martes, 11 de octubre de 2016

POEMAS DE MARCELINE DESBORDES VALMORE


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(20 de junio de 1786, Douai, Francia - 23 de julio de 1859, París, Francia)

Separados


No me escribas. Estoy triste, desearía morirme.
Los veranos sin ti son como noche sombría.
He cerrado los brazos, que abrazarte no pueden, 
invocar mi corazón, es invocar la tumba.
¡No me escribas!

No me escribas. Aprendamos únicamente a morir en nosotros.
Pregunta sólo a Dios…, sólo a ti mismo, ¡cómo te amaba!
Desde tu profunda ausencia, escuchar que me amas
es como oír el cielo sin poder alcanzarlo.
¡No me escribas!

No me escribas. Te temo y temos mis recuerdos;
han guardado tu voz, que me llama a menudo.
No muestres agua viva a quien beberla no puede.
Una caligrafía amada es un retrato vivo.
¡No me escribas!

No me escribas dulces mensajes: no me atrevo a leerlos:
parece que tu voz, en mi corazón, los vierte:
los veo brillar a través de tu sonrisa;
como si un beso, en mi corazón, los estampara.
¡No me escribas!



Las rosas de Saadi


Quise hoy de mañana regalarte unas rosas
pero tantas me puse en mi traje ajustado
que los nudos apenas pudieron contenerlas.

Y saltaron los nudos. Y volaron las rosas
con el viento hacia el mar: me habían abandonado.
Y siguieron y el agua no quiso devolverlas.

Volviese roja el agua, pareció llamarada.
Esta noche mi ropa sigue aún perfumada…
Ven y respira en mí su fragante llamada.

Renunciamiento
Perdonadme, Señor, mi semblante afligido; 
bajo la feliz frente colocasteis las lágrimas: 
de tus dones, Señor, es el que no he perdido. 

Don menos codiciado, quizá sea el mejor. 
Yo ya no he de morir en vínculos de encanto; 
os los devuelvo todos, ¡ay, adorado Autor 
para mí sólo tengo la sal que deja el llanto! 

A los niños las flores, a la mujer la sal; 
para que limpiéis mi vida he de entregaros, 
cuando esta sal, Señor, lave mi alma, lustral, 
volvedme el corazón, para siempre adoraros. 

Toda extrañeza mía del mundo de ha extinguido 
y se despidió el alma dispuesta a volar 
para alcanzar el fruto, al misterio cogido, 
que la púdica Muerte sólo ha de cosechar. 

Señor, con otras madres sé tierno mientras tanto, 
por la tuya y por lástima de esta pena que ves. 
Bautízales los hijos con nuestro amargo llanto 
y levanta a los míos caídos a tus pies.



Ocúltame tus ojos llenos de alma y de pena

Ocúltame tus ojos llenos de alma y de pena. 
Con sombrero de flores; soy el Gozo en persona. 
¡Ay, corazón ilógico, para ti mismo enigma! 
En mi seguridad no ves más que un delirio. 
¿Harto débil esclavo, me quieres atender? 
Escucha; te perdona y absuelve mi razón. 
Devuélvele sus llantos. ¿Verdad?. Vas a ceder. 
¡Ay, no! ¡Siempre no! ¡Todo, tómalo, corazón!

