Nota del blog:
Iniciamos una serie de publicaciones durante estas semanas inspirado en la antología Poesía Emboscada compilación realizada y publicada por el poeta Saúl Gómez Mantilla y publicada por épica ediciones. Les invito a leer y esperar la nota sobre esta bella y necesaria compilación.
SAUDADES
Tras el pinar del parque se ha
dormido un lucero …
y sobre las melenas de los pinos
está
prodigando la luna con su beso
primero
un tul que hacia la aurora se
desvanecerá
Blandamente las copas se balancean...
(Fortuna
de las cosas sencillas indemnes de
su cruz).
Los bellos pinos aman abanican la
luna
porque ella, suavemente, los
corona de luz
Blandamente las copas se
mueven. Y la brisa
venida de las sierras, primitiva y
jovial,
va cantando a las frondas con un
poco de risa
un herrumbroso idilio del tiempo
colonial.
Vaga de copa en copa por los árboles
altos
el discreto murmullo con un lento
vaivén;
dijérase la historia llena de
sobresaltos
de unos novios morenos que se
quisieran bien ...
Un piano, en el silencio de la
noche, me narra
dolores de Waldtauffel. En un dulce sufrir ...
Yo no sé lo que diera por besar la
bizarra
mano que a ese instrumento tan
bien hace gemir.
El piano y la luna y el silencio
del parque
furtivamente entraron por mi
abierto balcón,
ya mi reloj de arena han mandado
que marque
la sacrosanta hora de una vieja
emoción.
Emoción de sentirme tan apartado
de ella,
emoción de otras cosas que no se
han de saber ...
(Por el éter purísimo ha cruzado
una estrella,
el viento trae amables perfumes de
mujer ...)
Noble y santa tristeza que me donó
la luna
para que mis recuerdos hayan de
florecer;
melancolía dulce que me ha hecho
verter una
lágrima imperceptible, sin pensar
ni querer ...
Viene un ensueño blanco sobre la
blanca fiesta
de la noche que viste seda
novilunar
y ha pensado mi espíritu que una
noche como ésta
-fresca, serena y clara- nos hemos de besar.
Habrá en la clara noche aromas de
violetas
y bajo de la lumbre tenue del
velador,
sus sueños inconfesos en frases
inconcretas
revelarán mis trémulos labios de
soñador.
Tibio soplo de aire raramente
aromado
urde para mis sienes un engaño
sutil,
como un beso ilusorio que me
hubiesen enviado
de muy lejos, juntitos sus dedos
de marfil ...
Tras el pinar del parque se ha
dormido un lucero ...
y mi ilusión confiada, que nunca
morirá,
se aferra al día dulce de su beso
primero,
beso que, todavía, ignoro si
vendrá.
POBRES CARTAS DE AMOR
Pobres cartas de amor que até con
lazos
de una cinta lilial y que una caja
guarda entre la traslúcida mortaja
de un pañuelo de seda hecho
pedazos.
Cartas de un muerto amor. De los abrazos
locos y firmes de la frágil maja
que vendió el corazón y que me ultraja
incompasiva y cruel, desde otros
brazos.
Qué me queda, decid? Solo vosotras,
pobres cartas de amor, que estáis
con otras
en las que mi alma a su traición
querella.
Vosotras, que a mis hondos
desconsuelos
cual mariposas de distantes cielos
portáis la esencia y el recuerdo
de ella.
Tomado de:
https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/view/3829/3517
SANGRE
Vengo desde las ribas románticas
de un río
en cuyas vegas úberas demora mi
bohío
besado santamente por las aguas
serenas
que pasan, taciturnas, como
rumiando penas...
Mi bohío es el alma de la selva
discreta
y dialoga en silencio como un
anacoreta,
con los árboles viejos… Un sueño
es mi bohío
bordado con espumas de las olas
del río.
El río, ese poeta que me enseñó en
sus cantos
a velar con sonrisas esotéricos
llantos;
ese padre bohemo cuyas ondas
polífonas
fingen en su carrera aluviones de
antífonas…
Para la dulce choza da el austro
sus canciones
monorrítmicas, suaves… Entre las
armazones
de los cámbulos recios y de los
gualandayes,
flota un trémolo sordo de
prolongados ayes
que se distiende luego por el
feraz ribazo
prendiendo en cada espiga la
prenda de un abrazo.
Allí el guadual erige la pompa de
sus arcos
flexibles y triunfales sobre los
verdes marcos
de los maizales húmedos y de las
plataneras
de próvidos racimos y rotas
cabelleras;
allí, en el surco fértil revienta
el rubio grano
que con heroico gesto depositó la
mano
del labrador bendito, y
ensánchanse las bayas
bajo de limo negro donde fueran
las playas;
allí el membrudo toro muge
sonoramente
llevando ramas frescas sobre la
hirsuta frente,
como trofeos de lucha para la fiel
vacada
que pace, melancólica, al pie de
la majada;
y los bizarros potros, de
enmarañadas crines que abate
el viento, enarcan el cuello, y
los clarines
de sus gargantas suenan reclamando
las púberes
potrancas que dormitan sobre los
llanos úberes;
en explosión de luces bajo las
horas cálidas
sobre la grava tibia florecen las
crisálidas
verdes, azules, blancas, amarillas
o rojas,
y con inciertos vuelos se van a
las panojas
de las fecundas eras, y
aprestigian sus galas
dejando en cada fruto el bronce de
las alas;
en el azogue terso de las ondas
hialinas
y mientras cruzan, rápidas, las
ágiles canoas
entonan en los árboles las pardas
chilacoas
el himno de los bosques, que sube
hasta los cerros
mezclándose al metálico sonar de
los cencerros…
¡Bendita sea mi Arcadia! Loado mi
bohío
que duerme un casto sueño cerca de
su padre, el río!
¡Oh, viejo río lejano que me diste
canciones
Y me enseñaste el ritmo secreto de
tus dones!
Que antes de que yo caiga pueda
otra vez gozarte
bebiendo de tus linfas musicantes
y claras
Y soñando en tus márgenes cosas
tristes y raras…
Fueron allí los años de la dulce
fragancia,
Años en que mi vida fue de blanca
ignorancia
que nunca ha de volver, que no he
de recordar
porque me dan deseos de ponerme a
llorar…
Fui cazador entonces; y al golpe
de mis flechas
rodaron por el polvo muchas aves
deshechas;
Sobre la arcilla húmeda de la
selva bravía
se estampaban los rastros de la
feroz jauría
que guiaba diestramente por
escarpado monte
con gritos que rasgaban la paz del
horizonte;
Y me embriagué con sangre de
alígeros venados
que mi carcaj detuvo al pie de los
sembrados;
acaricié las zarpas tajantes y
felinas,
y me adorné con plumas de grandes
alas finas;
entre las hendiduras de las
musgosas lascas
y bajo las alfombras de secas
hojarascas
hallé serpientes hórridas; el
cuenco de mi mano
trajo a mis labios agua del
manantial hermano;
y ensordecí en las selvas al
formidable grito
el torrente, que al irse tras roca
de granito
tremante, pavoroso, coronado de
brumas,
les bate a los abismos su confalón de espumas.
Fui pescador de caña, y las linfas
del río
me vieron inclinado sobre el fondo
sombrío
que colmaba de rosas el providente
cielo
en noches de verano; y de mi
fuerte anzuelo
prendieron muchos peces de
lucientes escamas
que al fulgor de la luna se
diluían en llamas.
Fui labrador. Al filo cortante de
mi hacha
Se doblaron los robles que no
rindió la racha
furibunda de Bóreas. Mi masculina
mano
plantó sobre los surcos la cepa
del banano
y encalleció blandiendo la azada
reluciente
que destrozaba el huerto preñado
de simiente.
Y fui pastor… Los prados
enflorecidos, plenos
de sol y mariposas y perfumes
serenos,
me dieron lechos suaves e improvisé
cojines
de hojas para tenderme con mis
bravos mastines.
A la sombra benéfica de frescos
arrayanes
y de altos tamarindos despedacé
los panes
que iban en mi bizaza, y los comí
con quesos
Y mieles rubias, mientras que
cariñosos besos
ponía en los hocicos de mis dos
perros fieles
de grandes ojos dulces y de
leonadas pieles.
Entoné sobre el césped sencillas
pastorelas
al son de tamboriles y eglógicas
vihuelas;
y al pasional conjuro de mi panida
flauta
pasó por mis senderos una pastora
incauta
de senos estallantes y de brazos
muy duros
diciéndome palabras y pensamientos
puros.
Y la besé en los ojos y en la
enervante boca;
y la pobre zagala como
inconsciente o loca
se me fue con la tarde llevando en
las melenas
el sol, y entre los labios la
sangre de mis venas. ………………………………………………………………
………….
Bajo las alboradas cubiertas de
opalinos
pabellones de seda que, dijéranse
chinos,
Y bajo tardes diáfanas tintadas de
Campeche,
me improvisé bigotes con espumas
de leche
que extraje de las ubres redondas
y repletas
estrujando hábilmente las
sonrosadas tetas.
En estrelladas noches, cerca de
los corrales,
me narraron extrañas historias
orientales
los pastores hermanos (aún en mi
memoria,
conservo intacta una dulce y fácil
historia),
y me dieron el nombre de las
constelaciones
que fulgen en los cielos cual
preclaros blasones
del palacio intangible donde
reside Dios
rigiendo el viejo cosmos con su
paterna voz.
En el aprisco tuve una visión
suntuosa,
una visión de alburas, una visión
de rosa:
Érame yo trovero doliente y
taciturno
de nutridas melenas; y atreví mí coturno
hacia puertas hostiles en busca de
una amada
que floreció en mi ruta; y en una madrugada
radiante y luminosa, cuando había
muchos lirios
en la tierra y en lo alto se
quemaban mil cirios,
la dulce Bien Amada se mostró en
las almenas
al pie de cuyos muros le narré yo
mis penas
en ágiles crescendos que dio mi
caramillo;
Y para que bajara mi novia del castillo
le tendí hacia las torres las
trémulas escalas
de mis cantos; y llena de
deslumbrantes galas
vino hasta mí la virgen… Con
emoción suprema
glorifiqué el prestigio de una
pálida gema
en las blancuras mórbidas de su
dedo anular,
un dedo que era un pétalo de
jazmín malabar!
Y muy juntos nos fuimos por la
gloriosa vía
como dos muchachitos, haciéndonos
la pía
ofrenda de mil besos divinos y
nupciales;
y a nuestros pasos iban los
mágicos rosales
deshojando la noble castidad de
sus flores
para mullir la senda triunfal de mis
amores.
Los árboles frondosos en una amena
charla
se doblaban sobre ella como para
abrazarla;
Y las fuentes tejieron en su reír
sonoro
una alegre sonata de cascabeles de
oro.
Y reía mi novia, y yo también
reía;
y tan intensa era nuestra alegría
que olvidamos las penas, el dolor
de vivir,
Y no hicimos más cosas que cantar
y reír!
En el cielo no hubo más que el
espacio Y Dios
y en la tierra nosotros,
¡solamente los dos!
Nuestras almas gemelas, enormes y
paganas,
venidas de Bizancios incógnitas,
lejanas!
Y clamaron los céfiros:
“¡Bendecido sea el lazo
que ata dos seres buenos en un
eterno abrazo!
Bendecido el tesoro de tus
gracias, discreta
Mujer! Y bendecidos tus cantos, oh
poeta!
Y bendecidos ambos, princesa y trovador!
Loados sean tus triunfos, ¡Amor!
¡Amor! ¡Amor!”
Y seguí con mi amada por el blanco
sendero
decorando sus sienes con flor de
limonero.
Y prendí a su corpiño de
pasamanerías
el pulcro ramillete de mis
galanterías.
La conduje a la casa del Cordero
Divino
a fin de que nos diese de su pan y
su vino
y de que bendijera nuestra
felicidad
para todos los tiempos, para la
eternidad.
Y fue así. Las manos venturosas
del preste
emergieron expertas del áurea
sobreveste
Y juntaron mi mano con la mano
fraterna
de la dulce elegida… A la eficacia
tierna
de las sacras liturgias y de las bendiciones,
Se fundieron en uno nuestros dos
corazones.
Aquella novia eximia divinamente
casta,
gloriosamente pura, bajo la nave
vasta
del templo del Señor, fingió una
flor de nieve
caída desde el seno piadoso,
blanco, breve
de la Virgen María. A las luces
arcaicas
de los grandes flameros sus
pupilas hebraicas
dilatáronse en una conventual
mansedumbre;
y nunca en otros ojos puede verse
la lumbre
que copiaron los suyos de las
luces bermejas
bajo los arcos suaves y finos de
las cejas.
cobraron sus mejillas coloración
unciosa
de su seno vibrátil, vi dos cisnes
en celo
Que aleteaban por irse tras el azul
del cielo.
Y regresamos locos por la gloriosa
vía
como dos muchachitos, haciéndonos
la pía
ofrenda de mil besos íntimos y
nupciales;
y a nuestros pasos iban los
mágicos rosales
deshojando la noble cantidad de
sus flores
para mullir la senda triunfal de
mis amores.
Los árboles frondosos en una amena
charla
se doblaban sobre ella como para
abrazarla;
y las fuentes tejieron con su reír
sonoro
una alegre sonata de cascabeles de
oro;
y mientras caminábamos a la
mansión señora
que con ónix y mármol ubicó mi
quimera,
la mañana galante, perfumada y
radiosa
volcó sobre nosotros sus ánforas
de rosa!
Sueño maravilloso como tallado en
nieve!
Sueño tan blando como el aura
fresca y leve
que se enreda en las copas de los
sagrados pinos
Para llorar la fuga de tristes
peregrinos…
¡Tiempos después la suerte me
arrancó del bohío!
Dije adiós al rebaño, a las
selvas, al río…
Y puesta ya en mis labios la
sombra del bigote
¡Me di a las aventuras y me sentí
Quijote!
EL DOLOR DE LOS AÑOS
I
¡Año viejo! ¡Te marchas! Hay en tu
última hora
el tremendo mutismo de un cadáver
que está
para caer al fondo de la tierra,
sincera
y ultima y santa madre… que nos
abrigará!.
¡Dicen todas las cosas un sollozar
profundo!
Hay en todos los seres la doliente
ansiedad
que vemos en las casas donde algún
moribundo
irremediablemente… ¡Va hacia la
eternidad!
El reloj da las doce… Y la
naturaleza
vasta, compleja, sabia, se sume de
tristeza
porque eres un viajero que nunca
ha de volver!
¡Es que en tu fuga loca algo hay
que se nos muere!
¡Es que la Vida pasa! ¡Y la vida
nos hiere
con sus perversidades de bestia y
de mujer!
II
¡Doce meses aciagos! ¡Seáis, pues,
bienvenidos
ya que, forzosamente, teníais que
llegar!
¡Año joven! ¡Que acaso para los
escogidos
espíritus te salgas de lo ruin, lo
vulgar!
¿Qué nos dirá el Futuro? ¿Cómo
será la vida?
El alma, entre su bosque de
infinitas congojas, gime al seguir por esa ruta desconocida
y tiembla, como tiemblan bajo el
viento, las hojas!
¡Nada nuevo has traído! Y bajo el
sol eterno
tal como antaño fueran, seguirán
el invierno, el verano, las flores, la mujer, el amor…
¡Oh, inmensa pesadumbre de la
bruta existencia!
Tener que resignarnos a llevar con
paciencia
unos mismos placeres… y hasta un
mismo dolor!
CONFIDENCIAL
¡Tu gesto fue cobarde! Tu gesto
fue la flecha
que un cazador despide para volcar
su nido,
para rasgar un ala, para tomar
deshecha
la ilusión armoniosa de un pájaro
que ha sido
corazón del ramaje… recuerdo bien
la flecha
en que bajo tu saña corrí
despavorido,
como si entre las sombras de una
calleja estrecha
con puñal en la mano me asaltara
un bandido.
¿Me has amado? ¡Quién sabe! Sólo
sé que una tarde
crucificaste mi alma con un gesto
cobarde
mientras que el sol miraba tu
frente con destellos.
Y en cambio de tu crimen, va una
flor del camino
“que hoy sale de mi alforja con broche de oro
fino”
para el fastuoso y rubio mantón de
tus cabellos.
SOLO TÚ
¡Se me murió mi madre! No me queda
sobre este mundo ruin otra caricia
que la que a mi dolor traerle
pueda
la albura de tu mano gentilicia.
Se va la juventud… mientras se
inicia
la sombra en derredor de la
arboleda
que protegió mis sueños, la gran
rueda
del tiempo aplastará toda
Primicia.
Sólo me quedas tú… Tú que en la
tarde
y en la mañana al corazón cobarde
unges con tu sonrisa y tu mirada.
Sólo me quedas Tú… (Bajo la noche
pasa el Olvido en su siniestro
coche
y óyese una sangrienta carcajada).
TÚ PALPITAS AQUÍ
Tú palpitas aquí… Sobre estos
versos
histriónicos y tristes tú perduras
como la luz sobre las aguas puras
de los lagos sonámbulos y tersos.
Tú palpitas aquí… Llantos
dispersos
velados por grotescas envolturas,
carcajadas irónicas, locuras,
salivas a la faz de los perversos.
Tú palpitas aquí como palpitas
en cada fibra de mi ser, Amada
de las manos hostiales y benditas.
Y me iré tras de ti, aunque no
eres
la sombra femenil ya no encontrada
sino mujer, cual todas las
mujeres.
Tomado de:
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