domingo, 25 de abril de 2021

POEMAS DE RUBÉN BAREIRO SAGUIER

(22 de enero de 1930, Villeta / 25 de marzo de 2014, Asunción, Paraguay)


FLOR DEL AIRE

Dulce reguero de cristalinas aguas,

manantial de aromas

que del fondo de la tierra nace,

como jazmín del patio de mi infancia

a la puesta del sol,

embalsamas la tarde.

 

Cuando te he visto, nací

a la luz de nuevo.

Para hablarte limpié mi

voz de herrumbres

y allí escuché tu voz poblada de susurros.

Suave niña en flor de amanecida,

eres como el manto

interminable de la lluvia

otoñal.

 

¿Cómo acercarme a tanta transparencia

sin desgarrar la piel del ensueño

que te envuelve,

sin empañar la luz de tu sonrisa?

 

DONDE ESTUVIERE

.

Corno elegía a dos llantos,

en la muerte

de Hérib Campos Cervera.

.

I

Destino de ceniza redimido

en tanto alumbramiento luminoso

¡Qué antiguo tu destino de sollozo

de cielo a infierno ha tiempo retenido!.

 

Gaviota con el vuelo ensombrecido

¿a qué puerto de sueño silencioso

llegó tu rumbo herido y angustioso

en esta travesía del latido?

 

Tu muerte es sólo un trozo de vacío

nostalgia de la sombra que tenías

ventana donde aún vuelan las esquinas

 

Desde la tierra de tu siempre estío

tu rosa crecerá para los días,

tu rosa, que ha dormido sus espinas,

 

II

El trigo entre tus manos de simiente

florece el rojo vientre de tu suelo

haciendo de guitarra y luna el cielo

y huesos de gigantes el poniente.

 

Los tuyos se preguntan si no miente

-el sembrador, estampa de tu anhelo

y el mar ya sin nivel desde tu vuelo-

la muerte, con su bruma de serpiente.

 

Sobre el tiempo dormido ya en tu leño

que con tus manos despobladas sellas,

está tu voz, espiga de clarines.

 

Desde tu siempre primavera en sueño

tu noche crecerá por las estrellas,

tu noche, que ha encendido tus jazmines.

 

VENGANZA

No me senté a la puerta a esperar

que pase su cadáver.

 

Grité en las calles;

deletreé mi rabia y mi esperanza

en los muros sombríos de la noche;

golpeé las paredes de las cárceles,

los marqué con mis uñas, con mi sangre;

lancé piedras contra sus

altares de hojalata.

 

Expulso,

enarbolé la empecinada

voz de mi esqueleto

por la rosa del viento y la nostalgia.

 

Fui de los primeros en arrojar

puñados de salmuera

sobre sus despojos.

.

Ile de Re, 1º de enero, 1989

.

LA ROSA

Yo sé que era una rosa

la brisa de sus labios entreabiertos.

 

Un ventarrón de ausencia la apagó

y un gris de anochecer

cayó sobre el paisaje de mi pecho herido.

 

El vaso conservó su tallo enhiesto

y hoy guardo intacta en mis entrañas

la fragancia de su aroma sin término

y acaricio en el cuenco de mis sueños

la rosa roja de su boca,

la flor inmemorial de su sonrisa.

 

LA PIEDRA DEL REENCUENTRO

¿Quién se anima

a arrojas

la primera mirada

sobre el techo

empañado de recuerdos?

.

(25 de febrero de 1989)

.

MANERA DE LA AUSENCIA

Aún vengo desde ti

con tu pequeño nombre

carcomiendo mis labios

como una antigua llaga de dulzura.

 

Vengo aún desde ti

con el tajo de estrellas

flameando en mis ojos

como alta bandera

de frente golpeada.

 

Todavía tu risa

me sabe a caracola

donde se escucha el mar,

y tus besos

me llenan de amapolas

el aliento del sueño

y de higos maduros.

 

Con la misma tristeza

con que hiere la noche

el grito casi ciego

de una larga sirena,

tu inminencia de luna

cercada por la lluvia

hoy ahueca el capullo

del corazón que abriste,

que clausuraste al irte,

que sigue siempre abierto.

 

La veleidosa,

la arbitraria nervadura

de esta hoja de castaño

dibuja el itinerario

de un compartido otoño,

de punta a punta

iluminado de poblados silencios.

 

Noche a noche

impregnada del calor

de nuestras manos,

de los besos sin sombra,

de las caricias húmedas,

 

La senda de mis pasos

va estrechando sin tregua

la andadura.

 

Como si mis pies

supieran que buscan

la huella de los tuyos.

