viernes, 15 de julio de 2022

POEMAS DE ÓSCAR ACOSTA


Carta desde Torremolinos

 

Un laurel es tu mano entre mi mano

y agua unitiva el río de tu brazo,

ansias somos unidas por un lazo

tenso de resistir y cotidiano.

 

El roce de tus labios no fue en vano

y para comprobarlo te doy plazo:

sobre mi pecho de hombre está tu trazo

y tu aliento a mi boca está cercano.

 

Mujer ausente y todopoderosa

no deseo olvidar tu cuerpo fino,

ni tu caricia misericordiosa.

 

Amo tu risa de fulgente lino

y al recordarte ahora, dolorosa

se me vuelve la sangre y agrio el vino.

 

 

El fuego

 

Frotó el indio la yesca,

el pedernal, el pino

con otro pino viejo,

la madera, las hojas

de roble, la corteza

de los ceibos caídos,

el cuerpo del animal

salvaje, el carbón

mineral endurecido.

 

El mundo cambió entonces

otro espejo movible

que no era el del agua,

alzó su brazo rojo

en la espesa maleza,

en el ámbito crudo

de miles de años

a la sombra, iluminados

solamente por el rayo

o por el centelleo

de los lúcidos ojos

de las fieras.

 

Tú te callaste entonces

viendo crecer la lengua

clarísima, la llama

que levantó su lanza,

su corona de espinas

y que lamió la noche

como animal salvaje.

Ante tu limpio rostro

de indígena doncella

nacía otro milagro:

el milagro del fuego.

 

 

El nombre de la Patria

 

Mi patria es altísima.

No puedo escribir una letra sin oír

el viento que viene de su nombre.

Su forma irregular la hace más bella

porque dan deseos de formarla, de hacerla

como a un niño a quien se enseña a hablar,

a decir palabras tiernas y verdaderas,

a quien se le muestran los peligros del mundo.

 

Mi patria es altísima.

Por eso digo que su nombre se descompone

en millones de cosas para recordármela.

Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.

Venía en los caballos y en los fuegos

que mis ojos han visto y admirado.

Lo traían las muchachas hermosas en la voz

y en una guitarra.

 

Mi patria es altísima.

No puedo imaginármela bajo el mar

o escondiéndose bajo su propia sombra.

Por eso digo que más allá del hombre,

del amor que nos dan en cucharadas,

de la presencia viva del cadáver,

está ardiendo el nombre de la patria.

 

 

El rostro

 

De tu rostro purísimo y resplandeciente

surge una luz silenciosa

que todo lo desnuda, descubre

paraísos y mares de ceniza,

oculta sombras con su bella campana

y vuela como un pájaro.

Olvidar tu rostro es ahogar el corazón,

tratar de ignorarlo es vivir

a ciegas, dando tumbos;

no es necesario volver a decir

que tu rostro nos promete un reino

en un universo inmóvil y destruido.

 

 

Escrito en piedra

 

Yo vi, joven señora,

su bello cuerpo

entre las piedras

como una orquídea.

 

No había fuego entonces

al servicio del hombre,

ni dúctiles metales

mostraban al asombro

del primitivo ser

sus formas.

 

Andábamos descalzos

como niños,

desnudos como peces

en el agua

y corríamos libres

como ágiles leopardos

 

Era el año dos mil

o cuatro mil

antes de Jesucristo.

Las tribus combatían

con pedernales,

con piedras

y cuchillos.

 

Antes de ir al combate

pinto estos signos

en la pared antigua

de una cálida cueva,

junto a otros símbolos

que mis antepasados

en ocasiones similares

escribieron.

 

Ignoro quién recogerá

estas frases.

Es posible que entonces

no seamos, tú y yo,

ni estática ceniza

ni barro sumergido.

Desde mi monarquía

compartida, te recuerdo.

Y si volvieras a nacer

te prometo que siempre

serías, como ahora lo eres,

mi mujer y mi reina.

 

II

En la mesa veo frutas,

agua en los cántaros,

peces con los ojos abiertos

en las cuerdas del patio,

el maíz calentándose en los cuartos.

 

El cazador soy yo,

el cazador que sale

en la noche a buscar

el alimento diario,

las hojas para el lecho,

la fibra para el manto,

la flor para tu pelo,

la piel para el zapato.

 

Hoy te traigo una flor

selvática, una luna caída,

un perfume barato,

yo quiero que la pongas

en tu pecho blanquísimo,

en tu seno cubierto

con cuero de venado.

 

Eso te traigo ahora,

compañera mía, ojo

para mi llanto.

