miércoles, 23 de agosto de 2023

POEMAS DE ALFREDO CARDONA PEÑA

 


NOCTURNO

 

Siempre he deseado perderme en la noche de los puertos,

en donde las mujeres coleccionan ocasos,

en donde todo se balancea como las gaviotas.

En compañía del muchacho, que vino de Singapur

entraría en la Taberna del Oso Marino.

Ahí estaría el viejo Gluck con su pierna de palo,

El bribón de San Telmo y el golfo de Simbad.

Bebería con ellos largamente.

Las grandes arañas del calor moverían sus brazos-

Gluck, sonriendo,

mostraría un mapa con Eolos soplando

y contaría la historia del cofre de diamantes.

Después, en esos hoteles de los puertos

que gimen en la noche como los heridos de Trafalgar,

me acostaría en la niebla como un barco,

me acostaría a amar hermosamente.

 

 

RÉPLICA A LA POESÍA

 

…tenía en la mano una piedra ardiendo,

y la aplicó sobre mi boca…

Isaías

 

Quiero comenzar condenando mis renglones escrupulosos,

vengándome de la poesía manchada de pureza

como una doncella en la primera comunión de su sangre;

algo se opone en mí a lo demasiado inteligible,

he dado claridad a lo que debe sumergirse

en las aguas delirantes de las especies,

donde flotan los primeros movimientos del corazón en membranas de vidrio

y se llora ante el nacimiento de los párpados de la aurora;

quiero hundirme en las armas invisibles del lenguaje,

poseer la fuerza que únicamente se alcanza

con la visión que arde en el interior de los símbolos;

abrir las palabras con un cuchillo afilado en la tormenta,

extraer de sus cuerpos la luz que perdieron,

la música que olvidaron,

volver a producir con ellas la lluvia, el agua, los colores;

soplar sobre un hermoso verbo circular del que salieran plumas de fuego,

visitar a mi amada bajo la tierra,

besar la descomposición de sus labios hechos raíces,

construir con ellos una habitación luminosa;

quiero bajar a lo más impenetrable de la materia disgregada,

pintar las cuevas del silencio con bisontes y demonios,

y luego comunicar a la rosa celeste de los cielos

lo que ocurre a sus espaldas cuando se embriagan los centinelas del paraíso:

algo sometido a lavas destructoras y terribles

como en la noche de amor de dos gatos leprosos,

como un anciano atravesando el pensamiento de una niña,

como una hermana apasionadamente enamorada de su hermana;

crímenes deslumbrantes, parecidos a las llamas que salen

de las cabelleras poseídas y del relincho del caballo

y quienes le sacaran los ojos con el acero de la locura;

para los culpables no es nada, simplemente una satisfacción prometida;

pero ay de los crisantemos y los sauces,

ay del señor que colecciona paraguas y fantasmas,

y de la señorita ya madura que reza mientras se baña,

y de los jueces que miden los actos con el rasero de sus lenguas.

Hice muchos versos parecidos a la barbita de los ángeles,

versos con abanicos, versos con crema,

versos con guantes hermanos de los cisnes-primos-de-los-lirios

untados de tocador agradable y luna de limón;

luego practiqué los llamados versos comprometidos,

versos con sangre falsa tomada de las paredes,

versos con gritos imitando a los hambrientos,

ignorando que los hambrientos no hacen ruido,

llenos de sí mismos, vasos resplandecientes en el humo de su humanidad;

después asistí a la misa de tres clásicos de las rimas,

oficiada con labrados incensarios sonoros,

cantada en una lengua extraña a los buenos días del campesino,

con mucha gente porque era misa importante,

llena de innumerables concesiones plenarias,

sancionada con la presencia del primer tambor de la academia

y del excelentísimo doctor en imágenes prefabricadas

y otros notables caballeros que gustan de las sutilidades de la perla,

dejé constancia del alma con la calma y de la ilusión de la razón,

di más importancia al esqueleto que al rubor de la mejilla,

atormentado por la duda de quitar o poner una de esas pestañas

que separan a las palabras para hacer una pausa,

cuando lo importante es la mancha total y arrebatadora,

lo bello es la mariposa que se detiene a descansar

en la nariz absolutamente amorosa de una vaca,

la sorpresa es el asco del acostumbrado a los perfumes,

cuando siente la emanación indecible y pacífica que sale de los establos.

lo definitivo la explosión de los tuberculosos en la miseria,

y no la risita del comején envidioso y estéril,

risita de la comadreja que se come el honor del prójimo con una lechuga,

risita del que viene a cobrar la renta del tugurio;

hago con todo eso un fardo de restos humanos y lo tiro

donde nadie lo vea, como después de una catástrofe,

y me limpio las manos con el ácido corrosivo de la pasión

renacida de sus propias cenizas

con el filtro poderoso de la sinceridad cuando se desnuda

ante los ojos vestidos de verde;

pisoteo la solemnidad alcanforada de las ocas,

adorno con desperdicios y cueros sucios la tienda de los hipócritas,

lo agradable y bonito que gusta de los idiotas

de la ciudad ataviada para los bailes de caridad;

nada valen,

como no sea lo que se ofrece por acostarse con una fuente pública.