 

Y tu piel

toda tu piel

es tu aliento caliente

que sube del ardor de la playa

hasta las arenas revueltas

en el lecho de tu cuerpo

embalsamando el sueño de fuego

que nos consume.

 

SOLEDAD

Las palomas del atardecer

desgajan los árboles del cielo,

caen sobre mis pupilas

como goterones de ausencia

 

LA ADOLESCENTE

Aquel muchacho torpe

enredaba palabras,

te miraba a los ojos,

agitaba los brazos,

sentía tu perfume.

 

Habitabas sus sueños,

le dolías...

 

El recuerdo, hoy,

te la devuelve intacta,

recuperas su voz,

su sonrisa,

su aliento en primavera

con olor a naranja,

su tenue resplandor secreto,

el trigal de su piel.

 

Tus manos ondean su cintura,

tus labios liban la miel de sus palabras,

en tus ojos se refleja

el aura triunfal de sus cabellos.

 

Ella, la niña, sigue siendo tuya...

por siempre.

 

TRAYECTO

Después,

cuánta memoria táctil

de piel y de cabellos y de sedas,

de aromas y de risas,

de luces y penumbras,

de largas caminatas

a sol y a sombra,

de oscuras soledades...

 

Memoria y desmemoria

que deambulan

del banquete hedonista

al ígneo resplandor de las pasiones,

airoso o malherido,

triunfante o humillado,

victorioso o maltrecho,

abatido o feliz o desgraciado.

 

Aliento contra aliento

las aves migratorias del deseo

las que guardan la tibieza del nido

emigran

cuando asoma

el hastío de otoño.

 

 

REMINISCENCIA

I

El jardín del convento

en que amparo

mi tanto por cuanto aniversario

está hoy recoleto y soleado.

Paseando la sombra leve de mi soledumbre

alcanzo la fogata

en que se queman las hojas secas del invierno,

testimonios crepitantes

de las horas, de los días, y los hechos.

Me acerco lentamente,

en medio de los vientos helados

y escucho las voces que signaron mi existencia.

Descifro los momentos intensos,

el sordo respirar de los vacíos,

la euforia jubilosa de los lauros,

la torva decepción de los fracasos,

el vuelo y el derrumbe de esperanzas,

la dicha y la tristeza confundidas.

 

Asumo, en fin, mi vida plena,

envuelto en el olor de la humareda

que combina aromas tan diversos:

el resplandor intenso de la infancia,

la adolescencia azul,

aquella piel, corola de una rosa

y aquella embalsamada de jazmines,

aquel aliento espliego

que sigue respirando en mis entrañas,

el inefable fuego del amor,

su dulce combustión interminable.

 

II

Pero también me habita

la oscura soledad de las prisiones,

la nostalgia sin ojos de exilio,

ese llanto sin lágrimas.

 

Fui testigo y fui víctima de

tantas abyecciones....

Me volví iconoclasta

derribando los dioses de chatarra,

los templos de ignominia.

 

A los treinta años de mi vida

perdí la inmortalidad,

cuando murió mi padre,

dejándome en herencia

la dignidad,

que acrecenté al lado de mi pueblo

para intentar ser hombre de

fe, de fuego, de azahar...

 

Conocí el paraíso del bien

sin mirar a quién,

el del amor compartido

hasta los tuétanos,

el del amigo fiel y compañero,

el averno de la injusticia sin fondo

y sigo buscando la tierra sin

males de mis antepasados...

 

Así ha sido y así ha de ser,

hasta que el sueño apague

la luz en mis pupilas.

 

LA SOLEDAD

I

La soledad no me asusta,

no me espantan sus sombras,

no la temo.

 

Ha sido compañera

en mis penumbras, una y tantas veces.

 

Allí donde el hombre es tiempo sin espacio

mantuvimos mil diálogos

entre mis voces náufragas

y el eco de las palabras calladas,

esas que se modulan hacia adentro

frente a un vaso de vino,

cuando el viento retiene

en un rumbo tenaz

la rosa de los vientos.

 

Conversamos largamente

en los ratos poblados de quimeras,

de capullos dormidos,

de ramas espinadas,

de flores con fragancias ambiguas,

 

II

Y me ratifico:

la soledad,

la sola soledad,

la soledad sin tu voz,

sin tu aliento,

sin tu aroma,

sin tu lumbre,

sin tu piel,

sin tu sonrisa,

sin tus manos,

esa sola soledad herrumbrada

es sólo soledad

 

Tanto tiempo

abandonó la primavera

esta tierra tan tensa,

tan sedienta de luces,

hasta que, de pronto, el lapacho

encendió su ramazón de sueños.

