martes, 16 de mayo de 2017

POEMAS DE HERMANN BROCH

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 (1 de noviembre de 1886, Viena, Austria - 30 de mayo de 1951, New Haven, Connecticut, Estados Unidos)

POR EJEMPLO: WALT WHITMAN

Donde los tallos brotan, en el medio terrestre del ser,
Allí se levanta la poesía:
Sin embargo, llega hasta la frontera más externa de la vida,
Y ¡mira!, no está fuera,
Está en el alma.
Dentro la frontera y fuera el medio,
Uno pariendo al otro, uno entretejido en el otro,
Sólo esto es poesía…
Sin duda, al final descubres con sorpresa
Que es sencillamente tu vida,
La vida del hombre.
1943. Poemas, 1953. Traducción de Monserrat Armas y Rafael-José Díaz.


VOCES

1913

Mil novecientos trece. ¿Por qué tienes que hacer
poesía?
Para descubrir otra vez mi juventud.

* * *

Un padre y un hijo siguen juntos su camino
desde hace muchos años: Estoy muy cansado,
dice el hijo de pronto, ¿a dónde nos lleva todo esto?
Desde el comienzo todo es cada vez más sombrío,
nos amenazan tempestades y a nuestro alrededor
anuncian su peligro fantasmas, multitudes y demonios.
El padre contesta: El progreso avanza
hacia el más hermoso de los caminos, y ¡quién se atreve
a turbarlo!
Tú lo entorpeces con tus dudas y con tu mirada cobarde,
¡cierra ya los ojos y avanza con fe ciega!
El hijo responde: El frío me invade,
¿acaso no has sentido nunca una pena profunda?
¡Oh, date cuenta!, cabalgamos en sombras.
¡Oh, date cuenta!, nuestro progreso no es más que una
huella,
el suelo se hunde bajo nuestros pies y nos arrastra,
damos vueltas sobre un torbellino como plumas sin
peso.
Nuestros pasos son engaño y les falta un espacio.
El padre contesta: ¿Acaso el avanzar del hombre
no le lleva siempre a espacios infinitos?
El progreso conduce a un mundo sin fronteras,
tú en cambio lo confundes con fantasmas.
Maldito progreso, dice el hijo, maldito regalo,
él mismo nos cierra el espacio,
sin dejar que nadie avance,
y el hombre sin espacio es un ser ingrávido.
Éste es el nuevo rostro del mundo:
El alma no necesita progreso,
pero sí en cambio precisa gravidez.
El padre sigue avanzando e inclina la cabeza:
«Un polvo reaccionario cubre a mi hijo».

* * *

¡Oh, primavera otoñal!
Nunca hubo primavera más hermosa
que aquella primavera de otoño.
Floreció la tranquilidad más amorosa,
aquella que existe antes de la tempestad.
El pasado surgió de nuevo,
y también la disciplina.
Hasta el dios Marte sonreía.

* * *

De todos los sufrimientos que los hombres se infligen
entre sí,
no es la guerra el peor mal,
es sólo el más absurdo
y padre de todas las cosas.
Y el mundo de los hombres
ha heredado de la guerra la insensatez,
que está incrustada inextirpable en su carne.
Dolor, ¡oh, dolor!
La insensatez no es más que falta de imaginación,
ridiculiza lo abstracto, habla absurdamente de cosas
santas,
del suelo y del honor de la patria,
de mujeres y niños a los que hay que defender.
Pero si se halla ante lo concreto, entonces enmudece
y es incapaz de imaginar los rostros,
los cuerpos y los miembros desgarrados de los hombres,
así como el hambre que en mujeres y niños ella misma
ha despertado.
Así es la insensatez, merecedora de la piedad de Dios,
la insensatez de los filósofos y de los poetas,
que hablan, sin saber, de espíritus sangrantes, de bocas
babeantes,
y de la santidad de la guerra.
Pero deben evitar las banderas ondeantes de las
barricadas,
pues allí acecha la verborrea abstracta,
la falta de responsabilidad sangrienta y sanguinaria.
Dolor, ¡oh, dolor!

* * *

En el espacio al que no podía darse este nombre,
porque era la sede de todos los ángeles y de todos los
santos,
allí habitó una vez el alma.
Y no necesitaba suelo ni firmamento ni progreso,
pues sus pasos eran el infinito, sostenido desde lo alto,
sumergidos en la maraña de lo eternamente perfecto.
Pero cuando el infinito llamó al espíritu,
tuvo éste que volver al espacio de lo real
y conquistarlo y admitir altura, anchura y profundidad
como formas ineludibles del ser.
Así fue como el saber se transformó en progreso,
bañado en sangre, en torturas y en obligaciones.
Y su nuevo comienzo, confuso, herético, embrujado,
desgarrado en sus creencias por la barbarie,
torturado sin compasión por los infiernos
y sin embargo ampliamente humano,
estaba abierto al conocimiento y a la investigación
y en las imágenes del mundo descubrió un nuevo
infinito.
Es el mismo juego de otros tiempos:
el infinito, casi poseído por el espíritu,
escapa hacia espacios extraños
hasta el borde del conocimiento,
allí donde la palabra enmudece y los sueños se hielan,
donde el sonido se apaga y la misma imagen se esfuma.
La medida no es allí medida ni vale ningún juramento,
es la maleza de los sin destino,
una proliferación monstruosa
que confunde la lejanía con lo cercano,
un burbujeo de caldera embrujada
que confunde el calor con el frío.
Y surge un nuevo espacio, sin espacio ni medida,
el espacio del nuevo tiempo,
que se abre otra vez a las torturas —¡oh, cuánto sufre
el corazón!—,
que se abre otra vez a las guerras —¡oh, pecados y
más pecados!—,
a fin de que el alma del hombre resucite.

