miércoles, 19 de mayo de 2021

POEMAS DE PIER PAOLO PASOLINI

 

(5 de marzo de 1922, Quartiere Santo Stefano / 2 de noviembre de 1975, Ostia, Italia)


A los críticos católicos

 

A menudo un poeta se acusa y se calumnia,

exagera, por amor, su propio desamor,

exagera, para castigarse, su propia ingenuidad,

es puritano y tierno, duro y alejandrino.

Es incluso demasiado agudo en los análisis de los signos

de las herencias, de las supervivencias:

tiene también un pudor excesivo en concederles

algo a la razón y a la esperanza.

Pues bien, ¡ay de él! ¡No hay un instante

de vacilación: basta con mencionarlo!

 

 

Abro a la mañana de un blanco lunes...

 

Abro a la mañana de un blanco lunes

la ventana, y la calle indiferente

roba entre su luz y sus rumores

mi presencia infrecuente entre las hojas.

Este moverme... en días totalmente

fuera del tiempo que parecía consagrado

a mí, sin regresos ni paradas,

espacio lleno todo de mi estado,

casi prolongación de la existencia

mía, de mi calor, del cuerpo mío...

y se ha truncado... Estoy en otro tiempo,

un tiempo que dispone sus mañanas

en esta calle que yo miro, ignoto,

en esta gente fruto de otra historia

Versión de Delfina Muschietti

 

Al muchacho Codignola

 

Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos,

pero no esperes nada de este encuentro.

Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo

vacío: de aquellos que hacen bien

a la dignidad narcisista, como un dolor.

A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete.

Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete

pueden, claro, encontrarse, balbuceando

ideas convergentes, sobre problemas

entre los que se abren dos décadas, toda una vida,

y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.

Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,

aridecida de llanto y deseo de estar solos,

revela su irremediable diferencia.

Y, además, tendré que hacer de poeta

padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,

que te incomodará: al ser el de cuarenta

más alegre y joven que el de diecisiete,

él, ya dueño de la vida.

Más allá de esta apariencia, de este aspecto,

no tengo nada que decirte.

Soy avaro, lo poco que poseo

me lo guardo apretado en el corazón diabólico.

Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,

bajo la boca torcida a furia de sonrisas

de timidez, y los ojos que han perdido

su dulzura, como un higo agrio,

te parecerían el retrato

precisamente de esa madurez que te hace daño,

madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte

un coetáneo, simplemente entristecido

en la delgadez que le devora la carne?

Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto

es árida piedad.

 

Versión de Carlos Vitale

 

De Poesía en forma de rosa, 1964

 

Al príncipe

 

Si regresa el sol, si cae la tarde,

si la noche tiene un sabor de noches futuras,

si una siesta de lluvia parece regresar

de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,

ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:

ya no siento delante de mí toda la vida...

Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:

horas y horas de soledad son el único modo

para que se forme algo, que es fuerza, abandono,

vicio, libertad, para dar estilo al caos.

Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte

que se viene encima, en el ocaso de la juventud.

Pero por culpa también de este nuestro mundo humano

que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

 

De "La religión de mi tiempo" 1961

Versión de Delfina Muschietti

 

Análisis tardío

 

(Fin de los años sesenta)

 

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;

que todo aquello que toco ya lo he tocado;

que soy prisionero de un interés indecente;

que cada convalecencia es una recaída;

que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;

que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;

que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;

que no intento todavía reconocer quién soy;

que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;

que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;

que no saldré nunca de aquí por más que sonría;

que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;

que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;

que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;

que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.

 

Versión de Hugo Beccacece

 

Cercana a los ojos y a los cabellos sueltos...

 

Cercana a los ojos y a los cabellos sueltos

sobre la frente, tú, pequeña luz,

absorta enrojeces mis papeles.

De adolescente ardía hasta el anochecer

junto a tu demacrada claridad, y eran extraños

los rumores del viento y el canto de los grillos solitarios.

Entonces en las estancias sin memoria

dormían los parientes, y mi hermano,

tras un delgado muro, estaba inmóvil.

Ahora tú, luz rojiza, no nos dices en dónde está

y, sin embargo, iluminas y suspira

el grillo en los campos desiertos;

mi madre se peina ante el espejo,

con un gesto tan antiguo como tu luz,

y piensa en aquel hijo ya sin vida.

 

 

Danza de Narciso

 

Estoy negro de amor,

ni ruiseñor ni muchacho,

todo entero como una flor

deseando sin deseo.

 

Me he levantado entre las violetas

mientras aclaraba

cantando un canto olvidado

en la noche serena.

Me dije: «¡Narciso!»,

y un espíritu

con mi rostro

oscurecía la hierba

al claro de sus rizos.

 

De "La mejor juventud" 1941-1953

Versión de Delfina Muschietti

Tomado de:

http://amediavoz.com/pasolini.htm

 

David

 

Apoyado en el pozo, pobre joven,

vuelves hacia mí tu cabeza gentil,

con una risa grave en los ojos

 

Tú eres, David, como un toro en un día de abril,

que de la mano de un muchacho que ríe

va dulce a la muerte.

 

Traducción de Delfina Muschietti

 

Reaparición poética de Roma

 

Dios, qué significa ese sudario silencioso

que ondula sobre el horizonte…

ese ventisquero de moho —rosa

de sangre aquí— desde las faldas de los montes

hasta las ciegas encrespaduras del mar…

aquella cabalgata de llamas sepultadas

en la niebla, que hace confundir el llano

que va de Vetralla a Circeo con un pantano

africano que exhala un anaranjado

mortal… Es velamen de bostezantes y sucias

brumas enroscadas en pálidas

venas, incendiadas líneas,

ganglios en llamas: allá donde los valles

del Apenino, entre diques de cielo,

desembocan en el Agro vaporoso

y en el mar: pero —casi arcas o espigas

en el mar, en el negro mar granuloso—

la Cerdeña o la Cataluña

ardiendo por siglos en un grandioso

incendio sobre el agua que las sueña

más que reflejarlas, resbalando,

parece que acabaron por lanzar toda

su madera aún ardiente, toda cándida

brasa de ciudad o cabaña devorada

por el fuego, hasta palidecer en estas landas

de nubes sobre el Lazio.

