PADRE
Para cantar en tu día
¡Oh padre! quisiera yo
las notas que el rey poeta
con el arpa acompañó,
unidas a la voz dulce
que las Vírgenes de Sión
elevaban en el templo
para cantar al Señor:
voz de respeto profundo,
voz de ternura y amor:
Porque cantar a mi padre…
¡Es como cantar a Dios!..
Contraste
Sobre los troncos de las encinas
paran un punto las golondrinas
y alegres notas al viento dan:
¿Por qué así cantan? ¿Qué gozo tienen?
Es porque saben de dónde vienen
y a dónde van.
En este viaje que llaman vida,
cansado el pecho y el alma herida,
tristes cantares al viento doy:
¿Por qué así sufro? ¿Qué penas tengo?
Es porque ignoro de dónde vengo
y a dónde voy.
Intimas
Yo valgo más que tú, yo pulo el verso
y sé cantar en la florida aurora
y en la noche callada la sonora
palabra de verdad, el universo.
Me fue la vida cual puñal perverso
que se clavó en mi carne gemidora,
me fue la joven ilusión traidora
y amé tu nada. Y en el espejo terso
del lago del ensueño al resquebrarse
cortó en mi pecho la profunda veta
de la razón, que tarda ya en cerrarse.
¡Oh, vida! Deja que descanse quieta,
que la mujer por la que va a extenuarse
no es digna de los sueños de un poeta.
La ola
Recuerda el tiempo que en la playa sola,
al ver la ola
que alumbraba el sol,
tú me dijiste que la mar un día
se acabaría
antes que tu amor.
Hoy que te busco por la playa sola,
no está la ola
que alumbraba el sol;
las olas mueren y tu amor no existe;
¡qué mal supiste
comparar tu amor!
VAGANDO EN EL TERRUÑO
Amanece. Refleja el ancho río
nubes doradas, juncos y palmeras,
y va a perderse en el boscaje umbrío
donde fingen unirse las riberas…
En busca de los peces, codiciosas,
a la orilla dirígense las garzas,
espantando a las tiernas mariposas
que dormitan aún entre las zarzas…
Rápida la gaviota el aire hiende,
y el cisne alisa su ropaje blanco,
bajo el florido múchite que prende
la torcida raíz en el barranco…
En la selva, el virsúchil aromoso
liban ya los sedientos colibríes,
y el cardenal despierta receloso,
alisando sus plumas carmesíes…
La pálida laguna se abrillanta,
y al beso de la honda placentera,
se entreabre el nenúfar, mientras canta,
oculta en el bambú, la primavera…
Rasga la aurora el vaporoso velo
prendido entre los montes y las aguas,
y Tlacotalpan surge, irguiendo al cielo
el trémulo penacho de sus yaguas…
¡Cuan bella es! la espléndida paleta
de natura en su hechizo se consume:
cual la mujer amada del poeta,
tiene el color, la línea y el perfume…
Y hay en esa luz encantos sin iguales.
Porque esa luz, Elodia, es la que vimos
sonreír en el huerto y los portales
de la casita blanca en que nacimos…
¨
¡Oh, mi tierra adorada! Al contemplarte,
goza mi alma y se eleva agradecida…
¡Quién conquistara un lauro que dejarte
como una ofrenda al terminar la vida!…
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/josefa-murillo/
Indecisión
Tres cartas tienen en las manos
Carlota, la hija de Inés;
as contempla, las revisa,
acaba y vuelve a leer…
¿Qué le dice cada uno,
o qué le dirán los tres?
Habla Carlota:
—El poeta
está triste… ¡pobre de él!
Y me lo dice muy claro:
Yo, sin ti, me moriré.
¿Y el marino?... ¡pobrecito!
aunque no escribe muy bien,
en esta vez se ha inspirado:
Yo, sin ti, naufragaré.
El militar… ¡cielo santo!
éste me hace estremecer…
siempre cumple su palabra…
¡Yo, sin
ti, me mataré!
¡Y no puede ser
que quiera a los tres!
¿Qué haré?
¡Ay! Si el poeta se muere
me queda un remordimiento.
¿Y si el militar se mata?
¿Si naufraga el marino?
¡Y no puede ser
que quiera a los tres!
¿Qué haré?
Queriendo a cualquiera de ellos,
es claro que mato a dos…
¡Será tan triste que mueran
porque no tienen amor!
¡Y no puede ser
que quiera a los tres!
¿Qué haré? (79-80)
POESÍA Y PROSA
Un poeta, si no me engaño
pariente y amigo mío,
me regaló por mi daño
unos versitos “al río”.
El tal río ha comparado
a luenga cinta de plata
y al limpio cristal cuajado
en que el cielo se retrata.
Pinta, con modo gracioso,
la mariposa sencilla
y al blanco lirio oloroso
que crece junto a la orilla.
Y después, la onda callada;
y luego, la nívea espuma;
y sigue con la alborada
y prosigue con la bruma.
Tanto en sus versos miré
descrito con gracia y brío
que al terminar, exclamé:
¡Señor, yo no he visto al río!
Y esto diciendo, me fui
y a un bongo entré, sin pensar,
por mirar lo que leí,
que un chasco me iba a llevar.
No hubo tal cinta de plata
ni tal cristal; y presumo
que el cielo mal se retrata
en el agua de resumo.
La mariposa sencilla
en vano esperé, tal vez
no vino la pobrecilla
por su mucha sencillez.
En cambio, con frenesí,
desatentados y fieros,
se lanzaron sobre mí
los alados trompeteros.
El consiguiente martirio
hasta con gusto parece
que sufrí, por ver el lirio
que junto a la orilla crece.
Y a la primera mirada,
vi en el agua suspendida
una cosa algo abofada
que se calla por sabida.
Paréntesis: —para oler
esto que callo del cuento,
se necesita tener
narices de Ayuntamiento.
¿Cómo puede haber poesía,
señor, con estos ediles?
¿Pensarán que es ambrosía
la carga de los barriles?
Navegando entre jonotes
con ansia y gusto infinito,
iban veinte zopilotes
destripando un becerrito.
Mientras un lagarto muerto,
y ya casi hecho mofongo,
pasaba flotando incierto
¡Y se estrellaba en el bongo!
No quise esperar la bruma
enmedio de tanto aroma;
y huyendo de aquella espuma,
me vine a escribir la broma.
Suplicando a mi pariente
que, si me manda otro canto,
cante en estilo prudente
¡y no me entusiasme tanto! (75-77)
Don Pegote
Ha llegado la hora del almuerzo,
sin poderlo evitar,
oye sonar los trinches y los platos
¡Y no se va!
Dan las once… la historia de los gringos
se dispone a empezar,
a las doce concluye; da la una,
¡Y no se va!
A las dos de la tarde: —Don Pegote,
¿quiere usted almorzar?
Almorcé muy temprano, muchas gracias”.
¡Y no se va!
Ya salen del colegio los muchachos,
las tres han dado ya.
—“¿Comeremos, amigo? —No, yo ceno”.
¡Y no se va!
A las cuatro nos habla de su oficio,
(quién sabe cuál será);
a las cinco nos habla de su novia,
¡Y no se va!
A las seis y cuarenta: —“Si se empeñan,
me quedaré a cenar”.
¡Se ha invitado y es claro que se queda!
¡Y no se va!
Cenamos. —“Porque no se me aplique
el dicho de adiós Blas,
estaré otro ratito con ustedes”.
¡Y no se va! (1984: 74)
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