Puerta de sacrificio
Fina es la
lámina,
casi
transparente.
La lámina de
azúcar
que separa tus
labios.
Por allí se fue
mi corazón
relamiéndose
las heridas.
La canción perdida
A Olga Kómonova
Aprehender, sí.
Primero asimilando
los matices y
contornos ocultos.
Lo húmedo, lo
tibio, y sin soy afortunado
el rumor de tu
sangre abriendo zanja en la vida.
Loco de mí.
Inocente. Como si teniéndote
sería yo el
señor de tus trigales
y tus bosques
de abedul copados de nieve.
Como si
estrujando en mis manos
un ramo de
espesa malaquita,
o segando una
espiga de ámbar
y el aliento de
la estepa en el vino,
desvelara tus
rosadas yemas impresas en mi piel
y disolviera tu
trayecto en mis pasos.
Pobre de mí. Y
qué formas más antiguas
de tenderte una
celada a las ciegas
y remotas
fuerzas de la tierra.
Qué manera más
primaria de cazar las cosas.
Loco. Grabo tu
adjetivo y tu risa,
tus piernas en
la lluvia
y la comisura
de tus labios tristes.
Desentraño con
presteza tu imagen
y en seguida,
como lo hacían mis abuelos
en las grutas
cuajadas de estalactita
(allá en
Cobán), bailo sobre un solo pie
ante los
primerísimos jaguares
que se
introdujeron en el arte,
ante los
tecolotes y las monos y las culebras
para siempre
inmovilizadas en la piedra.
Loco de mí -me
parece discurrir
antes de la
gran claridad,
y creo haber
penetrado lo oscuro.
Solamente
porque he logrado dos, tres líneas
y haber
recogido tu levadura en mi palabra,
por haber
capturado a todo un pueblo
introduciendo
mi mano en ti.
Nada más por
haber agarrado tu carne
el pulso herido
de la tierra.
Desgraciado de
mí: construí un calabozo
para enlazarte.
Y en él me he
quedado encerrado
y gritando por
salir de tu pecho.
El cantor ciego
Y es que yo
solamente soy una sombra
que absorbe la
humedad de la puerta.
El tallo
abriéndose en un pensamiento
humedecido en
las pisadas del tiempo.
Distraído
grabador de los frutos del árbol
que extravió su
trayectoria en el ámbar
el encargado de
la llave que al abrir tus puertas
fue a dar al
fondo con los ojos cerrados.
Magia
El escultor no
hace más que llamar,
con el cincel
y a golpe de
martillo,
a los guerreros
que duermen
en las
espesuras del mármol.
Prolongación de la noche
No me niegues
que a veces,
al despertar,
quisieras
refugiarte nuevamente
debajo de mis
manos,
quedarte
quietecita, apenas
respirando,
convertida en
la misma huella
de la noche.
Imagen de la ausencia
A decir verdad,
la lluvia no habla
de ti.
Sí que hoy te
confundí. Y ya van cuatro
entre la
multitud.
Dejé que
cayeran mis ojos al suelo
para que las
personas adultas
al pasar no
lastimaran mi amargura.
Y al entrarme
de regreso en casa
encontré tu
ausencia diseminada en el piso.
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