ESTACIÓN SECA
Las palabras más encantadoras son los silencios.
Y el sueño más hermoso — el insomnio.
Después de estos siguen los detalles de tus recuerdos —
sumados en la aritmética de parpadear
más a menudo que una lluvia de verano en un campo seco.
Cuando llega la lluvia, podría preguntarte:
¿Qué recuerdos tienen tus párpados?
¡Cállate un segundo,
para que podamos escuchar juntos
cómo florecen los árboles!
EL PASEO DE LA MAÑANA
al pie de la escalera
vi al perro descendiendo los mil y un escalones
el perro viejo que sacaban a pasear con correa
el perro viejo que sacaban a pasear de rodillas en el
esplendor
de la mañana de invierno
tenía mis ojos, mis años que pasaron y mis ojeras
su correa sucia tenía escrito mi nombre
su sombra se deslizaba entre los barrotes de latón de la
escalera
con un resto de ternura, con un comienzo de ferocidad
en sus ojos vi las luces de la isla de ellis
y las hordas de sedas haciendo girar la inmensa ruleta de la
noche
en sus ojos muertos vi el brillo del apocalipsis
y mis deudas impagas y mi vida invivible
(y, ¡Dios, tenía mis años y mis lágrimas!)
el perro viejo que sacaron a pasear en el esplendor de la
última
mañana de invierno,
empujado a lo largo de mil y un escalones, uno por uno,
hasta el final y más allá,
desde donde no hay
vuelta atrás
ESTADO DE ÁNIMO
Pasan segundos con faros antiniebla
(en su nombre viviré, viviré)
con la cabeza clavada en las nubes de hielo
del año dos mil.
En la calle crecerán envejeciendo sobre el asfalto
hombres de hierro, cruzadas de niños
llevados lentamente, decapitados
por los músicos del año dos mil…
Ah, los acontecimientos del
n i n g u n a p a r t e y
el n u n c a
serán recuerdos azules y rojos
tallados en una alta lámina de piedra
para los dioses del año dos mil.
Mi juventud arderá con una llama azul
en la ciudad abandonada por fantasmas —
donde nos sonreían, cayendo de las ventanas,
los maniquíes del año dos mil.
En una casa con paredes de cristal
tú me preguntabas: ¿qué será? ¿qué será?
El bufón se reía pintando en el ladrido del perro
la tristeza del año dos mil.
NÍQUEL
Esta hora es tan tarde que parece
descansar su fragilidad en los afilados hocicos de los galgos.
Nada es real, pero ¿qué es verdad?
Tal vez este mundo de níquel que no se parece a mí.
Tal vez esta tristeza que no se parece a mí.
(Tal vez esta hora de la noche que se extiende como el cuello
de
un pájaro bajo el tibio cuchillo del carnicero.)
Pero ¿qué es verdad?
Níquel, níquel, tanto níquel como sea posible cerca de
ustedes.
A veces el amor vuelve como el recuerdo del hermano muerto
en una guerra desesperada y absurda.
Nada es real — ruge el aire deslizándose a
mi lado, girando el mecanismo, la biela, la manivela
un sol azul reposa su absurdo mecanismo,
la biela, la manivela, en la hierba.
Nada es real. Ni siquiera estas horas de la noche
cuidadosamente guardadas en frío por otros siglos.
¡Níquel, níquel, tanto níquel como sea posible cerca de
ustedes!
Nada es real.
Níquel,
níquel, tanto níquel como sea posible.
DIME
Dime que mi vida seguirá existiendo,
dime tú, boca de las sílabas magnéticas,
aliento como una cúpula de aire
tú, planeta con dientes en las órbitas del dios de neón.
Pasaremos sobre los cuerpos helados
de los segundos.
Por supuesto que pasaremos.
He aquí el dios del sueño,
el dios-canguro con la garganta cortada.
He aquí la mujer amada, la mañana
inclinada sobre tu cuerpo como a través de una ventana
abierta.
¡Dime que mi vida seguirá existiendo!
Dime tú, átomo de miedo de mi corazón,
tú, lágrima de metal
en la mejilla del hermoso espejismo helado de las ideas,
¡dime que mi vida seguirá existiendo!
Nuevas pirámides de niebla se elevarán al cielo,
nuevos himnos de gloria como cuchillas de vidrio.
Para mí el payaso besa el espejo,
para mí la hierba muere tristemente.
Ven y dime,
brilla en mi hombro, en mi frente,
arriba,
por poco interesante que parezca
que los antiguos veteranos duermen en los parques de la ciudad
y que la Iglesia de San Jorge se levanta en el mismo lugar,
electrificada.
Yo también soy joven.
Podrías domar una nueva edad de hielo
con tu encanto
podrías dar la vuelta a la tierra en ochenta días…
Yo aquí soy un joven — un posible
coriolan drăgănescu* montado en una estatua de pequeñas
palabras resbaladizas
Y pasado por columnas mundanas. Por sábanas con monogramas.
Por botas con gorra o por el rayo de los caballeros del
Apocalipsis.
Por todas las experiencias —
misionero de la belleza y los humos de la vanidad…
Como una boca con áticos hambrientos.
Como un lobo que vuelve a sus ovejas. A la Caperucita del
corazón que atraviesa/ golpea
valles y praderas
abofeteándolos salvajemente en las bocas
en
sus hocicos de verdura descarada.
Y cada palabra mía es un lago lleno de yates de placer
y pensamientos ocultos
que florecen alrededor de tus tobillos como brazaletes de
ansiedad.
Yo también soy un joven.
Vivo parte de mi vida en tu nombre.
Pero tú bailas,
bebes limonada — detrás de ti, la Torre inclinada de Pisa se
mueve en el camino correcto.
También inflamas a los dioses. Y también les das
un puñetazo en la nuca.
En los riñones, en el hígado… En su razón de ser.
¡En tu aliento de alcohol se emborrachan todos los camioneros
del Espíritu Santo!
Yo aquí soy un joven. Una ballena blanca en un estuario de
silencio.
Una superestrella.
Un cruzado de la santa idea de Coca-Cola. Y de Blue-Jeans.
Un misionero de los espacios verdes, democráticos.
Un objetivo sobrevolable…
Un individuo, es a decir nada. Un decimal en tu cifra de
negocios.
Aquel a quien se recomienda volver a la naturaleza.
Y el motociclismo y el autostop
y el budismo Zen. Es a decir nada…
Yo también soy un joven.
¡Oíd, hermanos, miradme también!…
*
Coriolan Drăgănescu — el prototipo de víctima convertida en verdugo en la obra
del gran dramaturgo rumano Ion Luca Caragiale (1852-1912) — n. tr.
CANCIÓN DE CUNA
No llores, una lágrima cuesta más que un puente de
ferrocarril, no llores
(te mirarían con desprecio por el espejo retrovisor
o sospecharían que inventaste una nueva bomba atómica).
En el borde del campo,
siempre en el borde de un campo,
bajo el cielo atravesado por petardos y paracaídas luminosos,
escuchas instrucciones de protección contra incendios con
música
o la producción de tornillos en metro alejandrino:
grandes elegías para moler tu café matutino —
No llores,
hay otros entrenados para esto
o para soñar con campos segados con los ojos perdidos
en las vitrinas con pescado de mar.
No llores: mira,
las habitaciones ahora abren todo tipo de puertas
a los estados de ánimo de las sombras: no llores —
Mañana estaremos en otra estación
bajo otra lluvia libres y ligeros como siempre
entre los globos de hidrógeno de las grandes fiestas
como lágrimas de niño en el cielo azul.
CADENAS DE ORO AL (RELOJ DEL) ATARDECER
A veces las tardes descienden como máscaras etéreas sobre los
dolores del mundo.
Y ningún cuadrado de asfalto recuerda la huella de tu paso.
Ningún rayo de neón quiere conocer tu efímero brillo.
El hotel se llenó de un bullicio fragante.
Ojos, muchos ojos perdidos en el azul apocalíptico
de tus vestidos.
Tiras de tiempo, harapos de memoria con los que, ¡ay!, no
puedo
ocultar mi pasado.
En el aire el alcohol encendía fuegos para el invierno en el
blanco de tus ojos.
Los ceniceros soplaban vapor por las fosas nasales.
Los sillones te fumaban en silencio.
Y yo — escondido en el cono de sombra de tu existencia —
un planeta de hielo proyectado en una infinidad de espejos
paralelos.
¡Cuántos adornos para un viaje
[debajo de las ventanas, largos convoyes de trenes —
interminables
cadenas de oro al (reloj del) anochecer deslizándose hacia
otro mundo]!
Aquí tú, la soñada por los dioses, por fin estás sola.
Por encima de tu hombro, la bombilla ciega del techo lee tus
pensamientos.
Las calles de una ciudad dormida se lavan las manos; nada
vieron.
A partir de ahora la última civilización florece a miles de
kilómetros de distancia
en el humilde esplendor de la época.
Y yo — escondido en el cono de sombra de tu existencia —
esperando
poder soñar finalmente con la paz desde el blanco de tus
dientes.
A veces, cuando ningún cuadrado de asfalto
recuerda la huella de tu paso y los atardeceres descienden
como máscaras etéreas sobre los dolores del mundo.
LA PATRULLA NOCTURNA
Solo la orquesta seguía tocando
por un trozo del yate —
No más emoción intenta la anciana señora
que ha sido purgada de todos los recuerdos,
no hay emoción por las hojas que caen del techo,
no hay emoción por los planetas que mueren y se convierten
en agujeros negros,
no hay emoción por los hombres-sándwich que mueren y
se convierten en agujeros negros,
no
no
no
no
no
y no hay emoción cerca de la cinta transportadora de la calle.
De repente, una pariente anciana vino a mí
(me mostró un uniforme viejo y algunas postales)
— “… nuestro hijo viajó mucho por Siberia y Alaska —
A veces recibimos postales suyas
que representan las interminables nieves y los campos
polares…”
Ah, la doncella de helio que destella su cuerpo hipnótico
a través del castillo de hojalata colgante
donde las campanas blancas golpean el aire magnético
para una nueva sensibilidad.
Ah, la doncella de helio rodeada de tigres
y elefantes,
sobre su hombro ahora viene un pájaro ciego,
luego un golpe en la puerta
para los soldados en los carros de batalla y los batallones de
ceniza.
Marchando en cadencia suspendidos el uno del otro —
el pariente anciano y el hijo,
suspendidos el uno del otro —
los hombres-sándwich y los tigres y los elefantes,
el castillo de hojalata y el pájaro ciego
pasan una y otra vez
en una extraña procesión…
Un dos tres, un dos tres, un dos tres, un dos tres…
Hasta que la orquesta pierde el ritmo,
hasta que los músicos caen en los cajones fríos de la noche,
hasta que se abre la puerta
y aparece mi cartero
con una urna en los brazos…
— “Llévame, por favor llévame,
estoy perdido, estoy presionando por el tiempo
estoy en gran necesidad, en gran ausencia —
de hecho, también estoy muy solo,
muy solo,
muy solo,
muy sola,
muy sola y te quiero mucho…
y (¿por qué me muerdes?) te quiero mucho…
¿por qué me muerdes? ¿por qué me muerdes? …”
— “No, no,
tal vez solo querías que gritara,
tal vez yo solo estaba tratando de aullar,
no, no, por supuesto que no,
por supuesto que no…
tal vez todavía yo estaba tratando de gritar,
tal vez yo estaba tratando de aullar…”
EL ÚLTIMO ESPECTÁCULO
A RPD
Este es la escena y estos son los tragallamas
ardiendo en los aplausos de la muchedumbre…
Estos son los actores pintados en las paredes.
Y las mismas paredes están pintadas en las paredes,
con la sangre que fluye de las bocas apretadas: porque nadie
pronuncia una palabra
sobre los detalles mantenidos en silencio.
Silencio sospechoso, y yo demasiado aburrido
para esculpir muñecos con narices grandes
para mentirme.
Así que seguiré siendo una estatua de sonidos
predicando en el desierto.
GIRASOL — LA INDULGENCIA DE UN SENTIMIENTO
Dime,
¿qué más esperas de la vida, girasol
criado en la tierra baldía entre dos vías del tren —
lejos del mundo y sus fantasmas imaginados,
esperanza de la semilla que cayó del vagón,
montada por trenes de placer, de mercancías y de tantos
crímenes y amores que viajan sobre ruedas?…
¿Y qué esperas todavía,
girasol perdido en el egoísmo de una tarde
en que mi vida se despide de ti
y en que tu amarillo tenso se separa de un mundo pequeño
que gira con el sol?
Acostarte en el polvo
con esa precisión que te dan la indiferencia y la
inexistencia.
Como un resorte de reloj que el tiempo quita lentamente, —
como mecanismo infernal que la soledad desmonta.
Esperar en una estación tu ascensión al cielo, —
girasol que empezaste a hablar contigo mismo
y a contar los trenes como amantes perdidos y olvidados.
Aquí,
donde mi miedo a la oscuridad es un grillo guardado en una
caja de fósforos, —
aquí nadie te encontrará, en la tierra de nadie entre dos
rieles
por donde corren los batidores-los sabuesos-la presa de la
gente apresurada.
Tú no viajarás ni en tren ni en barco,
te quedarás en casa con mamá y te marchitarás.
Y un olor a fuel oíl hirviendo, metal ardiente
y civilización aplastada
te vestirá con vestidos coloridos y calientes.
Ya es tarde:
arriba — sólo estrellas de luz estéril, tenue
(puertas cerradas en las caras de las almas levantadas al
cielo).
En la lejanía que levanta fantasmas del calor de la tierra
eres la indulgencia de un sentimiento.
¡Sólo ten cuidado que no pase la noche
como una pobre anciana y te recoja
y te mastique en sus encías retraídas
como esta luna hambrienta!
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/traian-t-cosovei-2/
navidad azul
Visto desde el tercer piso,
Tus palmas dejaron sombras tan largas.
que un pájaro empezó a cantar
pensando que la nieve estaba en camino.
Ya no veo nada.
¡Amor mío, hazme sopa azul!
Versos de amor
¿Por qué te has vuelto tan hermosa?
En este momento
en este invierno
¿Sin nieve?
Mi amor,
Si yo fuera un secreto
¿Qué harías conmigo?
¿Me mantendrías o me hablarías?
La guerra de las fresas
Las fresas lucharon toda la noche:
en el armario, en la mesa de la cocina,
en el pequeño botiquín del baño.
Hicieron un escándalo y un perfume indescriptible.
Hasta la mañana, cuando vino mamá
y los convertí en mermelada de rosa mosqueta.
Tomado de:
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