sábado, 10 de abril de 2021

POEMAS DE EDWIN MUIR

(15 de mayo de 1887, Deerness /  3 de enero de 1959, Swaffham Prior, Reino Unido)


Merlin

 

Querido mago en tu guarida

Oculta en el diamante

Del día ¿habrá un cantante

Cuya voz sea capaz

De borrar el rastro que Adán

Dejó en la tierra y en el mar?

¿O un corredor más rápido

Que la alargada sombra de los hombres

Que se abra paso en la memoria

Para colgar del árbol la manzana?

¿Nos mostrará tu magia

La novia que duerme en su habitación,

El día envuelto en un monte de nieve,

El tiempo recluido en su prisión?

 

La tierra difícil

 

Es una tierra difícil. Las cosas se malogran

Sin importar en ellas cuánto empeño pongamos.

El grano muere, la maleza crece con vigor

El sol, la lluvia, el frío están contra nosotros:

Se diría que el mal flota en el mismo aire.

En verano crecidas, en invierno sequías.

Nuestros campos: kilómetros de un suave polvo estéril.

En engañosos días grises que auguran agua

Preparamos los bueyes, salimos al arado

Envueltos de una nube ocre,

El polvo que se eleva y cae tras de nosotros

Asentándose lenta y dulcemente.

Esos días la propia tierra parece triste y sin sentido.

Y cuando el día siguiente el sol arde con fuerza

Apretamos los puños y pateamos el suelo enfurecidos.

Tenemos sueños raros: de pie al alba

Miramos la deriva plateada de los astros

Convertirse en una flota de mirlos.

Y una vez en la vida, a inicios del verano,

Cuando el campo está tierno, llegan hombres de afuera

Que pisan el maíz y matan nuestros animales.

Sabemos de estas cosas; y con suerte o gobierno

Las superamos o sufrimos si tenemos que hacerlo.

Somos un pueblo. Estirpe y lengua nos sostienen,

Los ritos y costumbres ancestrales, el techo y los árboles,

Las canciones de nuestros triunfos y derrotas

(Fugaces por igual), continuidad del grupo y del fogón,

Nuestros nombres y vocación, el trabajo, el ocio y el sueño

Y algo que fue vencido pero que aún resiste.

Todo esto nos sostiene. Sin embargo hay momentos

En que identidad, nombre y aun las manos nuestras

Que trabajan a ciegas, se nos tornan odiosas

Y con gusto nos libraríamos de su carga

Para ingresar en nuestra noche por la puerta del trigo

Y el leve velo de la hierba (dejando atrás

Nombre, cuerpo, país, lengua, vocación, fe)

Hasta reunirnos con el secreto de una tierra

Abierta por arados perdidos en el tiempo.

 

Hemos tenido horas así que dejamos atrás

Gracias a rostros de bondad, gestos de fe en el dolor,

Y honestidad, coraje, cortesía, fidelidad,

Y al amor que perdura una vida. Y a los campos,

El mercado, la granja y el granero; otoño y primavera

(Pues podemos amar el circuito inhumano

De estaciones errantes) y a los muertos

Que en nosotros –en su lugar– se alojan

Desconocidos y extrañados. Porque ¿cómo podríamos

Dar la espalda a la última, demorada mirada moribunda

Que vuelve del otro lado del tiempo?

¿Y cómo avergonzar a los que viven y ofender a los muertos

Con este desaliento? ¿Cómo abstenernos del amor?

Es un país difícil, y es nuestro hogar.

 

 

El laberinto

 

Desde el día en que pude salir del laberinto,

Turbado por el eco de sus altos pasillos,

De tantos recovecos que temí

Encontrarme a mi mismo al doblar una esquina,

A mí o a mi fantasma, pues nada fue real

Una vez que dejó de crujir la hojarasca

Bajo el peso del toro caído a mi lado,

Y yo manchado en sangre, no podría decir si vivo o muerto,

En el vacío del crepúsculo (¿era

Una sombra que busca su cuerpo en los caminos

Intrincados del Hades?) – desde que salí al mundo,

Y vi las breves flores en los campos antiguos,

Los renuevos brillantes de los árboles, las colinas, el mar,

Y todo en movimiento bajo el cielo,

Pastores y rebaños, pájaros, y los jóvenes y ancianos

(Miré asombrado a jóvenes y ancianos,

Porque en el laberinto el tiempo no existía;

Me extravié, al parecer, más allá de estaciones y de soles

Más allá del reposo, del tránsito, del cambio,

Ya que no podía decir, en fin,

Si estaba quieto o si me desplazaba; el laberinto mismo

Girando sobre su eje misterioso

Me arrastraba hacia su contrario dócilmente:

El adorable mundo) – desde que al fin salí,

Hay momentos en que aún escucho el eco

De mis pasos en esas galerías, y en que todo, las rutas

Que corren a lo largo del bullicio del mundo

Y se unen y separan, y salas que se abren

A otras salas –siempre una sala más–,

Y escaleras, pasajes y antecámaras

Que vacías esperan alguna gran audiencia,

La estela en el mar que se abre y se cierra,

Rastros indescifrables, escondidos,

Senderos en la tierra, túneles subterráneos,

Y en el aire la huella de los pájaros – todo

Parecía parte del gran laberinto. Y luego, de repente,

Me encuentro enceguecido, casi me echo a correr

Como si el laberinto me siguiera

Y fuera a darme alcance. Pero tranquilizándome

Me digo: “No te apures. No hace falta.

Te hallas en tierra firme, las rutas se abren libres frente a ti.”

Y mi genio maligno se burla: “Es cierto, no te apures.

No hay necesidad de ello. Partir, permanecer,

Da igual en este mundo ya que no existe una salida,

No hay lugar adonde ir, y tu terminarás donde te encuentras,

Sumergido en el centro del laberinto inacabable.”

 

 

Yo no puedo vivir si esto es verdad.

Es un mundo posible, tal vez; pero hay otro.

Ya que en un sueño o trance vi a los dioses

Cada uno sentado en la cima de sus islas-montañas

Mientras pequeños barcos navegan a sus pies,

Y en los puertos pululan multitudes,

Y los pastores llevan sus rebaños al campo,

Y prosiguen las fiestas, cumpleaños y nupcias,

La siembra y la cosecha, vida y muerte,

Todo aceptado y dentro de los planes,

Claro y seguro como en un sueño límpido.

Pero los dioses, como grandes nubes brillantes

Que flotan sobre el mar sereno,

Mantienen a través de los estrechos, en un tono tranquilo,

Un infinito diálogo pacífico

Donde todo se trama y nuestras vidas

Son un profundo acorde en ese diálogo,

La entonación sencilla de palabras en orden,

Sílabas espontáneas que le dan cuerpo al mundo.

 

 

Este es el mundo real; lo toqué alguna vez

Y ahora lo recordaré por siempre.

Pero el engaño, el laberinto, el resto

Bruto de la simulación, las rutas

Que corren sin hallar nunca un final,

Por el error tapiadas; de todo ello no me habría escapado

Si mi alma no tuviera alas de pájaro para volar.

 

 

Hondas como la vida son estas decepciones.

Anoche tuve un sueño: volvía al laberinto,

Y despertaba lejos. No reconocía el lugar.

 

Los ausentes

 

Ellos no están aquí. Y nosotros, nosotros somos Otros,

Marchamos sin estorbos bajo el sol

Que brilla tan sólo para nosotros.

Porque no están aquí

Y sabemos de ellos a través de la ausencia

Que se infiltra y nos cubre

Desde que aquí no están.

Ahora, en este reino de ocio veraniego

Donde extasiados por el sol soñamos

Y erramos olvidados de la luz

Y en el aire nos disipamos?

Es la ausencia quien nos acoge.

No tenemos contacto, nuestras almas

Vuelan hacia la ausencia en torno a nosotros

Porque somos los Otros.

Y lloramos a Aquéllos que no están con nosotros

Sin saber si nos duele o si es nuestro el dolor

Que sobrepasa todo pensamiento, memoria o duelo.

Lloramos por la pérdida de lo que no tuvimos,

Los anónimos, los desconocidos

Los que en su ausencia están siempre junto a nosotros

(Junto a nosotros, herederos, usurpadores

Que claman por el sol, por el reino del sol)

Sin saber que dolor y soledad

Traigan quizá una bendición sobre nosotros.

Tomado de:

http://hablardepoesia-numeros.com.ar/numero-22/edwin-muir-los-caballos-y-otros-poemas/

 

El interrogatorio

 

 

Podíamos cruzar el camino, pero dudamos,

 

Y después llegó la patrulla,

 

El líder, escrupuloso y resuelto,

 

Los hombres, rudos, indiferentes.

 

Mientras esperábamos ahí, de pie,

 

Comenzó el interrogatorio. Él dice

 

Suéltalo todo, quiénes, qué son,

 

De dónde vienen, con qué propósito,

 

Por qué país o bando luchan, a quién traicionan.

 

Pregunta tras pregunta.

 

De pie, hemos respondido todo, todo el día

 

Mirando hacia allá, entre los setos,

 

A las parejas de amantes desenfadados,

 

Tomados de la mano, perdidos entre las estrellas,

 

Tan cerca que les podíamos gritar. Aquí no podemos elegir

 

La respuesta o la acción,

 

Aunque los amantes desenfadados sigan vagando por ahí

 

Y los campos sin pensamiento estén tan cerca.

 

Estamos en la mera orilla,

 

Casi sin fortaleza,

 

Y aun así el interrogatorio continua.

 

Traducción: Pura López Colomé.

Tomado de:

https://www.lamajadesnuda.com/sumario/poesia-bosque-cuantico/99-poesia-bosque-cuantico/631-edwin-muir200.html

 

Círculo y Cuadrado

'Te doy la mitad de mí;

No más, para que no sea

motivo de perjurio.

Por tu bien, por mi bien, ¿la

mitad tomarás?