 

En esa primavera

de tu sonrisa plena,

allí brotó la lumbre,

creció junto a tu nombre

y se arboló mi tiempo.

 

Y entonces me pregunto

si la voz es la existencia misma

o más simplemente

el labio fontanar de las ensoñaciones...

 

Déjame escuchar tu silencio aromado

abismal rosa azul.

Tomado de:

http://letrasparaguayas.blogspot.com/2010/06/ruben-bareiro-saguier-ladera-de-la.html

 

Tríptico con otoño

 

 

I

 

Se me caen las calles amarillas

Me transitan las hojas amarillas

Y en un vaso de aguas amarillas

Lentos peces de asfalto me navegan

Una lluvia intimísima

Ennegrece mis ramas

Inaugura mi mano

Una cuerda rascada

Un puerto sin asilo

 

II

 

El vuelo de la noche

Me devuelve los ojos

Y hay un trino de casas

y hay un río de cielos

En esta mi provincia de mis huesos

Valle del aire triste

Y el azul imposible

 

III

 

Veleta para el sueño

Una cigarra estática

Carne tibia y solar

Granero del tiempo más plomizo

Cuando el cielo se achica

Y se achican los días

Tu tibieza me busca

Y una espiga te encuentra

No la cápsula hidrópica

 

Sino el cántaro henchido

O la pulpa cuajada

La ráfaga del beso

La lengua azul

Y el vino tan reciente

Tú en la cima del viento

En musical resina

Desnuda de cenizas

 

Danza de las horas

 

 

La mañana huele a cascarita de limón.

La siesta a cáscara de naranja

la noche a cáscara seca.

 

Inminencia

 

 

Las diamelas rebotan contra los lapachos

Está la primavera llegando.


Ancestral

 

 

La tierra roja y agrietada

Mis innumerables sangres enterradas.

 

Infancia

 

 

El tren y el viento pasan debajo de tus ojos

El río por dentro.

 

 

Devenir

 

 

Las vacas con ojos alimonados

surcen el día con sus mugidos.

Las vacas rumian la memoria.

 

 

Tristeza

 

 

El ojo se llena de sombras

La marea baja.


Historia antigua

 

 

Mi padre volvía con olor a campo

Su caballo zaino ya no viene al atardecer.

 

 

Biografía

 

 

Y cuando llegue al corazón de la cebolla

no me quedará sino la humedad en los ojos.

 

 

De Biografía de ausente

 

Carta filial

 

 

Tu palabra borbota

Junto a la sal y el papel

Tu corazón de música

Crepita entre la leña

De entre las brasas brota

Crece del fuego

llega

Este río de pasto

Una canción dormida en tu regazo

El guardapolvo de agua

La lengua del azúcar

 

Al fondo

Los mismos campesinos

Bordan los mismos surcos

En una tierra vieja

Cansada de semillas

Más atrás

El retrato de abuelo en marco oval

El de papá en el marco de la puerta

En el patio

En los muros

En el cielo

Y en su caballo zaino

 

Pero has vuelto a tu carta

Con aroma de leño

Al íntimo registro civil afectuoso

(Que ha nacido

Que ha muerto

Que ha casado

La fiesta del bautismo)

La historia en miga fresca

 

Yo pienso en tus palabras

Yo pienso en el follaje

Constelado de pájaros

Los labios del cariño han escrito mi piel

Lo sé

Pero me gusta oírtelo de nuevo

 

Entre el fogón y el día

Una paloma de humo

Levanta vuelo

Desde tu mano

 

Variaciones sobre el deshabitado

 

 

empiezo ya a morirme

tantas veces

decadencio

y me bajo

y me acarajo

 

el latido anochece

viendo pasar sucias palomas

pájaros de asfalto

mujeres vestidas de penumbra

que no me conocen para nada

tu risa golpea las ventanas

como cuando subía a los cristales

para buscar mi boca

o la lluvia de las tardes

florecía en las manos

que empiezan a secarse

tantas veces

 

pero mi corazón resiste

nada cuesta arriba

y persiste

y remonta

tantas veces

 

nada

 

descalzo hasta las ojeras

te espero

te esperaré

aquí en el duradero del amor

arquero tenso

para el disparo exacto

barquero presto

para la travesía te espero

la cama me queda grande

la casa me suena oscura

y no hay música

porque si yo no llego

llegarás lo mismo

 

desnudo hasta el fondo de los ojos

te esperaré

Te espero.

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/264-115-ruben-bareiro-saguier

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