Frente al balance, mañana
Y cuando se haga
el entusiasta recuento
de nuestro tiempo
por los que todavía
no han nacido,
pero que se anuncian
con un rostro
más bondadoso,
saldremos gananciosos
los que más hemos
sufrido de él.
Y es que adelantarse
uno a su tiempo
es sufrir mucho de él.
Pero es bello amar al mundo
con los ojos
de los que no han nacido
todavía.
Y espléndido
saberse ya un victorioso
cuando todo en torno a uno
es aún tan frío y tan oscuro.
(De: Vámonos, Patria, a caminar.)
Libertad
Tenemos
por ti
tantos golpes
acumulados
en la piel,
que ya ni de pie
cabemos en la muerte.
En mi país,
la libertad no es sólo
un delicado viento del alma,
sino también un coraje de piel.
En cada milímetro
de su llanura infinita
está tu nombre escrito:
libertad.
En las manos torturadas.
En los ojos,
abiertos al asombro
del luto.
En la frente,
cuando ella aletea dignidad.
En el pecho,
donde un aguante varón
nos crece en grande.
En la espalda y los pies
que sufren tanto.
En los testículos,
orgullecidos de sí.
Ahí tu nombre,
tu suave y tierno nombre,
cantando en esperanza y coraje.
Hemos sufrido
en tantas partes
los golpes del verdugo
y escrito en tan poca piel
tantas veces su nombre,
que ya no podemos morir,
porque la libertad
no tiene muerte.
Nos pueden
seguir golpeando,
que conste, si pueden.
Tú siempre serás la victoriosa,
libertad.
Y cuando nosotros
disparemos
el último cartucho,
tú serás la primera
que cante en la garganta
de mis compatriotas,
libertad.
Porque
nada hay más bello
sobre la anchura
de la tierra,
que un pueblo libre,
gallardo pie,
sobre un sistema
que concluye.
La libertad,
entonces,
vigila y sueña
cuando nosotros
entramos a la noche
o Ilegamos al día,
suavemente enamorados
de su nombre tan bello:
libertad.
Fuente: Poesía Guatemalteca
Nunca estoy solo
De veras, nunca estoy solo.
Tan solo estoy triste
cuando tus ojos
huyen
del sitio
en que debimos
encontrarnos
por la tarde.
Ahora
se pudre la espera
debajo del tiempo,
del tiempo que se ríe
de mí, gran amador,
desprovisto de amada
en búsqueda siempre
(De: Vámonos, Patria, a caminar)
Viudo del mundo
Compañeros míos
yo cumplo mi papel
luchando
con lo mejor que tengo.
Qué lástima que tuviera
vida tan pequeña,
para tragedia tan grande
y para tanto trabajo.
No me apena dejaros.
Con vosotros queda mi esperanza.
Sabéis,
me hubiera gustado
llegar hasta el final
de todos estos ajetreos
con vosotros,
en medio de júbilo
tan alto. Lo imagino
y no quisiera marcharme.
Pero lo sé, oscuramente
me lo dice la sangre
con su tímida voz,
que muy pronto
quedaré viudo de mundo.
(De; Vámonos, Patria, a caminar)
El gran inconforme
I
Nunca preguntéis
a un hombre
si sufre,
porque siempre
se está sufriendo
en alguna forma
y en algún camino.
Hoy,
por ejemplo,
sufro tu dolor,
patria mía,
hasta lo más alto
de mi alma.
Y no puedo
escapar,
llagado
como estoy
de tu tragedia.
Debo vivirte,
porque no he nacido
para darte
el contrapecho
de mi vida,
sino lo más noble
y provechoso que tengo:
la vida de mi vida,
la dignidad y su ternura.
II
Si alguien
sufre tanto contigo,
ese pobre hombre
tengo que ser yo,
yo que sufro tus limosneros,
tus prostitutas,
tus hambrientos,
tus asperas colonias populares,
donde tienen sus nidos
los buitres del hambre y del frío.
Pero yo no te sufro
sólo con los ojos
abiertos,
sino con toda la herida,
tanto del alma
como del cuerpo,
porque soy, antes que nada,
el gran inconforme
que anda
debajo de la piel
de todos,
esperando su hora,
porque nadie
como los pueblos
saben,
que no se puede
renunciar jamás
a la lucha,
porque tampoco,
se puede renunciar
nunca a la victoria.
(De: Vámonos, Patria, a caminar)
Tomado de:
Encuentro
Estábamos tan lejos el uno del otro.
