak—

quien pensó que yo era de la campiña marroquí—

tropezó sangrando hacia su muerte…

Su pelo rubio nunca desaparecerá,

   un rayo de luz se cauterizó en memoria.

 

 

Un Joven de Al-Jaheer Expresa Sus Pesares…
(Bir Zeit, 1997)

 

 

 

Debo abandonar esta ciudad:

 

una ciudad donde el sol nunca me ilumina,

donde nunca hay sombra,

 

una ciudad sin bar donde ahogar todas mis penas,

un lugar donde nadie sabe que existo!

 

debo seguir adelante subrepticiamente

sin remordimientos ni amarguras…

 

no tengo sitio en las celebraciones oficiales

ni un puesto para mí en los jardines

 

Esos pájaros me han mostrado el camino

puede que no tenga un caballo

 

pero no tengo nada que temer

no hay muros a mi alrededor…

 

Pero debo irme ahora mismo…

debo lanzar sus viejas leyes a los perros,

 

y restregar sus tradiciones en el polvo,

entonces escabullirme, al abrigo de la oscuridad…

 

Era de noche la primera vez que llegué aquí

los días antes de que mi cabello se volviera gris –

 

vine a dar aquí y me mezclé,

desenraizada cual planta doméstica en una bañera.

 

En aquellos días mi paso era firme,

y mi voz nunca vacilaba,

 

En aquellos días nunca estaba en silencio…

Ahora estoy exhausto de los chismes de este lugar,

 

Estoy agotado por la corrupción,

por esas mujeres obtusas, extremistas

 

por los desfiles ebrios, ilusos de todas las noches,

por los viejos balbuceantes, los fanáticos llorosos y arrepentidos…

 

debo irme!

Debo sacudir de mis pies el polvo de esta ciudad…

 

Así que mientras los pastores vuelven del pozo,

mientras los ancianos indolentes vuelven reptando de sus madrigueras,

 

mientras los predicadores brotan de la oscuridad,

y las ventanas se cierran de golpe en la tormenta de arena,

 

para cuando se estén revolcando en sus sueños,

y se hagan borrosas las líneas

 

entre lo sagrado y lo profano,

allí donde el día se hace noche…

 

--estaré lejos del otro lado del valle,

junto al borde de los bosques de cedro, encima a la colina.

 

 

Guía

 

Nos señaló…

este camino.

Y desapareció

en el derrumbe de las casas

después de la explosión

sus dedos en la grieta en la pared

todavía señalando:

por aquí…

por aquí.

 

 

Almohada

 

Habrá tiempo todavía

para decirle,

Madre,

buenas noches,

regresé

con una bala en la cabeza

he ahí mi almohada

quiero echarme

y descansar.

Si la guerra

alguna vez toca la puerta,

diles: está

descansando.

 

  *

 

Cuatro hermanas de Zakaria

Cuatro hermanas

suben solas la colina

vestidas de negro.

Cuatro hermanas suspiran

de frente a la espesura.

Cuatro hermanas en la oscuridad

leen húmedas letras.

Un tren que venía

desde Artouf* pasó

por detrás del cartel.

Un caballo que lleva

a una muchacha de Zakaria*

relincha por la llanura.

En el desfiladero

las nubes pasan lentas.

Cuatro hermanas

de Zakaria, solas

vestidas de negro

en la colina.

 

* Zakaria and Artouf son dos aldeas palestinas en el área de Khalil (Hebron) cuyos ocupantes fueron obligados a retirarse en 1948. Los poemas anteriores fueron traducidos por Sargon Bouln, tomados de los poemas escogidos del autor, ´Tarteeb al-wasf´ (¨Poniendo en orden la descripción), Ramallah, 1998. Reeditados aquí según lo publicado en Banipal 12.

 

*

 

 

Recordando a Fátima

 

 

Qué claro era el cantar de los marroquíes que nadaban

en la corriente del río antes del crepúsculo, las mujeres recostadas al puente

entre sus niños y las canastas de verduras y tumbas de santos…

 

La lejana Rabat con sus gentes donde al-Andalus se esconde,

Rabat, siempre que digo que abandonaré sus salones, despliego ante mi voluntad

una manta y ella despliega una manta

 

Oh Fátima

si sólo te inclinaras hacia mí

o me recordaras,

esa era la canción del río,

temblaría mi corazón

y me harías feliz

y la gacela en las colinas

hallaría el camino…

pero Fátima era sólo una canción

echada al viento por los botes

y las mujeres muertas sobre el puente

en las noches de Rabat. 

