viernes, 22 de julio de 2022

POEMAS DE LEÓN DE GREIFF UN AÑO MAS DE SU NATALICIO


Balada del mar no visto, ritmada en versos diversos

 

No he visto el mar.

 

Mis ojos

–vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;

mis ojos avizores entre la noche; dueños

de la estrellada comba;

de los astrales mundos;

mis ojos errabundos

familiares del hórrido vértigo del abismo;

mis ojos acerados de viking, oteantes;

mis ojos vagabundos

no han visto el mar...

 

La cántiga ondulosa de su trémula curva

no ha mecido mis sueños;

ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;

ni aturdió mi retina con el rútilo azogue

que rueda por su dorso...

Sus resonantes trombas,

sus silencios, yo nunca pude oír...:

sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;

ni su mutismo impávido cuando argentos y oros

de los soles y lunas, como perennes lloros

diluyen sus riquezas por el glauco zafir...!

 

No aspiré su perfume!

 

Yo sé de los aromas

de amadas cabelleras...

Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos

y frágiles y tibios;

de senos donde esconden sus hálitos las pomas

preferidas de Venus!

Yo aspiré las redomas

donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos;

las zábilas y mirras del mago Zoroastro...

Mas no aspiré las sales ni los iodos del mar.

 

Mis labios sitibundos

no en sus odres la sed

apagaron:

no en sus odres acerbos

mitigaron la sed...

Mis labios, locos, ebrios, ávidos, vagabundos,

labios cogitabundos

que amargaron los ayes y gestos iracundos

y que unos labios –vírgenes- captaron en su red!

 

Hermano de las nubes

yo soy.

Hermano de las nubes,

de las errantes nubes, de las ilusas del espacio:

vagarosos navíos

que empujan acres soplos anónimos y fríos,

que impelen recios ímpetus voltarios y sombríos!

Viajero de las noches

yo soy.

 

Viajero de las noches embriagadas; nauta

de sus golfos ilímites,

de sus golfos ilímites, delirantes, vacíos,

- vacíos de infinito..., vacíos...-Dócil nauta

yo soy,

y mis soñares derrotados navíos...

Derrotados navíos, rumbos ignotos, antros

de piratas...! el mar!

Mis ojos vagabundos

–viajeros insaciados- conocen cielos, mundos,

conocen noches hondas, ingraves y serenas,

conocen noches trágicas,

ensueños deliciosos,

sueños inverecundos...

Saben de penas únicas,

de goces y de llantos,

de mitos y de ciencia,

del odio y la clemencia,

del dolor

y el amar...!

 

Mis ojos vagabundos,

mis ojos infecundos...:

no han visto el mar mis ojos,

no he visto el mar!

 

 

Balada del tiempo perdido

 

I

El tiempo he perdido

y he perdido el viaje...

 

Ni sé adónde he ido...

Mas sí vi un paisaje

sólo en ocres:

desteñido...

 

Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas

de turbio pelaje,

de negras plumas.

Y luces mediocres. Y luces mediocres.

Vi también erectos

pinos: señalaban un dombo confuso,

ominoso, abstruso,

y un horizonte gris de lindes circunspectos.

Vi aves

graves,

aves graves de lóbregas plumas

-antipáticas al hombre-,

silencios escuché, mudos, sin nombre,

que ambulaban ebrios por entre las brumas...

Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas.

 

No sé adónde he ido,

y he perdido el viaje

y el tiempo he perdido...

 

II

El tiempo he perdido

y he perdido el viaje...

 

Ni sé adónde he ido...

Mas supe de un crepúsculo de fuego

crepitador: voluminosos gualdas

y calcinados lilas!

(otrora muelles como las tranquilas

disueltas esmeraldas).

¡Sentí, lascivo, aromas capitosos!

Bullentes crisopacios

brillaban lujuriosos

por sobre las bucólicas praderas!

Rojos vi y rubios, trémulos trigales

al beso de los vientos cariciosos!

¡Sangrantes de amapolas vi verde-azules eras!

Vi arbolados faunales:

versallescos palacios

fabulosos

para lances y juegos estivales!

Todo acorde con pitos y flautas,

comamusas, fagotes pastoriles,

y el lánguido piano

chopiniano,

y voces incautas

y mezzo-viriles

de mezzo-soprano.

