lunes, 15 de enero de 2024

POEMAS DE OTTO RENÉ CASTILLO


Frente al balance, mañana

Y cuando se haga

el entusiasta recuento

de nuestro tiempo

por los que todavía

no han nacido,

pero que se anuncian

con un rostro

más bondadoso,

saldremos gananciosos

los que más hemos

sufrido de él.

Y es que adelantarse

uno a su tiempo

es sufrir mucho de él.

Pero es bello amar al mundo

con los ojos

de los que no han nacido

todavía.

Y espléndido

saberse ya un victorioso

cuando todo en torno a uno

es aún tan frío y tan oscuro.

(De: Vámonos, Patria, a caminar.)

 

 

Libertad

Tenemos

por ti

tantos golpes

acumulados

en la piel,

que ya ni de pie

cabemos en la muerte.

En mi país,

la libertad no es sólo

un delicado viento del alma,

sino también un coraje de piel.

En cada milímetro

de su llanura infinita

está tu nombre escrito:

libertad.

En las manos torturadas.

En los ojos,

abiertos al asombro

del luto.

En la frente,

cuando ella aletea dignidad.

En el pecho,

donde un aguante varón

nos crece en grande.

En la espalda y los pies

que sufren tanto.

En los testículos,

orgullecidos de sí.

Ahí tu nombre,

tu suave y tierno nombre,

cantando en esperanza y coraje.

Hemos sufrido

en tantas partes

los golpes del verdugo

y escrito en tan poca piel

tantas veces su nombre,

que ya no podemos morir,

porque la libertad

no tiene muerte.

Nos pueden

seguir golpeando,

que conste, si pueden.

Tú siempre serás la victoriosa,

libertad.

Y cuando nosotros

disparemos

el último cartucho,

tú serás la primera

que cante en la garganta

de mis compatriotas,

libertad.

Porque

nada hay más bello

sobre la anchura

de la tierra,

que un pueblo libre,

gallardo pie,

sobre un sistema

que concluye.

La libertad,

entonces,

vigila y sueña

cuando nosotros

entramos a la noche

o Ilegamos al día,

suavemente enamorados

de su nombre tan bello:

libertad.

Fuente: Poesía Guatemalteca

 

 

Nunca estoy solo

De veras, nunca estoy solo.

Tan solo estoy triste

cuando tus ojos

huyen

del sitio

en que debimos

encontrarnos

por la tarde.

Ahora

se pudre la espera

debajo del tiempo,

del tiempo que se ríe

de mí, gran amador,

desprovisto de amada

en búsqueda siempre

(De: Vámonos, Patria, a caminar)

 

 

Viudo del mundo

Compañeros míos

yo cumplo mi papel

luchando

con lo mejor que tengo.

Qué lástima que tuviera

vida tan pequeña,

para tragedia tan grande

y para tanto trabajo.

No me apena dejaros.

Con vosotros queda mi esperanza.

Sabéis,

me hubiera gustado

llegar hasta el final

de todos estos ajetreos

con vosotros,

en medio de júbilo

tan alto. Lo imagino

y no quisiera marcharme.

Pero lo sé, oscuramente

me lo dice la sangre

con su tímida voz,

que muy pronto

quedaré viudo de mundo.

(De; Vámonos, Patria, a caminar)

 

 

El gran inconforme

I

Nunca preguntéis

a un hombre

si sufre,

porque siempre

se está sufriendo

en alguna forma

y en algún camino.

Hoy,

por ejemplo,

sufro tu dolor,

patria mía,

hasta lo más alto

de mi alma.

Y no puedo

escapar,

llagado

como estoy

de tu tragedia.

Debo vivirte,

porque no he nacido

para darte

el contrapecho

de mi vida,

sino lo más noble

y provechoso que tengo:

la vida de mi vida,

la dignidad y su ternura.

II

Si alguien

sufre tanto contigo,

ese pobre hombre

tengo que ser yo,

yo que sufro tus limosneros,

tus prostitutas,

tus hambrientos,

tus asperas colonias populares,

donde tienen sus nidos

los buitres del hambre y del frío.

Pero yo no te sufro

sólo con los ojos

abiertos,

sino con toda la herida,

tanto del alma

como del cuerpo,

porque soy, antes que nada,

el gran inconforme

que anda

debajo de la piel

de todos,

esperando su hora,

porque nadie

como los pueblos

saben,

que no se puede

renunciar jamás

a la lucha,

porque tampoco,

se puede renunciar

nunca a la victoria.

(De: Vámonos, Patria, a caminar)

Tomado de:

https://omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/cuaderno-de-poesia-critica-n-057-otto-rene-castillo.pdf

 

 

Encuentro

 

Estábamos tan lejos el uno del otro.