* * *

Ésta es la gran época de la juventud burguesa
que sólo piensa en el dinero, en el amor y cosas
semejantes,
mientras pretende renunciar a todo lo demás
uniendo su mundo a otros mundos mediante simples
problemas de celos.
Dios es un requisito que se usa en poesía,
y la política, en otros tiempos virtud de príncipes,
no es más que vileza para aquel que hojea el periódico,
pues la considera un pecado del pueblo,
y esto le libra de obligaciones.
Así se creó mil novecientos trece,
con un ruido exento de alma y con gestos de ópera,
y sin embargo lucía el suave y hermoso arco iris de
siempre,
aliento del rito del amor y eco de grandes fiestas de
antaño,
cuellos almidonados, corpiños, encajes,
¡oh encanto de las faldas acampanadas!,
¡última y dulce despedida del barroco!

* * *

Hasta lo que sobrevive en el tiempo y carece de color
adquiere, al despedirse, el suave tinte de la melancolía,
¡oh, tristeza del pasado!,
¡oh, Europa, oh, milenios de Occidente!
La vida estructurada de Roma y la sabia libertad de
Inglaterra
se ven desde ahora amenazadas y puestas en
contradicción,
y surge de nuevo el pasado,
el apacible orden de los símbolos de la tierra,
en los cuales —¡oh, iglesia poderosa!—
se refleja y se expande el infinito,
imagen del universo en reposo de triple acorde
dentro de sus lentas soluciones y armonías.
Y ésta fue precisamente la dignidad de Europa,
impulso controlado, presentimiento del todo,
que mira hacia arriba siguiendo las líneas progresivas
de una música
—¡oh, cristiandad de Sebastián Bach!—
y que como el ojo de este mundo
se impregna de cuanto en el otro existe,
de forma que se cumplan
tanto los lazos de allá arriba como los de aquí abajo.
Y el acontecer que sigue el orden tradicional, y la
libertad,
se extienden de símbolo en símbolo
hasta el sol más escondido del universo occidental.
Y se evidencia de pronto que nada cambia,
que las imágenes carecen de conexión, inmutables en
su rapidez,
que apenas hay símbolos,
y que el finito y el infinito a la vez
amenazan la atrayente disonancia.
El triple acorde, tradición en la que ya no se puede
vivir,
se vuelve ridículo e insoportable;
el Elíseo y el Tártaro se precipitan uno en otro
y ya no se pueden distinguir.
Adiós, Europa. La bella tradición ha terminado.

* * *

Din-dón, gloria.
Nos vamos a la guerra
sin saber por qué,
pero quizá resulte divertido
yacer en la tumba
junto a los cuerpos de los hombres.
La amada queda callada en casa
y llora amargamente,
pero el soldado se burla heroico
de las lágrimas de mujer,
cuando ante el enemigo
estalla el cañón
con din-dón gloria.
Aleluya, aleluya.
Nos vamos a la guerra

1923

Mil novecientos veintitrés. ¿Por qué tienes que hacer
poesía?
Para informar de todas nuestras negligencias.