Ni sé adónde he ido...

y he perdido el viaje

y el tiempo he perdido...

 

III

Y el tiempo he perdido

y he perdido el viaje...

 

Ni sé adónde he ido...

por ver el paisaje

en ocres,

desteñido,

y por ver el crepúsculo de fuego!

 

Pudiendo haber mirado el escondido

jardín que hay en mis ámbitos mediocres!

o mirado sin ver: taimado juego,

buido ardid, sutil estratagema, del Sordo, el Frío, el Ciego.

 

 

 

Canción de Dinarzada

 

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:

todo tu ser se le entregó a mi ruego!

todo tu ser se le rindió a mi Nada!

todo tu fuego se fundió en mi fuego!

 

¡Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

 

¡Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!

Es lumbre para mí la desolada

llanura yerma! Alígero navego

bajo la tempestad desmelenada!

 

¡Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

 

Tu grande corazón, tu alma extasiada,

tu espíritu finísimo, a mi ruego

se rindieron: donáronse a mi Nada!

Noche: en tus brazos únicos me entrego,

Dinarzada sutil, noche soñada...

 

¡Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

¡Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

 

 

Canción ligera

 

Me quedas tú, y me donas tu alegría

con el dolor, y tu miel deleitable

con el acerbo aloe.

Me quedas tú, y la luz que tu alma cría

dentro la tenebrura inenarrable

de mi yo solitario:

 

Siempre loe

tu don ilusionario.

 

Me quedas tú, y el claro sortilegio

de tus ojos rïentes: con su hechizo

mi soledad se puebla.

 

Me quedas tú, y tu risa, cuyo arpegio

me embriaga, y tu tesoro de oro cobrizo

solaz del alma sola:

 

La gris niebla

tu regalo aureola.

 

Me quedas tú, y el filtro que tu ardida

boca frutal, sombreada, en mis febriles

resecos labios vierte.

 

Me quedas tú, la ingenua enardecida,

me quedas tú, la experta, de sutiles

tácticas retrecheras:

 

Vida. Muerte.

Lo que quieras.

 

 

Canción nocturna

 

En tu pelo está el perfume de la noche

y en tus ojos su tormentosa luz.

El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.

Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.

 

La noche está en tu frente morena, erguida y frágil

y en tus brazos que un vello sutil aterciopela.

La noche está en recónditos parajes de tu cuerpo:

-la noche perfumada de nardo y de vainilla y de canela...

 

La noche está en tus ojos brunos, iridiscente:

constelaciones bullen en su vivaz burbuja.

La noche está en tus ojos brunos, cuando los cierras:

noche definitiva, noche agorera, noche bruja.

 

En tus oídos, toda la música de la noche

se refugia, y te arrulla con su vago susurro.

En tus oídos, toda la música de la noche,

y en tu voz, y en tu risa, y en tu tácito llanto...

 

En tu frente, su angustia latente insomne yerra,

y en tu pecho amoroso su tormentosa luz.

En la noche sortílega, sortílego discurro...

El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.

Tus manos son dos pálidas lunas sobre mi frente.

 

Clavos en ti me clavan, oh Noche deleitosa!

noche...! tibio madero de mi cruz!

 

 

Canción nocturna 2

 

Mañana sí veré con ojos jubilosos

la luz, la luz del día;

 

en pleno día miraré la noche fúlgida,

en pleno día oiré sus cánticos, absorto,

los cantos de la noche única!

en pleno día

respiraré el aroma de la noche estremecida!

 

Yo besaré los labios de la noche:

y mis manos febriles

pondrán presas sus manos tibias

y oprimirán los flancos de la noche

y los muslos -vía láctea-, los muslos siderales de la noche;

y mis manos febriles

retozarán en cálidos oteros

y odorantes colinas

y jardines ocultos de la noche...

 

Yo escrutaré los ojos de la noche:

me beberé el fulgor de sus pupilas

por saber si es amor ese fulgor...:

-por saber si es amor el hondo efluvio,

el tormentoso exálito que efunde la melena de la noche,

me embriagaré en su bruna cabellera...:

por saber si es amor todo el perfume

que envuelve el cuerpo en ascuas de la noche,

yo estrecharé en mis brazos el cuerpo de la noche...

