Promesa rota
Por ahora
no precisamos
de estos huesos
de sus ligamentos
desprendidos
Pero recuerda
con tus dedos descarnados
pronto
reconstruirás la ciudad
que yace en ruinas
bajo tus
manos
Nacimiento silencioso
a partir del
Popol Vuh
Silencioso, en calma, quieto
sobre las ondas suaves de las aguas
Silencioso, en calma, quieto
en el vientre alto de los cielos
Ausencia insondable:
pozos que empozan en la oscuridad
estas cosas, estas cosas
Sólo existe el vientre de los cielos
no el disco terrestre
Sólo ondas en lo oscuro
no bancos de arena
Aguas en calma y quietas—
el vacío se debe colmar
Irma
I.
Mis pupilas
de 3 años
se amontonan contra la pantalla
maravillados ante cada
color primario que permanece
informe hasta que el ojo se aparta
para lograr su mezcla necesaria
y que cada color destile otro.
El profesor dice que rojo y blanco
forman el rosa y Jonathan me enseña
cómo el azul y el rojo forman el morado
y me dice que el morado
solía ser su favorito
pero ahora es el verde.
II.
Todo parecía morado
cuando me arrojaron aquel periódico
a la cara. Me alejé
mientras los músculos ciliares se contraían
para enfocar tu imagen.
Violetas y carmesíes destilándose
desde el fondo de ti, sobre la tersura
del césped verde, la pista de aterrizaje.
La rodilla izquierda, abajo; la mano izquierda
hundida en la tierra viva,
rodilla derecha, arriba y los ojos casi al cielo
la posición en que aterriza una Mujer de Hierro
imaginada –tu postura
es insumisa y yo no dejaré
de mirar
Tu hijo de piel morada
está vivo sobre el césped entre
tus rodillas, está temblando.
El cordón umbilical, tenso
y erguido como para enseñarle
a los incrédulos de dónde
vino. La tierra
debajo tuyo huele a fertilidad.
La Razón de México
son las palabras que te
coronan . Eres un icono
religioso. Tus cabellos son largos
y te miras grácil
Ahora respiras
y narras aquel dolor
que te hizo darte cuenta de
su presencia y dices que no
temes lo peor para él,
pedazo de carne
desgarrado como un cartón
pasado por agua.
Una embestida inefable
inscrita en tus
contorsiones, pero no es
física. Tu rostro pide algo
más. ¿Se quedarán
a fotografiarnos cuando
él yazga tibio en mi regazo? ¿Acaso
le arrojarán una
manta?
Eres insumisa
y tus cabellos son largos.
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/27/News/Brennan.html
Los huesos de niños anónimos
En el rincón suroccidental de la gran Tlachihualtépetl
se desenterraron los restos óseos de dos niños sacrificados.
Había evidencias de irregularidades craneales,
bebés deformes de cráneos aplastados
para el ritual. Todo el mundo sabía que las almas
inmaculadas de los infantes eran las mensajeras
que Tláloc no podía rechazar. Cuando las lluvias
torrenciales caían sobre los ranchos de Cholula se evidenciaba
que el homicidio de pequeños era un horror necesario. Tenía
sentido.
Tenía un propósito. Supongo que en realidad no podemos juzgar
el pasado
desde nuestro punto de vista, bajo nuestra lente. Lo máximo
que podemos
hacer es poner una señal apropiada y asegurarnos de que exista
aquí
un lugar adecuado para que la gente recuerde a los bebés
muertos.
He aquí entonces la señal al pie de la mayor pirámide
del planeta (con un templo encajado encima)
para ilustrar a los turistas en torno a los antiguos males del
sacrificio.
Un niño le pregunta al guía por qué la pirámide —con sus
árboles
y pastos y ardillas— parece un montículo.
Le responde (cosa que los adultos escuchan también) que una
excavación seria
del sitio desenredaría las raíces musculosas de árboles
milenarios,
alterando los terrenos de dioses y hombres. Vaya un enredo
impío.
Las edificaciones espirituales y físicas de todos esos años
caerían
estrepitosamente en torno nuestro. Nos sería imposible limpiar
aquello.
