(22 de enero de 1930, Villeta / 25 de marzo de 2014, Asunción, Paraguay) |
FLOR DEL AIRE
Dulce reguero de cristalinas aguas,
manantial de aromas
que del fondo de la tierra nace,
como jazmín del patio de mi infancia
a la puesta del sol,
embalsamas la tarde.
Cuando te he visto, nací
a la luz de nuevo.
Para hablarte limpié mi
voz de herrumbres
y allí escuché tu voz poblada de susurros.
Suave niña en flor de amanecida,
eres como el manto
interminable de la lluvia
otoñal.
¿Cómo acercarme a tanta transparencia
sin desgarrar la piel del ensueño
que te envuelve,
sin empañar la luz de tu sonrisa?
DONDE ESTUVIERE
.
Corno elegía a dos llantos,
en la muerte
de Hérib Campos Cervera.
.
I
Destino de ceniza redimido
en tanto alumbramiento luminoso
¡Qué antiguo tu destino de sollozo
de cielo a infierno ha tiempo retenido!.
Gaviota con el vuelo ensombrecido
¿a qué puerto de sueño silencioso
llegó tu rumbo herido y angustioso
en esta travesía del latido?
Tu muerte es sólo un trozo de vacío
nostalgia de la sombra que tenías
ventana donde aún vuelan las esquinas
Desde la tierra de tu siempre estío
tu rosa crecerá para los días,
tu rosa, que ha dormido sus espinas,
II
El trigo entre tus manos de simiente
florece el rojo vientre de tu suelo
haciendo de guitarra y luna el cielo
y huesos de gigantes el poniente.
Los tuyos se preguntan si no miente
-el sembrador, estampa de tu anhelo
y el mar ya sin nivel desde tu vuelo-
la muerte, con su bruma de serpiente.
Sobre el tiempo dormido ya en tu leño
que con tus manos despobladas sellas,
está tu voz, espiga de clarines.
Desde tu siempre primavera en sueño
tu noche crecerá por las estrellas,
tu noche, que ha encendido tus jazmines.
VENGANZA
No me senté a la puerta a esperar
que pase su cadáver.
Grité en las calles;
deletreé mi rabia y mi esperanza
en los muros sombríos de la noche;
golpeé las paredes de las cárceles,
los marqué con mis uñas, con mi sangre;
lancé piedras contra sus
altares de hojalata.
Expulso,
enarbolé la empecinada
voz de mi esqueleto
por la rosa del viento y la nostalgia.
Fui de los primeros en arrojar
puñados de salmuera
sobre sus despojos.
.
Ile de Re, 1º de enero, 1989
.
LA ROSA
Yo sé que era una rosa
la brisa de sus labios entreabiertos.
Un ventarrón de ausencia la apagó
y un gris de anochecer
cayó sobre el paisaje de mi pecho herido.
El vaso conservó su tallo enhiesto
y hoy guardo intacta en mis entrañas
la fragancia de su aroma sin término
y acaricio en el cuenco de mis sueños
la rosa roja de su boca,
la flor inmemorial de su sonrisa.
LA PIEDRA DEL REENCUENTRO
¿Quién se anima
a arrojas
la primera mirada
sobre el techo
empañado de recuerdos?
.
(25 de febrero de 1989)
.
MANERA DE LA AUSENCIA
Aún vengo desde ti
con tu pequeño nombre
carcomiendo mis labios
como una antigua llaga de dulzura.
Vengo aún desde ti
con el tajo de estrellas
flameando en mis ojos
como alta bandera
de frente golpeada.
Todavía tu risa
me sabe a caracola
donde se escucha el mar,
y tus besos
me llenan de amapolas
el aliento del sueño
y de higos maduros.
Con la misma tristeza
con que hiere la noche
el grito casi ciego
de una larga sirena,
tu inminencia de luna
cercada por la lluvia
hoy ahueca el capullo
del corazón que abriste,
que clausuraste al irte,
que sigue siempre abierto.
La veleidosa,
la arbitraria nervadura
de esta hoja de castaño
dibuja el itinerario
de un compartido otoño,
de punta a punta
iluminado de poblados silencios.
Noche a noche
impregnada del calor
de nuestras manos,
de los besos sin sombra,
de las caricias húmedas,
La senda de mis pasos
va estrechando sin tregua
la andadura.
Como si mis pies
supieran que buscan
la huella de los tuyos.
Y tu piel
toda tu piel
es tu aliento caliente
que sube del ardor de la playa
hasta las arenas revueltas
en el lecho de tu cuerpo
embalsamando el sueño de fuego
que nos consume.
SOLEDAD
Las palomas del atardecer
desgajan los árboles del cielo,
caen sobre mis pupilas
como goterones de ausencia
LA ADOLESCENTE
Aquel muchacho torpe
enredaba palabras,
te miraba a los ojos,
agitaba los brazos,
sentía tu perfume.
Habitabas sus sueños,
le dolías...
El recuerdo, hoy,
te la devuelve intacta,
recuperas su voz,
su sonrisa,
su aliento en primavera
con olor a naranja,
su tenue resplandor secreto,
el trigal de su piel.
Tus manos ondean su cintura,
tus labios liban la miel de sus palabras,
en tus ojos se refleja
el aura triunfal de sus cabellos.
Ella, la niña, sigue siendo tuya...
por siempre.
TRAYECTO
Después,
cuánta memoria táctil
de piel y de cabellos y de sedas,
de aromas y de risas,
de luces y penumbras,
de largas caminatas
a sol y a sombra,
de oscuras soledades...
Memoria y desmemoria
que deambulan
del banquete hedonista
al ígneo resplandor de las pasiones,
airoso o malherido,
triunfante o humillado,
victorioso o maltrecho,
abatido o feliz o desgraciado.
Aliento contra aliento
las aves migratorias del deseo
las que guardan la tibieza del nido
emigran
cuando asoma
el hastío de otoño.
REMINISCENCIA
I
El jardín del convento
en que amparo
mi tanto por cuanto aniversario
está hoy recoleto y soleado.
Paseando la sombra leve de mi soledumbre
alcanzo la fogata
en que se queman las hojas secas del invierno,
testimonios crepitantes
de las horas, de los días, y los hechos.
Me acerco lentamente,
en medio de los vientos helados
y escucho las voces que signaron mi existencia.
Descifro los momentos intensos,
el sordo respirar de los vacíos,
la euforia jubilosa de los lauros,
la torva decepción de los fracasos,
el vuelo y el derrumbe de esperanzas,
la dicha y la tristeza confundidas.
Asumo, en fin, mi vida plena,
envuelto en el olor de la humareda
que combina aromas tan diversos:
el resplandor intenso de la infancia,
la adolescencia azul,
aquella piel, corola de una rosa
y aquella embalsamada de jazmines,
aquel aliento espliego
que sigue respirando en mis entrañas,
el inefable fuego del amor,
su dulce combustión interminable.
II
Pero también me habita
la oscura soledad de las prisiones,
la nostalgia sin ojos de exilio,
ese llanto sin lágrimas.
Fui testigo y fui víctima de
tantas abyecciones....
Me volví iconoclasta
derribando los dioses de chatarra,
los templos de ignominia.
A los treinta años de mi vida
perdí la inmortalidad,
cuando murió mi padre,
dejándome en herencia
la dignidad,
que acrecenté al lado de mi pueblo
para intentar ser hombre de
fe, de fuego, de azahar...
Conocí el paraíso del bien
sin mirar a quién,
el del amor compartido
hasta los tuétanos,
el del amigo fiel y compañero,
el averno de la injusticia sin fondo
y sigo buscando la tierra sin
males de mis antepasados...
Así ha sido y así ha de ser,
hasta que el sueño apague
la luz en mis pupilas.
LA SOLEDAD
I
La soledad no me asusta,
no me espantan sus sombras,
no la temo.
Ha sido compañera
en mis penumbras, una y tantas veces.
Allí donde el hombre es tiempo sin espacio
mantuvimos mil diálogos
entre mis voces náufragas
y el eco de las palabras calladas,
esas que se modulan hacia adentro
frente a un vaso de vino,
cuando el viento retiene
en un rumbo tenaz
la rosa de los vientos.
Conversamos largamente
en los ratos poblados de quimeras,
de capullos dormidos,
de ramas espinadas,
de flores con fragancias ambiguas,
II
Y me ratifico:
la soledad,
la sola soledad,
la soledad sin tu voz,
sin tu aliento,
sin tu aroma,
sin tu lumbre,
sin tu piel,
sin tu sonrisa,
sin tus manos,
esa sola soledad herrumbrada
es sólo soledad
Tanto tiempo
abandonó la primavera
esta tierra tan tensa,
tan sedienta de luces,
hasta que, de pronto, el lapacho
encendió su ramazón de sueños.