 

Mañana sí veré con ojos jubilosos

la luz, la luz del día:

 

en pleno día miraré la noche fúlgida,

en pleno día oiré sus cánticos, absorto,

los cantos de la noche única!

en pleno día

aspiraré el aroma de la noche estremecida!

 

 

Cancioncilla

 

Quise una vez y para siempre

-yo la quería desde antaño-

a ésa mujer, en cuyos ojos

bebí mi júbilo y mi daño...

 

Quise una vez -nunca así quise

ni así querré, como así quiero-

a ésa mujer, en cuyo espíritu

fundí mi espíritu altanero.

 

Quise una vez y desde nunca

-ya la querré y hasta que muera-

a ésa mujer, en cuya boca

gusté -otoñal- la primavera.

 

Quise una vez -nadie así quiso

ni así querrá, que es arduo empeño-

a ésa mujer, en cuyo cálido

regazo en flor ancló mi ensueño.

 

Quise una vez -jamás la olvide

vivo ni muerto- a ésa mujer,

en cuyo ser de maravilla

remorí para renacer...

 

Y ésa mujer se llama... Nadie,

nadie lo sepa -Ella sí y yo-.

Cuando yo muera, digas -sólo-

quién amará como él amó?

 

 

Cancioncilla 2

 

Tú coronas mis quince lustros

con el cíngulo de tus brazos,

con el cíngulo de tus muslos,

con el perfume de tus labios,

con el éxtasis de tu júbilo

-cabrilleante por los lagos

auriendrinos, hondos carbundos-.

 

Con la tersura de tus manos,

con el ardor de tu combusto

tesoro en flor, que orna melado

toisón en rizos: el refugio

fragante, que al híspido fauno

tú le donas, -intercolumnio-:

oasis tibio entre alabastros.

 

Tú coronas mis quince lustros

con el hechizo de tus labios;

con el cíngulo de tus muslos,

con el cíngulo de tus brazos,

con tus fulgentes ojos rútilos,

con tus besos trémulos, ávidos,

-ora lustrales, ora lúbricos...-

 

Con la tersura de tus manos,

con tu voz rauca en el susurro,

con tus ímpetus inexhaustos,

con tus anhelos sitibundos

que el corazón hinchente: heraldos

de los mis goces y los tuyos,

-nuestra embriaguez y nuestro gaudio-.

 

Con el cíngulo de tus muslos,

con el cíngulo de tus brazos,

con el prodigio intercolumnio

con el regusto de tus labios...

Tú coronas mis quince lustros

con el brillo de tus ojazos,

-gémulas de móvil mercurio-.

 

Con tu voz grave, con tu osado

corazón fiero, con tu iluso

férvido ensueño, con tu claro

zahareño espíritu agudo.

Con el oreo de tu cálido

sexual exhálito y efluvio,

y prístino efluvio y exhálito.

 

con tu severo rictus duro,

con tu sonrisa en sobresalto,

con tu silencio o tu murmurio,

-tu pasional mezzo-soprano

que se asordina en el connubio...-

Con el cíngulo de tus brazos,

con el cíngulo de tus muslos...

 

con la caricia de tus manos,

con el éxtasis de tu júbilo,

con el éxtasis de mi gaudio,

con nuestros éxtasis en uno,

con el embrujo de tus labios,

coronaste mis quince lustros

y continúas coronándolos...

 

 

Divagación nocturna

 

Riela en mi alma tu recuerdo

como la luna sobre el mar...

 

En el silencio de mis noches

oigo tu voz aletear,

tu voz que me dice muy paso

que no me quieres olvidar...

 

En el silencio de mis noches,

-como la luna sobre el mar-

riela en mi alma tu recuerdo...

 

Veo el undívago vibrar

de las estrellas, en tus ojos...

 

Me embriaga el cálido aromar

de tu melena tenebrosa...

Tu frente, -un milagro lunar-

trasluce los puros anhelos

de tu querer, de tu ensoñar.

 

Se van mis horas solitarias

tras tu recuerdo, en un girar

de sueño y sueños ilusos...

(No los podremos realizar?)

