(6 de enero de 1848 Kalofer , Bulgaria - 2 de junio de 1876, Vrachanski)
EL AHORCAMIENTO DE VASIL LEVSKI
Oh, madre mía, patria querida,
¿por qué tan triste, tan endeble lloras?
Cuervo, y tú ave maldita,
¿allí, a qué tumba tan sórdido graznas?
Oh, sé, sé, madre, tú lloras, madre,
porque tú eres negra esclava,
porque tu voz, madre, tu voz sagrada,
es voz sin eco, voz en la nada.
¡Llora! Allí, cerca de la ciudad de Sofía,
se yergue, la veo, la horca más negra,
y tu único hijo, Bulgaria mía,
pende de ella con fuerza tremenda.
Lúgubre, terrible el cuervo grazna,
canes y lobos el campo aúllan,
arduo a Dios los viejos rezan,
las mujeres gimen, los niños sollozan.
El invierno canta su feroz canto,
los vendavales barren cardos por el campo,
y frío, helor, y llanto sin esperanza
agolpan dolor sobre tu corazón.
A MI HERMANO
Oprime vivir, hermano,
entre necios idiotas;
consumen mi alma llamas,
mi corazón, rudas llagas.
Mi dulce patria amo,
su legado fiel guardo,
pero a mí mismo me pierdo
a esos necios odiando.
Deseos sombríos, tormentosas ideas
el alma joven crucifican.
¿Quién pondrá una mano
sobre el corazón que sufre?
¡Nadie, nadie! No conoce mi corazón
libertad, ni alegría, solo
locamente late
con el llanto del pueblo.
A escondidas, a menudo,
lloro en su tumba grave.
Pero, dime ¿qué respetar
en este cobarde mundo muerto?
¡Nada, nada! No hay eco
a la voz noble y sincera.
Sorda está y tu alma
al verbo divino, al llano del pueblo.
HADZHÍ DIMITAR
¡Vive él! ¡Vive! Allá, en el Balcán,
ahogado en sangre, yace y clama,
héroe con honda en el pecho herida,
héroe en flor de juventud y fuerza hombruna.
¡A un lado tirado su fusil bravo,
al otro, el sable en dos partido,
se nublan los ojos, la cabeza se mece,
la boca maldice el Orbe entero!
Yace el héroe y en el cielo
el sol, suspendido, furioso abrasa;
la segadora canta allí en el campo,
y la sangre, más y más fuerte se vierte.
De siega estamos... ¡Cantad, esclavas,
los cantos tristes! ¡Tú, sol, abrasa
a esta tierra de eternos esclavos!... Perecerá
y este héroe... Pero, corazón, ¡calla!
Aquel que por la libertad cae,
él no muere; a él le lloran
tierra y cielo, flor y fiera,
y los aedos cantares le cantan...
De día le guarda el águila sombra
y el lobo, sumiso, la herida le lame,
el halcón en lo alto, épica ave,
también del hermano, del héroe vela.
Adviene la noche, la luna se alza,
estrellas siembran la bóveda suma,
susurra el bosque, el aire exhala,
el Balcán canta cantares de gesta.
Y samodivas, de blanco vestidas,
milagrosas, hermosas, cantos elevan,
ingrávidas pisan la verde hierba
y al lado del héroe van y se sientan.
Una le venda la herida con hierbas,
otra con agua fresca le brizna,
la tercera, de pronto, en la boca le besa
y él la mira: dulce, risueña.
¡Dime, hermana, ¿dónde está Karadzha?!
¿Dónde mi fiel guerrilla?
¡Dime, y llévate a mi alma,
aquí yo quiero morir, hermana!
Retuercen las manos y se abrazan,
y con cánticos vuelan en el cielo las divas,
vuelan y cantan hasta el alba
y el espíritu buscan del Karadzhá...
¡Pero ya amanece! Y allá, en el Balcán,
yace el héroe, se vierte la sangre,
el lobo le lame la honda herida,
y el sol -otro día-, abrasa, abrasa.
