EL TRONCO DEL RÍO
Las estaciones se suceden.
Las distancias ora más cortas ora más largas
entre las manos mecánicas
en el acordeón de la puerta automática
en cuyos intersticios
se anidan las plazas.
Tauruno [1] rojizo. La torre.
El pequeño silencio del cementerio.
Las instantáneas por las ventanas al paso.
Las frases atropellándose
al ser cambiadas por meros centavos.
Cual aves hambrientas en el hombro.
En la posada entre nieblas
vestida de estremecimiento
una muchacha con un cachorro
de pura bondad
en los brazos [2].
Por el borde de la urbe.
Adonde el instinto como rama
del poema me conduce.
A la utopía de noviembre
de la que la nube crece.
Lo mismo que el agua.
Y la luz húmeda
placenta de los recién nacidos
con la que miro
se agacha para echar su red.
En lo blando. En lo sacro.
El tronco del río.
[1]
Taurunum: nombre dado por los celtas y los romanos a la actual Zemun, antigua
localidad neolítica donde a orillas del Danubio vive la poeta, a un puente del
centro de Belgrado (N. de la T.).
[2]
En el original en serbio figura el cachorro del ovejero de la montaña Shar,
conocido asimismo como Ovejero Ilirio, registrado en 1939 por la FQI bajo el
número 41 (N. de la T.):
LA LLAMADA
Alguien lanzó una llamada.
Esa noche también colocamos
velas en las ventanas,
todas las luces.
La dulce miel del cosmos interno.
Implorante. En el silencio de la noche.
Como la poesía. Impotente.
Porque ya al día siguiente en los campos de concentración
del Este del Norte del Oeste y del Sur
los jóvenes soldados se pusieron a jugar a la canasta.
Sacando el Gillette en lugar del naipe.
Todo lo cortado en dos salpicaba.
Cuajando el cielo con estrellas
de sangre, con mareas altas. De brasa.
Ya antes habíamos tenido bajas
sollozaba la sombra de la vida, abrazando
a la familia durante la cena de la muerte.
Oyese claramente cuando dijo:
Nuestras tumbas ahora son públicas.
Estamos libres. En el desierto.
Basta con que haga espacio.
Entre tres costillas. Para el Hombre
el Niño y la Mujer. Para confirmar
con la voz de una boca vacía
con el paladar susceptible del poema:
la vida existe.
Apenas sostenible. Semejante al humo.
Y sin esperar otra o mejor
como si fuera de caza con una red
hace visible
su propia intención de ser.
Tiernos milagros de la infancia.
Como estos gorriones
que con su piar se beben
las lágrimas matutinas. Interfieren
en la charla de dos amigos.
En esa lancha. En medio del espejo.
Que entre este y aquel
parpadeo del ojo en distorsión
descompuesto y mortífero
como el vino sin agua
el Danubio ha colgado entre las venas.
EL AIRE EL VIENTO LAS LÁGRIMAS
Desde un pequeño punto de la noche.
Como los olores de la pradera.
Rumbo al umbral de los colores de tránsito.
Con una pila de pasajes
que recogiste
como nuevas alas de cartón.
Mostrar los documentos
en el aeropuerto.
Estar limpio. Como un día de fiesta.
Compartir los bocadillos volantes
con un desconocido. Y llamar
un taxi. Con gesto ligero.
Aspirar la ciudad.
Como si recibieras un corazón nuevo.
Antes de que te abracen aquellos
que te estaban esperando.
Sin presentir lo que significa
abandonar el crepúsculo
que entibia la soledad
de las tumbas.
Cuántas noches y días.
Cuántos minutos definitivos hacen falta,
para confiarle a alguien
la canción de cuna
para las rosas.
Y cuánto poderío salvaje
hubo. Entre tú
y la vida en el camino.
Mientras se acumulaban las nubes.
En la mentira de la espuma de azúcar.