 

Melancólico ensueño ilusorio

que justifica el vegetar

del ánima mía soberbia,

de mi espíritu singular...

Melancólico ensueño ilusorio...

(no lo podremos realizar...?)

 

Riela en mi alma tu recuerdo...

Siento en mi boca palpitar

el beso trémulo y perenne

con que nos hemos de besar...

miro en tus ojos de misterio

-como si fueran a llorar...-

todo el poema de la vida

que no pudimos realizar...

En tu nocturna cabellera

-nardos y lirios y azahar-

aspiro todos los perfumes

con que quisiera aletargar

mi quimérica pantomima

de soñar y soñar y soñar!

Está en tu grácil cuerpo fino

toda la euritmia del rimar...

Son tus manos palidecidad

-parece que fuera a nevar...-,

tus manos, lánguidas y breves,

pareja de lirios sin par!

Tus manos, que bendijeron

con su perdón, mi divagar

por arduos caminos oscuros

y muelles sendas del pescar...

 

Riela en mi alma tu recuerdo

como la luna sobre el mar...

En el silencio de mis noches

oigo tu voz aletear...,

tu voz, que me dice muy paso

que no me quieren olvidar!

 

Siento en mi frente ensombrecida

tus manos cándidas posar...

Siento en mi ardida frente gélida

el balsámico palpitar

de tus labios, que borran culpas

y que me quieren perdonar...

 

¡Melancólico ensueño ilusorio

de mi incoherente divagar!

Fantasía disparatada

de mi espíritu singular!

Delirio ingenuo que se trueca

-irónico y duro- en pesar...

¡Melancólico ensueño ilusorio

que no podremos realizar...!

 

Riela en mi alma tu recuerdo

como la luna sobre el mar.…!

 

 

Doble canción

 

I

Tengo una sed de vinos capitosos

-venusino furor, pugnas salaces,

ojos enloquecidos por el éxtasis,

bocas ebrias, frenéticos enlaces-.

 

Tú, Dinarzada, tú, fogosa mía,

tú, Melusina, vid de mis deseos:

 

¡dóname tu lagar tibio y recóndito!

quiero oprimir tus uvas!

 

                                  Y tus vinos

exprimir!

               -fulgurante filtro cálido

para mi sed de zumos citereos!

 

II

Tengo una sed de búdicos nirvanas

-xahareño no oír, callada acidia,

ojos enceguecidos por el éxtasis,

espiritual ardor, psíquica lidia-.

 

Tú, viaje azul, deliquio, noche intacta,

música..., oh tú, mi inasequible dueño:

 

            ¡llévame a tus refugios ataráxicos!

quiero tañer tus fibras!

 

                                              y el prodigio

de tu entraña exprimir!

                                              -don inefable

para mi sed de fugas y de ensueño.

 

 

Esta mujer es una urna...

 

Esta mujer es una urna

llena de místico perfume,

como Annabel, como Ulalume...

 

Esta mujer es una urna.

 

Y para mi alma taciturna

por el dolor que la consume,

esta mujer es una urna

llena de místico perfume...!

 

 

La luna blanca... y el frío...

 

La luna blanca... y el frío...

y el dulce corazón mío

tan lejano... tan lejano...

 

¡tanto distante su mano...!

 

La luna blanca, y el frío

y el dulce corazón mío

tan lejano...

 

Y vagas notas del piano...

Del bosque un aroma arcano...

Y el remurmurar del río...

 

Y el dulce corazón mío

tan lejano...!

 

 

 

Más breve

 

No te me vas que apenas te me llegas,

leve ilusión de ensueño, densa, intensa flor viva.

 

Mi ardido corazón, para las siegas

duro es y audaz...; para el dominio, blando...

 

Mi ardido corazón a la deriva...

No te me vas, apenas en llegando.

 

Si te me vas, si te me fuiste...: cuando

regreses, volverás aún más lasciva

y me hallarás, lascivo, te esperando...

 

 

Mi pobre amor se está yendo...

 

Mi pobre amor se está yendo...

yo me quedaré llorando...

La lluvia, leve, cayendo;

una nube, allá, glisando...

 

Mi pobre amor se está yendo.

 

Lejos, muy lejos!, soñando

la dulce amada, y tejiendo

su ilusión, me va matando...