Mares había entre nosotros.

Montañas y agua.

Fuego y viento.

Largos años

de oscura

desesperación

había entre nosotros.

 

Pero nos encontramos,

a pesar de todo,

porque la vida lo quería

ciegamente.

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

 

 

Intención apagada

 

Llego y toco una mano

y la mano que toco

tiene dudas.

Vengo y veo unos ojos

y los ojos que veo

tienen llanto.

Pregunto por nadie

y me responde la ceniza

con su enlutado lenguaje.

Y cuando quiero volver

corriendo locamente

hacia los ojos azules

que me llaman,

el alma se me enreda

en las torres de la muerte,

donde sombras amigas

abren sus manos

hacia el tiempo.

Digo luego una palabra

amable

y nadie escucha mi voz

acostumbrada al tulipán

y acostumbrada al viento.

 

Debo gritar, no hay duda.

Seguir gritando, reciamente

hasta que vengan, a buscarme

para negarme la cascada

luminosa de la vida.

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

 

 

Miércoles en taberna

 

I

Juntos

hemos visitado

esta tarde

una vieja taberna

en las orillas

de Berlín,

amor mío,

y juntos hemos

visto,

desde dentro,

el inicio

afanoso

de la lluvia,

llenándose

de calle y ventana.

 

II

Todavía

oigo

ahora

cómo hablan

tus manos

con las mías

sobre nuestra mesa,

en donde un tulipán

recuerda

aún el alba

de su día más amargo,

y canta su color

sin ninguna reserva

de ternura,

seguro como está

que pronto habrá

dejado de vivir.

En las mesas

vecinas,

los hombres ríen

y cantan.

Cada quien

le da la forma

que quiere

a su alegría.

Una mujer,

sola y hermosa

bebe un tardo café,

mientras el sol

se impacienta

en el pecho

de su claro coñac.

Una pareja

de adolescentes

suaves,

siguen atentamente

el vuelo común

de nuestros labios,

vida mía,

y seguramente

no olvidarán

toda su vida

ese recuerdo.

 

III

Cuando salimos

de la vieja taberna,

el celo

de la lluvia y el viento

nos golpea hondamente

el rostro.

No damos importancia

a tal suceso,

porque aún ignoramos

que después

solo serán el viento

y la lluvia

los que nos acompañen

por el mundo

cuando la vida,

mi áspera vida,

nos separe.

 

IV

Ahora,

amor mío,

regresamos

al centro de la gran

ciudad.

Mientras tanto,

tu felicidad

se abraza

largamente con la mía

hoy, día miércoles

de junio,

en el Berlín que amo

y llevo en mí

porque en mí

también

residen para siempre

tus pupilas,

vida mía.

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

 

 

No estar contigo, se llama viernes

 

Era jueves

frente al mar.

en Wismar,

la ciudad

a cuyos píes

el Báltico

agota el esfuerzo

de su biología

convertida en gris

de frente.

 

Una mole

sin luna ni sol

era el pecho

del cielo lejano,

que también se inclinaba,

a lo lejos,

sobre el rostro

de las aguas

para besarlas,

suavemente musical

y solitario.

 

El otoño

ascendía a los árboles

y su canto desnudo

era una rama,

bajo cuya dimensión

sin hojas

eran más tristes

los vientos,

y más amables

las piedras y la hierba.

 

Habíamos caminado

sin hablar toda la tarde.

Después de las disputas

siempre nos buscaba el silencio

y era más difícil hablar

que amarnos sin palabras.

Detrás de nosotros

se había quedado tanto

paisaje y tanto beso.

Los lagos, el tren, el vino.

El hotel, los ríos, las estaciones.

Los pájaros, y siempre los pájaros.

 

En Wismar, te asombraron

los barcos tan inmensos,

tan pequeños, sin embargo,

que aún cabían en tus ojos.

No lo dije, entonces.

Sólo miraba hondamente tu azul

convertido en sorpresa.

 

Y ahora el mar, el Báltico.

Jamás había visto mi vida

tanto gris reunido, agitándose

a la altura de mi norte.

 

"Sabes, te dije,

me marcharé en diciembre".

"Y ya me duele,

horriblemente,

el último día de noviembre,

en el cual comenzarán

solo diciembres para mí,

para este indio que tú amas,

amor mío."

 

No dijeron nada tus palabras.

Heridas en su vuelo,

no alcanzaron a llegar

hasta tus labios.

Después, largo tiempo después:

"Vamos, dijiste.

Hace frío ya para los cuatro

y para esa flor sobre la arena,

tan parecida al cadáver

de una estrella."

