(Caracas, 30 de noviembre de 1921 - Caracas, 15 de mayo de 2007)
Digo mar
resplandecen las rodelas
se alargan los alcores
mas sólo he pronunciado
aquella voz primaria
traslúcida
vibrante
con la que el hombre
se unió a la tierra y a los cielos.
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De Mi aroma de lumbre (1971)
Se escribe con ribetes de sol
reminiscencias errabundas
presencias de entrañas
soplos de desiertos
restos de dinosaurios.
Se escribe con la embestida
de las cosechas de los hombres
ciudades
campos
con la luz y la sombra
yendo de una orilla
hacia la otra orilla.
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De Casi un país (1972)
El reloj de El Calvario es silencioso, como silenciosas son
las orillas de los lagos.
Alto, con figura de visir, con color de nube que presagia
tormenta, lo colocaron junto a la escalinata para que constantemente alguien
subiera o bajara y de esta manera nunca permaneciera solo.
Jamás hemos oído su campana, jamás hemos escuchado su
tañido que clama: una hora concluye y otra se inicia y esto se me parece a un
libro que se lee hasta la letra última para en seguida comenzar otro. Y también
me recuerda a la ola que se dobla, estalla, e inmediatamente otra la sigue y
hace lo mismo y así sucesivamente para siempre.
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De Es oír la vertiente (1973)
Estarnos cercados.
El espacio amordaza.
La altura desaparece.
Se ha perdido la inmensidad
permaneciendo un oscuro cascarón
que busca afanosamente
el borde final del cielo.
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De Incesante aparecer (1977)
Te gustaba oler el jengibre
la hierbabuena
paladear el sabor claro del horizonte.
Si te acercabas a las raíces
buscabas aquélla que de alguna manera
te podía indicar el rumbo
de la nube que no pudiste poseer.
Y mecías las hierbas
que ya nadie recuerda
y permanecías junto a ellas
por largo tiempo
llevándote entre la lengua
el grano blanco que durante días
había nutrido las aguas de los ríos
con los atardeceres y el sol.
Tomado de:
https://digopalabratxt.com/2017/08/27/24-once-poemas-de-elizabeth-schon-caracas-1921-2007/
EN EL ALLÁ DISPARADO DESDE
NINGÚN COMIENZO”
(fragmentos)
8
Precisión que traspasa
hacia las opuestas divergencias
de reflejos bajando
y deshaciéndose sobre ocres
cerrados por un letargo voluntario
que se adueña estallando
internamente cuando es recibido.
Rotura que fenece
e la inquebrantable limitación
hasta bandos contrarios
viniendo desde un mismo centro.
Recorte inmóvil que no juega,
que no se confunde
con los visos y puntas de
asimilaciones
porque se delinea perfectamente
en su carne asentada y sin
vínculos.
17
Euforia:
cuando lo asaetado y apuntalado
expone lo contrariamente
ponderado de la medida y el
molde.
Encuentro:
cuando lo lanzado
interpreta lo imposible de
definir.
Eternidad:
lo perfectamente cerrado
de lo oculto habitable.
Reverbera la actitud tendida
desde el comienzo.
Resulta la paciencia
comprendida en la extensión.
Resuenan los contrastes
y se esparce el crecimiento
y se diluye la exaltación.
Ya se desecha lo ampuloso
y se amplía lo simple.
Los ejes han cambiado.
Ha despertado lo intocable.
Ahora anda lo congénito
entrañando sabidurías que
irrumpen
cargadas de alborozo y
libertad.
Están siendo abandonadas las
constantes antiguas
para que se vuelque
el lado abierto de lo nunca
amado antes.
31
Mínimo:
cuando la hendidura que se
riega ciegamente
no ha colmado los silencios de
la espera.
Máximo:
cuando de las longitudes
escogemos puntales
creyendo que podríamos
doblarlas siempre.
En realidad un mismo doblez
usamos
mas no podemos prescindir de
tender
el defectuoso encono de la
medición.
Ni más ni menos
solo la abertura esparciéndose
dentro de los hilos que
disponen
el irrevocable instante vencido
finalmente
por la expansión que deshace
los términos
desafiantes de la perenne
estabilidad.
Remóntase:
cuando a la cavidad la
destruyen
los términos de la vigente
separación.
Regresa:
cuando lo vigente es el
irreductible unísono
hallado después que términos y
bordes se precipitan
hacia la convivencia de los
empeños
manteniéndose agresivamente.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/venezuela/elizabeth_schon.html
Para mirarla
raspamos el cielo
y se desprenden las nubes
la lluvia, la centella
lo luminoso, esférico, espacial
desde el primer instante del
sol.
Ni aun así
concluye nuestra reyerta contra
la inmensidad
como si a la flor
no pudiéramos arrancarla de los
cielos, de la tierra
donde cabe lo que se dice de
ella
nunca parecido a cuando vive
dentro del largo pasadizo del
alma.
Decimos amor
y nos rebasa
la blancura de lo exacto.
Así el ventanal de la flor
inalcanzable.
Al barco no se le llama
llega a tierra
sin ningún faro que lo alumbre.
Bajo los pétalos marcha
el viraje de las sombras
el desprendimiento
imperceptible del amanecer
aun las cicatrices dobles de
los tiempos.
Y la flor, ¿hacia dónde se
dirige
si la distancia deja de ser
distancia
para ella a quien nadie le
impide
estar sin ser notada
como el amor cuando cae a
tierra
y no llora el dolor
sabiendo que partió
hasta el último esbozo de
equilibrio?
Con los dedos recogemos las
raíces.
Con el alma vigilamos
lo que no descubre la mirada.
Ella ni sujeta ni carga.
Es la flor de ningún polo
desierto.
Lo desértico aumenta
si no devolvemos
los oleajes claros de la
vinculación.
Si se clava el fruto en la piel
y se hincha
es que el agua nunca existió.
La flor lo supo siempre
sin saberlo como lo sabes tú
como lo sé yo.
La recibió el corazón
se le había atado un pétalo
del que nunca supo dónde
comenzaba,
dónde concluía.
Nunca antes habíamos sentido
la presencia de una flor intocable.
Los poemas seleccionados,
pertenecen al libro La flor, el barco, el alma (1995)
Tomado de:
https://ablucionistas.com/elizabeth-schon/
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