Mi pobre amor se está yendo...

 

¿Qué pasa, que nada entiendo?

Qué pena se va a acercando?

 

La lluvia, leve, cayendo...

Una nube, allá, glisando...

La dulce amada tejiendo

su ilusión, que voy matando!

 

Mi pobre amor se está yendo...

Yo me quedaré llorando!

 

 

Nocturno N° 2 en mi bemol

 

                                                                                 (Scherzo Serloso)

 

I

Tiro los dados en el azul tapete de la noche

para jugar el albur supremo!

 

Juego mi vida!

La llevo perdida

sin remedio...!

Bien poco valía!

 

II

Juego mi vida contra una sonrisa de Venus Cipriota

hembra madura, parpadeante en acecho del primer cupido;

o contra la Osa Mayor

que ha de bailar en las ferias al són del adufe;

o contra el anillo de latón de Saturno, viejo verde,

taimado prestamista, insigne usurero;

o contra el rebaño de las Pléyades,

-vírgenes necias, capretinas locas-.

 

Juego mi vida contra la Cruz del Sur,

condecoración barata,

o contra un guiñar de ojos de Urano,

andrógino, equívoco planeta, ebrio Narciso;

o contra el diablo Aigoi,

veleta de Perseo, ágil funámbulo;

o contra la farola pintarrajeada

de Sirio, trovador nocharniego;

o contra el Cinto de Orión que apresa los flancos voluptuosos

de la Noche: febril sacerdotisa de los ritos secretos,

de las íntimas lides;

o contra un beso frío de la Luna

ofélida!

 

Tiro los dados en la azul alcatifa de la noche

para jugar el albur supremo!

 

Juego mi vida!

Bien poco valía!

La llevo perdida

sin remedio!

 

III

Para la burla de Venus Veleta

mi corazón es el premio;

y mi sonrisa -flor de indiferencia-.

 

Para las fechas del Sagitario

el amplio pecho,

y mi sonrisa -flor de cansancio-.

 

Para Scorpio

traicionero,

mis zancajos, y mi risa sin odio.

 

Para Shylock y su balanza,

mi carne, que es el precio,

y mi sangre -adehala.

 

Y para Zoilo y Compañía

-en el estuche del silencio-

la flor de la sonrisa.

 

Juego mi vida!

Bien poco valía!

La llevo perdida

sin remedio!

 

Juego mi vida, oh Noche, contra el abrazo perenne

de tu cuerpo moreno y felino, fogoso

o hecho ascuas de nieve!

Contra tu abrazo, oh Noche, Oh Sheherazada!

oh tú, Sacerdotisa de las íntimas lides,

de los ritos secretos!

 

Me extenúen tus besos profundos!

Me extinga entre tus brazos de terciopelo!

¡En tu seno aromoso me sepulte!

y naufrague en tus ojos de sombra y de lascivia y de misterio!

 

 

Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue....

 

Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue...

dejemos al amor y vamos con la pena,

y abracemos la vida con ansiedad serena,

y lloremos un poco por lo que tanto fue...

 

Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue...

 

Dejemos al amor y vamos con la pena...

Vayamos a Nirvana o al reino de Thulé,

entre brumas de opio y aromas de café,

y abracemos la vida con ansiedad serena!

 

Y lloremos un poco por lo que tanto fue...

por el amor sencillo, por la amada tan buena,

por la amada tan buena, de manos de azucena...

 

Corazón mentiroso! si siempre la amaré!

 

 

Rimas

 

Tímida, la palabra

de tus labios caía,

y en mi pálida frente

dolorosa y macabra,

toda melancolía

se regó, evanescente,

blanda, como un arrullo...

 

Oh tu voz adorable...

¡Voz única entre tantas!

(Bajo el influjo suyo

fue placer inefable

mi dolor...) -Hoy no encantas

este fúnebre yermo...

 

(No sé dónde se riega

-toda melancolía-

tu voz...) -Y estoy enfermo

porque tu voz no llega

a bañar de alegría

mi sufrir... en mi vida

dolorosa y macabra,

tal vez hubieran sido

para curar la herida,

tu voz y tu palabra

que yo jamás olvido...!