Mares había entre nosotros.
Montañas y agua.
Fuego y viento.
Largos años
de oscura
desesperación
había entre nosotros.
Pero nos encontramos,
a pesar de todo,
porque la vida lo quería
ciegamente.
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
Intención apagada
Llego y toco una mano
y la mano que toco
tiene dudas.
Vengo y veo unos ojos
y los ojos que veo
tienen llanto.
Pregunto por nadie
y me responde la ceniza
con su enlutado lenguaje.
Y cuando quiero volver
corriendo locamente
hacia los ojos azules
que me llaman,
el alma se me enreda
en las torres de la muerte,
donde sombras amigas
abren sus manos
hacia el tiempo.
Digo luego una palabra
amable
y nadie escucha mi voz
acostumbrada al tulipán
y acostumbrada al viento.
Debo gritar, no hay duda.
Seguir gritando, reciamente
hasta que vengan, a buscarme
para negarme la cascada
luminosa de la vida.
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
Miércoles en taberna
I
Juntos
hemos visitado
esta tarde
una vieja taberna
en las orillas
de Berlín,
amor mío,
y juntos hemos
visto,
desde dentro,
el inicio
afanoso
de la lluvia,
llenándose
de calle y ventana.
II
Todavía
oigo
ahora
cómo hablan
tus manos
con las mías
sobre nuestra mesa,
en donde un tulipán
recuerda
aún el alba
de su día más amargo,
y canta su color
sin ninguna reserva
de ternura,
seguro como está
que pronto habrá
dejado de vivir.
En las mesas
vecinas,
los hombres ríen
y cantan.
Cada quien
le da la forma
que quiere
a su alegría.
Una mujer,
sola y hermosa
bebe un tardo café,
mientras el sol
se impacienta
en el pecho
de su claro coñac.
Una pareja
de adolescentes
suaves,
siguen atentamente
el vuelo común
de nuestros labios,
vida mía,
y seguramente
no olvidarán
toda su vida
ese recuerdo.
III
Cuando salimos
de la vieja taberna,
el celo
de la lluvia y el viento
nos golpea hondamente
el rostro.
No damos importancia
a tal suceso,
porque aún ignoramos
que después
solo serán el viento
y la lluvia
los que nos acompañen
por el mundo
cuando la vida,
mi áspera vida,
nos separe.
IV
Ahora,
amor mío,
regresamos
al centro de la gran
ciudad.
Mientras tanto,
tu felicidad
se abraza
largamente con la mía
hoy, día miércoles
de junio,
en el Berlín que amo
y llevo en mí
porque en mí
también
residen para siempre
tus pupilas,
vida mía.
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
No estar contigo, se llama viernes
Era jueves
frente al mar.
en Wismar,
la ciudad
a cuyos píes
el Báltico
agota el esfuerzo
de su biología
convertida en gris
de frente.
Una mole
sin luna ni sol
era el pecho
del cielo lejano,
que también se inclinaba,
a lo lejos,
sobre el rostro
de las aguas
para besarlas,
suavemente musical
y solitario.
El otoño
ascendía a los árboles
y su canto desnudo
era una rama,
bajo cuya dimensión
sin hojas
eran más tristes
los vientos,
y más amables
las piedras y la hierba.
Habíamos caminado
sin hablar toda la tarde.
Después de las disputas
siempre nos buscaba el silencio
y era más difícil hablar
que amarnos sin palabras.
Detrás de nosotros
se había quedado tanto
paisaje y tanto beso.
Los lagos, el tren, el vino.
El hotel, los ríos, las estaciones.
Los pájaros, y siempre los pájaros.
En Wismar, te asombraron
los barcos tan inmensos,
tan pequeños, sin embargo,
que aún cabían en tus ojos.
No lo dije, entonces.
Sólo miraba hondamente tu azul
convertido en sorpresa.
Y ahora el mar, el Báltico.
Jamás había visto mi vida
tanto gris reunido, agitándose
a la altura de mi norte.
"Sabes, te dije,
me marcharé en diciembre".
"Y ya me duele,
horriblemente,
el último día de noviembre,
en el cual comenzarán
solo diciembres para mí,
para este indio que tú amas,
amor mío."
No dijeron nada tus palabras.
Heridas en su vuelo,
no alcanzaron a llegar
hasta tus labios.
Después, largo tiempo después:
"Vamos, dijiste.
Hace frío ya para los cuatro
y para esa flor sobre la arena,
tan parecida al cadáver
de una estrella."
