jueves, 10 de noviembre de 2022

POEMAS DE ARTHUR RIMBAUD REVISITADO EN SU MUERTE


VOCALES

 

A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales

algún día diré vuestro nacer latente:

negro corsé velludo de moscas deslumbrantes,

A, al zumbar en tomo a atroces pestilencias,

 

calas de umbría; E, candor de pabellones

y naves, hielo altivo, reyes blancos, umbelas

que tiemblan. I, escupida sangre, risa de ira

en labio bello, en labio ebrio de penitencia;

 

U, ciclos, vibraciones divinas, verdes mares,

paz de pastos sembrados de animales, de surcos

que la alquimia ha grabado en las frentes que estudian.

 

O, Clarín sobrehumano preñado de estridencias

extrañas y silencios que cruzan Mundos y Ángeles:

O, Omega, fulgor violeta de Sus Ojos.

 

 

EL SUEÑO DEL ESCOLAR

Era la primavera, y Orbilio languidecía en Roma, enfermo, inmóvil:

entonces, las armas de un profesor sin compasión iniciaron una tregua:

los golpes ya no sonaban en mis oídos

y la tralla ya no cruzaba mis miembros con permanente dolor.

Aproveché la ocasión: olvidando, me fui a las campiñas alegres.

Lejos de los estudios y de las preocupaciones

, una apacible alegría hizo renacer mi fatigada mente.

Con el pecho hinchado por un desconocido y delicioso contento,

olvidé las lecciones tediosas y los discursos tristes del maestro;

disfrutaba al mirar los campos a lo lejos y los alegres milagros de la tierra primaveral.

Cuando era niño, sólo buscaba los paseos ociosos por el campo:

sentimientos más amplios cabían ahora en mi pequeño pecho;

no sé qué espíritu divino le daba alas a mis sentidos exaltados;

mudos de admiración, mis ojos contemplaban el espectáculo;

en mi pecho nacía el amor por los cálidos campos:

como antaño el anillo de hierro que al amante de Magnesia atrae,

con una fuerza secreta, atándolo sin ruido gracias a invisibles ganchos.

Mientras, con los miembros rotos por mis largos vagabundeos,

me recostaba en las verdes orillas de un río,

adormecido por su suave susurro, llevado por mi pereza

y acunado por el concierto delos pájaros y el hálito del aura,

por el valle aéreo llegaron unas palomas,

blanca bandada que traía en sus picos guirnaldas de flores cogidas por Venus,

bien perfumadas, en los huertos de Chipre.

Su enjambre, al volar despacioso, llegó al césped donde yo descansaba, tendido,

y batiendo sus alas a mi alrededor, me rodearon la cabeza,

liándome las manos, con una corona de follaje

y, tras coronar mis sienes con ramos de mirto aromado, me alzaron, por los aires,

cual levísimo fardo…

Su bandada me llevó por las altas nubes, adormecido bajo una fronda de rosas;

el viento acariciaba con su aliento mi lecho acunado suavemente.

Y en cuanto las palomas llegaron a su morada natal, al pie de una alta montaña,

y se alzaron con un vuelo rápido hasta sus nichos suspendidos,

me dejaron allí, despierto ya, abandonándome.

¡Oh dulce nido de pájaros!…

Una luz restallante de blancura, en tomo a mis hombros,

me viste todo el cuerpo con sus rayos purísimos:

luz en nada parecida a la penumbrosa luz que, mezclada con sombras,

oscurece nuestras miradas.

Su origen celeste nada tiene en común con la luz de la tierra.

Y una divinidad me sopla en el pecho un algo celeste y desconocido,

que corre por mí como un río.

Y las palomas volvieron trayendo en su pico una corona de laurel trenzada

semejante a la de Apolo cuando pulsa con los dedos las cuerdas;

y cuando con ella me ciñeron la frente,

el cielo se abrió y, ante mis ojos atónitos, volando sobre una nube áurea,

el mismo Febo apareció, ofreciéndome con su mano el plectro armonioso,

Y escribió sobre mi cabeza con llama celeste estas palabras:

«SERAS POETA» …

Al oírlo, por mis miembros resbala un calor extraordinario, del mismo modo que, en su

puro y luciente cristal, el sol enardece con sus rayos la límpida fuente.