 

Este viernes

camino por las calles

de mi Guatemala,

la ciudad de la que tanto

platicaba contigo mi esperanza.

Una tímida llovizna gris

lo llena todo con su rostro.

Escondo bajo mi barato impermeable

unos boletines políticos,

que no se deben mojar nunca

sino con la vista de los hombres.

Levanto aún por costumbre

el cuello de mi cubrelluvias,

y nadie dice nada a mi lado.

 

En mi país se llama invierno

lo que en el tuyo verano.

Pero siempre hay sol

y nunca nieve en el aire.

Es viernes, y siempre será viernes

si tú no estás conmigo.

 

Pero aún seguimos imponiéndonos

al frío, y seguimos viviendo.

Y aquí, junto a la bandera que amo,

me iluminan todavía tus ojos,

amor mío.

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

 

 

Nunca una alegría

 

En el agua

te he visto.

 

En el cielo.

En el viento

te he visto.

 

Y en las grandes

multitudes.

 

Con mis labios

te he cubierto

de otros labios.

Y te he perpetuado

en los profundos

ojos de mis hijos.

 

En todas partes

he puesto

mi nombre

junto al tuyo.

En los árboles

y en los veranos

que llegan después

hasta las hojas.

Bajo los puentes

con los ríos

que se van

y ya no regresan

nunca más

al mismo sitio.

En el gallo blanco

de la nieve

que solía

cantar de pie,

con el alba

en el pico,

todos los días

del invierno

en mi simple

cabellera.

En los ojos

que alzan todavía

para mi

la suavidad

de su lenguaje

celeste,

y que también

te nombran

cuando de mi

platican

con los astros.

Yen la ceniza

de las calles

sin nadie.

a media tarde

de la noche.

En mi coñac,

grande y hermoso

como el alma

del fuego.

Yen las alas

del pájaro

que vuela.

 

En todas partes,

tu nombre.

tu gesto de gallarda

existencia, ronco y duro.

 

Y nunca,

en ningún sitio,

de ti una alegría en común.

 

Lo sé, y no lo digas,

que ya es amargo

el sabor de un hijo

triste.

Es cierto,

no se puede exigir

un gesto de felicidad

de una madre que sufre.

 

Tú lo sabes,

                         y yo también,

en esta noche de otoño

que te amo, dulce patria,

viendo también lo triste

que son las aguas

                                    del famoso Danubio.

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

 

 

Ofensiva del recuerdo

 

                                                            A Carmela

 

Amor, entonces el otoño

estaba en la punta de mis dedos.

Y fueron los climas de tu mano

recogiendo las hojas

hasta reconstruir el árbol

de mi vida.

Eras entonces un río azul, amor,

desembocando en mis semillas;

una mirada limpia

sobre la piel

que me contiene

y un puñado de besos

llevándome al calor

que aún necesitaba.

Entonces me sentí seguro

de ser más importante que la muerte,

que la soledad,

que la angustia,

que la opresión

y que todos los vértigos

en donde se encuentra el hombre

postergado como una cosa inútil.

 

Ahora sé, amor,

que siempre anduve asegurado

y que cuando el otoño

amenazaba destruirme

bastaba un gesto tuyo

para brotar

musicales

los frutos que mi canto

repartía con tus manos,

a todos los pájaros

que sueña la montaña...

 

Ahora sé,

                     que siempre adivinaría tu amor

hacia los niños que se nievan

aproximándose al otoño. Ahora sé, amor,

que siempre había caído mi frente

con la redonda frente del rocío.

 

Ahora sé,

                    que siempre hubiéramos navegado

con los ríos, bajo los puentes

que nunca se duelen de ser puentes,

a pesar del musgo y del invierno.

 

Hace cuatro años ya

que mis hojas

caen sobre tu pecho

y hace cuatro años ya

que son devueltas a mis ramas

con el sencillo ademán

del que se siente enamorado.

 

Aquel otoño, amor,

mi sueño vegetal

creció junto a tus manos

desde la base misma de tu risa,

y cada fruto de mi canto

tuvo el aroma de tu nombre

y la redonda ternura de tus labios.

Amor, ahora atiendo la sabiduría

que tus ríos enseñan a mis manos...

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

 

 

Pasa el viento en las calles...

 

Pasa el viento en las calles

igual que los enamorados

los tranvías y la vida...

Yo sé que la calle

tiene nostalgia de violencia

y que clama intachable en su deseo mi ventana,

pero la lluvia se aleja' sollozando

como doncella excitada por un hombre desnudo.

 

Y el viento sigue en la ciudad pasando,

igual que los enamorados,

los tranvías y la vida...