Este viernes
camino por las calles
de mi Guatemala,
la ciudad de la que tanto
platicaba contigo mi esperanza.
Una tímida llovizna gris
lo llena todo con su rostro.
Escondo bajo mi barato impermeable
unos boletines políticos,
que no se deben mojar nunca
sino con la vista de los hombres.
Levanto aún por costumbre
el cuello de mi cubrelluvias,
y nadie dice nada a mi lado.
En mi país se llama invierno
lo que en el tuyo verano.
Pero siempre hay sol
y nunca nieve en el aire.
Es viernes, y siempre será viernes
si tú no estás conmigo.
Pero aún seguimos imponiéndonos
al frío, y seguimos viviendo.
Y aquí, junto a la bandera que amo,
me iluminan todavía tus ojos,
amor mío.
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
Nunca una alegría
En el agua
te he visto.
En el cielo.
En el viento
te he visto.
Y en las grandes
multitudes.
Con mis labios
te he cubierto
de otros labios.
Y te he perpetuado
en los profundos
ojos de mis hijos.
En todas partes
he puesto
mi nombre
junto al tuyo.
En los árboles
y en los veranos
que llegan después
hasta las hojas.
Bajo los puentes
con los ríos
que se van
y ya no regresan
nunca más
al mismo sitio.
En el gallo blanco
de la nieve
que solía
cantar de pie,
con el alba
en el pico,
todos los días
del invierno
en mi simple
cabellera.
En los ojos
que alzan todavía
para mi
la suavidad
de su lenguaje
celeste,
y que también
te nombran
cuando de mi
platican
con los astros.
Yen la ceniza
de las calles
sin nadie.
a media tarde
de la noche.
En mi coñac,
grande y hermoso
como el alma
del fuego.
Yen las alas
del pájaro
que vuela.
En todas partes,
tu nombre.
tu gesto de gallarda
existencia, ronco y duro.
Y nunca,
en ningún sitio,
de ti una alegría en común.
Lo sé, y no lo digas,
que ya es amargo
el sabor de un hijo
triste.
Es cierto,
no se puede exigir
un gesto de felicidad
de una madre que sufre.
Tú lo sabes,
y yo también,
en esta noche de otoño
que te amo, dulce patria,
viendo también lo triste
que son las aguas
del famoso
Danubio.
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
Ofensiva del recuerdo
A Carmela
Amor, entonces el otoño
estaba en la punta de mis dedos.
Y fueron los climas de tu mano
recogiendo las hojas
hasta reconstruir el árbol
de mi vida.
Eras entonces un río azul, amor,
desembocando en mis semillas;
una mirada limpia
sobre la piel
que me contiene
y un puñado de besos
llevándome al calor
que aún necesitaba.
Entonces me sentí seguro
de ser más importante que la muerte,
que la soledad,
que la angustia,
que la opresión
y que todos los vértigos
en donde se encuentra el hombre
postergado como una cosa inútil.
Ahora sé, amor,
que siempre anduve asegurado
y que cuando el otoño
amenazaba destruirme
bastaba un gesto tuyo
para brotar
musicales
los frutos que mi canto
repartía con tus manos,
a todos los pájaros
que sueña la montaña...
Ahora sé,
que siempre adivinaría tu amor
hacia los niños que se nievan
aproximándose al otoño. Ahora sé, amor,
que siempre había caído mi frente
con la redonda frente del rocío.
Ahora sé,
que siempre hubiéramos navegado
con los ríos, bajo los puentes
que nunca se duelen de ser puentes,
a pesar del musgo y del invierno.
Hace cuatro años ya
que mis hojas
caen sobre tu pecho
y hace cuatro años ya
que son devueltas a mis ramas
con el sencillo ademán
del que se siente enamorado.
Aquel otoño, amor,
mi sueño vegetal
creció junto a tus manos
desde la base misma de tu risa,
y cada fruto de mi canto
tuvo el aroma de tu nombre
y la redonda ternura de tus labios.
Amor, ahora atiendo la sabiduría
que tus ríos enseñan a mis manos...
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
Pasa el viento en las calles...
Pasa el viento en las calles
igual que los enamorados
los tranvías y la vida...
Yo sé que la calle
tiene nostalgia de violencia
y que clama intachable en su deseo mi ventana,
pero la lluvia se aleja' sollozando
como doncella excitada por un hombre desnudo.
Y el viento sigue en la ciudad pasando,
igual que los enamorados,
los tranvías y la vida...
