Péndulo
Entre el júbilo de la carne
y la tristeza sin causa
vivo las horas.
Días de ardiente sol
o insoportables tardes
de lluvia.
Y en ambos menesteres
me consumo
y muero un poco cada día.
Pero aún hay veces
que ambas cosas se confunden
se confabulan,
y no sé si me precipito en la nada
o estrecho
tu joven cuerpo desnudo.
Entre tu boca y mis lágrimas
no hay límite preciso;
ni un paso;
y nunca logro dilucidar
si pertenezco a lo oscuro
o al amor que tú me das.
Quisiera, en cambio,
poder mirarte tranquilo;
olvidar;
sentirme tierno
como las hojas
y en un perfecto equilibrio.
Pues has de saber
que aún no me voy de tu lado
y algo en mí me está ya preguntando
cuándo amanecerá de nuevo.
¡Oh, tedio de las horas!
¡Incurable soledad del alma!
Y tu vestido abierto.
Duda de última hora
Para
Carmen, con mi admiración eterna
Bajo la luz ardiente del mediodía,
a tu lado,
sentado,
o del brazo caminando,
he sentido extraños deseos de besarte.
Tú me muestras, al volverte,
la carne húmeda de tus labios,
y mis palabras
—cristalizadas—
aguardan una tuya, una sola,
para saber bien qué me ofreces.
Vuelan los cendales de bruma
sobre las copas doradas de los árboles,
y la luna invisible,
con su notoria experiencia,
sigue uno a uno tus movimientos.
Yo espero, espero,
y te veo
recorriendo en silencio el camino
o caída
como una joven fruta madurada antes de tiempo
sobre la hierba.
Sueño, imagino, invento
en mi soledad nocturna,
y recibo
entre mis enfebrecidos dedos
tu desmayada figura.
Fácil te veo entonces,
dispuesta,
y tan blanca,
que al mirar en el espejo la luna
la encuentro negra y triste como un estanque
de negrura.
Y me pregunto
—siempre a solas—
si será el hueco de tu boca
el que provoca
esta sed inmensa;
o si será el juego de tus manos
el que va trenzando ese apretado encaje;
o si serán tus senos,
las dos únicas rosas de mi jardín secreto,
las culpables
de tamaño sortilegio.
Ayer vi revolotear tu vestido
movido por una mano ajena,
que era el viento,
y no ceso aún de preguntarme
si fue el viento o tu vestido
el que sopló en mi cuarto la noche entera.
Óyelo bien y no lo olvides:
a tu lado,
sentado,
o del brazo caminando,
he sentido a menudo el secreto impulso de besarte.
Y sólo la brevedad de ese instante,
lo fugaz de la ocasión pasajera,
me ha hecho detenerme.
Tan corto,
tan efímero,
me habría parecido el deleite,
que aún no acierto a poner en claro
si habría valido la pena
incendiar así a una azucena
y abandonarla después a su propia suerte.
Tomado de:
https://www.nexos.com.mx/?p=29248
Viajar contigo
Para ti, que me has hecho vivir en tan poco tiempo
las horas más felices de mi vida
Viajar contigo,
consumir,
hasta dejar exhausto,
el manantial que nos sustenta;
sentir latir
tu corazón junto al mío
y apresarlo entre mis dedos
cuantas veces quiera.
Beber,
uno por uno,
todos tus besos,
tu juventud entera,
la propia savia de tu hermosura,
y acercar al fuego de mis ensueños
la realidad de tu escultura.
Viajar contigo,
existir,
sin la obsesión
de tener que abandonarte;
no apartarme de ti
hasta que muera
o tú tal vez tengas que dejarme.
Viajar contigo,
vivir
interminables horas
sin fronteras;
y aspirarte así,
como te aspiro,
en estas horas de soledad
que me deparas.
Huir juntos,
liberarse;
no soñar más,
amarte siempre
y a lo largo de cualquier camino;
darte vida
y quitártela,
para volvértela a dar de nuevo;
darte todo cuanto es mío y ajeno,
mostrarte el mar y el río,
el árbol, la cascada,
los desatinos
y la flor que aún no conoces.
¿Por qué callar los misterios?
Hablarme tú,
únicamente tú
y a solas;
contarme
las revelaciones que esperas,
los laberintos que aguardas,
los ímpetus que desafías,
la belleza que sobrellevas.
Contarme, sí,
cuanto te prometes a solas
y te prometo yo
en mis desvaríos.
Decirme al oído que me amas,
que estás presa entre mis rejas
y que así quieres estarlo.
Viajar contigo,
rodar
sobre una incansable rueda
que se desliza
sobre campos sembrados de heliotropos.
Cierta noche
—te contaré—
yacías de espaldas a mí en el lecho
sobre las tormentosas aguas del golfo de Vizcaya;
y otra noche
—eso creía—
despertabas,
dorada y desnuda,
junto a tu balcón de Venecia.
Viajar, sí,
y contemplar a tu lado
—enlazados—
las olas negras y amarillas
o los peces voladores
de un océano infinito.
Altos ventisqueros de Suiza,
ceniza
de las tristes llanuras castellanas;
muelles, canales, andenes,
un alto,
y tras la cortinilla del tren,
a tu izquierda,
Copenhague.
París, Roma, Lucerna.
Blanca luna del hielo
sobre mil meridianos distintos.
El Rhin
y el balido de una oveja;
una copa de vino granate
derramada entre tus senos.
Fuentes, recodos, jardines, estatuas,
pecados,
y el túnel como un anuncio de la muerte;
después la luz, el día, tu risa,
y otra vez tus manos en mi mano.
Viajar contigo,
sobrevivir óptimamente;
darte tesoros,
flaquezas,
sorpresas,
asombros,
todo;
darte y pedirte todo
cuanto pueda darse y pedirse.
Deslumbrarte,
engalanarte,
descubrirte,
y deshojarte en mil pétalos distintos
bajo mil cascadas diferentes.
¡Oh, calendario de mis sueños!
¡Mano de Dios férrea,
que señala la ruta de nuestros destinos!
¡Mano de Dios benévola,
amiga,
trazando círculos y enigmas
que nos preservan de la oscura noche!
Viajar contigo,
ser pájaros,
nubes,
bestias, sombras, espejos,
huellas de lo que todavía no existe
o de nosotros mismos.
¡No más visitantes nocturnos!
¡No más incendiadas pesadillas!
Horas sin fin
—letargos—
contigo,
aunque duren lo que dura un soplo.
Ansia de ti
—ahora—
sin verte siquiera o palparte,
a ciegas.
Viajar contigo,
escapar;
vivir o morir daría lo mismo.
Horizonte sin caminos,
amor constante,
divina muerte.
México, 2 de diciembre de 1930
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/dos-poemas-a-carmen/
Mi amo; un poeta solitario
La historia nos presenta al amo como un poeta
solitario, inseguro, indeciso, sin amigos; un hombre enfermo y mísero que ama
la naturaleza, al cual le ha afectado enormemente su falta de compañía. Un día
encontró a Teddy, decidió llevarlo a casa y compartió con él lo poco que tenía.
Mi amo es un poeta enfermo, joven, muy triste…Sé
que aunque es muy desgraciado, ama la vida, las cosas bellas y claras, el agua,
los árboles…Está tísico y morirá irremediablemente…Me tomó consigo, me condujo
a su casa, encendió la estufa, se asomó a mis ojos intranquilamente; me dijo:
¿Quieres ser mi amigo?…Me cedió su leche, su pan duro, sus mantas viejas…
El perro que ya no es
El perro aúlla su dolor, lleva a su amigo al
panteón y, tristemente, en su regreso es atropellado, el golpe ha sido tan
fuerte que toda la gente se asoma para verlo, está muy mal herido y, poco a
poco, pierde la vida.
Súbitamente, cuando más abstraído caminaba bajo
las hojas que caían, pierdo la noción de las cosas y ruedo largo trecho sobre
las piedras…Percibo demasiado remoto. -Iba por ahí y lo mató un carro.- ¿Qué
ocurre?- Un perro-Contesta alguien. Y el policía, con su bota de tachuelas, me
arroja de tres puntapiés a la cuneta. Como estoy tísico, muero de frío al
amanecer…
Tomado de:
https://modernidades.com.mx/amor-incondicional-en-la-noche-del-perro-de-francisco-tario/
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