Los sollozos

¡El infierno está aquí! El otro no me asusta. 
Empero, el purgatorio mi corazón disgusta. 
De él me han hablado mucho y su nombre funesto 
en mi corazón débil ha encontrado su puesto. 
Cuando la ola de días va agostando mi flor, 
el purgatorio veo al perder el color. 
¡Si es cierto lo que dicen, es preciso ir allí, 
Dios de toda existencia, para llegar a ti! 
Allí habrá que bajar, sin más luna ni luz 
que el peso del temor y del amor la cruz. 
Para oír cómo gimen las almas condenadas 
sin poderles decir ¡Estáis ya perdonadas! 
¡Dolor de los dolores; no poder agotar 
los sollozos que intentan por doquiera brotar! 
De noche tropezar en celdas intranquilas 
que ningún alba tiñe con sus claras pupilas. 
Ni poder decir al Señor incomprendido: 
¡Ay, Salvador de mi alma!, ¿es que aún no has venido? 
Me escondo; tengo miedo de tener miedo y frío, 
como el ave caída teme por su albedrío. 
A un recuerdo mis brazos vuelvo a abrir tristemente, 
y mi alma más cercana el purgatorio siente. 
Sueño que estoy en él, tras la muerte llevada, 
como una esclava indócil, al fin de la jornada, 
cubriendo con las manos el semblante abatido, 
pisando el corazón, por tierra malherido. 
Allí voy; precediéndome, mi llegada proclamo 
y no oso desear nada de lo que amo. 
Y este corazón mío no tendrá más dulzura 
que los lejanos ecos de su antigua ventura. 
Cielos, ¿adónde iré 
sin pies para huir? 
¿Adónde llamaré 
sin llave para abrir? 
Mientras el fallo eterno rechace mi plegaria 
no arderá ante mis ojos ninguna luminaria. 
No he de ver más escenas mundanas y horrorosas 
que abatan mis humildes miradas dolorosas. 
¡No gozaré del sol! ¿Por qué?. La luz querida 
para el mal en la tierra, empero, está encendida. 
Ve el culpable que a la horca su delito conduce 
el saludo del orbe que se divierte y luce. 
¡En los aires no hay pájaros! ¡No hay fuego en el hogar! 
¡Y ni un Ave María reza el aura al pasar! 
Para el junco del lago no hay un soplo viviente 
ni aire para que exista un átomo viviente. 
Ni el zumo de las frutas que ofrecen su frescura 
al ingrato, tendré en mi sed y calentura. 
Del corazón ausente que me hará padecer 
acumularé el llanto que no puedo verter. 
Cielos, ¿adónde iré 
sin pies para huir? 
¿Adónde llamaré 
sin llave para abrir? 
¡No más recuerdos de esos que me embargan de llanto 
tan vivos, que viviera yo siempre de su encanto! 
¡No más familia dulce, sentada en el umbral 
que bendice cantando el sueño patriarcal! 
¡Ni más voz adorada, cuya gracia invencible 
hasta la Nada absurda tornaría sensible! 
No más libros divinos desde el cielo exfoliados, 
conciertos para el alma por la vista escuchados. 
Y no osando morir tampoco oso vivir 
ni buscar en la muerte quién me ha de redimir. 
¿Por qué hay sobre las cunas, padres, la flor de un hijo 
si al árbol y al arbusto siempre el cielo maldijo? 
Cielos, ¿adónde iré 
sin pies para huir? 
¿Adónde llamaré 
sin llave para abrir? 
¡Bajo la cruz se inclina el alma prosternada, 
del dolor de nacer con morir castigada! 
Mas no tengo en la muerte si me siento expirar 
ni una lejana voz que aconseje esperar. 
¡Si en el cielo apagado alguna estrella pálida 
esta melancolía besara con luz cálida! 
¡Si bajo las sombrías bóvedas del horror 
viera cómo me ven dos ojos con amor! 
¡Ay, sería mi madre, intrépida y bendita, 
que bajaría a ver a su hija precita! 
¡Sí; mi madre podría al Dios justo ablandar 
y ella me sacaría del horrible lugar! 
De la esperanza joven alzara el fuerte viento 
al fruto derribado por tanto sufrimiento. 
Sentiría sus brazos, dulces, fuertes y hermosos, 
arrastrarme, abrazada con ímpetus briosos. 
El aire auxiliaría a mis alas nacientes 
como a las golondrinas libres e independientes. 
Huiría para siempre, pues mi madre al partir 
viva me llevaría hacia lo porvenir. 
Mas antes de pasar las mortales fronteras 
otras almas quisiéramos tener por compañeras. 
Y en aquel campo fúnebre en que dejaba flores 
y el aroma que exhalan los llantos de dolores 
caeríamos, solícitas, entusiastas y ardientes, 
gritando ¡Acompañadnos! a las almas dolientes. 
¿Venís hacia el estío en que ha de retoñar 
el amor en que no hay que morir ni llorar? 
¡Con Dios y sus palomas venid en santos vuelos! 
¡Dejad vuestros sudarios; no hay tumbas en los cielos! 
¡El sepulcro está roto por la eterna pasión! 
¡Mi madre nos concibe en la eterna mansión!


