lunes, 14 de noviembre de 2022

POEMAS DE WILLIAM CULLEN BRYANT


Himno de la ciudad

No sólo en yermo llano,

Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,

El pensamiento humano

Puede a Dios contemplar presente y vivo;

Ni sólo oye su acento

Donde la onda retumba y silba el viento.

 

También aquí presente

Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,

Donde bulle la gente

Con vasta resonancia y vario giro

Entre muros, do ufana

Puso su sello audaz la industria humana.

 

Tu luz, vertida a mares

Del combo cielo, la ciudad inunda,

Penetra los hogares,

Espacio lleno de aire nos circunda;

Por ti el mar sus tributos

Nos da, y las costas sus preñados frutos.

 

Goza vital aliento

Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;

Y el sordo movimiento

De inmensa multitud que habla y se mueve,

Tu alto poder proclama

Cual tormenta que zumba o mar que brama.

 

Y a la hora del descanso,

Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;

Y aquel silencio manso,

Obra tuya también, te ofrece culto;

Tú, soberano dueño,

De la inerte ciudad guardas el sueño.

 

La voz del otoño

Murmurando a la contina

Sopla alada ventolina,

Y retostadas y rojas

Cual copos de luz, las hojas

Remolina.

 

Ya mustia campiña rasa,

Ya el árbol que el sol abrasa

Roza en blando movimiento;

Doquier de otoño el aliento

Corre y pasa.

 

Sobre el musgoso arroyuelo

Susurra, y saluda, al vuelo,

La última desierta flor

Que lánguida y sin color

Mira al cielo.

 

Y a rapaces bullidores

Llega, y besos voladores

Les da en ojos y mejillas,

Y deja atrás sus cuadrillas

Y clamores.

 

Y a lago y selva remota

Va triscando, y alborota

El más recóndito nido,

Do entre peñas escondido

Raudal brota.

 

Ni en la granja se guarece

Que alegre ninfa embellece,

Ni en concavidad repuesta;

Huye, y la cima traspuesta,

Desparece.

 

Di, ¿no te causa pesar,

Nunca haber de reposar,

Blanda brisa, ni en laderas

De los montes, ni en riberas

¿De la mar?

 

Perenne inquietud te asiste,

Para agitarte naciste,

Sin cesar, de Oriente a Ocaso;

Aura que detiene el paso,

Ya no existe.

 

Pienso que, dejando lloras,

Mil formas encantadoras

Que, doquiera que resbalas,

Con tus levísimas alas

Mal desfloras.

Tomado:

https://www.isliada.org/poetas/william-cullen-bryant/

 

 

Thanatopsis

 A quien en el amor a la naturaleza se comunica

con sus formas visibles, ella le habla

una lengua diversa; para sus horas más alegres

Ella tiene una voz de alegría, y una sonrisa

y una elocuencia de belleza, y se desliza

en sus meditaciones más oscuras, con una tierna

y sanadora simpatía, que roba

Su agudeza, antes de que él se dé cuenta. Cuando los pensamientos

de la última hora amarga vengan como una plaga

sobre tu espíritu, y las imágenes tristes

de la severa agonía, el sudario y el manto,

y las tinieblas sin aliento y la casa estrecha,

te hagan estremecer y enfermar de corazón; -

Ve, bajo el cielo abierto, y enumera

las enseñanzas de la naturaleza, mientras que de todos los alrededores de la

Tierra y sus aguas, y las profundidades del aire,

llega una voz quieta, aún unos días, y tú

El sol que todo lo contempla no verá más

En todo su curso; ni aún en la tierra fría,

donde tu pálida figura fue puesta, con muchas lágrimas,

ni en el abrazo del océano, existirá

tu imagen. La Tierra, que te alimentó, reclamará

Tu crecimiento, para ser resuelto a la tierra nuevamente,

Y, perdido todo rastro humano, entregando

Tu ser individual, irás

Para mezclarte para siempre con los elementos,

Para ser hermano de la roca insensible.