* * *

Es en la santidad, sólo en ella,
donde el hombre se enriquece más allá de sí mismo.
Y cuando, sumido en la plegaria, se entrega
a algo superior,
la parte anterior de su cabeza, el rostro,
se hace más humana,
su existencia se humaniza y adquiere plenitud,
el mundo tiene sentido para él.
Pues sólo en la santidad, sólo en ella,
encuentra el hombre la convicción
sin la cual nada tendría sentido,
el convencimiento de la veneración
que se dirige a lo más grande y que,
precisamente por ello, es la pura sencillez sobre la tierra
la ayuda al prójimo es buena, el asesinato malo,
sencillez de lo absoluto.
Todo lo santo lucha por este absoluto,
se acerca al martirio y, atrayendo hacia sí
la vida simple, la eleva hacia la santidad,
hacia la única convicción soportable,
hacia la pureza más sencilla.
Pero cuando
esta convicción y santidad
y esta sencillez desaparecen,
cuando son destronadas
por diversas convicciones muy santas
o, mejor, son reemplazadas
por otras opiniones muy puras
que juegan a la santidad irrespetuosamente,
aparece la idolatría,
el culto a muchos dioses,
culto que ya no permite al hombre dirigirse a lo más
grande,
no, le arroja a lo inferior a él, de suerte que
pierda su humanidad, caiga en el rebajamiento de sí
y finalmente, con una falsa veneración, se dirija
plegarias a sí mismo,
sin venerar la auténtica humanidad: aquí aparece lo
pagano,
el vacío del mundo en el que todo tiene el mismo peso,
en el que todo tiene la misma santidad pagana.
Y así se enfrentan las convicciones,
al no existir veneración ni santidad ni distinción,
y cada una de las convicciones es la más santa,
la absoluta, y quiere aniquilar a las demás,
dispuesta a cualquier asesinato.
De la abundancia de convicciones
y de las falsas santidades surge, pavoroso,
el terror
en el salvajismo ronco del vacío,
pero imitando la santidad,
de modo que incluso se podría morir por él
con la alegría de un mártir.
Y
cuando los hombres volvieron de la guerra,
cuyos campos de batalla habían sido un vacío ululante,
encontraron lo mismo en sus casas:
el vacío de la técnica
ululaba igual que los cañones,
y el dolor humano se tenía que refugiar,
como en los campos de batalla,
en los rincones de los espacios vacíos,
circundado por aquella ronquera que produce el miedo,
rodeado sin compasión por la nada más brutal.
Entonces les pareció a los hombres
que todavía continuaban muriendo,
y preguntaron lo que preguntan todos los moribundos:
«¿Por qué, con qué fin hemos malgastado nuestra vida?
¿Qué nos ha conducido a este vacío?
¿Qué nos ha entregado a la nada?
¿Es ésta en verdad la determinación del hombre?
¿Es ésta su suerte? ¿Es que verdaderamente nuestra
vida
no puede tener otro sentido sino este sin-sentido?»
Mas las respuestas a estas preguntas
las hacían los mismos hombres,
y eran por tanto opiniones vacías,
otra vez el vacío de la nada,
cobijado en la nada,
formado por la nada,
y por eso predestinado a sumergirse de nuevo
en la confusión de las convicciones
que obligan al hombre a ofrecerse nuevamente en
holocausto,
a ofrecerse de nuevo en la guerra,
a ofrecerse de nuevo a la heroicidad pagana y vacía,
a la muerte sin martirio,
al sacrificio vacío
que nunca vuelve a crecer sobre sí mismo.
¡Ay de la época de las convicciones huecas
y los sacrificios vacíos!
¡Ay del hombre de vacío altruismo!
Pues aunque los ángeles le lloren
será un llanto inútil.
¡Fuera convicciones!
¡Fuera el caos de las convicciones,
la santidad pagana!
¡Oh simplicidad de la vida sencilla!
¡Oh absoluto!
¡Oh, dadles ya su eterno y sano derecho!
¡Oh piadosos deseos! Nadie puede cumplirlos,
pues todos son culpables, sin serlo,
de no cumplirlos:
pero aquel que se aproveche de la culpabilidad humana
en su propio beneficio,
recibirá el castigo de su culpa;
la maldición de la infamia caerá sobre él.

1933

Mil novecientos treinta y tres. ¿Por qué tienes que
hacer poesía?
Tierra de Promisión de la despedida,
¡oh, presentimiento de profundos abismos!
* * *

No nos engañemos,
nunca seremos buenos;
arrastrados de borrachera en borrachera,
vamos hacia la tortura y la sangre.
Amamos la pena de muerte,
con el látigo, la soga y los gritos;
con cincuenta valientes latigazos
liberamos las costillas y la columna vertebral.
El hierro del garrote
quiebra lentamente la nuca,
y de la hirsuta barba del reo
cuelga la lengua azul.
Nuestro progreso tiene mucho que agradecer
a la juiciosa guillotina;
la silla eléctrica,
que tortura sin hablar,
sirve para idéntico fin.
Los patíbulos de acero
para dos o cuatro personas,
orgullo del ejército alemán,
se mueven sobre neumáticos de goma.
Las plumas diseñan en los tableros de dibujo
y nadie, nadie, siente temor.
La nueva cruz de Gólgota
hecha de tubos y enchufes,
se puede transportar, brillante, sobre ruedas,
exacta, para que la gente lo crea,
y luego los ingenieros
le atornillarán allí.
* * *

Descúbrete y piensa en las víctimas.
Pues sólo el que siente la soga en su cuello
se da cuenta de la brizna de hierba
que se agita en el viento
por entre los adoquines que hay bajo el cadalso.
¡Oh, aquellos que disfrutan con el derramamiento de
sangre!
Lo demoníaco es ciego,
lo prohibido es ciego,
los espectros son ciegos,
están ciegos ante lo que germina
porque ellos carecen de crecimiento.
Y sin embargo, cada uno de ellos
fue niño una vez.
No alabes ni premies nunca más a la muerte,
no premies la muerte que los hombres se infligen unos
a otros,
no alabes lo indigno.
Ten, en cambio, valor para decir mierda cuando alguien
excite a los hombres a matar a su prójimo.
En verdad que el asesino sin dogmas
es el mejor de los hombres:
¡oh llamada humillante y envilecedora,
llamada al verdugo, la llamada de miedo más secreto,
llamada de todos los dogmas que carecen de
fundamento!
Hombre, ¡descúbrete y piensa en las víctimas!
El mal vuelve siempre su rostro hacia el mal:
¿quién consuma el sacrificio humano espectral?
Un espectro.
Está ahí en la habitación, algo prohibido está ahí,
que silba para sus adentros,
¡es el espectro del espíritu burgués
habituado al orden!
Ha aprendido a leer y a escribir,
usa cepillo de dientes,
va al médico cuando está enfermo,
honra a veces padre y madre,
en general se ocupa sólo de sí mismo,
y sigue siendo sin embargo un espectro.
Surgido del ayer, sujeto románticamente al pasado, presintiendo en cambio las ventajas del tiempo actual y pendiente de éste, un espectro que no es un espíritu, un espectro de carne, sin sangre y sin embargo sanguinario, con una objetividad casi carente de odio, sediento de dogmas, ávido de fórmulas exactas y movido por ellas como por los hilos de las marionetas (entre estas fórmulas está el progreso), siempre sangriento y cobarde, virtuoso en cambio en toda circunstancia, así es el burgués: ¡dolor, ay, dolor!