De lo tarde que es ya estoy alarmada



De lo tarde que es ya estoy alarmada. 
El tiempo cual relámpago ha huido; 
doce veces la hora el aire ha herido, 
¡y todavía junto a ti sentada! 
No he sentido un momento soñoliento desmayo, 
creía ver aún del dulce sol un rayo 
y me cuesta creer que haya un ave que duerma. 
¡Para dormir harto hermoso está esto! 
Haz por no despertar al perro adormecido; 
le serías desconocido 
y, ladrando, a mi madre diría mi imprudencia. 
Escucha, vete ya y déjame la mano. 
Son la doce


Si hablais no escucho, 



Si hablais no escucho, 
Ni lo niego, ni os alabo; 
Bailad como os conviene, 
Ni os silbo, ni aplaudo; 
Pero nadie podrá 
Atraerme con su flauta; 
Es mi destino : la verdad 
Solo buscarla en mi alma. 

Venera y madona


Ideal perdido en la noche de un mundo antiguo, 

Mundo que pensaba en cuentos y hablaba en poesías, 

¡ Oh ! 

te puedo ver, oír, pensar, joven y dulce aviso 

Desde un cielo con otras estrellas, otros paraísos, otros dioses. 


Venera, mármol cálido, ojos de piedra que centellean, 

Brazo lacio como el pensamiento de un emperador poeta, 

Fuiste la divinización de la belleza femenina, 

De la mujer, que sigo viendo hermosa hoy. 


Rafael, perdido en sueños como en una noche estrellada, 

Alma embriagada por rayos y por eternas primaveras, 

Te vio y soñó el paraíso con jardines embalsamados, 

Te vio flotando como una reina entre los ángeles del cielo. 


Y creó sobre la tela vacía a la Madona divina, 

Con diadema de estrellas, con sonrisa virginal, 

Cara pálida entre rayos rubios, rostro de ángel, pero mujer, 

Porque la mujer fue el modelo para los ángeles del cielo. 


Así, yo, perdido en la noche de una vida de poesía, 

Te vi, mujer vana, sin corazón, sin fuego, 

E hice de ti un ángel, tierno como un día mágico, 

Pensando que en mi vida vacía ríe un rayo de fortuna. 


Vi tu cara pálida por una enferma embriaguez, 

Tu labio cárdeno por el mordido de la corrupción, 

Y eché sobre ti, cruel mujer, el velo blanco de la poesía, 

Y a tu palor otorgué el rayo de la inocencia. 


Te di los rayos pálidos que rodean con magia 

La frente del ángel-genio, del ángel-ideal, 

De un demonio hice una santa, de una carcajada, sinfonía, 

De tu mirada sucia, el ojo de la aurora matinal. 


¡ Pero hoy el velo cae, cruel mujer! 

arrebatado de mis sueños huecos, 

Mi frente fue despertada por el hielo de tus labios, 

Te miro ahora, demonio, y mi amor apagado y frío 

¡ Me enseña observarte con desprecio ! 


Tu me pareces una bacante, que tomó con un engaño 

Desde la frente de una virgen el mirto verde de mártir, 

De una virgen que tenía un alma santa como un rezo, 

Mientras el corazón de la bacante es un delirio largo y espasmódico. 


Oh, como Rafael creó la Madona divina, 

Con su diadema de estrellas, con su sonrisa tierna, virginal, 

Así yo hice deidad a una mujer pálida, 

¡ Con corazón vacío, frío y con alma de veneno ! 


¿ Lloras, niña ? 

¿ Con una mirada húmeda y suplicante 

Puedes de nuevo aplastar mi corazón rebelde ? 

A tus pies yo caigo, miro en tus ojos negros como la profundidad del mar, 

Y besando tus manos te pregunto si me puedes perdonar. 


¡ Limpia tus ojos, no llores más !. 

Fue cruel mi acusación, 

Fue cruel e injusta, sin motivo, sin sostén. 

¡ Alma ! 

Si fueras hasta demonio, eres santa por amor, 

Y yo quiero a éste demonio, con ojos grandes, con pelo rubio. 


Poeta

Seguir vertiendo malas rimas 
Con dáctilos en galope, 
Con ideas fervorosas 
Negrear unos volumenes; 

Y cuando veas alguna mujer 
Inclinarte hasta el suelo 
Y si se queda hablándote 
Absorber cualquier palabra; 

Sin lavar, sin afeitarte, 
Mal vestido si caminas - 
Todas estas cosas juntas 
Te muestran a ser poeta. 