 


Los Pájaros me siguen 

 

En el año dos mil o un poco antes, hubo quizás

un preludio que me habitó, se parecía al verano

en los cuartos de los solteros,

yo solía hacerlo girar en mis conversaciones…

 

Como un paso agradable sobre un borde de mármol o el polvillo

que dejan atrás los cascos de las mulas

cuando por suben la quebrada…

 

 

 

“…en mi casa

las mujeres dan a luz anillos

y desaparecen del mundo por detrás de la puerta,

he aquí el paraíso de quien amo

y la travesía

de quien vio…”

 

 

 

 

 

Un preludio igual a otros preludios

que no pude rescatar del balbuceo

 

 

 

Como un pájaro de paja

me persigue…

 

 

Los Constructores de Cavafy

 

Tengo una tonada en la melodía

a la que nunca llegué

pero es mi único tesoro

e instrumento

 

Tiene la probabilidad de la improvisación

la ternura de los verbos

y la solidez de la narración

 

Como si secretos constructores que Cavafy hubiera despertado

estuvieran horadando las colinas

y empezaran a cavar junto a mi almohada!

 

 

Tallando en Madera 

 

1

En la casa del cactus

concluyo lo que empecé

 

2

una novela para la muerte y los muertos

y un capítulo sobre cuestiones de pájaros

 

 

 

3

mi casa es mi viaje y el viento es mi puerta

ventanas son aquello que vi

 

 

 

4

perdí mi fortuna

mas conservé mi cacumen

 

 

 

5

un ciego con visión junto al nido del halcón esculpe

mi soledad para que yo sea amado por una variedad de selecciones

 

6

lisonjee a las hienas y aparte de mí mismo

no confié en nadie

 

7

no dejé tierra adonde regresar

ni dejé camino para llegar

 

 

 

8

en la casa del cactus cuando llegué

tuve un nombre completo

y manos doradas

 

 

 

“y desligado de la memoria

estuve”

 

 

El extraño en su icono 

 

La naturaleza que me ha dejado desesperado

se hizo árida en los campos

 

mis hogares abandonados en los recuerdos y las hazañas de otros

las muchachas en el muelle

con malas intenciones al esperar por mí

 

el sueño del lobo en su páramo

la hiena que me desea a mí y a su vecino

 

el ciprés que tarjé

los caminos que envolví

 

se hacen distantes y símiles

mientras olvido y recuerdo

 

yo, que exageraba todo,

voy tan solo como mi madre me parió

y me siento en mi icono.

 

 

Antiguos Callejones

 

Aparte de sus dedos, no pudo dormir

ella estaba ahí suspendida en el recuerdo

remendando sus sueños en la luz mortecina

 

mientras

una campana encrespaba el sendero hacia su casa

una campana paciente subiendo la cuesta

de basurero y convento

 

Una campana cojeaba tras la cerca

y el cementerio musulmán

penetrando en la privacidad de los genios y los muertos silentes

junto a las fuentes en los boulevards de los pájaros

 

Una campana para las mujeres extrañas

para los pocos deseos y el verano

 

para los viejos vestidos y libros escolares

y niños muertos a la puerta de los áticos

 

Una campana sube la colina detrás del tiempo antiguo

detrás de los matorrales al pie de la ladera

 

donde los perros viejos son remangados a la historia

y las casas son congregadas en el aire paciente

 

Una campana la llamaba por su nombre mientras subía

quizás para ver su letra cursiva

sobre el bosque de pinos

 

 

Una Foto de la Casa en Beit Jala

 

Tiene que volver para cerrar esa ventana

no está del todo claro

si es esto lo que debe hacer,

las cosas no están claras

dado que las perdió,

y parece que un hueco en algún lugar dentro de él

se ha abierto

 

Cerrar las grietas lo ha dejado exhausto

reparar las cercas

pulir los cristales

limpiar los bordes

y observar el polvo que, al parecer, desde que perdió las cosas,

atrae sus recuerdos hacia el engaño y la astucia.

¡Y desde aquí su infancia aparece como un truco!

inspeccionar las puertas lo ha dejado totalmente exhausto

los picaportes de las ventanas

la condición de las plantas

y barrer el polvo

que no ha dejado de invadir

los cuartos, las camas, sábanas, vasijas

y los marcos de los cuadros en las paredes.