 

 

Ritmos

 

                                                                           A Rafael Maya

 

Atardecer.

Temor crepuscular...

Inquietudes que el véspero insinúa...

Luces violadas. Nombre de mujer

que escucho musitar

cuando el silencio se acentúa...

 

Angustia tremulenta.

Indeciso dolor

que no se nombra...

Indeciso dolor que se aposenta

-frío y taimado- en lo interior

de nuestra sombra!

 

Parpadear

lento,

undívago, ingrávido, en la penumbra...

y el mismo musitar

y el mismo acento

del nombre y de la voz que mi cansancio

    / apesadumbra!

Atardecer.

Campanas augurales.

Tristeza insomne, múltiple, que en su gris me

    / circuye:

y un rostro de mujer

tras los cristales,

que me mira y me nombra... y que me huye!

 

Abulia; anhelos

de languidez, de sueño..., ¡no sentir!

Escancio

tu licor, oh crepúsculo!, en los hielos

del cansancio...

tu licor en los hielos del morir!

 

Atardecer.

Temor crepuscular.

Inquietudes que el véspero insinúa.

Luces violadas. Nombre de mujer

que escucho musitar

cuando el silencio se acentúa!

 

Atardecer...

 

 

Ritornelo

 

"Esta rosa fue testigo"

de ése, que si amor no fue;

ninguno otro amor sería.

¡Esta rosa fue testigo

de cuando te diste mía¡

El día, ya no lo sé

-sí lo sé, mas no lo digo-

Esta rosa fue testigo.

 

De tus labios escuché

la más dulce melodía.

¡Esta rosa fue testigo:

todo en tu ser sonreía!

Todo cuanto yo soñé

de ti, lo tuve conmigo...

Esta rosa fue testigo.

 

¡En tus ojos naufragué

donde la noche cabía!

Esta rosa fue testigo.

En mis brazos te oprimía,

entre tus brazos me hallé,

luego hallé más tibio abrigo...

Esta rosa fue testigo.

 

¡Tu fresca boca besé

donde triscó la alegría!

Esta rosa fue testigo

de tu amorosa agonía

cuando del amor gocé

la vez primera contigo!

Esta rosa fue testigo.

 

"Esta rosa fue testigo"

de ése, que si amor no fue,

ninguno otro amor sería.

Esta rosa fue testigo

 

de cuando te diste mía!

El día, ya no lo sé

-sí lo sé, mas no lo digo-

Esta rosa fue testigo.

 

 

Señora, Dama, dueña de mis votos...

 

Señora, Dama, dueña de mis votos!

¿cuándo veré tus ojos encantados,

tus manos inasibles, tus dedos abusados,

y tus cabellos -piélagos ignotos-

 

Cuándo veré tus ojos encantados,

y oiré tu voz de ritmos sosegados...!

Pero serán todos mis sueños rotos

por el furor de inevitables notos...

y tus manos pequeñas -los dedos ahusados-

no curarán mis rudos alborotos,

ni darán paz a mis martirizados

labios, que ardieron odios y sedes y pecados...!

 

Señora, Dama, dueña de mis votos!

nunca veré tus ojos encantados,

ni tus cabellos -piélagos ignotos-

ni oiré tu voz de ritmos sosegados...,

ni besarán tus labios ambiciados,

sobre mi frente, mis ensueños rotos...!

 

 

Soneto

 

No te besé la boca sino cuando

me decías que el viento te besaba...

Si te gocé, ello fue si te gozaba

también Eros…: con él te iba gozando.

 

Yo sólo se decir como es "amando"

ni supe ni sabré como es "amaba"....

Más libre soy si tengo el alma esclava:

y esclavo soy, joyoso, duro y blando.

 

No te besé la boca, alta Fonoe

reticente, si no porque venusta

quemada del deseo, la ofrecías:

 

si te gocé, Belinda (o Nice, o Cloe

o Altacira) fue cuando combusta

pira de Eros, lujuriante, ardías...

 

 

Variaciones sobre un añejo temilla

 

                                                                                    «Venías de tan lejos...» 1935

 

                                                                                                                 Variación N° 5

 

Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.

 

Venías de tan lejos... Mejor que no llegaras...

Sonatas de silencio y en claves inaudibles

contúrbanme el sentido con tácita latencia.