La patria de la vida es el presente, 


La patria de la vida es el presente, 
Sólo estamos en el instante de ahora, 
Estamos en la verdad. 

- Y el pasado 
Con el futuro son sólo pensamiento. 
En vano empujáis lo que tenéis delante, 
En vano deseáis las cosas que vendrán. 
Volved hacia vuestro interior y conoceréis 
Que todo en el mundo, todo está en el presente. 
Todo lo que fue o será alguna vez, 
Fueron, serán sólo porque es. 
¿ No sabes que tocando a un hombre 
Tocas la humanidad ? 

La multitud es ilusión. 
Di a miles de hombres la misma palabra 
Y en miles despertará entonces 
El mismo icono, el mismo sentido. 
Signo que todos son en uno y el uno es en todos. 


Emperador y proletario


Sobre bancas de madera, en la taberna triste y baja, 
Donde entra el día a través de ventanas sucias, 
Al lado de largas mesas se quedaba sombría, 
Con caras oscurecidas, una banda errante, 
Niños pobres y escépticos de la plebe proletaria. 

¡Ah! 

- dijo uno - ¿ decís que el hombre es una luz 
En éste mundo lleno de amargura y tormento ? 
Ninguna chispa en él es cándida y plena, 
Sucio es su rayo como el globo de barro 
Sobre el cual reina plenamente. 

¿ Decídme, qué es la verdad ? 

Los fuertes se cercaron 
Con su fortuna y su gloria en su circulo de leyes; 
A través de bienes que robaron, puedes ver como conspiran 
En contra de los que condenaron al trabajo 
Subyugando los frutos de vidas dedicados al trabajo. 

Unos pasan su vida inmersos en placeres, 
Pasan sus días alegres y sus horas sonríen. 
En copas vino de ámbar - en el invierno jardines, verdura, 
En el verano fiestas, los Alpes con sus frentes de hielo - 
Ellos convierten la noche en día y cierran los ojos del día. 

La virtud no existe para ellos. 

Pero 
Os la predican, porque hacen falta brazos fuertes, 
Los pesados carros de los Estados deben ser empujados 
Y hay que llevar a cabo guerras encendidas, 
Porque vosotros muriendo en la sangre, ellos pueden ser grandes. 

Y las flotas poderosas y los ejércitos soberbios, 
Las coronas que los reyes ponen sobre su frente, 
Y esos millones que en montones lujosos 
Son guardados para el rico, oprimen al pobre 
Y son chupados del sudor del pueblo engañado. 

La religión - una frase por ellos inventada 
Para con su poder enyugaros a vosotros, 
Por que si faltaría la esperanza de una recompensa, 
Después de haber trabajado en miseria una vida entera, 
¿ Aceptaríais el cargo como vacas en el yugo ? 

Como sombras, que no son, os han oscurecido la vista, 
Os han hecho pensar que seréis recompensados. 
¡No! 

con la muerte se apagó todo el placer - 
El que en éste mundo sintió sólo el dolor 
No tiene nada más allá, porque muertos son los que murieron. 

Mentiras y frases vacias sostienen los estados, 
No el orden natural, como ellos pretenden; 
Para proteger su fortuna, su gloria y su bien, 
Ellos ponen armas en tus brazos para que dispares a ti mismo, 
Y os instigan a luchar contra vosotros mismos. 

¿ Para qué debeis ser esclavos de los millones nefastos, 
Vosotros, que apenas podeis vivir de vuestro trabajo ? 
¿ Por qué la enfermedad y la muerte deben ser vuestra parte, 
Mientras ellos con su fortuna espléndida y vasta 
Festejan como en el cielo, ni tienen tiempo para morir ? 

¿ Por qué olvidáis que en vosotros hay número y poder ? 
Si queréis, facilmente podéis dividir la tierra. 
No les hagáis más muros para encerrar fortunas, 
Donde os cerrarán a vosotros, cuando empujados por el dolor 
Pensaréis que también tenéis el derecho a vivir. 

Ellos, protegidos por la ley, se dedican a los placeres, 
Chupando el líquido más dulce de la tierra; 
Ellos llaman en la voluptuosidad de su orgia ruidosa 
De instrumentos ciegos a vuestras hijas hermosas : 
Sus viejos destruyen a nuestras bellas jóvenes. 