Y yo antorchándome de nuevo el cuerpo
y parlando de frente con mi sombra,
junto a mis libros bohemios de lecturas,
acompañándome una lámpara
enemistada
para siempre con las sombras
y un reloj judicial que dicta
sobriamente
la muerte del diálogo y del tiempo.
Y sigue el viento en la ciudad pasando
igual que los enamorados
los tranvías y la vida,
arrastra un papel, levanta una hoja,
seca una lágrima de amor y asusta un beso
acompaña al triste hasta su casa,
le pone alas a la medianoche,
sopla cruel en las pupilas de la embriaguez
que agranda la sinceridad del hombre y de su anhelo
devuelve su risa al que reencontró su sueño.
Y sigue en la ciudad pasando,
igual que los enamorados,
los tranvías y la vida...
Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989
Tomado de:
http://amediavoz.com/castillo.htm
Tu madrugada, patria
Así concibo yo a mi patria
que otros la conciban como quieran.
Anduve viajando
muchos años
por el mundo,
con el lucero
de tu nombre
en los ojos.
Y no hubo
una sola mañana,
que se fuera
sin algo de lo tuyo.
Cuando el alba
llegaba, ya estabas
repartiendo tus gestos,
extraños y lejanos,
desde la oscura colina
de mi rostro.
«¿Por qué la quieres
tanto, me decían,
si es amarga y cruel
como el alma de un basta?
¿Por qué, si es tan chiquita
y tan hambrienta, que en ella
a uno sólo le queda por delante
la ardua tarea de morirse?»
Pero yo siempre respondía,
que te quiero tanto,
porque aún sumido en la tiniebla
oyendo el largo llanto
de tus hijos,
no puedo ignorar
que detrás de mí
comienza en verdad,
tu madrugada.
Luego te alegrabas
en el fondo de mis ojos,
y volvías tu rostro
con ternura,
tal vez en busca ya
de los hijos
que están todavía
por venir.
Patria peregrina
I
Mi patria
camina por el mundo.
Ella no ha vuelto
aún hasta su choza,
sus pasos roen la cresta
primitiva del planeta,
suelen caer desde el tiempo
sus pisadas sobre el agua,
encima de lágrimas camina
en busca de sus hijos
la gran descalza peregrina.
Y no se cansará
de buscar a sus pequeños.
Ella caminará…
Caminará por litorales
donde la espuma
[…]
Caminará por ríos
donde las aguas
le copiarán su historia.
Caminará por tumbas
donde cadáveres
saludarán su paso.
Caminará bajo la tierra.
Encima de los vientos.
Y adentro del beso celeste
que las playas reciben del océano.
¡Sabéis, la peregrina que canto
busca su corazón
que hace falta!
II
No fue posible
incinerar sus ojos.
Ella levantará sus pasos
para defender
la ruta de sus hijos ausentes.
Yo me voy con la patria a caminar,
hermanos,
yo aliviaré su sed y limpiaré su rostro,
yo limpiaré sus lágrimas y sus zapatos,
yo cuidaré su paso en la borrasca.
Ella no puede estar dormida.
Ella camina por el mundo.
Para que nadie
pierda su rastro
en el camino de regreso.
Para que nadie
recuerde al desterrado
que se dobló sobre su llanto.
Para que nadie
ponga su oído
sobre su pecho roto.
Para que nadie
tenga pupilas tristes
cuando la tarde caiga.
Para que nadie
oscile en el abismo
que se le abrió en el alma.
Una tarde volverá la patria
rodeada de todos sus pequeños.
Ella sabrá volver
hasta sus hijos.
Ella les llevará
la milpa de su risa
en primavera.
Ella les llevará
el volcán
que aquellos sueñan.
Ella les donará
los ríos
que aquellos lloran.
Ella les llevará
en la mano
su vientre enamorado.
Ella les besará
la huella
que aquellos sufren.
Ella les abrirá
la puerta
que los verdugos cierran.
Ella volverá una tarde
rodeada de todos sus chiquillos.
III
Comprended: no se le impide
al polen que fecunde a su alegría.
¡Porque a mi tierra,
a mi diminuto país
bañado por el odio,
la peregrina del amor,
mi patria de metal y azúcar,
ha de llegar muy pronto
con el exilio
ahorcado entre sus manos!
Estratega a contrapecho del hombre
Coronel,
tú que tienes
las armas y el poder,
puedes mandar
a bombardear
nuestras montañas,
que su tranquilo
pecho
de esperanza y pájaro
jamás huirá
despavorido hacia el viento.
Coronel,
tú que tienes
las armas y el poder,
puedes mandar
a matar
a quien te dé la gana;
a encarcelar
a quien se atreva
al coraje de la frente
en alto
gallarda y luminosa
como son las frentes
de los dignos.
Coronel,
tú que tienes
las armas y el poder,
puedes
enviar a cerrar un instituto;
a herir el dulce futuro
de la patria con la tarascada
gris y salvaje
de tus malditas balas
y a uniformar
el orgullo civil
del quetzal postprimario.
Pero todo será vano,
coronel,
porque tú no puedes,
con tu impotencia milenaria,
mandar a bombardear,
a matar y encarcelar,
a uniformar
la inconformidad
de un pueblo entero.
Esa es la lucha,
coronel,
y en esa lucha
tú llevas
la peor parte,
porque tú,
coronel,
piensas
del hombre para atrás
y el pueblo piensa
del hombre
hacia adelante.
He ahí,
pues,
coronel,
estratega
a contrapecho
del hombre,
porque tienes
de antemano
perdida la batalla
en contra de nosotros.
Cárcel de la policía
I
La cárcel de policía en mi país
tiene color de gris martirio
y gris invierno.
El llanto
ha sonado contra el tiempo
y contra el odio
en sus muros,
extendidos junto as dolor del pueblo.
Es una frontera de espinas venenosas.
El hombre del pueblo
sabe
y se rebela contra ella,
porque ahí,
durante muchos años,
se agolpó la voz del pobre,
se torturó la flor de su sueño,
y se levantó con el orgullo
del verdugo,
una sola estatura de lamentos
y de lirios amargos.
La cárcel de policía en mi país
es verdaderamente tenebrosa.
Ahí se rompió
la continuidad de tantas esperanzas.
Ahí murieron muchos hombres
guardando en el cuenco dulce
de su mano,
la ausencia del pan y de los hijos.
Ellos murieron en su línea,
apretando en su delirio por tortura
el paisaje de una mazorca calurosa
y pensando en los pájaros
que vuelan
libremente por el aire azul
de Guatemala.
II
¡Ah . . . qué doloroso
es tener que hablar de todo esto!
Pero la cárcel de policía
en mi país,
invade los terrenos
de la risa
cristalina,
eleva su mano
de hiedra aterradora
al corazón
del viento
y nos enturbia
el diálogo limpio con la vida.
Por eso el pueble
sabe
que su color es gris
y es demasiado triste.
III
Por eso los niños huyen de los policías
y los acusan con su miedo sencillo.
Por eso el pueblo la señala
y escupe el odio contra ella.
A los intelectuales
En los momentos
de más tenso miedo
y de más espeso silencio,
hablar
es el resguardo obligado
para los intelectuales
de cada país,
y si se quiere
imponemos el silencio,
tenemos que hablar,
en alto,
campanudamente,
aun a riesgo de caer
a la marea oscura
de donde ya nadie
se levanta,
sino para ser
el dulce corazón
de ceniza
de un múltiple recuerdo.
Pero si uno cae,
uno cuyo amor
es más grande
que las catedrales juntas
de todos los planetas,
si uno cae,
es porque alguien
tenía que caer,
para que no cayera
la esperanza.
Siempre ha tenido
que caer alguien
en algún sitio,
cuando la dignidad,
la libertad
y la merienda
estuvieron tan lejos
de la vida cotidiana
y sencilla de los hombres,
que era necesario
mantener la altura
de los gestos amables,
la trayectoria
ronca y dura del coraje.
para no caer
definitivamente
al vil gusano
que husmea claudicación
en todas partes.
No cabe duda.
Ante el miedo
y el silencio,
ante la hosca represión
de los que temen
hondamente
al huracán del alba
el intelectual,
debe recordarse
que si huye
de su agudo destino,
que si se calla
claudicando
en forma perruna
a los pies de su temor,
algo de su país
huye y calla,
claudicando también con él.
Y esto es horrendamente
amargo para un pueblo,
que no puede
renunciar a la lucha,
porque tampoco
puede renunciar
a la victoria.
¡Intelectuales
de mi áspero país,
os invito a la lucha,
a la proclama audaz
de nuestros sufrimientos,
al gallardo y atronador
pregón
de los combates que se libran
para que la libertad
ya no vista su luto
más oscuro
entre nosotros!
Tomado de:
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