EL DÍA DE SAN JORGE
¡Regocíjate, pueblo! ¡Jóvenes, viejos,
alabad un día más a Dios y al Rey!
¡Hoy es San Jorge! Así balaba tras el pastor
el rebaño de ovejas dóciles, mansas,
mientras su rey, feliz imbécil,
como todos los reyes de este mundo,
con el lindo cayado les conducía
entre los canes, fieles ministros
sin cartera, sin paga, más listos que el hambre.
Y si los viese un rey verdadero
¡Qué envidia, -diría- vive la ovejita
más feliz y contenta que mi pueblo....
Va el rebaño, con sus corderos,
trepa, avanza a duras penas, mortificado de tanta ruta,
trepa, avanza, para que pase bajo cuchillo la carne joven
en honor de San Jorge, el bandido de Dios
Desalmado, estúpido, podrido difunto...
¿Exigirá sacrificios,
sangre, víctimas? No, el pastor, el pastor
la codicia, la garganta hambrienta, el pope
borracho,
igual que a ti, tributo te cobra el rey, pobre pueblo,
para sus harenes abominables,
para aquellos que te quitan lo último,
y día tras día te martirizan
y les ofrendes tu sudor y tu sangre
y hasta bailas bajo el látigo.
¡Hala! Hoy ricos y vagabundos
cánticos cantan, delirantes, borrachos,
y con el pope juntos alaban al rey y a Dios...
¡Regocíjate, pueblo! Así las ovejas balan y balan
y entre canes al pastor siguen.
('Hristo Botev. Poesía'. Selección, traducción y prólogo de Zhivka Baltadzhieva. Editorial Amargord)
MI PLEGARIA
Bendito sea Dios nuestro...
¡Oh, mi Dios, Dios justo!
No tú, que estás en el cielo,
sino tú, en mí, en uno,
en mi corazón y alma...
¡No tú, a quien le rezan
los santones y los popes
y a quien queman velas
los ortodoxos capirotes;
no tú, quien has creado
al varón y la mujer del barro
y al hombre has dejado
ser esclavo en la tierra;
no tú, quien has ungido
a papas, reyes, patriarcas,
y marcado con desdicha
a mis hermanos hambrientos;
no tú, quien al esclavo dictas
rezar, someterse,
y le nutres hasta la tumba
con falsas esperanzas;
Sino tú, Dios del intelecto,
defensor de los caídos,
cuyo día los pueblos
festejarán ya muy pronto.
Inspira a cada uno
amor por la libertad vivo,
para que a muerte luche
contra los adversarios de la vida.
Afianza y mi mano...
Y cuando el esclavo se levante rebelado
que yo y mi tumba halle
en el campo de batalla.
No dejes que se enfríe
el corazón fiero en tierras ajenas
y mi voz se desvanezca
amortiguada en el baldío...
COMPARTIENDO EL BOTÍN
Somos hermanos de espíritu, tú y yo,
abrigando los mismos ideales,
y creo que no existe nada en este mundo
de lo que nos debamos arrepentir, tú y yo.
La posteridad nos juzgará,
hicimos el bien o el mal,
pero por ahora, mano a mano,
¡caminemos hacia adelante, con pasos más seguros!
El sufrimiento y la pobreza en una tierra extranjera
fueron nuestros compañeros de vida,
pero los compartimos como hermanos
y los compartiremos de nuevo, los dos...
Compartiremos coros de reprimenda, tú y yo,
y sufriremos la burla de los tontos,
sufriremos, pero no lloraremos
bajo tormento humano de ningún tipo.
Y no inclinaremos nuestras cabezas
ante pasiones e ídolos profanos:
nuestras dos tristes liras
nos han contado lo que hay en nuestros corazones.
Así que adelante ahora, con espíritu e ideales,
a compartir por última vez el botín:
a cumplir con nuestro juramento sagrado,
¡hacia la muerte, hermano, vayamos hacia la muerte!
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