Y que la huella del relámpago
apenas rasgado por el horror
en la anatomía del instante
ahora pudiera reunir
en la gravedad y la pena
dos o tres almas
hermanas.
Que con alegría te acogen
desde el recuerdo. Desde la lejanía.
En la mesa para los invitados.
Aquí donde los que es espuma en el vaso
de agua para ti son
aire viento lágrimas.
Y las piedrecitas del acuario
y las nueces de la India en el platillo
la pantalla que no se apaga
lo que es tu suspiro.
Tus Montañas Rocosas.
Susurrantes y quebradas.
Las mismas. Siempre distintas.
Cosas de la realidad.
NIEVE AZUL
Este puente también
está cediendo bajo el peso de las hojas
secas. La calle es intraducible.
Abajo están los juegos de azar.
Arriba los bloques de formato
cyber. Respirar es
fácil. Es insoportable.
Todo lo que de valor llevas
contigo, dentro de sí mismo
tiembla por dentro.
El alma, un polluelo.
En un huevo eléctrico.
La soledad.
Claramente pintado
un desnudo, por dentro.
Y por todas partes tienes
que seguir con la garganta desnuda.
Con el movimiento
de los navíos vikingos con el que
los patos silvestres cortan el hielo.
En tanto la música luminosa
camina por encima de ti junto al río.
Te ofrece los alimentos del aire.
Prieta las delicadas teclas
para tu canción sin voz.
Fotografía el brillo en el rostro
de la bondad. Te sopla:
por aquí por aquí pasa.
Y la ciudad como un ala de nubes
está en tus hombros.
Mientras echas atrás las plumas
del cabello. Y completamente liviano
amontonas en los pequeños cristales
de luz, tu nieve azul.
Del serbio: Silvia Monrós de Stojaković
Tomado de:
https://www.tanjakragujevic.com/pages/pesme_prevod.htm#spanski
GUIJARRO, POLVO
Que te daría mi estrella.
Tú que puedes guiarme en mi camino incluso
sin mi parte o conocimiento.
Qué otra cosa. Pero inevitable.
Lo que soy. Cuerpo y voz.
Porque yo soy el camino.
Y polvo en el camino.
Tu logro más bien.
Tu mismo hasta cierto punto.
Me limitaste. Con libertad
para buscarte. Con juego de cuerdas
que juegan los niños. Con años.
Con largas sombras en un camino corto.
Por lo tanto, cuando decidas volver
a seducir-conquistar a alguien,
yo también estaré allí.
Llena de tu brillo y pan.
Tormento menor mundano.
Un guijarro en un zapato.
Grava en el camino.
Mientras tú estarás brillando.
Atentamente. Con
colores de celebración. Con pedrería
en el hombro izquierdo y derecho.
Con espuma champagne
de residuo de Space
en la punta de cada viga.
Y una errata
de mi delirante carta
en tu texto infinito.
Seré singidunumiano.
Ya bastante arcaico.
Mota de tu ojo. Tuyo.
En ti. Una pizca de mí.
Aunque, si miramos desde
este nivel del suelo y el ruido
de estas apagadas celebraciones
de aire y fuego
de estas ondulantes
señales de rosas del desierto,
soy simplemente lo que soy.
Mi propia voz.
La estrella de mi polvo.
Futuro seguro
de tu camino inconcebible.
INOCENCIA
Le contaré a Dios sobre todos ustedes. *
Tartamudeaba un niño de tres años
acribillado en fuego cruzado
entre unos y otros.
Murió asfixiado
por una hemorragia interna.
En la ciudad natal
que seguía sin llegar
a ser una sola ciudad.
Golpeado por la herida del conocimiento.
Cubierto al salir. Allá.
Donde está Dios. La trompa de Eustaquio.
Oreja grande. De nubes y seda.
Allá. Donde, en consecuencia,
el Creador limpiará cada gota
de sangre y llanto. Y la muerte
ya no existirá. Ni gemidos. Ni pena.
De cada lágrima que enjugó
formará un océano. Inmensa
agua de vida. De donde surgen
coros de jóvenes
.
Evitan a los
niños hambrientos y con la cara sucia
que emergen
del resplandor de las explosiones
y la oscuridad. Pólvora y fuego.
Frente a chozas y rascacielos.
En las costas. Debajo de las estatuas
de la victoria. En las colinas del este.
Ponen sus alas nacaradas.
¿Dónde estaría la tierra?
¿Cómo le iría al cielo?
Sin esos cometas somnolientos
del cementerio de cuerpos de luz
estelar que le dan al viento solar
la cara del día.
Sin la eternidad irrefutable.
El instante alcanzó la
primera y última translucidez.
Detrás de un haz de vídeo
que muestra en directo
el acto de horror.
Sin las pequeñas lámparas del santuario.
Sin los ojos del lago. Sin la
indiscutible
presunción de inocencia ilesa.
*Inspirado en un hecho real ocurrido en Siria, en enero
de 2014.
DESPUÉS DEL ESPECTÁCULO DE LAS CORONAS DE ORO
El aroma de Tesalónica en Belgrado.
Quinto siglo. Olivo
y mirto. Hiedra y roble.
El hechizo afrodisíaco de Afrodita.
Fallecimiento eterno de aquella que
preside el amor y la muerte.
Que roció a la paloma moteada
que caminaba frente a nosotros en su
paseo como un niño
resolviendo los nudos de Heracles.
Las calles.
Con puestos repletos de cántaros.
Gafas de sol.
Paraguas. Pulseras
y pañuelos hechos a mano
de una nueva era. Con
alianza evanescente de plástico
y arcilla. Acrílico y seda.
Arrulla esa pequeña pepita de cuarzo
rosa domesticada y andante.
Ese libro emplumado
de la fauna urbana.
Multiplicando su perfil.
En medio de charcos de oscuridad.
Y zumbidos y polvo.
Se puede decir. Viene de las estrellas.
Y a través de su pequeño ritmo
transforma responsablemente este callejón
de bolsas de valores y farmacias digitales.
Esta acogedora mirando las ventanas
y tomando fotografías de lirios y tulipanes.
En el brillo de la pasarela.
Un nuevo modelo de la era nupcial.
Lleno de poder de paloma.
Eso no necesita nada más
que un poco de oscuridad. Para estallar.
En medio del encierro azul de Dis'*.
Y la famosa miga. Desde
la eterna ventana del hotel.
Del pan de la soledad.
El que Tesla**, mientras cuidaba
patitas rotas de pájaros
colocándolas en
los agujeros de cajas de
zapatos de cartón. Cada mañana.
Una y otra vez. Enseña a volar.
Mientras piensa sin cesar
El ser. Y la luz.
Entonces podemos ver.
Al coser un botón.
Incluso cuando no podemos. Todavía vemos.
Una lámpara diminuta. Una cuenta.
Apócrifos del alma.
Belgrado, marzo de 2014.
*
Dis – Vladislav Petković (1880-1917), poeta del dolor, del misterio de la
existencia humana, de la desesperanza humana predestinada y del desenlace
metafísico y astral. Fue reportero de guerra en La guerra de los Balcanes
(1912), marchó por Albania durante la retirada del ejército serbio (1915) y se
ahogó al regresar del exilio en Francia (1915-1917) después de que un submarino
alemán torpedeara su barco.
**
Tesla – Nikola Tesla (1856-1943), científico e inventor de renombre mundial de
origen serbio. Constructor de generador de moneda de alta frecuencia y alto
potencial (“transformador Tesla”), transformador sin núcleo o bobina Tesla.
2014 fue el 71 aniversario de su muerte y el 130 aniversario desde que emigró a
Estados Unidos. Durante los últimos diez años de su vida vivió en la suite 3327
del piso 33 del New Yorker Hotel, donde todas las mañanas daba de comer a las
palomas desde su ventana.
Tomado de:
https://www.poeticanet.com/light-dust-a-251.html?category_id=65
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