Pero ya todo es humo, y os asombraríais

si, dentro de los escombros del incendio,

oyéranse reclamos de frescos

niños desde los establos o magníficos

tañidos de campana retumbando de hacienda

en hacienda, por los abruptos atajos

desolados que se vislumbran desde la calle

Salaria —como suspendida en el cielo—

a lo largo de ese fuego melancólico

perdido en un gigantesco desmoronamiento.

Ahora su furia se desangra y palidece

infundiéndole mayores ansias al misterio

allá donde —bajo esas polvaredas

flameantes, casi un empíreo sudario—

empolla Roma sus barrios invisibles.

 

Casi a la manera de Ajmátova, para ella

 

Un poeta dice que un poeta es un gorrión

que repite toda la vida las mismas notas.

Las tuyas son las notas de un gorrión que cree

que su vida es toda la vida.

 

Nadie va a desilusionar a un gorrión, porque

a un gorrión no se lo puede desilusionar:

su seguridad es como la presencia -

sobre la tierra- de Tsárskoye Seló.

 

¿Ha pasado la revolución sobre Tsárskoye Seló?

Por cierto, ha pasado, pero simplemente como

"un evento que no tiene igual": *

el gorrión ha continuado cantando.

 

Nada existe si no se mezcla con el misterio:

¿qué testimonio tendríamos de los "eventos"

si no cantase antes y después de ellos

un gorrión con su canto leve y severo?

 

 

*Son palabras de Ajmátova

 

El poder

 

Un sabor de fernet.

El Ministro, en el umbral del Parlamento:

aquel sabor dignamente marrón

-con la baba sin embargo amarga como el aura

de la luz de las sombrillas atómicas-

sonríe, entrando, a los ujieres,

como si, con ellos, compartiese un patrón.

 

Yo observo desde mi aura amarga,

al bebedor del marrón sustancioso, potente

droga de marca anticuada

pero cara aún al Neocapital. La usa

con una tranquilidad de padre.

 

Es casi servil -repito- su sonrisa a los siervos.

Va mendigando el pan cotidiano

del poder corriente, diría familiar.

Captatio benevolentiae de género democrático,

no privada de dobles sentidos itálicos -a los siervos carroñas

que, en su pequeño pedestal,

tienen garantías de futuro

incomparables

con las del ministro,

pero mucho más absolutas.

 

Con la sonrisa -la mano que recorre

los botones del saco cruzado

sobre la panza

pedemontana

repleta como una sala de espera:

no acariciará casimir, sino lana tradicional.

 

Así, asegurado en el fondo del saco

-cuadrado, según el gusto anticuado

pero siempre caro a la crueldad del Neocapital-,

como sobre la divinidad de la puerta,

va, entra

en los corredores del poder,

corrigiendo la autoridad con una sonrisa solidaria.

 

En el sabor del fernet,

que se parece extrañamente

al de los caramelitos de la Doctrina, en el Véneto,

agigantado

desde la obediencia a la dureza ascética,

a la saludable untuosidad

que produce partidas de bochas con Adenauer.

 

 

¡Cómo puede ser distinta una vida!

La idea de lo que es "el estar

en el poder"

es una absoluta novedad, en la mía.

Qué sonrisa repugnante da.

 

Incluso el más poderoso

no es más que un siervo de su poder (¿Manzoni?):

va limosneando manutención,

confirmando.

Algodón empapado de licor de marca,

estalla en hongos que solemnemente

evolucionan

en el aire tórrido o glacial

de la cumbre de los mares.

Pequeños mares de provincia...

Con diez mil, veinte mil

votos de preferencia. Un séquito

de ciudadanos italianos

que se apiñan en las segundas clases

-víctimas de manía de grandeza

o de persecusión o más simplemente de miseria-,

perdidos en los horarios, en los días de mal tiempo,

con sus lastimosos trajes comprados en grandes almacenes

sobre un cuerpo mal lavado, pobres barrigas,

pies mal gobernados.

 

Esto, a las espaldas: y delante,

radiantes, los corredores del poder.

¡Un sabor de fernet que recorre sus dos tristes vertientes!

 

Sin embargo, este ingreso,

que asegura la divinidad de la puerta

y la grandiosidad de un saco cortado en provincia

-demuestra a quien observa desde el aura amarga

que el poder no solo

es formalidad, es forma.

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2010/

 

El papa Juan que escucha a Auerbach *

 

En Estambul Auerbach estaba en exilio,

el ir a escucharlo era un acto político.

Ahora entiendo el sello

de la ocurrencia del abuelo-hijo:

el sello, esto es, de quien sabe incluso el saber.

Ser doblemente lejanos de la vida

para verla toda, y acercar las dos distancias.

Sólo sumando al creyente el erudito se hace el santo

(¡que no quiere ser santo!). Los años de Estambul

son sin color, libres de toda agitación,

exentos de dulce vitalidad: no quedan sino los actos

del alma y los de la mente. Doblemente

por encima del vivir, el mundo es un mapa

del caos, y el orden es una mirada sonriente.

 

* Erich Auerbach, filólogo alemán exiliado en Estambul durante el nazismo.

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2010/

 

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