 

Desde que las perdió se queda donde los amigos

que se han vuelto menos

duerme en sus camas

que se hacen más estrechas

mientras que el polvo mordisquea sus recuerdos “allá”

 

…debe regresar a cerrar esa ventana

la ventana del piso de arriba que suele olvidar

al final de la escalera que lleva al tejado

 

Desde que las perdió

camina sin rumbo

y los pequeños propósitos

diarios tampoco están tan claros

 

 

Él No Estaba Durmiendo

 

Hay una mujer inerme en su sueño

una reclusa preocupada con simples pensamientos

y accesorios inútiles

 

Una mujer que penetra en su cuarto mientras él

dormita

escudriña su corazón

exactamente, ahí, su corazón

luego toma una flor del búcaro

antes de que él despierte para descubrir que falta una

 

Cuando se queda dormido se encuentra vagando

en interminables arcos

y caminos de acuarela

fijados al íntimo aroma de la ausencia de una mujer

como si él estuviera paseándose

por los recuerdos de las flores que faltan

 

Hoy

a las cinco y treinta AM

ella se detuvo tras el cristal

y lo miró en los ojos

 

y él no estaba durmiendo.

 

  

Pensó Por Mucho Tiempo Regresar Allí

 

Pensó volver allí

donde la dejó escuchando

con una blusa azul y mangas cortas

 

 

 

Había un hombre cruzando la calle sin mirar

mientras que sus infidelidades estaban tras de él tropezando como un montón

de mujeres obesas, mientras él bajaba los tres peldaños

con cuidado de no chocar con el mimado florero

 

Pensó mucho tiempo regresar

allí donde la dejó escuchando

con ojos de miel y un corazón de trébol

 

Unos pocos muchachos se balanceaban intensamente

en el peral del cual no tiene memoria

mientras intentaba, en vano, distinguir los peldaños

y sacar de en medio la buganvilia

 

Cuando, de pronto, la campana sonó

la antigua campana en la colina

la colina que, desde aquella noche, ha cubierto la buganvilia,

en que los once hermanos mataron

a su única hermana.

 

 

Todo como era

 

¿Qué lo llevó hasta allí

con un tiempo tan helado?

Ni la añoranza ni la curiosidad

sino tal vez el miedo o quizás fuera

el frío en la habitación

aunque todo pareciera ser como era

tal como escribiera en un viejo poema que no pudo acabar

 

“…Todo está tan quieto como solía ser

cuando nos fuimos a la guerra,

en la infancia o antes,

quizás el sol de aquellos años debilitó las blancas

cortinas y redondeó

y pulió más aún los guijarros del zaguán

o la hierba se había hecho más alta

o se había secado!

 

Los tres espejos están tal como estaban

las sábanas el anaquel

y la escoba

 

la foto de familia

el Corán forrado en piel

el rosario de la difunta abuela

 

todo era como si nada hubiera cambiado.

Tal vez nosotros. nosotros que nos lanzamos a la guerra

desde la campana escolar…”

 

Eso fue en el verano de 1968 en Damasco, su madre aún vivía entonces y había en alguna parte de aquel poema una apertura, más bien como un agujero que lo seguía,

lo escuchaba tropezar detrás de él donde quiera que iba, especialmente hacia los ansiosos

finales en sus sueños, e incluso allí, ellos, los muchachos, seguirían mirándolo fijamente

y enviando sus gestos enigmáticos, los muchachos que no volvieron de las patrullas de medianoche, y los muertos que volvieron a sentarse a las puertas de sus casas

 

Ahora siente en él un sobresalto a través de esa apertura,

sin saber exactamente dónde está y dónde está el poema, en su dolorosa inconclusión

 

Remojado de paciencia

sobrecogido de premura

pensó que este tipo de artimaña

¡convendría al final!

 

Podía substituir la “abuela” con la “madre”

y observar el estuco desintegrarse sobre la marquesina de la puerta

la silla al revés

donde las flores de malva tropiezan y se recuperan sin ser cuidadas

y la suave luz atraviesa la ventana trasera

siempre en el mismo lugar

 

 

 

Sólo el jazmín continuo su ascensión, con los ojos puestos en el techo.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/84_85/zaqtan.html

 

 

La trinchera 

 

Cuán extraños son los días de sal

 

Es como si hubiesen pertenecido a otros

 

Y como una tragedia con buena trama

 

Justo cuando los ponemos cerca

 

Empiezan a respirar en cuanto los recordamos

 

 

 

Las colinas olvidadas en el aburrimiento de las laderas

 

Las montañas que aspiran hacia el oeste

 

Las errantes caravanas de la muerte

 

La fe de los muertos, todos completos.

