jueves, 27 de octubre de 2016

POEMAS DE RAÚL GÓMEZ JATTIN

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31 de mayo de 1945, Cartagena de Indias- 22 de mayo de 1997, Cartagena de Indias




“Yo te sé de memoria Dama enlutada


Señora de mi noche


Verdugo de mi día.


En ti están las fuentes de mi melancolía


Y del fervor de estos versos”.

CANCIÓN DEL AMOR SINCERO


Prometo no amarte eternamente,
ni serte fiel hasta la muerte,
ni caminar tomados de la mano,
ni colmarte de rosas,
ni besarte apasionadamente siempre.
Juro que habrá tristezas,
habrá problemas y discusiones
y miraré a otras mujeres
vos mirarás a otros hombres
juro que no eres mi todo
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir,
aunque te extraño a veces.
Prometo no desearte siempre
a veces me cansaré de tu sexo
vos te cansarás del mío
y tu cabello en algunas ocasiones
se hará fastidioso en mi cara
Juro que habrá momentos
en que sentiremos un odio mutuo,
desearemos terminar todo y
quizás lo terminaremos,
mas te digo que nos amaremos
construiremos, compartiremos.
¿Ahora si podrás creerme que te amo?


QUE TE VAS A ACORDAR ISABEL


Que te vas a acordar Isabel
de la rayuela bajo el mamoncillo de tu patio
de las muñecas de trapo que eran nuestros hijos
de la baranda donde llegaban los barcos de La
Habana cargados de…
Cuando tenías los ojos dorados
como pluma de pavo real
y las faldas manchadas de mango
Qué va
tú no te acuerdas
En cambio yo no lo notaste hoy
no te han contado
Sigo tirándole piedrecillas al cielo
Buscando un lugar donde posar sin mucha fatiga
el pie
Haciendo y deshaciendo figuras en la piel de la
tierra
y mis hijos son de trapo y mis sueños de trapo
y sigo jugando a las muñecas bajo los reflectores
del escenario
Isabel ojos de pavo real
Ahora que tienes cinco hijos con el alcalde
y te paseas por el pueblo con un chofer endomingado
ahora que usas anteojos
cuando nos vemos me tiras un “qué hay de tu vida”
frío en impersonal
Como si yo tuviera eso
Como si yo tuviera eso

LOLA JATTIN


Más allá de la noche que titila en la infancia
Más allá incluso de mi primer recuerdo
Está Lola – mi madre – frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo – mi viejo –
No sabe que en su vientre me oculto para cuando necesite
su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola – la muerta – aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
y el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez – la muerte – el tiempo incansable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso

DE LO QUE SOY


En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
y el resultado es especialmente doloroso
voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
Voces quebrada: ya pasaron tus días
La poesía es la única compañera
acostúmbrate a sus cuchillos
que es la única.

CASI OBSCENO

Si quisieras oír lo que me digo en la almohada
el rubor de tu rostro sería la recompensa
Son palabras tan íntimas como mi propia carne
que padece el dolor de tu implacable recuerdo
Te cuento ¿Sí? ¿No te vengarás un día? Me digo:
Besaría esa boca lentamente hasta volverla roja
Y en tu sexo el milagro de una mano que baja
en el momento más inesperado y como por azar
lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado
No soy malvado trato de enamorarte
intento ser sincero con lo enfermo que estoy
y entrar en el maleficio de tu cuerpo
como un río que teme al mar,
pero siempre muere en él.

Si las nubes no anticipan en sus formas la historia de los hombres


Si las nubes no anticipan en sus formas la historia de los hombres
Si los colores del río no figuran en los designios del Dios de las aguas
Si no remiendas con tus manos de astromelias las comisuras de mi alma
Si mis amigos no son una legión de ángeles clandestinos
Qué será de mí.


