miércoles, 16 de septiembre de 2020

POEMAS DE RAYMOND CARVER

(25 de mayo de 1938, Clatskanie, Oregón -2 de agosto de 1988, Port Angeles, Washington, Estados Unidos)

Tu perro se muere

 

Lo atropella una furgoneta.

lo encuentras a la orilla de la carretera

y lo entierras.

te sientes mal.

te sientes mal por ti mismo,

pero te sientes peor por tu hija

porque era su mascota

y lo quería mucho.

solía canturrearle

y lo dejaba dormir en su cama.

escribes un poema sobre ello.

lo titulas un poema para tu hija

y trata del perro al que atropella una furgoneta,

de cómo te ocupaste de él,

lo llevaste al bosque

y lo enterraste hondo, muy hondo,

y el poema sale tan bien

que casi te alegras de que hayan atropellado

al pobre perro, si no, no habrías escrito

nunca ese poema.

entonces te sientas a escribir

un poema sobre la escritura de un poema

que trata de la muerte de ese perro,

pero mientras escribes oyes

a una mujer gritar

tu nombre, tu nombre de pila,

ambas sílabas,

y tu corazón se para.

dejas pasar un rato y vuelves a escribir.

ella grita de nuevo.

te preguntas cómo va a terminar esto.

 

Por la mañana, pensando en el imperio

 

Apretamos los labios contra el borde esmaltado de las tazas

e intuimos que esta grasa que flota

en el café logrará que el corazón se nos pare cualquier día.

Ojos y dedos se dejan caer sobre los cubiertos de plata

que no son de plata. Al otro lado de la ventana, las olas

golpean contra las paredes desconchadas de la vieja ciudad.

Tus manos se alzan del áspero mantel

como si fueran a hacer una profecía. Tus labios se estremecen…

Te diría que al diablo con el futuro.

Nuestro futuro yace en lo más profundo de la tarde.

Es una calle angosta por la que pasa un carro con su carretero,

el carretero nos mira y vacila,

luego menea la cabeza. Mientras tanto,

rompo indiferente el espléndido huevo de una gallina de

[raza Leghorn.

Tus ojos se nublan. Te vuelves para mirar el mar

tras la hilera de tejados. Ni las moscas se mueven.

Rompo el otro huevo.

Seguramente nos hemos empequeñecido juntos.

 

Esta habitación

 

Esta habitación, por ejemplo:

¿es eso un coche sin conductor

que espera abajo?

 

Promesas, promesas,

no hacerlas

por mi bien.

 

Recuerdo sombrillas,

una explanada junto al mar,

aquellas flores…

 

¿Debo quedarme siempre detrás,

escuchando, fumando,

tomando notas rápidas a distancia?

 

Enciendo un cigarrillo

y corro la cortina.

Hay un ruido en la calle

cada vez más tenue, más tenue.

 

Miedo

 

Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.

Miedo a dormirme por la noche.

Miedo a no dormirme.

Miedo al pasado resucitando.

Miedo al presente echando a volar.

Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.

Miedo a las tormentas eléctricas.

¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!

Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.

Miedo a la ansiedad.

Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.

Miedo a quedarme sin dinero.

Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.

Miedo a los perfiles psicológicos.

Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.

Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.

Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.

Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja, y yo también.

Miedo a la confusión.

Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.

Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.

Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.

Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.

Miedo a la muerte.

Miedo a vivir demasiado.

Miedo a la muerte.

Ya he dicho eso.

 

Traducción de Jaime Priede

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-raymond-carver/

 

Felicidad

 

 

Es temprano y todavía está oscuro afuera.

 

Estoy cerca de la ventana con un café,

 

Y las cosas usuales de la mañana

 

Que pasan por mi cabeza.

 

Cuando veo al niño y a su amigo

 

Caminando por la carretera

 

Para dejar el periódico.

 

Tienen puestos gorras y suéteres,

 

Y uno de los niños tiene un maletín sobre sus hombros.

 

Son muy felices.

 

No dicen nunca nada, estos niños.

