Madrigal de una antigua voz
A Ramón Gainza, amigo
Cuando tu voz se pierda en las veloces
veleidades del aire,
y forme torbellinos de crepúsculos o de quemantes
oros,
si todavía escucho,
si todavía al alma le impresionan los sonidos,
recordaré tus tiernas servidumbres,
tus estériles soledades
y el destino de las palabras pronunciadas.
Como si mirara un relicario
donde viviera escondido tu retrato.
Junio 1993
Meditación
En la cierta penumbra mi tiempo se diluye
las olas de la vida con su ir y venir
fingen tumultos de espuma;
criaturas opacas me destruyen
el espejo feliz de la esperanza.
Lo más triste encarcela los presagios del tiempo
que arde como un cirio al compás de la sangre.
Nocturno
En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua,
mientras que toda la vida
gira en esferas calladas.
En el sueño de la noche
el sueño toca sus arpas.
En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua:
nadie escucha, nadie entiende,
sólo la vida
como piedra muy lavada.
Poema
Te converso en el claustro de mi sangre,
tú respondes, eres el eco de mi propio ser,
el inaudito, el de las verdes costas infinitas,
el que no anota el tiempo de los otros.
Dibujas parabanes y leyendas,
te mueres por la paz de mis recintos
cuando la noche abre sus penumbras,
sus delicados reinos de fragancia
al destino tenaz de mis asombros.
Yo soy esa mujer que pasa incierta
entre nieblas, palomas y memorias.
Poema de vigilia
Escribo en la noche susurrante y ajena,
en esta calle mía agresiva y ruidosa
como plaza de Roma colmada de peregrinos
espectaculares
y comerciantes pregoneros.
-El sueño es un ciervo que huye en lentos espirales-
Escribo en esta noche incitante y extraña;
a mi lado el color feliz de la quimera,
besa mis párpados,
araña las paredes,
penetra los poros,
se pierde en altos cielos...
Escribo en esta noche de inesperados laberintos:
en su penumbra,
como ascuas, espejos vigilándonos,
los rostros de los amados muertos,
los rostros de los vivos,
los innumerables rostros de la vida
y sus variados universos.
Escribo en esta noche lenta, envolvente como una
profecía,
en la infinita vigilia de sus astros...
Mis palabras habitan la soledad.
Soneto
Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.
Para mi dalia busco luz y canto
en la guitarra tierna de tu brisa
desatada en el pecho con quebranto.
Funda a mi cielo bajo tu divisa
de playa abierta y mariposa, en tanto,
fluye el rumor caliente que agoniza
en mi frente, sus alas en espanto.
Deja tu flor fluyente y veladora
en la ribera dulce que te implora
mi pez soñando por tu madrugada.
A mis palomas dale norte y flecha,
ata mis pulsos, grábame tu fecha,
y siémbrame en tu tierra desvelada.
Soneto diferente
Verano para qué, si ya las sienes
altiva sombra ciñe fatigada
y el alma su soñar entregó en bienes
por el gran pordiosero reclamada.
Verano para qué, si sólo vienes
con tu fragua de oros y alborada
al holocausto que en mi pecho tienes
de rosa y hombre, lumbres y algarada...
No quiero el manantial, sino huidiza
agua que corre ahondando sus caudales;
criatura de espejos y fanales,
su cielo en mi paloma se eterniza.
Crece en mis ojos, gasta mi ternura.
Mi vida su alimento le procura.
febrero 14 de 1986
Tú, el testimonio
Poesía;
vienes a soliviantar mis huesos,
a cavarme,
a darme este vestido desusado
de habitante
de los cuatro puntos cardinales.
Aérea giras
mirando siempre al norte de ti misma.
Tú, el testimonio.
La brisa que escribe en la hierba
el testamento de las flores;
el trébol que dibuja el cristal del universo;
el ciervo que moja de ternura los bosques.
La espuma y la ola, la ceniza y el rocío.
El hombre y sus dominios
levantando montañas de sal por las esquinas de la
tierra
El hombre, que come impasible su manjar de
inocentes.
El que besa, el que trabaja, el que sonríe,
el de la orquestal pesadumbre,
el del secreto preludio en su pan de sollozos,
y el que muere
de la muerte de todos cada día.
Toma mi mordedura, el signo, el eco,
no somos yo sino nosotros.
Te entregamos a ciegas
nuestro fondo azaroso.
Versos al tiempo
El tiempo es un esquivo dromedario
que busca sus oasis en las almas.
Es el dios inflexible y desvelado,
habla un idioma siempre diferente.
Su majestad nos viste de cenizas.
Devora posesiones, embelesos, presencias;
apaga el esplendor de los augurios,
y nos ofrece como frutos secos
a la muerte.
Vigilia
En la noche sin mástiles goteaba tu silencio.
De su carne y penumbra el hombre se olvidaba.
nada más que la queja de un cielo peregrino
apagando veleros en el pecho sonámbulo,
y hacia la ignota cifra el sueño marinero.
Calles de la noche, aire desierto, reino
donde muertos y vivos maduran sus granadas
navegando entre brújulas de esperanza y quejumbre.
En la espalda del tiempo sellada por mi frente
resbala el ángel diestro que el espejo me esconde...
Tomado de:
http://amediavoz.com/nunezSerafina.htm
Mar cautiva
Alta orilla de trino desnudado,
tierna a la espuma de mi mar cautiva
(río, pluma, canción), ¡mi rosa viva
ya abierta entre su viento libertado!