Ombligo de luna

«Dibujo tu perfil del faro a las murallas. 
Luz de alucinaciones son tus ojos de hierro. 
El mar salta en las piedras y mi alma se equivoca. 
El sol se hunde en el agua y el agua es puro fuego. 
Eres casi de sueño. Eres casi de piedra en el vaivén del tiempo.
Arquetipo amoroso firme en la turbia edad 
esa manera tuya de calmarme las lágrimas. 
De desbocar tu cuerpo contra el mío enloquecido 
como un potro en una llanura incendiada. 
De verter tus palabras en mi entendimiento 
cual veneno que cura la ausencia. 
De recordar cosas usadas y olvidadas 
con un vuelo que ilumina y asombra.
Es tarde amor. El mar trae tormenta. 
Hay una luna pálida que recuerda tu ombligo 
y unas nubes livianas y pesadas como tus manos 
beben sedientas. Así, cuando yo sobre tu boca muero».


Los poetas, amor mío

Los poetas, amor mío, son 
Unos hombres horribles, unos 
Monstruos de soledad, evítalos 
Siempre, comenzando por mí. 
Los poetas, amor mío, son 
Para leerlos. Mas no hagas caso 
A lo que hagan en sus vidas.


El amor brujo

He robado parte de tu cuerpo y de tu alma 
Le he tendido una celada a los recuerdos 
que aquí te recuerdo ¿Recuerdas amor? 
El cielo de la noche casi azul se asoma 
entre tus pestañas Noche vibrátil 
Una vez me fui hasta tu regió de monte 
enfermo de hongos y tristezas muy tristes 
Y aluciné con tu imagen alta y flexible 
galopando un caballo de nube Luego 
Venías por la tarde desde el Retiro de los Indios 
en tu carruaje blanco y yo iba a pie 
por la carretera Como un sonámbulo 
Sonríes desde lejos como si masticaras 
mi corazón entre tus colmillos 
Mis palabras le quitan a tu vida muerte 
Vives en este libro aunque te tengo miedo 
Aunque apenas si hemos hablado 
Pero te amo tanto como siempre 
Tanto como puedas imaginar 
Y estamos lejos 
Como el sol del mar




Consolación

Cuánta congoja agazapada 
Llevas, Eusebio 
El paisaje moral de tus contemporáneos 
Te afectó como una lepra blanca.
Eres demasiado sensible, muchacho 
Recógete en los libros, 
En tu alquimia, 
En el calor de tu madre.
El resto no vale la pena, Eusebio 
Son fantasmas 
Muchedumbres de fantasmas ebrios.


Elogio de los alucinógenos

Del hongo stropharia y su herida mortal 
derivó mi alma una locura alucinada 
de entregarle a mis palabras de siempre 
todo el sentido decisivo de la plena vida 
Decir mi soledad y sus motivos sin amargura 
Acercarme a esa mula vieja de mi angustia 
y sacarle de la boca todo el fervor posible 
toda su babaza y estrangularla lenta 
con poemas anudados por la desolación 
De la interminable edad adolescente 
otorgada por la cannabis sativa diré 
un elogio diferente Su mal es menos bello 
Pero hay imágenes en mi escritura 
que volvieron gracias a su embrujo enfermizo 
Ciertos amores regresaron investidos de fulgor 
eterno Algunos pasajes de mi niñez volcaron 
su intacta lumbre en el papel Desengaños 
de siempre me mostraron sus ví:sceras 
Hay quien confía para la vida en el arte 
en la frialdad inteligente de sus razonamientos 
Yo voy de lágrima en lágrima prosternado 
Acumulando sílabas dolorosas que no nieguen 
la risa Que la reafirmen en su cierta posibilidad 
de descanso del alma No de su letargo 
Voy de hospital en cárcel en conocidos inhóspitos 
como ellos Almas con cara de hipodérmica 
y lecho de caridad Entregándole mi compañía 
a cambio de un hueso infame de alimento 
Toda esa gran vida a los alucinógenos debo 
La delicadeza de un alma no está casi 
en los que se apropia Sino en el desprecio de ese estorbo 
sangriento cual banquete de Tiestes 
que la opulencia inconsciente ofrece vana y fútil


Un probable Constantino Cavafis a los 19

Esta noche asistirá a tres ceremonias peligrosas 
El amor entre hombres 
Fumar marihuana 
Y escribir poemas
Mañana se levantará pasado el mediodía 
Tendrá rotos los labios 
Rojos los ojos 
Y otro papel enemigo
Le dolerán los labios 
Y le arderán los ojos como colillas encendidas 
Y ese poema tampoco expresará su llanto

La soledad de Gómez Jattin

No sé dónde arderás ahora corazón mío 
Necesito entregarte siempre como esclavo Pobre de ti 
Es urgente que enfermes otra vez y otra vez
Qué voy a hacer contigo ahí desocupado 
como estúpida biología Vamos deshazte 
de tu pesadumbre y emprende vuelo
¿Qué te sugiere el momento? ¿Te gusta esa mirada 
envejecida pero atenta de tu buena sobrina? 
Ve y háblale de cuando lloró sin motivo 
O cuando de la risa se orinó en los calzones
O mejor recorre un campo y siembra un árbol suntuario 
O llévate cordel y una navaja 
y construye un barrilete y eleva con él tu soledad hasta las nubes
No No queremos los dos amigo mío hacer nada de eso 
Queremos acostarnos otra vez sobre su vientre 
Pero esos tiempos han pasado Su cuerpo y su deseo 
deambulan entre cines y bares de la urbe 
enfebrecidos detrás de otros cuerpos y otros deseos 
Y eso está bien Es su vida sin nosotros 
Tiene derecho también a un placer libre 
Allí está sola la luna y no se muere Solo está el viento 
Tú me tiene a mí 
Y a Nuestra Señora La Soledad de Gómez Jattin

Gracias, señor

Gracias, señor 
Por hacerme débil 
Loco 
Infantil 
Gracias por estas cárceles 
Que me liberan 
Por el dolor que conmigo empezó 
Y no cesa 
Gracias por toda mi fragilidad tan flexible 
Como tu arco 
Señor amor.


Deslumbramiento por el deseo

Instantáneo relámpago 
Tu aparición. 
Te asomas súbitamente 
En un vértigo de fuego y música 
Por donde desapareces.
Deslumbras mis ojos 
Y quedas en el aire.


Erótico imaginario

Está quieto el jardín soportando la tarde 
de un marzo que se anunciara ventoso
Tan fugaz que parece un enero
Penetrado de noche en limoneros y acacias 
Opalino a lo lejos en la frente del cielo 
El jardín se estremece por dentro
Entre ramas secas y hojas podridas 
dormitan escarabajos    Libélulas    Lagartos 
Un gato de ocio y maldad acecha una mariposa
De repente una casi invisible neblina desciende 
y posa su penumbra en la fronda 
acariciando el nudo de nuestros cuerpos 
con la misma dulzura lentísima 
con que yo mitad fuerza mitad miedo 
beso tu cuello y tu barba de negro cristal 
Está el jardín oloroso a sudor masculino 
a saliva de besos profundos que anhelan 
desatar el torrente del deseo en su cima 
y que fluyan las savias y descansen los cuerpos


El que no entendió nunca

Fuiste un testigo indolente 
Ni comprendiste 
Ni a ayudaste a la víctima.
Fuiste un cómplice de la perfidia y la ignorancia 
Tácitamente aceptaste 
Que aquel hombre no valía la pena.
Cuando lo llevaban al matadero 
Estabas cerca de él 
Y sólo miradas de rencor le prodigaste.
Cuando te preguntaron 
Si aquel amigo que aparecía en sus poemas eras tú 
Lo negaste airado.
Hoy que vives entre cosas cotidianas, 
¿Te olvidas de aquella época ilustre 
Cuando a tus pies tuviste la poesía?



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