 

III

Para ti las fúlgidas naranjas,

la dura carne de las ciruelas,

el azúcar mojado de la piña,

la suavísima daga del plátano,

la invicta blancura de la caña,

el agua limpia del cocotero,

el vello niño del durazno,

la división de la guanábana,

la aristocracia de la manzana

y la tristeza de la guayaba.

 

Para ti todo eso con la mano

que recoge en el monte la fruta,

la deja en la mesa de cedro

y la corta todas las mañanas.

 

 

Formas del amor

 

                                           "Niña invicta,

                                            te he visto ya en las onzas españolas"

                                            Medardo Mejía

 

Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,

tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,

tu cabellera suave,

tu corazón pequeño.

 

Oye la campana del día

apagando el luto de la noche

mira la luz que silenciosamente nos cubre,

mira el cielo:

ese jardín sobre tu pecho;

respira el aire quieto

que el ruiseñor anuncia con su lanza,

conduce tu desamor

a un lago sepultado

y háblame con tus labios excelsos.

 

Llegué a sentir sobre las manos

el agua efímera,

el verano derribando sus torres,

el abismo cerrando sus ventanas,

el fruto abandonado,

el mar abriéndose las venas,

el fuego hundido,

hasta que tú, niña mía,

perfecta virgen repetida,

me entregaste tu rostro.

 

Veo de cerca la copa

confusa de las aguas,

busco tu claro nombre entre las rosas,

tu dulzura en la esencia de los árboles,

tu vigilia en el beso,

tu olor en los duraznos,

tu luz en el rocío

y me doy cuenta sorprendido

que todo me lo traes, niña mía,

con tu mano sagrada.

 

 

La estrella

 

Sobre mi pecho abatido por los golpes

está tu estrella tibia, dolorosamente azul,

diríase un cielo toda ella.

No quiebra el agua su perfecta dulzura,

su sencillez es transparente y tiene

el uniforme brillo de la lluvia alta.

Déjame este lucero, este cuerpo celeste

sembrando sobre mi pecho lleno de golpes,

estás ya tan humilde que tu nombre

se puede decir con respeto y con pequeñas

letras de amor, dios mío.

 

 

Los amantes

 

Los amantes se tienden en el lecho

y suavemente van ocultando las palabras y los besos.

Están desnudos como niños desvalidos

y en sus sentidos se concentra el mundo.

No hay luz y sombra para sus ojos apagados

y la vida no tiene para ellos forma alguna.

 

La hermosa cabellera de la mujer puede ser una rosa,

el agua tibia o un surtidor enamorado.

El fuego es solamente un golpe oscuro.

Los amantes están tendidos en el lecho.

Tomado de:

http://amediavoz.com/acosta.htm

 

 

 

Llegar a ti, entonces, es buscar

Llegar a ti, entonces, es buscar

la voz de un niño entre las multitud,

recoger el miedo interminable

que origina un viento nocturno,

iluminar el amor con una lámpara

de primitivo y de dulce aceite,

tocar con los dedos un pájaro de azúcar

que besa el cuello de las mujeres,

limitar la invasión de la nieve

que llega con sus armaduras de frío

y verte tranquilo y reposado

quemando el intacto silencio.

Tomado de:

https://www.postposmo.com/poemas-de-oscar-acosta/#Llegar_a_ti_entonces_es_buscar

 

 

La presencia en las cosas

 

Tienen algo de ti los vestidos que llevas, los botones

que protegen tu pecho de las miradas ávidas del mundo

o los zapatos que te conducen sobre la nieve y el sueño.

Algo de ti me llega al observar un color, aspirar un aroma

que deja alguien, una mujer o una niña, al pasar

por el viento y continuar su travesía entre las calles que conozco.

En los sucesos triviales, en los objetos humildísimos,

lo he repetido tantas veces, aquí o en otra parte,

me acerco a ti, a tu pequeño corazón, a las cosas que guardas

y no podría, aunque algún día lo intentara, escapar

de esta atracción que gira y que me invade.

 

 

(de Poesía menor, 1957)

 

 

Literatura innecesaria

 

Tú no apareces en los libros, no tienes

jerarquía en la tinta, no puedes

subir al monte de la palabra escrita,

al risco de la literatura.

Tú no sabes lo que es un hemistiquio,

un verso de pie quebrado,

dónde vivió Góngora y Argote,

quién era el Arcipreste.

Tú no figuras en ninguna décima,

en el agua liviana de un romance

o en el oro de las octava reales,

Ante tu poderío de mujer amorosa,

ante la realidad me duele

lo innecesario de la literatura.