 

Y yo antorchándome de nuevo el cuerpo

y parlando de frente con mi sombra,

junto a mis libros bohemios de lecturas,

acompañándome una lámpara

enemistada

para siempre con las sombras

y un reloj judicial que dicta

sobriamente

la muerte del diálogo y del tiempo.

 

Y sigue el viento en la ciudad pasando

igual que los enamorados

los tranvías y la vida,

arrastra un papel, levanta una hoja,

seca una lágrima de amor y asusta un beso

acompaña al triste hasta su casa,

le pone alas a la medianoche,

sopla cruel en las pupilas de la embriaguez

que agranda la sinceridad del hombre y de su anhelo

devuelve su risa al que reencontró su sueño.

 

Y sigue en la ciudad pasando,

igual que los enamorados,

los tranvías y la vida...

 

Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989

Tomado de:

http://amediavoz.com/castillo.htm

 

 

Tu madrugada, patria

Así concibo yo a mi patria

que otros la conciban como quieran.

 

Anduve viajando

muchos años

por el mundo,

con el lucero

de tu nombre

en los ojos.

 

Y no hubo

una sola mañana,

que se fuera

sin algo de lo tuyo.

Cuando el alba

llegaba, ya estabas

repartiendo tus gestos,

extraños y lejanos,

desde la oscura colina

de mi rostro.

 

«¿Por qué la quieres

tanto, me decían,

si es amarga y cruel

como el alma de un basta?

¿Por qué, si es tan chiquita

y tan hambrienta, que en ella

a uno sólo le queda por delante

la ardua tarea de morirse?»

 

Pero yo siempre respondía,

que te quiero tanto,

porque aún sumido en la tiniebla

oyendo el largo llanto

de tus hijos,

no puedo ignorar

que detrás de mí

comienza en verdad,

tu madrugada.

 

Luego te alegrabas

en el fondo de mis ojos,

y volvías tu rostro

con ternura,

tal vez en busca ya

de los hijos

que están todavía

por venir.

 

 

Patria peregrina

I

Mi patria

camina por el mundo.

 

Ella no ha vuelto

aún hasta su choza,

sus pasos roen la cresta

primitiva del planeta,

suelen caer desde el tiempo

sus pisadas sobre el agua,

encima de lágrimas camina

en busca de sus hijos

la gran descalza peregrina.

 

Y no se cansará

de buscar a sus pequeños.

Ella caminará…

 

Caminará por litorales

donde la espuma

[…]

 

Caminará por ríos

donde las aguas

le copiarán su historia.

Caminará por tumbas

donde cadáveres

saludarán su paso.

 

Caminará bajo la tierra.

Encima de los vientos.

Y adentro del beso celeste

que las playas reciben del océano.

 

¡Sabéis, la peregrina que canto

busca su corazón

que hace falta!

 

II

 

No fue posible

incinerar sus ojos.

 

Ella levantará sus pasos

para defender

la ruta de sus hijos ausentes.

Yo me voy con la patria a caminar,

hermanos,

yo aliviaré su sed y limpiaré su rostro,

yo limpiaré sus lágrimas y sus zapatos,

yo cuidaré su paso en la borrasca.

 

Ella no puede estar dormida.

Ella camina por el mundo.

 

Para que nadie

pierda su rastro

en el camino de regreso.

Para que nadie

recuerde al desterrado

que se dobló sobre su llanto.

Para que nadie

ponga su oído

sobre su pecho roto.

Para que nadie

tenga pupilas tristes

cuando la tarde caiga.

Para que nadie

oscile en el abismo

que se le abrió en el alma.

Una tarde volverá la patria

rodeada de todos sus pequeños.

 

Ella sabrá volver

hasta sus hijos.

Ella les llevará

la milpa de su risa

en primavera.

 

Ella les llevará

el volcán

que aquellos sueñan.

 

Ella les donará

los ríos

que aquellos lloran.

 

Ella les llevará

en la mano

su vientre enamorado.

 

Ella les besará

la huella

que aquellos sufren.

 

Ella les abrirá

la puerta

que los verdugos cierran.

Ella volverá una tarde

rodeada de todos sus chiquillos.

 

III

 

Comprended: no se le impide

al polen que fecunde a su alegría.

¡Porque a mi tierra,

a mi diminuto país

bañado por el odio,

la peregrina del amor,

mi patria de metal y azúcar,

ha de llegar muy pronto

con el exilio

ahorcado entre sus manos!

 

Estratega a contrapecho del hombre

Coronel,

tú que tienes

las armas y el poder,

puedes mandar

a bombardear

nuestras montañas,

que su tranquilo

pecho

de esperanza y pájaro

jamás huirá

despavorido hacia el viento.