 

'La mitad no tomaré ni daré,

porque el que da todo lo da.

A la mitad no puedes vivir;

Entonces deja que la barrera caiga,

en un círculo lo tienes todo '.

 

“Un burlador sabio y anciano

me dijo una vez: Cuidado con

el camino que no tiene esquina

donde puedes quedarte y mirar.

Elige el cuadrado.

 

Y deja que el círculo corra

Su carrera aburrida y febril.

Tú, querida, eres uno;

Muestra tu alma en tu rostro;

Mantén tu lugar.

 

Dar, pero tener algo que dar.

Ningún hombre puede quererte a todos.

Vive y aprende a vivir.

Cuando todas las barreras caen

, no eres nada en absoluto '.

 

El Encarnado

La marejada norteña sin viento, el grito de la gaviota,

y la iglesia de Calvin coronando la estéril brae.

Pienso en el sueño de Giotto el pastor toscano,

Cristo, hombre y criatura en su día interior.

¿Cómo pudo nuestra raza traicionar

La Imagen y el Encarnado deshacer a

Quién eligió esta forma y moda por nuestro bien?

 

El Verbo hecho carne aquí se hace palabra de nuevo.

Una palabra hecha palabra con floritura y arrogancia.

Mira allí al Rey Calvino con su pluma de hierro,

Y a Dios tres letras enojadas en un libro,

Y allí el gancho lógico

En el que el Misterio está empalado y doblado

en un argumento ideológico.

 

Hay un mejor evangelio en la lengua natural del hombre,

Y una visión más verdadera era suya fuera de la Ley

Quienes vieron el lado opuesto de la Cruz entre

los pueblos arcaicos en su antiguo temor,

Con ignorante asombro vieron

la cruz de madera en la ladera desnuda,

Sin saber que allí un Dios sufrió y murió.

 

La palabra descarnada, creciendo, nos derribará,

tanto el hombre cristiano como el pagano caerán,

Los augurios dicen, el blanco y el negro y el moreno,

El alegre y el triste, teórico, amante, todo

Invisiblemente caerá:

Calamidad abstracta, salvo por aquellos que pueden

construir su imperio frío sobre el hombre abstracto.

 

Una suave brisa se mueve y todos mis pensamientos se llevan

lejos hacia el mar y se pierden. Sin embargo, yo se bien

La palabra incruenta luchará por sí misma.

Invisiblemente en el cerebro, los nervios y las células.

Las generaciones cuentan

Su historia personal: el Uno tiene que ir más

allá de los espejismos y la nieve asesina.

 

El niño muriendo

Universo amistoso y hostil,

guardo tus estrellas en mi bolso

y te digo adiós.

Que puedo dejarte, salir bastante,

salir, salir más allá de toda duda,

dice mi padre, es el milagro.

 

Eres tan grande y yo tan pequeño:

no soy nada, eres todo:

no siendo nada, puedo tomar este camino.

Oh, no necesito ni levantarme ni caer,

porque cuando no me mueva en absoluto

, estaré fuera de todo tu día.

 

Se dice que quedará algún recuerdo

en el otro lugar, hierba bajo la lluvia,

luz en la tierra, sol en el mar,

una gracia que revolotea, un rostro fantasma,

pero el mundo está fuera. No hay lugar

donde él y su fantasma puedan estar.

 

Padre, padre, temo este aire

soplado desde el otro lado de la desesperación

El frío rincón frío. ¿Qué casa, qué agarre,

qué mano hay? Miro y veo la

eternidad llena de Nada,

Y el gran mundo redondo se debilita y envejece.

 

Toma mi mano, oh, agárrala fuerte,

¡estoy cambiando! - hasta que al fin

mi mano en la tuya no cambiará más,

aunque la tuya cambie. Tú aquí, yo allí,

De la mano, desesperación de dos hojas,

no sabía que la muerte era tan extraña.

 

El buen hombre en el infierno

Si un buen hombre fuera alojado alguna vez en el infierno

por un error necesario de las cualidades,

tal vez para probar la regla o avergonzar al diablo,

o decir la verdad que solo un extraño ve,

 

¿él, rindiéndose rápidamente al odio obvio,

llenaría la mitad de la eternidad con gritos y lágrimas,

o mirar junto a la pequeña puerta portuaria del infierno

Con paciencia durante los primeros diez mil años,

 

sintiendo la maldición subir lentamente a su garganta

que, pronunciada, lo condena a rescindir el mal sin remedio,

obligando a su lengua de oración a correr de memoria, la

eternidad entera todavía ante él ?

 

¿Podría al fin, crecido fiel en su posición,

encender una pequeña esperanza en el infierno sin esperanza,

y sembrar entre las malditas dudas de la condenación,

¿Ya que aquí alguien podría vivir y vivir bien?

 

Una duda del mal derribaría tal gracia,

abriría tal puerta y el Edén podría entrar, el

infierno sería un lugar como cualquier otro lugar,

y comenzarían el amor, el odio, la vida y la muerte.

Tomado de:

https://mypoeticside.com/poets/edwin-muir-poems

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