¡Oh, el burgués es en definitiva lo demoníaco! Su ilusión es la técnica más moderna y desarrollada que lleva inexorablemente a fines ya extinguidos, su ilusión es la ramplonería más perfecta técnicamente. Sueña en que un espíritu demoníaco profesional toque exclusivamente para él, sueña en la magia de la ópera, que brilla y refulge entre el hechizo del fuego. Su ilusión es brillo andrajoso.

¡Ah, qué asustados estábamos!
A través del Berlín de espectros
pasaba como un rayo el emperador-burgués,
plif-plaf, clin… clin…,
ramplonería de púrpura y apocalipsis,
motorizado y vestido de armiño,
hiede a barroco,
resuena diáfana su gran limusina.
Nos empujamos con los hombros
y nuestro espanto se convierte en risa.
Pero esto era sólo el comienzo,
cuando tres decenios más tarde
se aproximó el monstruo y abrió sus fauces
y nos habló en un lenguaje babeante,
entonces perdimos nosotros el don de la palabra.
Las palabras se secaron
y parecía
que nos hubieran arrebatado para siempre
la comprensión:
el que todavía hacía poesía
era tenido por un loco despreciable,
que pretendía sacar frutos de flores marchitas.
Perdimos la risa y vimos la máscara del terror,
la ramplonería fúnebre
unida al rostro del verdugo,
espíritu burgués.
Máscara sobre máscara,
monstruosidad cubriendo monstruosidades,
rostro que ignora las lágrimas,

...................................
No podemos medir el ser que hemos perdido:
yo era uno en mi cuna
y seré uno a la hora de mi muerte,
aunque quizá deberé aguardar,
tras los alambres de púas,
a que me conduzcan
al lugar del suplicio.
Pues nuestras almas,
aunque adheridas a la nada
y sin saber hacia dónde
han de dirigir sus plegarias,
susurran delirantes en piadosa soledad,
como si en la nada
se ocultara callado el Ser.
¡Oh, haced que yo nunca olvide!
Por eso tú, que aún vives,
debes descubrirte y pensar en las víctimas,
sin olvidarte de aquellas que lo serán en el futuro.
La carnicería humana no ha terminado aún:
¡sean malditos los campos de concentración
de todo el orbe terrestre!
Se multiplican, sea cual sea su nombre.
Revolucionarios o antirrevolucionarios,
fascistas o antifascistas,
representan el dominio del burgués,
ya que éste quiere practicar y sufrir la esclavitud.
¡Maldita sea la ceguera!
El prado y el bosque llegan hasta las alambradas,
y en los hogares de los verdugos cantan los canarios.
Un cielo de sangre cubre las cuatro estaciones del año
y el arco iris no tiene color de esperanza,
el cosmos se burla de las incompatibilidades
y pregunta al hombre:
¿soportarás todo eso aún mucho tiempo?,
¿qué ves?, ¿qué te parece falso?
El que va a morir lo ve;
ya nada le amarga
y el tiro en la nuca es auténtico.
Descúbrete y piensa en las víctimas.
* * *

La incisión en lo terreno, otra vez. La orilla desciende
abrupta, hasta el mar,
El paisaje ya no constituye un todo y el horizonte,
allá a lo lejos,
está cubierto por la niebla múltiple de la metamorfosis.
Las cosas se han convertido en mesura del hombre.
Y el ayer se escapa antes de que la barca lo recoja.
Ve hasta el puerto.
Las barcas aguardan todas las noches, invisibles,
para llevar hacia el este desconocido de la noche
la flota de los humanos: ¡oh, incisión que atraviesa el
tiempo!
¿Existió nunca un ayer? ¿Quiere burlarse de ti?
¿Existió nunca la madre? ¿Existió nunca lo que te
llevó en su seno?
¿Existe el retorno al hogar? Nunca existe el retorno,
siempre hallas, en tus encuentros, aquello que te está
destinado.
Por eso no es necesario que busques, mira únicamente.
Contempla el flujo y reflujo tranquilos,
contempla la metamorfosis en la escisión,
la pausa entre lo visible y lo invisible
en que se resuelve la escisión,
allí a donde vuelven las cosas hechas por el hombre,
indefensas al término de su poder. En eso se cumple
todo.
Ve hasta el puerto.
Cuando el atardecer se cierna sobre los muelles
y el mar sea un espejo tranquilo,
observa allá donde el ayer se convierte en mañana
antes de que se cumpla.
El paisaje está dividido,
pero tu saber es mayor que tú mismo.
Espolea de nuevo tu conocimiento
para que tu saber lo alcance
antes de que caiga la noche.
* * *