Y al perezoso terrón, que el rudo pretendiente

Vuelve con su parte y pisa. El roble

echará sus raíces al exterior y perforará tu molde.

 

 Sin embargo, no

te retirarás solo a tu lugar de descanso eterno, ni podrías desear a

Sillón más magnífico. Te acostarás

con los patriarcas del mundo infantil, con los reyes,

los poderosos de la tierra, los sabios, los buenos, las

bellas formas y los viejos videntes de las épocas pasadas,

todo en un solo sepulcro poderoso. Las colinas,

de nervaduras rocosas y antiguas como el sol, los valles se

extienden en pensativa quietud entre ellos;

Los bosques venerables, ríos que se mueven

en majestuosidad, y arroyos quejumbrosos

que hacen verdes los prados; y, derramado por todos

lados, el gris y melancólico desperdicio del Viejo Océano, no

son sino las solemnes decoraciones

de la gran tumba del hombre. El sol dorado,

los planetas, toda la hueste infinita del cielo,

están brillando en las tristes moradas de la muerte, a

través del quieto lapso de las edades. Todos los pasos del

globo son un puñado para las tribus

que duermen en su seno. Toma las alas

de la mañana, perfora el desierto de Barcan,

o piérdete en los bosques continuos

donde rueda el Oregón y no oye ningún sonido, salvo el

suyo. azotes, pero los muertos están allí:

y millones en esas soledades, desde

que comenzó la primera fuga de los años, los han puesto

en su último sueño; los muertos reinan allí solos.

 

 Entonces descansarás, y ¿qué pasa si te apartas

en silencio de los vivos y ningún amigo

toma nota de tu partida? Todo lo que respire

Compartirá tu destino. Los alegres se reirán

cuando tú te hayas ido, la solemne prole del cuidado

prosigue con paso lento, y cada uno, como antes, perseguirá a

su fantasma favorito; sin embargo, todos estos dejarán

su alegría y sus ocupaciones, y vendrán

y harán su lecho contigo. Mientras la larga cola

de las edades se desliza, los hijos de los hombres,

la juventud en la verde primavera de la vida, y el que va

en la fuerza de los años, matrona y doncella,

el niño mudo y el hombre canoso,

uno por uno. uno sea reunido a tu lado,

por aquellos que a su vez los seguirán.

 Vive para que cuando tu llamado venga a unirte a

la innumerable caravana, que se traslada

a ese reino misterioso, donde cada uno tomará

Su cámara en los silenciosos pasillos de la muerte,

No vayas, como el esclavo de cantera en la noche,

Azotado a su calabozo. , pero, sostenido y aliviado

por una confianza inquebrantable, acércate a tu tumba,

como quien se envuelve con las cortinas de su lecho

y se acuesta en sueños placenteros.

Tomado de:

https://hmong.es/wiki/Thanatopsis

 

 

EL SOL DE MAYO

 

El sol de mayo envuelve en esplendores

Prado y selva, de nuevo floreciente;

Mas la que a honrar venía estos verdores

Con sonrisa aún más pura y más fulgente,

En soledad reposa

Bajo la helada losa.

 

En larga copia blancas flores bellas

Asoman del camino en las orillas;

La que con mano que envidiaban ellas,

Cogiendo iba y juntando florecillas,

En soledad reposa

Bajo la helada losa.

 

Los pájaros al aura brillad ora

Esparcen sus concentos matutinos;

La que con voz más dulce y más canora

Convidome tal vez a oír sus trinos,

En soledad reposa

Bajo la helada losa.

 

La música del año que amanece,

La florida estación me causa enojos;

Mi espíritu se anubla y entristece,

Las lágrimas asoman a mis ojos;

Que ella ¡ay de mí! reposa

Bajo la helada losa.

 

 

HIMNO DE LA CIUDAD

 

No sólo en yermo llano,

Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,

El pensamiento humano

Puede a Dios contemplar presente y vivo;

Ni sólo oye su acento

Donde la onda retumba y silba el viento.