En esa primavera
de tu sonrisa plena,
allí brotó la lumbre,
creció junto a tu nombre
y se arboló mi tiempo.
Y entonces me pregunto
si la voz es la existencia misma
o más simplemente
el labio fontanar de las ensoñaciones...
Déjame escuchar tu silencio aromado
abismal rosa azul.
Tomado de:
http://letrasparaguayas.blogspot.com/2010/06/ruben-bareiro-saguier-ladera-de-la.html
Tríptico con otoño
I
Se me caen las calles amarillas
Me transitan las hojas amarillas
Y en un vaso de aguas amarillas
Lentos peces de asfalto me navegan
Una lluvia intimísima
Ennegrece mis ramas
Inaugura mi mano
Una cuerda rascada
Un puerto sin asilo
II
El vuelo de la noche
Me devuelve los ojos
Y hay un trino de casas
y hay un río de cielos
En esta mi provincia de mis huesos
Valle del aire triste
Y el azul imposible
III
Veleta para el sueño
Una cigarra estática
Carne tibia y solar
Granero del tiempo más plomizo
Cuando el cielo se achica
Y se achican los días
Tu tibieza me busca
Y una espiga te encuentra
No la cápsula hidrópica
Sino el cántaro henchido
O la pulpa cuajada
La ráfaga del beso
La lengua azul
Y el vino tan reciente
Tú en la cima del viento
En musical resina
Desnuda de cenizas
Danza de las horas
La mañana huele a cascarita de limón.
La siesta a cáscara de naranja
la noche a cáscara seca.
Inminencia
Las diamelas rebotan contra los lapachos
Está la primavera llegando.
Ancestral
La tierra roja y agrietada
Mis innumerables sangres enterradas.
Infancia
El tren y el viento pasan debajo de tus ojos
El río por dentro.
Devenir
Las vacas con ojos alimonados
surcen el día con sus mugidos.
Las vacas rumian la memoria.
Tristeza
El ojo se llena de sombras
La marea baja.
Historia antigua
Mi padre volvía con olor a campo
Su caballo zaino ya no viene al atardecer.
Biografía
Y cuando llegue al corazón de la cebolla
no me quedará sino la humedad en los ojos.
De Biografía de ausente
Carta filial
Tu palabra borbota
Junto a la sal y el papel
Tu corazón de música
Crepita entre la leña
De entre las brasas brota
Crece del fuego
llega
Este río de pasto
Una canción dormida en tu regazo
El guardapolvo de agua
La lengua del azúcar
Al fondo
Los mismos campesinos
Bordan los mismos surcos
En una tierra vieja
Cansada de semillas
Más atrás
El retrato de abuelo en marco oval
El de papá en el marco de la puerta
En el patio
En los muros
En el cielo
Y en su caballo zaino
Pero has vuelto a tu carta
Con aroma de leño
Al íntimo registro civil afectuoso
(Que ha nacido
Que ha muerto
Que ha casado
La fiesta del bautismo)
La historia en miga fresca
Yo pienso en tus palabras
Yo pienso en el follaje
Constelado de pájaros
Los labios del cariño han escrito mi piel
Lo sé
Pero me gusta oírtelo de nuevo
Entre el fogón y el día
Una paloma de humo
Levanta vuelo
Desde tu mano
Variaciones sobre el deshabitado
empiezo ya a morirme
tantas veces
decadencio
y me bajo
y me acarajo
el latido anochece
viendo pasar sucias palomas
pájaros de asfalto
mujeres vestidas de penumbra
que no me conocen para nada
tu risa golpea las ventanas
como cuando subía a los cristales
para buscar mi boca
o la lluvia de las tardes
florecía en las manos
que empiezan a secarse
tantas veces
pero mi corazón resiste
nada cuesta arriba
y persiste
y remonta
tantas veces
nada
descalzo hasta las ojeras
te espero
te esperaré
aquí en el duradero del amor
arquero tenso
para el disparo exacto
barquero presto
para la travesía te espero
la cama me queda grande
la casa me suena oscura
y no hay música
porque si yo no llego
llegarás lo mismo
desnudo hasta el fondo de los ojos
te esperaré
Te espero.
Tomado de:
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