 

Pienso que, si pudieran, se tomarían del brazo del otro.

 

Es temprano en la mañana

 

Y hacen todo juntos.

 

Se aproximan, lentamente.

 

El cielo está llenándose de luz

 

Aun cuando la luna se refleja pálida sobre el agua.

 

Tanta belleza donde, durante un minuto,

 

La muerte y la ambición,

 

Incluso el amor

 

No pertenecen.

 

Felicidad. Llega inesperadamente. Y sigue su rumbo.

 

Realmente, cualquier mañana puede dar cuenta

 

De esto.

 

 

En sus últimos años tanto la crítica como el público consideraron a Carver el más destacado cuentista norteamericano del siglo 20. Luego de morir, se convirtió en un autor de culto.

 

Dinero

 

 

Para ser capaz de vivir en el lado correcto de la ley.

 

Para usar siempre su propio nombre

 

Y su número de teléfono

 

Para prestarle dinero a una amiga y que no importe

 

Un carajo si la amiga abandona la ciudad.

 

Espero, de hecho, que ella lo haga.

 

Para darle algo de él a su madre.

 

Y para sus hijos y sus madres.

 

No guardarla. Usarlo antes de que se acabe.

 

Comprar ropa.

 

Pagar la renta y los servicios.

 

Comprar comida

 

Salir a cenar cuando la necesidad de hacerlo apremia.

 

Y está bien.

 

Pedir cualquier cosa fuera del menú.

 

Comprar drogas cuando desee.

 

Comprar un auto. Si se estropea,

 

Repararlo. O comprar otro.

 

¿Ves ese barco?

 

Adquirir uno igual.

 

Y navegar alrededor del Cabo de Hornos buscando compañía.

 

Conocer una mujer en Porto Alegre

 

Que amaría, que se volvería loca al verlo

 

En su propio barco,

 

Velas en alto,

 

Va hacia ella en el puerto.

 

Un amigo que puede pagar

 

Todo esto solo para verla.

 

Solo porque ama el sonido de su risa,

 

Y el modo como le baila el cabello.

 

Mi cuervo

 

 

Un cuervo voló hasta el árbol que está

 

Frente a mi ventana.

 

No era el cuervo de Ted Hughes,

 

Ni el de Galway.

 

Mucho menos el de Frost, Pasternak o Lorca.

 

Ni un cuervo de Homero, adornado en sangre

 

Después de la batalla. Era solo un cuervo

 

Que nunca encajó en ningún lugar

 

En su vida

 

Que no hizo nada digno de ser mencionado

 

Se quedó en su rama por algunos minutos

 

Y luego alzó vuelo bellamente fuera de mi vida.

 

 

Vagabundería

 

 

La gente que era mejor que nosotros vivía cómoda

 

En casas pintadas con baños de palanca

 

Conducían autos cuyo año y marca eran reconocibles.

 

Aquellas personas que no trabajaban se sentían avergonzadas.

 

Sus autos extraños terminaban aparcados en campos polvorientos.

 

Los años pasaban y todo y todos cambiaron.

 

Pero esto es todavía cierto:

 

Nunca me gustó trabajar. Mi victoria fue siempre ser perezoso.

 

Veía mi mérito en ello.

 

Me gustaba la idea de sentarme en una silla

 

En frente de tu casa por horas y no hacer nada

 

Usando un sombrero y tomando soda

 

¿Qué es lo malo de esto?

 

Fumando un cigarrillo de vez en cuando.

 

Escupiendo. Tallando objetos de madera

 

Con un cuchillo.

 

¿Dónde está el daño? Ahora y entonces

 

Llamaba a los perros para ir a cazar conejos.

 

Pruébalo.

 

Alguna vez saludé a un niño gordo y rubio

 

Como yo, y le dije: “¿No te conozco de algún sitio?”

 

No digas nunca: “¿qué vas a hacer cuando seas grande?”.

 

 

 

Traducción de Kevin Marín Pimienta.

Tomado de:

https://www.lacoladerata.co/cultura/versos/poemas-de-raymond-carver/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario