Bodegón
Las nueve y la cocina está en penumbra:
estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,
ante unos alimentos que no sé cómo mirar,
y si les preguntara, ¿qué me contestarían?
Son naranjas de una cosecha a destiempo,
mandarinas sin
imperio,
acelgas verde
luto,
lechugas verde
olvido,
apios sin
cabeza,
verde nada,
verde luego,
verde
en fin.
(Bandejas de
promisión
en el condado
del desamparo.)
La tarde se dilata en la cocina
y aquí no llega el sonido del mar.
La soledad de las naranjas se multiplica:
no hay pregunta para tanta opulencia,
aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,
rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,
una legión de plátanos sin mácula,
un bosque de perejil más frondoso
que la selva tropical.
Alimentos mudos y sin perfume:
os miro y sólo veo una caravana de mercancías,
el sueño de los conductores,
una urgencia de frigoríficos
y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.
Es tiempo de la cosecha del humo
Ha llegado el
momento de trasegar con la ceniza
hacer pan con las pavesas y repartir esta ausencia que nos queda entre
las manos Es un epitafio el rostro de los días
Y también mi rostro es un epitafio
unas pálidas palabras
que una vez estuvieron llenas de furor
y ardieron con más tenacidad que
tu rencor Padre
Era necesario
quemarse era necesario dejar que
ardiera mi rostro de boca en boca hasta llegar al hueso y luego calcinarlo
hasta llegar al humo y su desolación
Vino antes el
vuelo de las polillas y mi nombre se
preñó de oscuridad. Dicen que he engendrado la estirpe de la furia pero no lo
creo así
No toda
oscuridad es alimaña ni toda luz arcángel
Mi rostro es
un epitafio mis palabras se han
deslizado en el desierto dejando unas huellas que son harapos de fugacidad unas
huellas más temblorosas que el diminuto rastro del escarabajo sobre la arena
Inauguré un
páramo en el que impera el aliento del desahucio
Lo que una
vez fue irreverencia es hoy amargo cansancio
Oficio de crisálida
Durante un tiempo estuve muerta:
hubo hambre y cansancio,
y el sonido del mar y el aroma de los alimentos
y la luz de la vida poblándose, reuniéndose;
pero algo estuvo muerto.
(nada existe más
allá del instante
nada
germina nada surge
las
horas pasan sin hacer ruido
niebla que empaña cuanto toca)
Fue imposible rastrear los pasos en el tapiz
y ni siquiera hubo obstinación,
pues lo primero que un muerto pierde es la memoria;
comencé a olvidar sin ningún plan ni itinerario
y no hubo signo premonitorio
que advirtiera la llegada de esa calamidad.
(acariciaste mi sombra afanosamente amor
pero entonces ya
estaba muerta
hilachas de
deseo en la piel y espuma muerta en
la boca
que
estar muerto es triste y dura mucho e indigna a
quien lo presencia)
Durante un tiempo estuve muerta
como una crisálida guardada en una caja de cartón,
detenida en el umbral, olvidada del gusano y de la
mariposa.
Instante perpetuo, cómo duele despertar de tu sosegada
indiferencia,
de tu dócil y atónita bondad.
La vida nos sabe a poco
el mar no nos basta
Somos un signo de interrogación
que ha perdido su pregunta
Azogue
Vivimos de costado
pasamos
de puntillas
Gracias a
dios nadie quedará para recordar
en nombre
de quién
habrá de
dirimirse la venganza
Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.
Cuando los días huyen a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano en el almiar)
es menester ser precavidos.
Cuando la vida se oculta en los rincones
y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro
solícitos acudimos a las puertas del miedo.
El bosque de certezas ardió hace tres noches.
Y yo he venido a pregonar
la escarcha de la duda.
El rastro
Somos materia de extrañeza
quién nos lo iba a decir nosotros
que hemos sufrido tanto
Pero nuestra memoria no arde
y ya no sabemos morir
Memoria de la vida,
memoria de los días y la vida,
cuchillo que abre el mundo
esparciendo unas vísceras que no consigo descifrar.
Memoria de las tardes y la luz,
alumbras la mirada
eres el vigía implacable,
la brújula severa, el testigo carcelario
que anuda el tiempo en su mazmorra.
Qué buscas, memoria, qué andas buscando.
Me sigues como un perro hambriento
y tiendes a mis pies tu mirada lastimera;
husmeas, perniciosa, en el camino
el rastro de los días que fueron,
que ya no son y que jamás serán.
Te arropan los andrajos de la dicha
y la desolación te ha vuelto precavida;
memoria de la vida, memoria de los días y la vida.
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/74_75/grande.html
JUNTO A LA PUERTA
La casa está vacía
y el aroma de una rencorosa esperanza
perfuma cada rincón
Quién nos dijo
mientras nos desperezábamos al mundo
que alguna vez hallaríamos
cobijo en este desierto.
Quién nos hizo creer, confiar,
—peor: esperar —,
que tras la puerta, bajo la taza,
en aquel cajón, tras la palabra,
en aquella piel,
nuestra herida sería curada.
Quién escarbó en nuestros corazones
y más tarde no supo qué plantar
y nos dejó este hoyo sin semilla
donde no cabe más que la esperanza.
Quién se acercó después
y nos dijo bajito,
en un instante de avaricia,
que no había rincón donde esperar.
Quién fue tan impiadoso, quién,
que nos abrió este reino sin tazas,
sin puertas ni horas mansas,
sin treguas, sin palabras con que fraguar el mundo.
Está bien, no lloremos más,
la tarde aún cae despacio.
Demos el último paseo
de esta desdichada esperanza.
LETANÍA SIN NOSOTROS
Es en este tiempo incierto, intacto,
es en este instante desnudo,
sin palabras, sin nosotros, tan sólo
tendido suavemente en el olvido.
Es bajo esta lluvia muda y ciega,
esta lluvia sin nosotros,
esta hora sin nosotros,
Este agua sin sed.
Es. Es sin siempre, es sin memoria,
es sin llanto y sin risa,
es sin miedo y sin gracias te sean dadas.
Es, como si eso fuera poco,
sin causa y sin remedio,
a pesar nuestro,
Y es, desde luego, sin calles ni avenidas,
sin fuentes ni estaciones,
sin la tristeza que da mirar el firmamento.
INSTANTE
Caminar no es suficiente
el polvo del camino no hace vida
La mirada se aleja
Agua sobre el papel
y espuma sobre la palabra
Eres una grieta en el tiempo, Padre:
nada en ti dura y todo permanece.
Pronunciar la primera palabra
y acudir el desastre fue todo uno,
en aquel instante en que te dibujamos
el rostro de los días.
No pudo ser,
nunca pudo ser,
nunca habría podido ser,
y sin embargo, tenaces son las sombras
en su vocación de carne,
obstinado su aliento
y terca su palabra.
Vivir no tiene nombre.
LA CENIZA
Diccionario inventario
lista número preciso
cómputo de un idioma
que no podemos entender
Digo que no existe el olvido;
hay muerte y sombras de lo vivo,
hay naufragios y pálidos recuerdos,
hay miedo e imprudencia
y otra vez sombras y frío y piedra.
Olvidar es sólo un artificio del sonido;
tan sólo un perpetuo acabamiento que va
de la carne a la piel y de la piel al hueso.
Así como las palabras primero son de agua
y luego de barro
y después de piedra y de viento.
Tomado de:
https://laparadapoetica.blogspot.com/2021/11/guadalupe-grande-9-poemas.html
METAFÍSICA DEL DROMEDARIO
Piedras en los bolsillos para perderse
y tres palmeras acompañan al moribundo sin asombro sin
aflicción.
Esa caravana de violines y dromedarios desborda el
horizonte sin corifeos sin chocolatinas
Alforjas de arena en la arena, es lo que hay
No digas que no lo sabías señor de la montaña en busca de
salud
Algo tenía que ver todo esto con el arte la sanación
Algo con la astrofísica de los salmones
Algo en letra pequeña del río de Parménides
Y los caracoles de la nostalgia lazarillos de musarañas
de la historia
Y los indios perseguidos por chacales confederados
Y los girasoles de la abominación fertilizados en la caja
fuerte del heroísmo
Y el pan sin pan y la cuchara con hambre
Y la cantinela en el filo del convenio donde la liebre
persigue la sombra de la discordia
Nada se precipita y esa es su desmesura, Heráclito.
Anda comiendo zanahorias la tortuga a lomos del
dromedario
Persiguen el mar
Esa fenomenología del destino expuesta a la historia
Y tres palmeras acompañan al difunto sin asombro sin
aflicción.
AZOGUE
Vivimos de costado
pasamos de puntillas
Gracias a dios nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza
Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.
Cuando los días huyen a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano en el almiar)
es menester ser precavidos.
Cuando la vida se oculta en los rincones
y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro
solícitos acudimos a las puertas del miedo.
El bosque de certezas ardió hace tres noches.
Y yo he venido a pregonar
la escarcha de la duda.
Tomado de:
https://www.vallejoandcompany.com/caminar-no-es-suficiente-5-poemas-de-guadalupe-grande/
Estas ruinas…
Estas ruinas que una vez fueron carne y voz
están hoy abandonadas a nuestro cuidado
somos los responsables de su eternidad
Después de cocinar el adobe
llegó la alegría de los muros
y el aliento de las ventanas
caía la tarde
como por la cuchara resbala la miel
atardecía despacio
dándonos tiempo para entender la noche
descendían las horas
en la desnudez del aire
el viento aromaba las sombras
caída la tarde
el miedo no tenía nombre
De: «El libro de Lilit»
Postal III (vista aérea)
Es en los tejados,
lo que importa sucede en los tejados;
es decir,
bien poca cosa.
Pero tú te asomas a la ventana
y observas un horizonte de antenas,
seres aún más esbeltos
que la radiografía de nuestras almas.
¡Qué terribles son las antenas,
qué regias e inasibles,
siempre de perfil!
Erguidas contra el tiempo
ocultan bajo una fronda
de hojas perennemente caducas
su descorazonamiento vertical.
Aun así,
lo que importa sucede en los tejados.
Es decir,
bien poca cosa,
tan solo
esta conversación de arquitectura y sombra
tan inerte como la radiografía de nuestras almas.
Naufragio intermitente
He visto tres pájaros muriendo en pleno vuelo
y la tristeza del agua cuando se evapora
He sobrevivido al silencio de su huida
He oído a la tierra romperse
mientras el hielo echaba raíces
en su más honda carne
y mi carne ha sobrevivido al ruido de la ausencia
He contemplado la sequía y su desolación
en las cuencas vacías del animal
y he llorado los estragos de la inundación
el lodo invadiendo la cocina y petrificando el pan
He sobrevivido a la sed y a su rencor
y a la putrefacción del llanto
Las horas son muy largas para quien sobrevive
(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)
Tomado de:
https://poesiaenlared.wordpress.com/category/guadalupe-grande/
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