LOS POROS DEL VIENTO
Los pechos se sueldan en las barricadas del alba
en medio del aire
que pasa las páginas de ventanas ciegas
Atrás
las lámparas se alumbran por dentro
Urna óvalo de las fermentaciones rigurosas
Los labios de corcho han agotado las fuentes de los
errantes
que olvidan sus rostros en el parapeto de los puentes
Las piedras que lastran sus corazones
son más ligeras que el aire caliente
de vuestras bocas palideciendo como un yugo
enganchado a la moldura de abismos anudándose en cámara
lenta
Aquí las lágrimas se estiran como raíles de plomo
sobre la palma de los desiertos
Aquí los latidos del cielo caen sobre el techo de la mesa
Aquí las ruinas instantáneas
los ojos incultos labran la realidad invisible
a la manera de arados de oro
Aquí la llanura ondea como una bandera negra
Aquí el horizonte vertical mástil del silencio
Aquí la rueda distraída cava sus carriles
en todas direcciones
Aquí el cielo deshuesado.
*Poema ‘Les pores du verre’, de 1943, que tradujo Lorenza
Viola, su primera esposa.
Tomado de:
https://antoncastro.blogia.com/2016/052201-poemas-de-manuel-viola-el-miercoles-sala-de-musica.php
EN LA ESCUPIDERA DEL SOL
En la escupidera
del sol,
donde baila la Muerte
con cintas de color,
y risas de persianas y tacones de charol.
El vino tinto del aire se riza
en un desnudo esqueleto de caballo.
Las cerezas estallan angustiadas
y los naranjos se abalanzan en el mar.
Entre níquel y cristal
tres gritos brotan de un clavel.
En la luna fría
derrama sangre un hocico.
LEANDRE CRISTOFOL: EL SILENCIO DIMINUTO E INMENSO
COMO LA BATALLA DE LA ROSA Y EL BISTURÍ
De las ramas secas
de los árboles cuelgan pequeñas masas gelatinosas que
despiden un brillo fosforescente. Los faroles se han
convertido en peceras,
conteniendo los más multicolores y raros ejemplares. ¡Es
angustioso andar por las calles llenas de cenizas pisoteando tantos ojos de
vidrio! ¿Por
qué han sustituido los huecos de las ventanas por grandes
esferas de reloj?
Fue de pronto cuando me hallé en una de las salas del
antiguo Hospital
de Santamaría y comprobé la inesperada presencia de
Leandre, el cual se
entretenía en hacer mover en lentas oscilaciones un
guante encarnado de
goma dentro de una vitrina romboídrica. Debiéndose ello a
un naipe en el
que se hacía notar la ausencia de toda figura, y que él
agitaba desesperadamente con la mano.
-Que fas Leandre-
le pregunté. Por toda contestación sacó una “Gillette”
y cortó por la mitad el naipe. En aquel instante en la
pared de enfrente se
378 abrió un boquete rectangular que mostraba este
insospechado paisaje: una
pirámide de yeso que proyecta una sombra azul en cuyo vértice
hay una
piedra negra, lisa, redonda y pulimentada, y encima de
ella tres gotas de
mercurio y un pájaro disecado.
Será dentro de un
mes que en la playa yo presenciaré la ausencia total del
mar y su sustitución por un extenso desierto de arena
blanca y brillante. Si,
fue en este desierto cuando vi de nuevo a Leandre (entre
un paisaje lunar
de mi infancia hecha de tres mil manos de alabastro con
raíces de seda),
traducir en líneas orbitales sobre una pizarra los
mensajes luminosos que
recibe el alto obelisco de cristal, de los peces
eléctricos que iluminan las
inmensas bellezas submarinas.
Tomado de:
https://proletarios.org/books/Pariente-Antologia_poesia_surrealista.pdf
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