Y si preguntáis entonces, ¿ a nosotros qué nos queda ? 
El trabajo, del cual ellos se embriagan con los placeres. 
La esclavitud una vida entera, lágrima sobre pan negro, 
A las niñas manchadas la miseria y la vergüenza. 
Ellos todo y vosotros nada; ¡ ellos el cielo, vosotros dolor ! 

No necesitan la ley - la virtud es fácil 
Cuando tienes lo que necesitas. 

Y las leyes son para vosotros, 
A vosotros os ponen leyes, miden vuestros errores 
Cuando extendéis la mano hacia los bienes sonrientes, 
Porque no es perdonado ni el brazo de la tremenda necesidad. 

Aplastad la ordenación cruel e injusta, 
¡ Qué divide el mundo en miserables y ricos ! 
Cuando en la muerte no os espera recompensa, 
Haced que en éste mundo tenga parte justa, 
Igual cada uno, ¡ y qué vivamos cómo hermanos ! 

Quebrantad la estatua vacía de la Venera antigua, 
Quemad aquellos lienzos con cuerpo de nevada; 
Ellos provocan en el alma la infeliz idea 
De la perfección humana y hacen que caigan 
En las garras de la deterioración las niñas del pueblo; 

Quebrantad todo lo que azuza su corazón enfermo, 
Quebrantad palacios, templos, que crímenes esconden, 
Arrojad estatuas de tiranos en el fuego, que corra el lava, 
Para que laven de las piedras incluso la huella esclava 
¡ De los que las siguen hasta el fondo del mundo ! 

Quebrantad todo lo que muestra soberbia y fortuna, 
¡Oh! 

quitad a la vida las ropas de granito, 
De púrpura, de oro, de lágrimas, de fealdad - 
Que sea sólo un sueño, que sea ilusión, 
Que sin pasiones pasa al eterno infinito. 

Construid de las ruinas gigánticas pirámides 
Como un memento mori en el plano de la historia; 
Éste es el arte que abre tu alma 
A la eternidad, no el cuerpo desnudo que ríe 
Con cara de vendida, con ojo vil y astuto. 

¡Oh! 

traed al diluvio, bastante habéis esperado 
Para ver que bien saldrá de hacer el bien; 
Nada. 

El lugar de la hiena lo ocupó el parlanchín, 
El lugar de la crueldad antigua, el frívolo y envidioso, 
Las formas cambiaron, mas el mal se quedó. 

Entonces regresaréis a los tiempos dorados 
Que los mitos azules nos murmuran a menudo, 
Los placeres iguales igual serán repartidos, 
Incluso la muerte que apaga la lámpara de la vida finita 
Parecerá un ángel con pelo rubio y denso. 

Entonces moriréis fácilmente, sin amargura, preocupación, 
Los hijos vivirán en el mundo como vosotros vivisteis, 
Incluso la campana no llorará con su lengua de metal 
Para aquel del cual se ocupó la suerte; 
Nadie tendrá que llorar por él, él vivió su vida. 

Y enfermedades que la miseria y la fortuna innatural 
Nacen en las personas, todas desaparecerán con el tiempo; 
Crecerá todo lo que está destinado a crecer en el mundo, 
Beberá hasta el fondo de la copa, hasta querrá quebrantarla, 
Porque morirá cuando no tendrá más motivos para vivir. 



Por las orillas de la Sena, en faetón de gala, 
El César pasa pálido, sumergido en pensamientos; 
El pesado rugido de las ondas, el rugido en granito 
De cientos de carrozas, no molestan su pensamiento; 
El pueblo le deja espacio silencioso y humillado. 

Su sonrisa despierta, profunda y callada, 
Su mirada que puede leer las almas de las personas, 
Y su mano que dirige destinos humanos, 
Saluda en su camino a ese grupo en andrajos. 
Su gloria está secretamente ligada a ellos. 

Convencido como vosotros está él también 
En su altura solitaria, desprovista de amor, 
Que el principio malo, la injusticia y la mentira dirigen al mundo; 
La histora humana se desenvuelve eternamente, 
Es el cuento del martillo que cae sobre el yunque. 