 

Coronel,

tú que tienes

las armas y el poder,

puedes mandar

a matar

a quien te dé la gana;

a encarcelar

a quien se atreva

al coraje de la frente

en alto

gallarda y luminosa

como son las frentes

de los dignos.

 

Coronel,

tú que tienes

las armas y el poder,

puedes

enviar a cerrar un instituto;

a herir el dulce futuro

de la patria con la tarascada

gris y salvaje

de tus malditas balas

y a uniformar

el orgullo civil

del quetzal postprimario.

 

Pero todo será vano,

coronel,

porque tú no puedes,

con tu impotencia milenaria,

mandar a bombardear,

a matar y encarcelar,

a uniformar

la inconformidad

de un pueblo entero.

Esa es la lucha,

coronel,

y en esa lucha

tú llevas

la peor parte,

porque tú,

coronel,

piensas

del hombre para atrás

y el pueblo piensa

del hombre

hacia adelante.

He ahí,

pues,

coronel,

estratega

a contrapecho

del hombre,

porque tienes

de antemano

perdida la batalla

en contra de nosotros.

 

 

Cárcel de la policía

I

 

La cárcel de policía en mi país

tiene color de gris martirio

y gris invierno.

El llanto

ha sonado contra el tiempo

y contra el odio

en sus muros,

extendidos junto as dolor del pueblo.

Es una frontera de espinas venenosas.

El hombre del pueblo

sabe

y se rebela contra ella,

porque ahí,

durante muchos años,

se agolpó la voz del pobre,

se torturó la flor de su sueño,

y se levantó con el orgullo

del verdugo,

una sola estatura de lamentos

y de lirios amargos.

La cárcel de policía en mi país

es verdaderamente tenebrosa.

Ahí se rompió

la continuidad de tantas esperanzas.

Ahí murieron muchos hombres

guardando en el cuenco dulce

de su mano,

la ausencia del pan y de los hijos.

Ellos murieron en su línea,

apretando en su delirio por tortura

el paisaje de una mazorca calurosa

y pensando en los pájaros

que vuelan

libremente por el aire azul

de Guatemala.

 

II

 

¡Ah . . . qué doloroso

es tener que hablar de todo esto!

Pero la cárcel de policía

en mi país,

invade los terrenos

de la risa

cristalina,

eleva su mano

de hiedra aterradora

al corazón

del viento

y nos enturbia

el diálogo limpio con la vida.

Por eso el pueble

sabe

que su color es gris

y es demasiado triste.

 

III

 

Por eso los niños huyen de los policías

y los acusan con su miedo sencillo.

Por eso el pueblo la señala

y escupe el odio contra ella.

 

A los intelectuales

En los momentos

de más tenso miedo

y de más espeso silencio,

hablar

es el resguardo obligado

para los intelectuales

de cada país,

y si se quiere

imponemos el silencio,

tenemos que hablar,

en alto,

campanudamente,

aun a riesgo de caer

a la marea oscura

de donde ya nadie

se levanta,

sino para ser

el dulce corazón

de ceniza

de un múltiple recuerdo.

Pero si uno cae,

uno cuyo amor

es más grande

que las catedrales juntas

de todos los planetas,

si uno cae,

es porque alguien

tenía que caer,

para que no cayera

la esperanza.

Siempre ha tenido

que caer alguien

en algún sitio,

cuando la dignidad,

la libertad

y la merienda

estuvieron tan lejos

de la vida cotidiana

y sencilla de los hombres,

que era necesario

mantener la altura

de los gestos amables,

la trayectoria

ronca y dura del coraje.

para no caer

definitivamente

al vil gusano

que husmea claudicación

en todas partes.

No cabe duda.

Ante el miedo

y el silencio,

ante la hosca represión

de los que temen

hondamente

al huracán del alba

el intelectual,

debe recordarse

que si huye

de su agudo destino,

que si se calla

claudicando

en forma perruna

a los pies de su temor,

algo de su país

huye y calla,

claudicando también con él.

Y esto es horrendamente

amargo para un pueblo,

que no puede

renunciar a la lucha,

porque tampoco

puede renunciar

a la victoria.

¡Intelectuales

de mi áspero país,

os invito a la lucha,

a la proclama audaz

de nuestros sufrimientos,

al gallardo y atronador

pregón

de los combates que se libran

para que la libertad

ya no vista su luto

más oscuro

entre nosotros!

Tomado de:

https://arteyculturaenrebeldia.wordpress.com/2023/05/31/patria-peregrina-y-otros-poemas-otto-rene-castillo/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario