HAY VECES...
para
Augusto Roa Bastos
Hay veces en que nadie
recuerda
que existimos;
que La vida se encoge
y nos aprieta,
y que es difícil despertar
cada mañana
la sangre en nuestras venas.
Días de conservar
el esqueleto, doblados hacia adentro,
y de llorar a os curas
sobre estos mismos huesos,
de usar la propia piel
como mortaja, y decirle
a la vida que no estamos
y que vuelva otro día.
POEMA
A Francisco y Ricardo Mardones
En polvo que rodando
se hará hombre
para iniciar de nuevo
su jornada
sin nacer otra vez,
rumbo a otro cielo,
desde su alta mar de ceniza.
Extraña fundación, parto vacío, resucitado
sueño de la arcilla. Dios
consumido por el triste oficio
y ser la llama de su propia hoguera.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/paraguai/roque_vallejos.html
Poema No. 2
Hoy que he salido, para
buscarme adentro, hablarme,
conversarme, estar conmigo,
sentir sin soledad, toda
mi ausencia,
no me he hallado.
Hoy, que he bajado paso a paso,
mi vacío, y que no he encontrado
a nadie, que me ofrezca su mano,
que he pisado mi carne como una orilla ajen
no sé cómo no estoy, si no he salido.
Poema No. 9
Me preocupan los muertos
con su traje único,
esperando inútilmente
debajo de la tierra.
La muerte como un ancla
amarrando
sus carnes,
la eternidad como gusano
taladrando
sus huesos.
Seco su tiempo,
la noria mutilada,
debe pesar, tanto vacío
al hombro,
la agrimensura
triste
de nivelar las sombras,
y de medir en vano
la altura
de la muerte.
Frío
el rincón. El muro
derribado. La desembocadura
de Dios, el litoral
del infierno.
El polvo. ha recobrado
de nuevo
su estatura.
La eternidad duerme otra vez.
La nada. empieza.
Poema No. 7
Hay veces en que nadie
recuerda
que existimos;
que la vida se encoge
y
nos aprieta,
y que es difícil despertar
cada mañana
1a sangre en nuestras venas
Días de conversar
al esqueleto, doblados hacia adentro;
y de llorar a oscuras
sobre estos mismos huesos,
de usar la propia piel
como mortaja, y
decirle
a la vida que no estamos,
y que vuelva otro día
Poema No. 3
Señor: el mundo está cansado.
La sombra crece. El sol se apaga.
El hombre está quedando sin orillas,
Señor, el hombre está llegando a nada.
El milagro, Señor, el cielo, el alma,
nada. Para morir no hace falta
haber nacido. Para vivir, Señor,
es necesario morir a cada rato.
Del libro, los Arcángeles Ebrios, Montevideo
1964.
ME GUSTAN ESTOS POEMAS, SON MUY REALES.
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