 

(de Tiempo europeo, 1960)

 

 

Tu nombre

 

Entre escombros, entre flores

caídas en desgracia, entre el humo

que coloca su laurel en la estatua,

veo tu nombre tibio.

Es una palabra sin corona,

sin sorpresas ni luces soberanas,

sin vino confidente, sin deseos

formando un orden establecido.

Palabra sólo tuya

tu dulce nombre.

De no estar a tu lado

me acompaña y lo pronuncio a solas

como un ciego que solicita ayuda

para atravesar la calle.

De otro modo, la vida

no sería el milagro que es ahora

que tú existes.

 

 

Habitación cerrada

 

Entre cuatro paredes apareces

y desapareces.

El recuerdo es araña hilando fino,

ave golpeando las ventanas,

lluvia insistente.

Sé que regresarás. Que has ido

de compras con tu bolso de hilo,

con tus sólidos muslos

y con tus manos claras.

Sabes bien que te aguardo. Y eso hace

que regreses tarde. Que vengas

cuando cansado de esperarte

cierro los ojos para verte

rodeada por una luz dorada

y beso tu purísimo rostro

eternizado por la gracia

y ausente hace unas horas

de esta tristísima habitación cerrada.

 

 

Estación última

 

Como quien llega en tren

a la estación última de la vida

llegué a tus brazos absolutamente diáfanos.

 

Paraíso o bosque o virginal recipiente

me esperaban; vi las marismas lejanas

y los pantanos inmóviles.

Tu magia borraba todos los peligros.

 

Así viví los años, feliz y trémulo

ante tu beso mañanero,

ante la porción de cotidiano alimento

y el líquido que purifica los cuerpos

y une las existencias.

 

Mi pecho se hizo más cóncavo

para que cupiese más amor.

Tuve que dejarme crecer las manos

para tocar toda tu pureza

y alargar más las piernas

para llegar temprano a ti.

 

Todo te lo mereces. La miel

que las abejas traen. El rocío

que llega a tu epidermis súbitamente.

Los geranios que crecen a la orilla de tu casa.

El agua hecha adorable materia.

 

Oh amada, río fulgurante,

pan cegador, fuego sagrado,

eres lo mejor de la vida,

lo más alto, lo que deseado

y ahora tengo a mi lado

para siempre.

 

 

La ciudad

 

Esta ciudad de fieras y cuchillos,

rodeada por la selva y por los lagos

de aire melódico, cercada por los pájaros,

inundada por la maravilla de los soles,

es una ciudad redonda y varia

como las piedras verdes del río,

como las llamas del potente roble,

como los espejos de la vigilia.

 

Ciudad de hombres y mujeres

bellas y feas.

Colectiva visión

de seres humanos y bestias

aturdidas por el tiempo.

 

Lejos de esta ciudad soy otro,

distinto a todos

los habitantes de este sitio.

Solo tu amor me acerca al paisaje que vi

por vez primera, que me dio luz y sombra,

que amo y odio confusamente

por ser suelo sin paz,

tierra golpeada todavía.

 

(de Escritura amorosa, 1962)

 

 

Mi país

 

Mi país está hecho de niños

ciegos,

de mujeres olorosas a ropa,

de sujetos violentos,

de ancianos

de bruces sobre el olvido.

 

Escribo sobre la piel de la patria

arrugada como un lienzo

o como una túnica endurecida.

 

Y quiero que lo que diga

no sea sólo amor acumulado,

verdes ramos sobre los hombros

de marmóreos héroes,

música de tambores

de hojalata.

 

Un hombre de pie

puede tocar sin miedo

a los astutos reptiles.

 

 

Archivero mayor

 

En los libros encuentras

voces errantes de mi país,

secretos de gobierno,

cóleras populares reprimidas

y cobardías.

 

Los viejos infolios

son cortezas

que forman

el árbol de la patria.

 

En las gacetas oficiales,

en las históricas proclamas,

en los hebdomadarios,

en las amarillentas hojas sueltas

aparece la mano vulgar

del dictador instruido,

del caudillo

y del locuaz parlamentario

que compararon con una mula.

 

Se oye el ruido de cadenas

y los lamentos de los prisioneros

en la torre de papel sellado

de los juicios amañados.

 

Qué piensas del pasado,

sonriente abuelo del archivo,

magnánimo varón bibliotecario,

tú que conversas con horrísonos libros,

con las cursis revistas de la época

y con ex funcionarios.

 

Mas lo que importa ahora

es el futuro

de este país

que habitan

obedientes

y tímidos

vasallos

 

(de Mi país, 1971)

Tomado de:

http://sinalefa.blogspot.com/2012/03/poemas-de-oscar-acosta.html

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