Ay de mí, ay de mí,

dejé de creer en el crepúsculo rosa y en la utilidad de las estaciones,

quisiera tener en mi jardín a un minotauro que se alimentase con la hora del ángelus,

y a un niñito antes de nacer en una pecera con burbujas,

y a la camiseta de silvestre revueltas colgada de un alambre estereofónico;

ya no me atraen los sonidos amablemente exquisitos

de los instrumentos de labranza poético-musicales,

ya no creo en la gioconda ni en la colección de abstracciones;

prefiero un sapo tullido a una elefante codorniz,

voy a hacer poemas para que sean apaleados,

expulsados de la ciudad como ratas inmundas;

voy a escribir poemas descompuestos, llenos de granos en las manos,

capaces de levantar el clamor de las goteras cívicas;

esos poemas existen, viven ocultos,

se llevan debajo de los trajes

como dos utensilios rotundos

en tal forma situados,

que aunque nos bañemos en las piscinas nadie los nota;

será tal vez la inconformidad, el desprecio, la ira,

será tal vez que me cansé de dar vueltas al manubrio

para que bailen los miquitos en la esquina del oprobio,

y me tiren monedas desde los  balcones donde acaba de estrenarse un adulterio,

frente a la plaza de las cotizaciones y los lauros;

pero afirmo que en todo caso no servirán de nada,

ay de mí, ay de mí,

serán tirados como trapos con sangre,

o como los productos del amor antes de tiempo;

no servirán de nada,

como no sea para rascarnos el alma, esa pordiosera

esperando la visita de su capataz

que llega a visitarla por las noches disfrazado de fascinación;

no servirán de nada,

como no sea para sacarnos con un alfiler pedacitos del ser,

como hace el viejo gordo con un palillo de dientes

después de comer carne de puerco;

ay de mí,

me pondrán dentro de una empalizada de perros rabiosos,

me señalarán con el índice que ellos usan para las tumbas,

me lanzarán saliva hirviendo con alquitrán,

me dejarán caer en un pozo amarrado de los labios,

me tratarán como a un negro en un cabaret de pelucas azules,

y todo porque mis versos no sirven,

no dicen lo que enamora a los floripondios debajo de la luna,

no nacieron para ser aplaudidos como el líder de sus intervenciones de gala;

ay de mí, no servirán de nada,

como no sea para cortarnos el sueño con la navaja de van goh,

y oír el ruido que hacen los piojos cuando se aplastan con las uñas,

y descubrir por la rendija que sirve de pasadizo

a los miedos de la noche y a las acechanzas del día,

la aullante, la terrible, la inconmensurable realidad de ser hombres.

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/alfredo-cardona-pena-2/

 

 

Amor, amo tus claras mocedades

 

Amor, amo tus claras mocedades,

amo, Amor, tu recinto, tu pie leve;

amo tu amor amante, que conmueve

el reino de las tiernas heredades.

 

Estoy amando el lirio que se atreve

a juntar dos esbeltas soledades,

al que ha sido, en la frente de la nieve,

esposo de las albas suavidades.

 

Te estoy amando, Amor, con el anhelo

de las torres que radian tus preguntas.

Te estoy amando, mido tu consuelo,

 

apresuro la herida de tus puntas

y bajo hasta las piedras de mi cielo

para mirar, Amor, tus almas juntas.

 

 

Vestida de luto

 

Su luto era la alfombra de una llama,

un nardo entre la noche su sonrisa.

Oh mágica visión, oh Mona Lisa

hecha de luz y doncellez en rama.

 

La vi como quien ángeles exclama,

como quien suelta alondras a la brisa;

bella, gentil, recóndita y sumisa,

tenía algo de luna y de retama.

 

La admiración, rindiéndole homenaje,

sin que la oyera murmuraba un rezo.

Y destacaban, en aquel paisaje

 

o antiguo medallón tácito al beso,

su blanca tez, lo negro de su traje,

y amor, amor entre los ojos preso.

Tomado de:

http://poesiabreve-briefpoetry.com/alfredocardona.html

 

 

A Mozart

 

NO sabemos cuándo comienzan a hacerse

 

las almas de los niños todavía en sus claustros.

No sabemos qué piensan los pájaros, si lloran,

 

si cuando duermen cobijados por estrellas

 

sueñan que están oyendo canciones de colores.

No sabemos en dónde quedaron sus tumbas,

 

los trajes de sus alas bordados por el iris.