No basta el que no esculpas una imagen Mía;
tú piensas sin embargo en imágenes
cuando piensas en Mí.
No es suficiente que te avergüences
de pronunciar Mi Nombre;
tu pensamiento es lenguaje
y Me nombras con tu callada vergüenza.
No basta que no creas en otros dioses aparte de Mí;
tu fe sirve sólo para forjar ídolos
y Me coloca en su mismo rango;
son ellos y no Yo quienes te dan órdenes.
Yo soy el que soy
y no soy porque soy.
Yo escapo a tu fe.
Mi rostro no es rostro. Mi lenguaje no es lenguaje,
esto lo sabían Mis profetas:
cualquier afirmación acerca de Mi Ser o Mi no-Ser
es presunción.
Y tanto el descaro del embustero
como la sumisión del creyente
son igualmente saber presuntuoso.
Aquel evita las palabras de los profetas
y éste no las comprende,
aquél se rebela contra Mí,
éste se Me une con una veneración cómoda.
Por eso rechazo a aquél
y sobre éste dejo caer Mi ira.
Soy benévolo para con los que confían en Mí.
Soy el que no soy,
soy una zarza ardiendo y no lo soy,
pero a aquellos que preguntan:
¿a quién hemos de venerar? ¿quién ocupa el primer
puesto entre nosotros?,
a ellos ya les respondieron Mis profetas:
¡Venerad lo desconocido! ¡Adorad lo desconocido!
Lo que está fuera,
lejos de vuestro campo;
allá está Mi trono vacío,
inasequible en el no-espacio vacío,
en la no-mudez vacía y sin límites.
¡Protege tu conocimiento!
No intentes acercarte.
Si quieres acortar la distancia
agrándala con libertad
y arrástrate libremente en la contrición
sin poder acercarte a ti mismo.
Sólo así podrás formarte una imagen.
Si no, te verás obligado a la contrición.
No seré Yo quien levante el látigo sobre vuestras
cabezas,
vosotros mismos lo iréis a buscar
y bajo sus golpes
perderéis vuestra capacidad de ser imágenes,
perderéis vuestro conocimiento.
Pues en tanto Yo sea y exista para ti,
te habré infundido el no-espacio de Mi Ser,
y habré hundido hasta lo más profundo de ti mismo
aquello que es más externo,
a fin de que
tu conocimiento llegue a presentir tu saber
y, no obstante, puedas creer en tu falta de fe,
reconoce la capacidad de tu conocimiento,
pregunta por tu facultad de preguntar,
la claridad de tu oscuridad,
la oscuridad de tu claridad,
que no se pueden oscurecer ni volver más diáfanas:
ahí radica Mi no-Ser.
Así es como enseñaron Mis profetas
cuando fue el momento
y, rebelándose sólo por ser elegidos
pero siendo sin embargo elegidos,
algunos del pueblo así lo entendieron
y se atuvieron a ello.
Escucha en lo desconocido,
atiende a las señales de la nueva plenitud
a fin de que existas cuando se abran a tu conocimiento.
Dirige hacia allá tu piedad y tu oración.
No Me reces a Mí, no te oiré:
sé piadoso por Mi causa, incluso sin acercarte a Mí.
Sea ésta tu conducta:
orgullosa humildad
que te hace ser hombre.
Y, sobre todo, mira.
Esto sí es suficiente.
* * *

Oh, el sistema solar es todo para el hombre,
y le cuesta decir adiós,
aunque en la mirada de despedida
descubra la Tierra de Promisión,
sin que pueda ni deba pisarla.

Hermano lejano, a quien todavía no conozco
en mi desamparo,
ha llegado el momento
de que escalemos el monte Pisgah.
Un poco fatigados
—como corresponde a nuestra edad—
pero llegaremos,
y luego, en la cúspide del monte Nebo,
allá descansaremos.
No seremos ni los últimos ni los primeros en llegar.
Se nos juntarán eternamente
gentes de nuestra clase
y diremos de pronto Nosotros
olvidando el Yo.
Pero ahora hablaremos así:
nosotros, estirpe elegida,
estirpe renovada entre todas las demás,
en máxima y pujante transformación,
nosotros que hemos cruzado el desierto
hambrientos, sedientos, cubiertos de polvo y de mugre,
completamente agotados
(sin citar los insectos, las sabandijas
y las enfermedades
que nos han torturado).
nosotros los exiliados,
los buscados por el hogar
y que por eso buscamos hogar,
nosotros, los que hemos escapado al horror,
reservados para la felicidad de conservar
y de contemplar.
Nosotros, los que nos hemos evitado
el horror de la contemplación expectante,
nosotros somos los bienaventurados.
La noche se nos ha hecho corta,
para nosotros el ayer llega hasta el mañana
y vemos uno en otro,
regalo maravilloso de la paridad del tiempo.
Y de este modo
(mientras allá abajo hacen sus equipajes,
con la confusión y los gritos de la marcha),
a nosotros, aquí arriba,
libres de toda esperanza, dichosos,
en la gran despedida de la contemplación,
nos es dado esperar el beso dulce y fuerte de lo
desconocido
sobre nuestros ojos y sobre nuestras frentes.






DE LO CREATIVO



Quien sólo sabe lo que sabe no puede expresarlo;
Sólo cuando el conocer se sobrepasa a si mismo se convierte en palabra,
sólo en lo inexpresable nace el lenguaje.
Y, porque se le ha impuesto lo divino, debe el hombre
cruzar una y otra vez la frontera y bajar
al lugar más allá de lo humano, una sombra
en el lugar del olvido cognoscente, de donde el retorno es difícil
y sólo pocos lo logran.
Pero la creación de lo terrestre se les encarga a aquellos
que han estado en la oscuridad y sin embargo se han liberado
órficamente para el retorno doloroso.




PAISAJE VIRGILIANO



Porque lo verdadero es serio, desconfío de la alegría.
Se apagan por la tarde los colores del paisaje, incluso del más alegre
Y muestra sus líneas más serias
Cuando el olivo que se oscurece, frente al gris crepuscular del cielo, se mantiene
En vuelto en la inmovilidad.
Inmóvil e impasible está lo serio;
Parduzcas y negras, triángulo tras triángulo 
Apenas se siguen reflejando en las olas ya calmadas,
En las olas del alma, y
No fluctúa la bandeja de la verdad.
Oh, lo pasado, que desciende al atardecer
Como presentimiento de lo siempre existente.
Luego la piedra se transforma en cristal, pero la tarea diaria descansa en la seriedad
por la verdadera permanencia.





TERCETOS A LA NOCHE



La calle, abajo, está vacía en la noche,
A lo lejos suena aquí y allá una sirena de niebla
Y todo lo no sucedido me pesa:

El sueño ha llegado, fin y origen de la vida,
La ligera soledad que oculta lo pesado...
¿Comienzo de nuevo desde el principio?

Todavía no duermo, pero pronto estaré despierto,
Pues lo que sabemos se manifiesta de noche;
La oscuridad muestra lo que la luz oculta.

Frente a mi ventana están los árboles silenciosos;
Miro hacia abajo, luego apago las luces:
Qué feliz lo hace a uno esta calma,
Y siempre alguna casa vecina en algún lugar lejano.




REGRESO AL HOGAR EN LA VEJEZ



La noche profunda extingue
Mis estrellas una tras otra
Pero mi linterna
me guía en el camino de regreso a casa,
Que en su centro más estrecho
Salva la más lejana lejanía
De toda una construcción de mundos.

Nunca fueron peores los tiempos,
Sin embargo: lo que nunca pierdo,
Sé que está en la habitación mágica;
Con la lejanía estás aquí,
Y te quiero para siempre.

Oscuro es el destello de la muerte,
Claro y más claro se vuelve en mí.






LO INENCONTRABLE



Buscas el comienzo, lo vuelves a buscar;
Tan bello, tan bello era que tú ahora crees
Que es el sentido que haces de nuevo reverdecer,
Y te resucita trozo a trozo
El pasado, la dicha.

¡La montaña, el paisaje, un hotel,
Los buenos tiempos! Amaste a una mujer,
Casi tenía sentido; un jardín de infancia lleno de rocío...
¿No te arrodillaste? Oh, se escapó, se escapó tan rápido,
Un modelo de dicha.

De nuevo te arrodillas, ahora ya un anciano,
Y buscas lo bello, en lo que ya no crees,
Porque como siempre te privas a ti mismo de belleza,
Privado del sentido que corría por los dedos,
Buscas tu culpa en el pasado, la buscas en él cuando
Palpando lo inaprensible, conmovido de tu robo:
¿Cuándo comenzó la desdicha,
Cuándo comenzó?


COMO YA NO TE RECONOZCO…

Como ya no te reconozco
Te conviertes en el árbol que da sombra
Y en el verde que respira
Se arrodilla mi sueño….
Tiemblan las hojas de la luz,
Oh, mundo…lleno de las sombras,
Llevo en mi olvido,
En la respiración y en el olvido,
Tu imagen profundamente olvidada.

 (1933)

PRADO EN VERANO

Preñado de azulada existencia,
Tembloroso, desciende
Lo invisible, tembloroso,
Al prado que se agita:
Aliento del sol en el patio de las montañas
Y alzado a las esferas día tras día,
Calor tras calor,
El corazón tembloroso.
Invisible la nube
Que me lleva.
                                                         
(1933)

LO QUE NUNCA FUE

Lo que nunca fue
Susurra cada noche
Cuando el animal humano,
Soplado, lanzado
Con ojos que saben sin mirar,
Descansa en el abrevadero del sueño,
A la vez anfibio y fiera,
Informe e ingrávido,
Inclinado sobre la orilla
Del inmenso e insondable pantano,
Sumerge las patas
En lo húmedo, que seco y fresco
Como el aire, pero sin serlo,
Corre por los dedos que se agitan.
¿Te atreves a mirar hacia abajo
Sobre el borde de tu ser
En el pozo de millones de años?
¿Te atreves a reconocer en el fondo indistinto
El anillo de las tinieblas,
El cuerpo de las serpientes?
Concha de la noche que suena ante las tinieblas
Se hunde una metáfora tras otra 
Y queda lo sobriamente irreal
Inflamando a modo de invierno
El secreto.
Así, también tú estarás tendido
Al borde de la muerte,
Antes de que te arrojes al pozo de tu alma,
Y toda la sabiduría que evitas
Habrás de cargarla sobre ti;
Pues árboles y animales,
Reunidos en la orilla de tu frente,
De nuevo te hablarán.
 (1934)