Cantatas de silencio, con voces abolidas

me inundan, cataratas sordas, mudas, de hielo...

 

Venías de tan lejos... Mejor que no llegaras,

mejor que no advinieras...: llegabas de mí mismo.

Función, mito, entelequia, trasunto, resonancia

de malhadados sueños sin apenas relieves,

sin apenas volumen: fantasma de quimera,

claridad incorpórea, sombra de fantasía:

eco, luz, cavilancia

-verberación del sueño-,

poema sin raigambre para en jamás escrito.

Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.

 

Venías de tan lejos... Mejor que te quedaras...

 

Sonatas de sortílego fervor -imperfectibles-

contúrbanme el sentido -substancia sin presencia-.

Cantatas jubilosas, patéticas, transidas,

me invaden, cataratas de pasión sin anhelo.

 

Venías de tan lejos, mejor que te quedaras,

mejor que no advinieras: te nutría mi abismo.

 

Eras trasunto: recolmaste mi espíritu y mi estancia.

Eras mis sueños y resueños inútiles y densos o asaz leves.

Función o Cavilancia. Fata irreal, y única, y verdadera.

Claridad, eco, sombra, lumbre: si todo a ti me asía!

Substancia, resonancia,

ficción... Cordial, filtro o beleño...

 

Poema incorporado. Rito sensual, Sollozo, Extasis. Grito.

Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.

Tomado de:

http://amediavoz.com/greiff.htm

 

 

Tergiversaciones

 

I

 

Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa

dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso

suelo rimar —en verso de contorno difuso—

mi viaje byroniano por las vegas de Zipa...,

 

tal un ventripotente agrómena de jipa

a quien por un capricho de su caletre obtuso

se le antoja fingirse paraísos... al uso

de alucinado Pöe que el alcohol destripa!,

 

de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,

de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén, y

en fin... hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!

 

Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!

tánta industria novísima! ¡tánto almacén enorme!

Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos...

(1916)

 

 

Relato de sergio stepansky

Juego mi vida!

Bien poco valía!

La llevo perdida

sin remedio!

Erik Fjordsson.

 

Juego mi vida, cambio mi vida.

De todos modos

la llevo perdida...

 

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,

la dono en usufructo, o la regalo...

 

La juego contra uno o contra todos,

la juego contra el cero o contra el infinito,

la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,

en una encrucijada, en una barricada, en un motín;

la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,

a todo lo ancho y a todo lo hondo

—en la periferia, en el medio,

y en el sub-fondo...

 

Juego mi vida, cambio mi vida,

la llevo perdida

sin remedio.

 

Y la juego —o la cambio por el más infantil espejismo,

la dono en usufructo o la regalo...:

o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:

todo, todo me da lo mismo:

lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo...

 

Todo, todo me da lo mismo:

todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo

donde se anudan serpentinos mis sesos.

 

Cambio mi vida por lámparas viejas

o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:

—por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:

por los colgajos que se guinda en las orejas

la simiesca mulata,

la terracota nubia,

la pálida morenaza, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:

cambio mi vida por un anillo de hojalata

o por la espada de Sigmundo,

o por el mundo

que tenía en los dedos Carlomagno: —para echar a rodar

la bola...

 

Cambio mi vida por la cándida aureola

del idiota o del santo;

la cambio por el collar

que le pintaron al gordo Capeto;

o por la ducha rígida que le llovió en la nuca

a Carlos de Inglaterra;

la cambio por un romance, la cambio por

un soneto;

por once gatos de Angora,

por una copla, por una saeta,

por un cantar;

por una baraja incompleta;

por una faca, por una pipa, por una sambuca...

 

o por esa muñeca que llora

como cualquier poeta.

 

Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos (con arreboles);

por un gorila de Borneo;

por dos panteras de Sumatra;

por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra—

o por su naricilla que está en algún Museo;

cambio mi vida por lámparas viejas,

o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...

 

¡o por dos huequecillos minúsculos

—en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres, toda la hartura, todo el fastidio, todo el horror que

almaceno en mis odres...!

 

Juego mi vida, cambio mi vida.

De todos modos

la llevo perdida...

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/184-084-leon-de-greiff?start=2

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