Entonces, también las palomas abandonan su forma anterior:

el coro de las Musas aparece, y suenan suaves melodías;

me levantan con sus blandos brazos,

proclamando por tres veces el presagio y ciñéndome tres veces de laureles.

 

De VERSOS ESCOLARES – Poemas en latín


MUERTOS DEL 92

Franceses de Mil ochocientos setenta,

bonapartistas, republicanos, acordaros

de vuestros padres de Mil setecientos

noventa Y DOS, ETC.

PAUL CASSAGNAC.

-Le Pay

 

Muertos del Noventa y dos y del Noventa y tres,

que, pálidos del beso que da la libertad,

tranquilos, destrozasteis con los zuecos el yugo

que pesa sobre el alma y la frente del mundo;

 

Hombres extasiados, grandes en la tormenta,

vosotros, cuyo amor brincó envuelto en harapos,

soldados que la Muerte sembró, Amante noble,

para regenerarlos, por los antiguos surcos;

cuya sangre lavó la grandeza ensuciada.

Muertos allá en Valmy, en Fleuru, en Italia,

millón de Cristos, Muertos, de ojos dulces y oscuros;

dormid con la República, mientras nosotros vamos

doblados bajo reyes como bajo una tralla.

-Pues son los Cassagnac los que ahora os recuerdan

 

EL DURMIENTE DEL VALLE

Es un claro del bosque donde canta un río

Cuelgan alocadamente de las hierbas harapos

De plata; donde el sol de la altiva montaña

Luce: es un pequeño valle espumoso de luz.

Un soldado, joven, boquiabierto, cabeza desnuda

La nuca bañada en el frescor azul,

Duerme; está tumbado en la hierba, bajo el cielo,

Pálido en su verde lecho donde llueve la luz.

Los pies en los gladiolos, duerme. Sonriendo como

sonreiría un niño enfermo, se echa un sueño:

Naturaleza, mécelo cálidamente: tiene frío.

Ya no le estremecen los perfumes;

Duerme en el sol, la mano sobre el pecho,

Tranquilo. Tiene dos agujeros rojos en el costado derecho.

 

Traducción Claire Deloupy De Poesía y otros textos

 

 

EL BARCO EBRIO

Cuando yo descendía los ríos impasibles,

De pronto me sentí libre de sirgadores;

Los habían cazado pieles rojas horribles

Y clavado desnudos en postes de colores.

 

A mis tripulaciones siempre fui indiferente,

Con mis trigos flamencos o mi algodón inglés.

Cuando todo el mundo cesó con esa gente,

Los ríos me dejaron en libertad después.

 

Entre los movimientos de mareas bizarras,

¡Yo, en invierno, más sordo que un cerebro de infante,

¡Corrí! Y las penínsulas que soltaron amarras

No padecieron nunca un caos más triunfante.

 

La tempestad bendijo mis auroras marítimas.

¡Más liviano que un corcho dancé sobre las olas

Que se llaman eternas portadoras de víctimas,

¡Sin añorar el ojo tonto de las farolas!

 

Más dulce que a los niños las manzanas primeras,

El agua verde entró en mi casco de pino

Y dispersó el timón y lavó mis maderas

De vómitos y manchas azuladas de vino.

 

Y desde aquel entonces me bañé en el Poema

Lactescente del Mar, por astros penetrado;

Tragué el azur verdoso donde, absorto en su tema

Flota y a veces baja pensativo un ahogado.

 

Donde tiñen de pronto el azul que delira

En ritmos lentos bajo el diurno esplendor,

Más fuertes que el alcohol, más vastos que la lira,

Al fermentar, los rojos amargos del amor.

 

Los cielos en relámpagos he mirado estallar

Y también las resacas, las trombas, las corrientes:

La noche, el Alba hirviente como un palomar,

¡Y vi lo que creyeron ver algunos vivientes!

 

Vi el sol bajo tiznado de místicos horrores

Iluminar con coágulos enormes y violetas

Parecidos, en viejos dramas, a los actores,

A las olas que huían con sus fiebres secretas.

 

Soñé la noche verde con nieves infinitas

Que besaban los ojos de un mar que se levanta

En la circulación de savias inauditas,

¡Y el azul amarillo del fósforo que canta!

 

Seguí meses enteros, como las vaquerías

Histéricas, la ola hacia escollos apáticos

Sin pensar que los pies ígneos de las Marías

Pueden tirar de los Océanos asmáticos.

 

¡He topado, sabéis, increíbles Floridas

Donde asomaban ojos de panteras con pieles

¡De hombres! Arcoiris tirando como bridas,

En cielos submarinos, de verdosos tropeles.

 

¡Vi fermentar pantanos enormes, como trampas

¡Donde se pudre en medio del junco el Leviatán!

Vi deslizarse el agua por misteriosas rampas

Y vi los horizontes que hacia el abismo van.

 

¡Soles de plata, cielos de brasas encendidas,

Glaciares, varaduras en los golfos traidores

Donde boas gigantes por las chinches comidas

¡Se caen de los árboles entre negros olores!

 

¡Ah, mostrar a los niños esas criaturas vivas,

¡Esos peces de oro, esos peces cantantes!

Espumas de colores mecieron mis derivas

Y vientos inefables me alaron por instantes.

 

A veces, mártir harto de polos y ecuadores,

El sollozo del mar calmaba mi rolido

Y subía hacia mí sus prodigiosas flores,

Y yo era una mujer, de rodillas caído…

 

Isla casi, meciendo las disputas eternas

Y el estiércol de rápidas aves de ojos dorados,

Yo navegaba cuando, por entre mis cuadernas,

Caminando hacia atrás bajaban los ahogados.

 

O bien, barco perdido en bahías apáticas

Que hacia el éter sin pájaros arrastró el huracán,

Yo a quien los Monitores y las naves anseáticas

El casco ebrio de agua nunca reflotarán;

 

Libre, ardiente, trepado por las brumas violetas,

Yo que al igual que un muro hendí el cielo del sur,

Que llevo, dulce grato a los buenos poetas,

Sarpullidos de sol y gargajos de azur;

 

Que corría, manchado de lúnulas eléctricas,

Tabla loca escoltada por negros hipocampos,

Cuando el verano hundía con trompadas frenéticas

El cielo ultramarino en los adientes campos:

 

Yo que temblé al sentir en otras latitudes

El cielo del Behemont y los Maelströms inquietos,

Hilandero sin fin de azuladas quietudes,

¡Hoy añoro la Europa de antiguos parapetos!

 

Vi siderales archipiélagos, e islas

Con cielos delirantes libres al remador:

º—¿Duermes en esas noches sin fondo, allí te aíslas,

¿Millón de aves de oro, oh futuro vigor? —

 

¡Tanto lloré! Las albas son siempre melancólicas,

Toda luna es atroz y todo sol amargo:

El acre amor me hinchó de torpezas alcohólicas.

¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Y yo siga de largo!

 

Si algún agua de Europa deseo es esa charca

Oscura y fría donde hacia el rojo poniente,

En cuclillas un niño triste suelta una barca

Tan frágil como una mariposa reciente.

 

Olas, no puedo ya, lánguidas compañeras,

Seguir a los airosos cargueros de algodones,

Ni pasar a través de orgullosas banderas

Ni afrontar los horribles ojos de los pontones.

 

 

SOY EL SANTO

Soy el santo, rezando sobre la terraza,

-como los animales pacíficos pacen hasta el mar de Palestina

Soy el sabio del sillón oscuro.