OTOÑO TARDÍO

¿Oyes las fuentes que se secan, oyes
Las llamas ardientes del follaje?
Que las nubes de tu ser, llameando
Por última vez, descansen ahora y que
De los poderosos monarcas de la mañana la mirada
Se dirija a los cielos más tranquilos, en los cuales
La noche, susurrando, se desposa con el día:
Ni la muerte ni la vida tienen ya valor…así de inmóvil pende
La balanza.
Abismadas descansan las ciudades, apoyadas en la piedra
De la que surgieron, y ningún beso
Sella su oscuridad insomne.
Pero tú, aún ciego de paz, tambaleante y aún extraviado,
Estás de pie en la curva del río, donde éste, entre
Los arbustos, apenas fluye ya, y el rostro
De las montañas está doblado sobre él, sin violencia en el 
Aliento
De la niebla, el valle candente.
Escucha, extraviado, escucha en los muros de la tarde,
Susurran las fuentes de las estrellas, y de las
Nubes de tu corazón, en el más profundo borde del cielo,
Se levanta, desde una nube desgarrada, soñando ante la
Nieve,
Y plateado, el invierno.
 (1934)

REFLEJO DEL DÍA CANSADO

Reflejo del día cansado,
Las ventanas han palidecido
Y con un aleteo
Ha llegado el crepúsculo.
Ya la calle se ha vuelto blanda y gris,
La valla está oscura como un arbusto;
Pero todas las masas del cielo
Sueñan un sueño verde turquesa,
Y palidecen hasta convertirse en lejanías enlutadas,
Rodeadas de nubes, al salir la piedra de la luna:
Y las turbias farolas de gas
Suavemente anuncian con su zumbido la tarde.
                       
(1936)

RECORDANDO LA INFANCIA…

Recordando la infancia, desde un principio
Me di cuenta de lo pasajero de la imagen:
Hombre y árbol y prado y animal
Existieron y, sin embargo, no existieron, fueron conocidos
Y permanecieron desconocidos,
La desconfianza, cuya confianza constantemente
Hubo de ganarse.
Y particularmente entretejido en todo lo irreconocible y
Toda la inconstancia,
Irreconocible pero más constante y más permanente que
Todo lo demás,
Entretejido en toda imagen pasajera, inmerso en el hombre,
El prado, el animal,
Tejía el morir, tejía la muerte,
Lo real desconocido en lo irreal.
¿Cómo pueden, rodeados de tanta irrealidad, y a su vez
Pasajeros,
Abandonarse los hombres los unos a los otros? ¿No están
Obligados
A hacer del abandono algo soportable?
El hombre en el que he querido pensar,
Si muero,
El que quisiera tener a mi lado en esa hora, para que se me
Hiciera real,
Puede desaparecerme;
Nunca he podido comprender esto y nunca lo
Comprenderé.
No es un lamento. También el dolor es digno de ser vivido.
Pero, confiando en la desconfianza, he exigido demasiado
De ti,
Demasiado para esta época en la que vivimos,
Demasiado para este tiempo que amenaza con ser tan
Corto,
Que apenas otra cosa estará permitida en él
Sino la escasa protección que el hombre es capaz de ofrecer
Al hombre,
Protección en el sueño,
Protección en la irrealidad convertida en realidad,
Protección en el miedo último.
He exigido mucho y demasiado de ti,
He sentido ansias de ti y no de ti y, sin embargo, he temido
Por ti.
He exigido de ti lo existente en lo inexistente,
La confianza en la desconfianza,
Algo permanente que no sea el morir y que perdure hasta
Que éste llegue
Para que sea más fácil,
Un saber común en torno a la caducidad, que la sobrepase,
La resistencia, oh tú, en la desaparición.
¡Qué despedida más anticipada, qué recaída en lo irreal!
Ahora cada uno debe volver a morir solo, sin
Saber del otro,
Cada uno morir solo.
A pesar de todo, no es un lamento. Pues nada ha cambiado;
Hombre, prado, árbol, mar y animal, ilimitados en la 
Desconfianza,
Y en medio de un horror creciente
Se vuelve más rica la vida, se vuelve más rica la experiencia
Con cada día,
Cada día se convierte en un día regalado, ilimitado ante la
Desconfianza,
Harto de recuerdos, potente de recuerdos,
Oh, alma:
Qué azul estaba el mar en Staffa,
Cómo confiaba, cómo confío en ti.
                                                           
(alrededor de 1940)

LA TRADICIÓN…

La tradición ha llegado a su fin,
Ha dejado de ser el espejo del hombre,
Y la mirada que contempla en los fragmentos ciegos
Se vuelve ciega.
Quien en esta época
No puede desprenderse de la tradición
Está perdido;
Quien no puede recordar
Su origen
Perece,
Desnudo y sin espejo está el mundo,
Sin espejo estás tú mismo.
Pero, en medio del espanto, la gracia de la desnudez
Te ha sido regalada:
Como un niño desamparado puedes mirar a diario,
De nuevo
En el mundo que ya no tiene espejo,
En la desnudez abierta,
Y a diario de nuevo el mundo te anuncia
Tu verdad,
La verdad de tu morir solitario.
                                                        
 (alrededor de 1940)    

LA SELVA VIRGEN NOCTURNA…

La selva virgen nocturna está llena de gritos y animales,
Pero no hay nadie en la selva virgen de la noche:
Aquí me hallo solo; el animal está en mí,
Y su grito está en mí,
Y ningún grito ha acudido a los labios,
Pues sólo grita el silencio en la selva virgen de la noche.
 (alrededor de 1940)


A LA FANTASÍA

  
(Para Thomas Mann)

Lo que como sueño se oculta tú lo has despertado,
Porque se crea a sí mismo tú lo has descubierto.
Un sueño rimado con otro da el espacio de los tiempos;
Como una espiga le brota tu árbol de la vida,
Desde la raíz de los tiempos susurra como un dios,
Pero las ramas se extienden formando un segundo seno:
Espacio en las manos del sueño, habitado como las estrellas,
Por dirigirse a la tierra, germen de los mundos como Fausto.