Y él - la punta soberbia de los que oprimen - 
Saluda en su camino al defensor callado. 
Si faltaríais del mundo, vosotros, la causa oscura 
De derrumbamientos grandiosos, de gloria radiante, 
El César, el mismo César hubiera sido derrocado. 

Con vuestras sombras nada creyentes, 
Con vuestra sonrisa fría, abandonada la compasión, 
Con la mente que ríe al oír de justicia y bien, 
Sólo con vuestra sombra, poderes terríficos, 
A su yugo obliga a los que lo odiaron. 

. 
París quema en las olas, bañado por la tormenta, 
Torres como antorchas negras crujen quemando en el viento - 
A través de las lenguas de llamas, que se amasan en las olas, 
Gritos, rugido de armas penetran en el mar caliente, 
La época es un cadáver y París es su tumba. 

Por las calles adobadas por llamas que ciegan, 
Subidos por las barricadas como bolas de granito, 
Se mueven batallones de la plebe proletaria, 
Con gorros frigios y armas lucientes, 
Y campanas de alarma que suenan enronquecidos. 

Blancas como el mármol, como él indiferentes, 
Por el aire rojo, mujeres pasan armadas, 
Con pelo rico y negro que cae sobre los hombros 
Y cubre sus senos - hay odio y rabia 
En sus ojos negros, profundos y desesperados. 

¡Oh! 

lucha envuelta en tus cabellos largos, 
¡ Heroico es el niño fallecido hoy ! 
Porque la bandera roja con su sombra de justicia 
Santifica tu vida de barro y pecados; 
¡No! 

¡ La culpa no es tuya, es de los que te vendieron ! 

. 
Centellea el mar tranquilo, y sus placas gris 
Se mueven una a otra como mantas de cristal 
Caídas en los prados; del misterioso bosque 
Aparece la luna a los campos azures, 
Llenándolos con su ojo soberbio, triunfal. 

Sobre ondas lentas mueven balanceando 
Las naves antiguas sus esqueletos de madera; 
Pasando lentamente como sombras - llevan los lienzos hinchados 
Frente a la luna, que por ellos atraviesa, 
Y en rueda de fuego amarillo se queda su cara como un signo. 

Sobre orillas quebrantadas por la acción del mar 
El César todavía vela al lado del tronco doblado 
Del sauce melenudo - y extensas áreas del mar 
En círculos fulgurantes se inclinan al soplo 
Del céfir de la noche y suenan con cadencia. 

Le parecía que por el aire en la noche estrellada, 
Pisando sobre cumbres de bosques, sobre la grandeza de las aguas, 
Pasaba con barba alba - sobre su frente oscurecida 
Su corona de paja colgaba seca - 
El anciano rey Lear. 

Asombrado miraba el césar a la sombra de las nubes 
A través de rizos cuyas estrellas temblando transparen, 
Se abre en su mente todo el sentido de los cuadros 
De la vida brillante. 

Los ecos de los pueblos 
Parecen voces que visten a un mundo de amargura : 

En cualquier hombre el mundo hace su intento, 
El viejo Demiurgos hace esfuerzos en vano; 
En cualquier mente el mundo pone la pregunta 
Nuevamente : ¿ de dónde viene y a dónde va la flor 
De los deseos oscuros plantados en el abismo ? 

La entera semilla del mundo, su deseo y su gloria, 
En el corazón de cualquiera es viviente y escondido, 
Arrojo de azar, como el árbol que florece 
En cualquier flor intenta su plena naturaleza, 
Pero en su búsqueda de dar frutos la mayoría mueren. 

Así el fruto humano en su camino hiela, 
Se petrifica uno en esclavo, otro en emperador, 
Cubriendo con sentidos su pobre vida 
Y mostrando al sol la cara de su miseria - 
La cara - por que el sentido es el mismo para todos. 

Eternamente los mismos anhelos mascados con la misma ropa, 
Y en toda la humanidad eternamente el mismo hombre - 
Bajo muchas formas aparece el cruel secreto de la vida, 
A todos engaña, a nadie se le divulga, 
Deseos infinitos plantando en un átomo. 

Cuando sabes que éste sueño acaba con la muerte, 
Que después de ti se quedan todas como fueron, si enmendas 
Todo lo que puedes en el mundo - entonces te cansa 
La eterna carrera. 

y un pensamiento te tienta; 
Que es sueño de la muerte-eterna la vida del mundo-entero. 

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