Cuatro tentativas de hacer un humano
(no) inspiradas en el Popol Vuh
I.
he aquí lo que ocurrió
hicimos una pequeña persona de lodo
& la pusimos ahí encima de la mesa
igual que los dioses (corazón de cielo)
nos arremangamos la camisa (corazón de mar)
para ensuciarnos las manos
con la materia de la vida
pero algo salió mal
el cuello no giraba
sólo se nos quedaba viendo
una carita sin entendimiento
una cosa que apenas latía
(no podía pensar)
como verdura sobrecocida
(no podía venerar)
una especie de primitiva
gorgoteo de lamento
que se disolvía en gotitas hirvientes
rumbo a la nada
II.
Hay una vieja broma acerca del coche hecho de madera: motor y
tablero hechos de madera, ruedas de madera hechas, sólo que… cómo lo echas a
andar. Algo parecido en este caso. Nos cincelan, enmarcan y conforman en las
bocas de nuestros pares, según la lengua nos recuerdan. Así que ahí vamos de
nuevo. Hicimos una pequeña persona, una efigie de madera y le dimos palabras.
Se arrastró un poco antes de detenerse, habló elocuentemente hasta que su
rostro se secó y se volvió una máscara disecada, sin expresión. Se le
entiesaron brazos y piernas a ese cuerpecito incapaz de una respuesta, rígido y
frío, sin sangre circulando dentro, ni aceite ni sudor. Recordábamos historias
de casos parecidos, cadáveres-efigie abandonados para que los devoraran, bocas
y rostros aniquilados y deshechos, huesos-rama arrancados, despedazados para
los perros, y así le dimos un beso de despedida y sumergimos el pellejo que se
desmoronaba en un resina orgánica y aromática antes de quemarla. Inhalamos el
humo, nos cubrimos los brazos y el pecho con las cenizas conforme la tierra
toda se iba oscureciendo bajo una lluvia gruesa, negra. Y punto. Para tener
presente nuestro experimento con la pequeñita de madera, mantengo una sola
astilla enterrada, una mancha que llevo conmigo en la palma de la mano.
III.
ah, mi adorada esposa, nunca hemos sido dioses
no podemos transformar el maíz más que en comida
así que llegamos al límite de la cuarta tentativa (no, no
mencionaré la tercera) para recibir el esperado impacto:
un borbotón de agua de rosas a mitad del desayuno
entretejimos nuestras flores silvestres al crear un hijo: una
filigrana
de cola de liebre, oreja de ratón, matricaria, rubia
silvestre,
berro amargo reblandecido con espuma de mar, eufrasia
alpina y milenrama fortalecida con tiras secas
de henequén y
entonces él nació y vivió y creció
Tamaulipas Amergin
Soy el cangrejo azul gigante perdido cerca de la marisma
Soy una isleta fantasma aparecida en tu mapa
(oscuridad
vertida como el agua)
Soy el mangle que se arrastra por el delta en pos de tierra
(ondas
salobres cerca de la hinchada planta de sal)
Soy una cosa enferma formándose en el agua que bebes
Soy tu sueño del semi-desierto
(todo un
río helado tomado de tu boca)
Soy la cabeza rapada de tu amigo en la fosa
Soy una tela agusanada, soy esa carne podrida
(caligrafía
sobre tu pecho que se mueve por la noche)
Soy el zopilote que vuela en círculos sobre matorrales
espinosos
Soy la zarzamora en botón que tiembla bajo la llovizna
Soy la médula necesaria para reblandecer tu cuerpo
(la fresca
clara de huevo)
Soy la verde humedad de un valle fértil
(la lluvia
que se ha contenido)
Soy el último fantasma vivo sentado entre cenizas
(ojalá sus
pensamientos se imprimieran en un libro)
Soy el cactus de navidad con sus manchas escarlata
Soy una cosa tan frágil que puede quebrarse como una rama
Soy una mandíbula del montón
Soy el cieno que separa una de otra nación
y la negra cosecha empapada de una isla escuálida
Tomado de:
https://otrosdialogos.colmex.mx/tres-poemas-de-dylan-brennan
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