 (1945)

LA SOMBRA DE DANTE

Él no se tomó a la ligera lo que tan ligeramente le habían
Dado,
Y, sin embargo, no volvió difícil lo que difícilmente se apartó
De él:
Se teje lo anónimo intemporal alrededor de Beatriz,
En donde él se suspende, en donde se suspenden los tiempos,
Así que nada en él se declaró partidario de él….
¿Le era esto apropiado? Para alcanzar la totalidad debió
Elevarlo
A su propio ser. Oh, ¿se encontró? Se encontró solamente
Fuera de sí
Extraño en lo anónimo. Y, sin embargo, se llamó Dante.
Su audacia era la soledad y por ello nada como la huida,
Una audacia que afectó más a los amigos que a los enemigos;
El dolor, sin embargo, lo afectó, pero estaba siempre
Condenado al verso,
Pese al tormento de la vigilia, pese a la angustia ante el
Sueño:
¿es la audacia infernal la que canta, es el miedo celestial el
Que calla?
El final cercano, maduro, declina en el comienzo.
                                                                                
 (1947)

MISTERIO MATEMÁTICO



Con mesura se abre lo inconsciente
Y en lo infinito el mundo alza su vuelo.
Siento cómo el juicio se pronuncia;
Con admiración sigo su curso.
Sostenido en un solo concepto
Se erige vertical un edificio:
Y se une a miríadas de estrellas
Que una divinidad lejana alumbra.
El Yo, por fuerza, ha de reconocer
Que sólo contiene la verdad en la forma
Y puede consumirse en esta llama fría.
Pero aunque sean innumerables las manifestaciones de la forma,
Nada puede separarlas de la unidad.
En la más profunda profundidad aparece, soleado, el mundo.
(1913)



  AMOR INCIPIENTE



El sentimiento sigue estando
tan cerca y tan lejos de nosotros
como un viejo juego de niños.
Lo que un día vivimos como en sueños
y nunca más vislumbramos,
lo buscamos en nuestro amor
y ofrecemos, temblorosas, las manos.
(1914)



  CUATRO SONETOS SOBRE EL PROBLEMA METAFÍSICO DEL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD



 I. Maldición de lo relativo


¿Siento el asombro? ¿Se asombra mi yo?
De qué frontera vienes tú,
Pensamiento, ¡profundísima casualidad!
Me balanceo en el espacio de la muerte.
Vociferante y eterno, Ahasvero.
Equilibrio que oscila, como imagen frenética,
Ciega es la costa que te quiebra,
Palabra contemplativa en el mar del pensamiento,
Espejo irónico del hundimiento más infinito…
Pero, mira, la palabra quiere revelarse
Como proporción sonriente de una señal suspendida
Y en el sentimiento de formas infinitas
Debo, cobarde, permitir que me salve una fulguración de mundos,
Como si yaciera en unos brazos femeninos.

 II. Eros triste


De nuevo debemos experimentarnos en el sentimiento
E inclinar mutuamente nuestros labios
Y humillar nuestras pobres soledades
Para que busquen juntas lo eterno.
De la dualidad de nuestra vida cotidiana ha de surgir
La unidad del todo, los esfuerzos más humanos
Y la espera sosegada en las jerarquías de Dios,
Que en el sentimiento quiere mostrarse presintiendo.
Pero tímidamente se desatan de nuevo las manos
Que se juntaron para tal trascendencia,
Y estremeciéndonos desatamos los miembros enredados como los de los animales:
Sabemos ya en el placer que somos intercambiables
Y un azar procedente de los altibajos
De la simetría entretejida en el meandro eterno de Eros.



 III. El cómico


Los cráneos escupen seriamente palabras en el aire,
Seriamente se logra así la inteligencia;
El espacio vacío se enmadera a diario
Y yo cuelgo dentro, solo y sin nombre:
La imagen de la vida se desliza en el círculo más lejano
Y no es espantosa ni cómica, no:
El tiempo del mundo está lejos —¡Ea!, qué infinitamente pequeña
Emana la frialdad vacía de su gesto de cine.
¡Dónde está lo sagrado en una noche así!
¡Dónde está la salvación del bostezo angustiado!
Oh, mujer, te grito desde mi anhelo de mundos,
Oh, que la profundidad de tu aliento pliegue con calma la noche:
Así, me inclino sumiso sobre tus patas
Y en mi fiebre caen frías obscenidades.



 IV. Niveles del éxtasis


Deben besarse de nuevo nuestros labios,
Lo que los conceptos nos asesinan continuamente:
Vivencia, ser-yo, mundo, se ha vuelto durante mucho tiempo abstracto,
Vislumbrando algo hermoso, sólo podemos conocer
Y conociendo buscamos un yo, siempre oculto,
Que sólo tiene el poder de borrar fronteras,
Que eleva el oscuro placer a lo creativo
Del puro éxtasis de una mañana jamás lograda:
En él la unidad puede desplegarse en el todo
Y una dualidad formar el mundo de Dios…
Cercano en el buscar pero eternamente alejado…
La fuerza del origen hace señas con manos suaves.
Ondea una cinta de primavera, y nos quiere devolver
El olvidado sueño del país de la infancia.
(1915)

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