Las ramas y la lluvia se tiran sobre el ventanal de la biblioteca.

Soy el peatón de la carretera a través de los bosques enanos;

el rumor de las esclusas cubre mis pasos.

Veo largamente la melancólica colada de oro del poniente.

Sería el niño abandonado sobre el muelle que se fue a alta mar,

el pequeño lacayo, siguiendo la alameda y cuya frente toca el cielo.

Ásperos son los senderos.

Los montículos se llenan de flores.

El aire está inmóvil.

¡Qué lejos están los pájaros y las fuentes!

Sólo puede ser el final del mundo, avanzando.

 

De "Iluminaciones"

Traducción Claire Deloupy

 

 

GUERRA

De niño, ciertos cielos afinaron mi óptica: todos los caracteres matizaron mi fisonomía. Los Fenómenos se conmovieron. — Hoy, la inflexión eterna de los momentos y el infinito de las matemáticas me impulsan por ese mundo en que padezco todos los acontecimientos civiles, respetado po la infancia extraña y los afectos enormes. — Sueño con una guerra, de derecho o de fuerza, de muy imprevista lógica. Es tan simple como una frase musical

 

Traduccción de Cintio –Vitier

 

 

 

DEMOCRACIA

«La bandera avanza hacia el paisaje inmundo, y nuestra jerga ahoga el tambor.

«En los centros alimentaremos la prostitución más cínica. Masacraremos las revueltas lógicas.

«¡En los países de pimienta y destemplanza! —al servicio de las más monstruosas explotaciones industriales o militares.

«Adiós aquí, no importa dónde. Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz; ignorantes para la ciencia, taimados para el bienestar; que reviente el mundo que avanza. Ésta es la verdadera marcha. Adelante ¡en camino!»

 

De: «Iluminaciones», 1874

Traducción de: Mauro Armiño

 

 

SALDO

¡En venta lo que los judíos no han vendido, lo que ni la nobleza ni el crimen han probado, lo que ignoran el amor maldito y la probidad infernal de las masas! Lo que ni el tiempo ni la ciencia necesitan re-conocer: ¡Las Voces reconstituidas; el despertar fraterno de todas las energías corales y orquestales y sus aplicaciones instantáneas; ¡la ocasión, única, de liberar nuestros sentidos! ¡En venta los Cuerpos sin precio, fuera de toda raza, de todo mundo, de todo sexo, de toda descendencia! ¡Las riquezas brotando a cada paso! ¡Saldo de diamantes sin control! ¡En venta la anarquía para las masas; la satisfacción irreprimible para los aficionados superiores; la muerte atroz para los fieles y los amantes! ¡En venta las habitaciones y las migraciones, de-portes, magias y confort perfectos, y el ruido, el movimiento y el porvenir que hacen! En venta las aplicaciones de cálculo y los saltos inauditos de armonía. Los hallazgos y los términos insospechados, posesión inmediata. Impulso insensato e infinito hacia los esplendores invisibles, hacia las delicias insensibles, — y sus secretos, enloquecedores para cada vicio — y su alegría aterradora para la multitud. En venta los cuerpos, las voces, la inmensa opulencia indiscutible, lo que no se venderá jamás. ¡Los vendedores no están finalizando el saldo! ¡Los viajantes no tienen que devolver su comisión en seguida!

Traduccción Cintio Vitier

 

 

SENSACIÓN

En los atardeceres azules de verano iré por los senderos,

picoteado por el trigo, a pisar la hierba menuda:

soñador, sentiré su frescura bajo mis pies.

Dejaré que el viento bañe mi cabeza desnuda.

No hablaré ni pensaré nada,

pero el amor infinito ascenderá en mi alma,

e iré lejos, muy lejos, igual que un bohemio,

por la Naturaleza, feliz como junto a una mujer.

 

De " Poesías y otros textos"

Traducción Claire Deloupy

Tomado de:

https://poesiamaspoesia.com/41-poesia-mas-poesia-arthur-rimbaud/

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