 

 

 

Las manos que emergen desde la oscuridad

 

Para decírtelo todo

 

La profunda fraternidad que no lleva a la sabiduría

 

Las palabras ya no aptas para altos lugares.

 

 

 

Extraños son los días de sal

 

Ahora solos en el abismo

 

Despreciados como semillas podridas

 

 

 

Y mientras ascendemos,

 

Pues es todo lo que podemos hacer

 

Los días se deslizan tras de nosotros en la distancia,

 

Abandonados, nunca podrán volver

 

 

 

Nuestras oscuras complexiones

 

Nuestros intentos por dormir

 

…Nombres, títulos largos sin fin

 

Dialectos también

 

Proclamando un paisaje

 

Ya innecesario.

 

 

 

Cuán extraños son los dais de sal

 

Ni siquiera valen lo suficiente para ser recordados.

 

 

Un joven hombre de Al-Jaheer expresa sus arrepentimientos

 

¡Debo dejar este pueblo:

 

un pueblo donde el sol nunca brilla para mí,

 

donde nunca hay ninguna sombra,

 

 

 

un pueblo sin bar en dónde ahogar mis penas,

 

un lugar donde nadie sabe ni siquiera que existo!

 

 

 

Debo avanzar subrepticiamente,

 

sin arrepentimientos ni amargura…

 

 

 

No tengo un lugar en las celebraciones oficiales,

 

ni en los jardines un asiento propio.

 

 

 

Aquellas aves me han mostrado el camino:

 

Puede que no tenga un caballo

 

 

 

pero no tengo nada que temer

 

y no hay paredes a mi alrededor…

 

 

 

¡Pero debo marcharme ya!

 

Debo arrojar estas viejas leyes a los perros,

 

 

 

y restregar estas tradiciones en el polvo,

 

luego escabullirme, bajo el manto de la oscuridad…

 

 

 

Era de noche la primera vez que llegué aquí –

 

aquellos días antes de que mi cabello se tornara gris –

 

 

 

Yo deambulaba en estas alturas a la deriva y confundido,

 

con tan pocas raíces como una planta de casa en un florero.

 

 

 

En aquellos días mi zancada era firme,

 

y mi voz nunca titubeaba,

 

 

 

En aquellos días nunca me sentí silencioso…

 

Ahora estoy exhausto por los rumores de este lugar,

 

 

 

estoy desgastado por la corrupción,

 

por aquellas obtusas, exaltadas mujeres

 

 

 

por los borrachos, extraviados desfiles de cada noche,

 

por los balbucientes viejos, los fanáticos que se lamentan y arrepienten…

 

 

 

¡Debo salir!

 

Debo sacudir de mis pies el polvo de este pueblo…

 

 

 

Así que mientras los pastores regresan del pozo,

 

mientras los indolentes ancianos se adentran en sus refugios,

 

 

 

mientras los predicadores salen de la oscuridad,

 

y las viudas se encierran entra la tormenta de arena,

 

 

 

al tiempo en que todos estén revolcándose en sus sueños

 

y las líneas se vuelvan borrosas

 

 

 

entre lo sagrado y lo profano

 

donde el día se vuelve noche…

 

 

 

-yo estaré en el lado lejano del valle,

 

por el límite de los bosques de cedro, en la cima de la colina.

 

 

Lobos

 

 

La partida de las aves de su corazón

 

deja las planicies blancas

 

donde la historia es blanca

 

y el sueño es blanco

 

y el silencio es el ícono del que convoca.

 

Una carcajada de arena brotará cuando se abra la puerta

 

desde el ángulo del miedo, un himno

 

para el gran invierno, y las voces

 

de aquellos que partieron hace mucho saltarán como cigarras

 

cuando se abra la puerta.

 

Espera, espera un momento

 

por nosotros para secar un momento

 

que hay en nuestras huellas

 

un lamento imprudente

 

y un pájaro de cerámica…

 

y ten cuidado de los collares en el techo

 

Por qué no enciendes las luces

 

o sé feliz mientras te sientas

 

y observas las frutas en el suelo

 

Tu voz en mi cuarto agota el silencio

 

el silencio de las macetas

 

el silencio de los estantes

 

el silencio de escribir

 

el silencio del relámpago

 

y el silencio de la supervivencia

 

el cuál he estado juntando por años

 

con la paciencia de aquel que está sólo con el jardín en el verano

 

o aquel que recupera ausencia

 

la ausencia

 

que nunca para.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2015/10/poesia-palestina-ghassan-zaqtan/

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