Pleamar a las barcas de mi empeño
con rumbo cierto a puerto vislumbrado,
brújula exacta a norte adivinado,
al nido, al astro, al ruiseñor, al sueño…
Primavera de manos amapola
presa en el fijo espejo de mi ola;
voz afilada en cósmicos delirios.
Luna encendida entre mi inmóvil agua
hecha al reflejo puro de mi fragua;
yo, ¡amanecida eterna entre tus lirios!
A un ruiseñor amaneciendo
Dulce señor del reino que enamora
inventando la estatua del desvelo
por el agua sin fin donde ya es vuelo
la partida granada de su aurora.
¿Para la alcoba de qué dios implora
el herido diamante de ese cielo
goteando en tu garganta?…¿Qué alto
tu canto muda en brasa, y fluye y dora,
alba perfecta en música inaudita,
y sostiene las ideas del rocío
y detiene la muerte a su albedrío?
Un ángel en tu voz alza su coro
y en las serenas márgenes habita,
en pura nieve derramado oro.
Versos al tiempo
El tiempo es un esquivo dromedario
que busca sus oasis en las almas.
Es el dios inflexible y desvelado,
habla un idioma siempre diferente.
Su majestad nos viste de cenizas.
Devora posesiones, embelesos, presencias;
apaga el esplendor de los augurios,
y nos ofrece como frutos secos
a la muerte.
Canción del tenaz alborozo
Si, bien lo sé,
el tiempo de mi llanto es tan antiguo:
pero los ojos resisten como gemas el fuego
consumiendo la vasta llanura de la tristeza.
Islas de la esperanza se niegan al ardiente conjuro
sin embargo, a veces
ellas parecen aletear en mi sangre.
Sube desde las venas el alborozo de sus seguras
selvas,
me inunda el verde de la palabra por nacer,
el tacto de las terrestres cosas
rinde entonces sus frutos de cielo sosegado,
y la orilla del olvido se me entrega
como un rostro distante que retornara dulcemente
a la sorda música de mis miradas.
Torbellino, vorágine,
tumulto de otoños y promesas
devorando los límites del alma.
Puedo en ese instante murmurar: Dios me entiende.
El amor abre sus cien puertas cada mañana
a los huracanes y a los testigos videntes;
el hombre es una ventana
que cada alba encuentra en el alféizar
su sonrisa y su gemido.
Entonces, humildemente ruego;
islas de la esperanza, sed sordas al sollozo
yo soy ahora la de enfrente,
la que pasea por aquella esquina
de pañuelos alegres.
Desde lejos me miran las viejas tinieblas,
mis labios, mis manos, presagios, palabras,
mis temores, las voraces mentiras…
Me miran desde lejos,
se insinúan, me llaman, y yo vuelvo la espalda.
(La de enfrente se pliega en su cifra remota.)
Islas de la esperanza… Las veletas sostienen
las ciudades del mundo,
y claros hombres encienden sus hogueras
en las fronteras de la noche
recuperando el territorio virginal de la canción.
El aire es un tatuaje de luces en mi frente
y el acordado rumor del arroyo y la yerba fina
humedece recónditas gargantas.
Elabora secreta lámpara tu llama para siempre,
apegada a mi pecho siento crecer la vida.
Estancia de lo eterno
Amor de ti mi alma desdoblada
jadeando tu presencia a hez de hombres,
angustia de tu rostro la ganaba
en rara geometría y rudos cobres.
Polvo cansado por mi sien pasaba
-fechas, palomas, universos, nombres-
y el terrestre cuidado iluminaba
clima a tu reino en soledades pobres.
Amor de ti era sollozo ardiente
mordiendo el fruto de mi triste tarde.
Ahora te sello: ¡Oh huésped diferente!
Tu lluvia me desciende olor temprano,
tierno misterio entre mis venas arde
y es ya tu sombra el único verano.
Hombre y tiempo
El tiempo te vigila, te sorprende, te encarcela, te
anula.
Ardemos en su llama como un frágil pabilo
intrascendente;
altivo crees vencerlo. Él siempre posee el as de
oro;
el reya de la corona nada facilita la derrota.
¡Ay, precarios pueblos de la nieve!
Son la única riqueza de lo eterno, hombre,
eres el fantasma de ti mismo en el instante
y apenas puedes descifrar el preámbulo
donde nacen las aguas de tu existencia.
Estás a tiempo -oyes decir a las comadres.
¿A tiempo para qué, señoras lívidas?
Ni siquiera tiempo para morir por ti dispuesto.
«Él» es el tañedor de los variados
y el de los mágicos y sublimes salmos,
el señor de paroxismos, sorpresas deslumbrantes
o funestas y de tu voluntad,
el poderoso señor de la memoria,
y tú, una gota cayendo, espléndida sonrisa acaso
del inocente sin realeza, que vendió sus juegos de
existir
y se refugia en las caídas hojas de su ala
donde lo apresan las redes de lo inerte.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/serafina-nunez/
Estoy sobre tu sol...
Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.
Para mi dalia busco luz y canto
en la guitarra tierna de tu brisa
desatada en el pecho con quebranto.
Funda a mi cielo bajo tu divisa
de playa abierta y mariposa, en tanto,
fluye el rumor caliente que agoniza
en mi frente, sus alas en espanto.
Deja tu flor fluyente y veladora
en la ribera dulce que te implora
mi pez soñando por tu madrugada.
A mis palomas dale norte y flecha,
ata mis pulsos, grábame tu fecha,
y siémbrame en tu tierra desvelada.
Tomado de:
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