Nadie sabe que un día la ceniza de tus vértebras,

 

ya súbdita del viento,

como un polen secreto cayó sobre las flores.

Sólo sabemos que la gracia y el encanto del mundo

 

vuelven a nacer cuando te oímos,

 

oh ángel transparente

sobre la Tierra derramando violines y cristales.

Tomado de:

http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/cardona_pena_alfredo/a_mozart.htm

 

 

OBSERVEMOS A MONTAIGNE

 

 Observemos a Montaigne: está escribiendo

 

como si dibujara:  de pronto se detiene,

 

nos observa, sonríe, y continúa

 

escribiendo despacio o tachando

 

con rapidez, como hacen los pintores

 

a las sombras. Pero avanza impetuoso

 

al describir países, sus costumbres.

 

Pasan las guerras, caen las edades,

 

surgen otros atuendos. Y callado,

 

 metido en sí, vigente, llegará a nuevos siglos

 

trabajando. Mirad, ahora ha levantado

 

la vista, nos observa, sonríe. Luego

 

sigue siendo quien es. Y los Ensayos

 

forman ideas, citan, nos estudian, y conversan.

Tomado de:

https://www.crearensalamanca.com/poemas-de-alfredo-cardona-pena-costa-rica-juan-angel-torres-rechy-mexico-y-mauricio-invernizzi-chile/

 

 

1)EL ARCHAEOPTERIX

 

Se inició entre los árboles: lento, difícil,

arañando carbones con dedos de cuchillos.

Al llegar a la altura se cansó como un trueno.

Fue cuando sintió que de sus armaduras

salían vibraciones parecidas a látigos,

y que estas se iban transformando:

se abrían y cerraban como puertas metálicas

empapadas en gotas de diluvios.

Eran uñas de selva, gritos de terremotos,

preparaciones para abanicar oceanías.

Aulló, triunfal, la noche. Mas su enorme osamenta

cayó sobre los cráteres: imposible

sostener en el aire respiraciones de siglos.

Pero se habían iniciado las rutas, y allá...

 


2) ALAS

 

... Nacieron alas, brotaron espectáculos

de materiales flexibles, sonoros, plumas

que al tirarse al vacío sonaban como vidrios quebrándose.

Amanecieron en las montañas, recogidas

en caos de vapores, temerosas, tiradas

como sábanas en desorden. Mas pronto alzaron

sus máquinas de tántalos animales

al cielo. y sacudiendo masas que dolían

surcaron por primera vez los reinos transparentes,

se movieron en densos tumultos suspendidos

con hélices de picos taladrando silencios.

Desde entonces el universo cambió,

hubo criaturas etéreas, y compactas

muchedumbres de garras viajaron hacia el canto.

 


3) PÁJAROS

 

Aparecieron, raros, silenciosos, cubiertos

de tempestades, no aptos para festejar todavía

el amanecer victorioso. pero se dedicaron

a trabajar la luz en sus cámaras óseas,

y estudiando la aurora para ensayar sus almas

pudieron ejercitar ascensiones,

dominar para siempre dominios intocables

y por fin derramar sobre todas las cosas

el misterioso poder del canto, sus éxtasis.

As{i, desc

endientes de peces profundos,

hijos de palpitaciones de monstruos,

los pájaros inundaron júbilos, lejanías,

mientras abajo iban amaneciendo los hombres,

raros, silenciosos, cubiertos aún por tempestades.

- - - - - - -

Tomado de:

http://muchacharecostada.blogspot.com/2009/12/cuatro-poemas-de-alfredo-cardona-pena.html

 

 

LOS ELECTROCUTADOS DEL ATOMO

                                     A Stanley Kurnik

 

Fueron sentados en un trono de odio,

sobre la silla oscura del relámpago.

Lo he de decir porque me quema el sueño

y por las sienes entra y me destroza

como una sangre con vidrios mordidos.

Es el vaho del miedo,

la conjuración de los aullidos esteparios,

la gran venda cayendo sobre el fiel.

Es la injusticia empapando a los justos

con una materia inflamable de alto voltaje.

Es una madre ardiendo y sin embargo tranquila,

su llanto es fuego y sube a la sonrisa

de los hijos, el día de la consumación.

Es un hombre como una catedral derrumbándose,

solo, en el interior llagado del escarnio.

Son los lobos, los lobos,

y todas las humillaciones,

comenzando por la de la Cruz.

Esto digo llenando mi boca de ceniza,

pero alguien me detiene:

"No escriba de estas cosas

-me dice con su mano de finísimo frío-,

haga sonetos como lindas pieles,

vuelva a la rosa pura y a la estrella."

 

Yo lo contemplo sin decirle nada,

pero el dolor y la vergüenza, juntos,

organizan mi voz como un arado.

Tomado de:

https://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/poemas/poesia.asp?id=19

No hay comentarios.:

Publicar un comentario