 

También aquí presente

Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,

Donde bulle la gente

Con vasta resonancia y vario giro

Entre muros, do ufana

Puso su sello audaz la industria humana.

 

Tu luz, vertida a mares

Del combo cielo, la ciudad inunda,

Penetra los hogares,

Espacio lleno de aire nos circunda;

Por ti el mar sus tributos

Nos da, y las costas sus preñados frutos.

 

Goza vital aliento

Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;

Y el sordo movimiento

De inmensa multitud que habla y se mueve,

Tu alto poder proclama

Cual tormenta que zumba o mar que brama.

 

Y a la hora del descanso,

Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;

Y aquel silencio manso,

Obra tuya también, te ofrece culto;

Tú, soberano dueño,

De la inerte ciudad guardas el sueño.

 

 

JUNIO (fragmento)

 

Allí, tras las largas, largas horas de verano

la luz dorada debería yacer

y espesas hierbas nuevas y ramas floridas

alzarse en el esplendor de su hermosura.

La oropéndola, hacer su nido y cantar

su cuento de amor, cerca de mi celda;

la mariposa que vaga

debería hallar reposo, y se oriría

a la abeja ajetreada y al colibrí.

 

¿Y qué si alegres gritos al mediodía,

que llegan desde el pueblo,

o canciones de doncellas, bajo la luna,

se mezclan con la risa de las hadas?

¿Y qué si en la luz crepuscular

los novios prometidos caminan junto

al monumento levantado en mi honor?

Me gustaría que en este lugar hermoso

no se vieran ni oyeran cosas tan tristes.

 

Lo sé, sé que no habría de ver

el glorioso espectáculo de la estación,

sé que sus rayos no brillarían para mí

ni fluiría ya su música silvestre;

pero si, alrededor de mi lugar de reposo,

los amigos que amo acuden a llorar

quizá no tengan prisa en irse.

Suaves melodías y canciones, y luz, y flores,

los harían detenerse junto a mi tumba.

 

Deberían llevar en sus corazones

el recuerdo de lo que ya pasó,

y hablar de aquel que ya no puede

compartir la dicha de este paisaje;

cuya parte en el fasto que llena

el circuito de las colinas en verano

es... que su tumba es verde;

y cómo se alegrarían sus corazones

si su voz sonara hoy de nuevo.

 

Versión de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus

 

 

LA VOZ DEL OTOÑO

 

Murmurando a la contina

Sopla alada ventolina,

Y retostadas y rojas

Cual copos de luz, las hojas

Remolina.

 

Ya mustia campiña rasa,

Ya el árbol que el sol abrasa

Roza en blando movimiento;

Doquier de otoño el aliento

Corre y pasa.

 

Sobre el musgoso arroyuelo

Susurra, y saluda, al vuelo,

La última desierta flor

Que lánguida y sin color

Mira al cielo.

 

Y a rapaces bullidores

Llega, y besos voladores

Les da en ojos y mejillas,

Y deja atrás sus cuadrillas

Y clamores.

 

Y a lago y selva remota

Va triscando, y alborota

El más recóndito nido,

Do entre peñas escondido

Raudal brota.

 

Ni en la granja se guarece

Que alegre ninfa embellece,

Ni en concavidad repuesta;

Huye, y la cima traspuesta,

Desparece.

 

Di, ¿no te causa pesar,

Nunca haber de reposar,

Blanda brisa, ni en laderas

De los montes, ni en riberas

¿De la mar?

 

Perenne inquietud te asiste,

Para agitarte naciste,

Sin cesar, de Oriente a Ocaso;

Aura que detiene el paso,

Ya no existe.

 

Pienso que, dejando lloras,

Mil formas encantadoras

Que, doquiera que resbalas,

Con tus levísimas alas

Mal desfloras.

Tomado de:

https://www.airesdelibertad.com/t46079-william-cullen-bryant-1794-1794

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