Tu perro se muere
Lo atropella una furgoneta.
lo encuentras a la orilla de la carretera
y lo entierras.
te sientes mal.
te sientes mal por ti mismo,
pero te sientes peor por tu hija
porque era su mascota
y lo quería mucho.
solía canturrearle
y lo dejaba dormir en su cama.
escribes un poema sobre ello.
lo titulas un poema para tu hija
y trata del perro al que atropella una furgoneta,
de cómo te ocupaste de él,
lo llevaste al bosque
y lo enterraste hondo, muy hondo,
y el poema sale tan bien
que casi te alegras de que hayan atropellado
al pobre perro, si no, no habrías escrito
nunca ese poema.
entonces te sientas a escribir
un poema sobre la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes oyes
a una mujer gritar
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se para.
dejas pasar un rato y vuelves a escribir.
ella grita de nuevo.
te preguntas cómo va a terminar esto.
Por la mañana, pensando en el imperio
Apretamos los labios contra el borde esmaltado de las
tazas
e intuimos que esta grasa que flota
en el café logrará que el corazón se nos pare cualquier
día.
Ojos y dedos se dejan caer sobre los cubiertos de plata
que no son de plata. Al otro lado de la ventana, las
olas
golpean contra las paredes desconchadas de la vieja
ciudad.
Tus manos se alzan del áspero mantel
como si fueran a hacer una profecía. Tus labios se
estremecen…
Te diría que al diablo con el futuro.
Nuestro futuro yace en lo más profundo de la tarde.
Es una calle angosta por la que pasa un carro con su
carretero,
el carretero nos mira y vacila,
luego menea la cabeza. Mientras tanto,
rompo indiferente el espléndido huevo de una gallina de
[raza Leghorn.
Tus ojos se nublan. Te vuelves para mirar el mar
tras la hilera de tejados. Ni las moscas se mueven.
Rompo el otro huevo.
Seguramente nos hemos empequeñecido juntos.
Esta habitación
Esta habitación, por ejemplo:
¿es eso un coche sin conductor
que espera abajo?
Promesas, promesas,
no hacerlas
por mi bien.
Recuerdo sombrillas,
una explanada junto al mar,
aquellas flores…
¿Debo quedarme siempre detrás,
escuchando, fumando,
tomando notas rápidas a distancia?
Enciendo un cigarrillo
y corro la cortina.
Hay un ruido en la calle
cada vez más tenue, más tenue.
Miedo
Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi
puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la
mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo
muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea
vieja, y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que
amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.
Ya he dicho eso.
Traducción de Jaime Priede
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-raymond-carver/
Felicidad
Es temprano y todavía está oscuro afuera.
Estoy cerca de la ventana con un café,
Y las cosas usuales de la mañana
Que pasan por mi cabeza.
Cuando veo al niño y a su amigo
Caminando por la carretera
Para dejar el periódico.
Tienen puestos gorras y suéteres,
Y uno de los niños tiene un maletín sobre sus hombros.
Son muy felices.
No dicen nunca nada, estos niños.
Pienso que, si pudieran, se tomarían del brazo del otro.
Es temprano en la mañana
Y hacen todo juntos.
Se aproximan, lentamente.
El cielo está llenándose de luz
Aun cuando la luna se refleja pálida sobre el agua.
Tanta belleza donde, durante un minuto,
La muerte y la ambición,
Incluso el amor
No pertenecen.
Felicidad. Llega inesperadamente. Y sigue su rumbo.
Realmente, cualquier mañana puede dar cuenta
De esto.
En sus últimos años tanto la crítica como el público
consideraron a Carver el más destacado cuentista norteamericano del siglo 20.
Luego de morir, se convirtió en un autor de culto.
Dinero
Para ser capaz de vivir en el lado correcto de la ley.
Para usar siempre su propio nombre
Y su número de teléfono
Para prestarle dinero a una amiga y que no importe
Un carajo si la amiga abandona la ciudad.
Espero, de hecho, que ella lo haga.
Para darle algo de él a su madre.
Y para sus hijos y sus madres.
No guardarla. Usarlo antes de que se acabe.
Comprar ropa.
Pagar la renta y los servicios.
Comprar comida
Salir a cenar cuando la necesidad de hacerlo apremia.
Y está bien.
Pedir cualquier cosa fuera del menú.
Comprar drogas cuando desee.
Comprar un auto. Si se estropea,
Repararlo. O comprar otro.
¿Ves ese barco?
Adquirir uno igual.
Y navegar alrededor del Cabo de Hornos buscando
compañía.
Conocer una mujer en Porto Alegre
Que amaría, que se volvería loca al verlo
En su propio barco,
Velas en alto,
Va hacia ella en el puerto.
Un amigo que puede pagar
Todo esto solo para verla.
Solo porque ama el sonido de su risa,
Y el modo como le baila el cabello.
Mi cuervo
Un cuervo voló hasta el árbol que está
Frente a mi ventana.
No era el cuervo de Ted Hughes,
Ni el de Galway.
Mucho menos el de Frost, Pasternak o Lorca.
Ni un cuervo de Homero, adornado en sangre
Después de la batalla. Era solo un cuervo
Que nunca encajó en ningún lugar
En su vida
Que no hizo nada digno de ser mencionado
Se quedó en su rama por algunos minutos
Y luego alzó vuelo bellamente fuera de mi vida.
Vagabundería
La gente que era mejor que nosotros vivía cómoda
En casas pintadas con baños de palanca
Conducían autos cuyo año y marca eran reconocibles.
Aquellas personas que no trabajaban se sentían
avergonzadas.
Sus autos extraños terminaban aparcados en campos
polvorientos.
Los años pasaban y todo y todos cambiaron.
Pero esto es todavía cierto:
Nunca me gustó trabajar. Mi victoria fue siempre ser
perezoso.
Veía mi mérito en ello.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla
En frente de tu casa por horas y no hacer nada
Usando un sombrero y tomando soda
¿Qué es lo malo de esto?
Fumando un cigarrillo de vez en cuando.
Escupiendo. Tallando objetos de madera
Con un cuchillo.
¿Dónde está el daño? Ahora y entonces
Llamaba a los perros para ir a cazar conejos.
Pruébalo.
Alguna vez saludé a un niño gordo y rubio
Como yo, y le dije: “¿No te conozco de algún sitio?”
No digas nunca: “¿qué vas a hacer cuando seas grande?”.
Traducción de Kevin Marín Pimienta.
Tomado de:
https://www.lacoladerata.co/cultura/versos/poemas-de-raymond-carver/
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