Luz de septiembre
En la luz de septiembre
estoy buscándote.
Era una madrugada de campanas
que me ilumina todavía el alma.
Todo el amor del mundo
inundaba tus ojos.
Era un claro septiembre
de azahares.
Tu mano, firme y cálida,
en mi mano.
Tus labios en mi frente
¡y todo era tan frágil!
Como un hilo de sol
entre la lluvia.
como el perfume
de una rosa blanca.
Sobre mi cobardía
y mi derrota
gira el mundo implacable.
Te seguiré buscando,
con el amor de siempre,
en mi septiembre
solitario.
Poema del amanecer
Es la hora de las campanas,
cuando se cierran los abismos.
Con la luz de la madrugada
vuelven al mundo los caminos.
Vuelve el murmullo de los árboles,
el silencio de las espigas.
Vuelven las manos
lentamente,
hacia las páginas del libro.
Vuelve la realidad perfecta
de tu presencia sin olvido.
Tomado de:
https://www.poesiaspoemas.com/maruja-vieira
Luz de tu presencia
¿Tú venías buscándome desde playas y sierras?
¿Venías presintiéndome por todos los caminos?
¿Escuchabas mi voz en los ecos del viento
y tocabas mis manos en el agua del río?
Me hallaste en una tarde de soledad y música.
Suavemente llegabas con tu amor a mi vida.
Al fondo las montañas heridas por la lluvia
Y en medio de los muros la lámpara encendida.
Yo entendí tu presencia porque un fuego de angustia
destructor y quemante se apagó entre mis venas.
Porque el agua invasora de una inmensa amargura
desplegó hacia el olvido sus oscuras mareas.
Te di mi lejanía de bruma y de silencio
-la tienes en tus manos como una flor de sombra-,
en cambio tú me has dado tu claridad sonora
que resucita muros en mis ciudades rotas.
Más que nunca
Porque amarte es así de dulce y hondo
como esta fiel serenidad del agua
que corre por la acequia derramando
su amorosa ternura sobre el campo.
Te amo en este sitio de campanas y árboles,
en esta brisa, en estos jazmines y estas dalias.
La vida y su belleza me llegan claramente
cuando pienso en tus ojos bajo este cielo pálido.
Sobre la yerba limpia y húmeda mis pisadas
no se oyen, no interrumpen el canto de los pájaros.
Ya la niebla desciende con la luz de la tarde
y en tu ausencia y mi angustia más que nunca te amo.
Para ti no hay palabras
Para ti no hay palabras.
Hay sólo mudas páginas en blanco
y este lento caer
de las manos inútiles
que olvidaron y hallaron
letras
sueños
y árboles.
Hubo palabras antes.
Cuando el mar,
cuando el grito luminoso
de los últimos faros.
Para ti sólo hay tiempo,
no hay palabras.
Y el tiempo es infinito
ahora que te amo.
Raíz eterna
Tú eres más que un rostro,
más que un hermoso cuerpo.
Eres aquel murmullo del río entre la lluvia,
aquella forma vaga del monte tras la niebla.
Profundamente asidos al trémulo paisaje
del sitio de la vida donde habita el recuerdo.
Tú eres más que un nombre.
Más que un paso en la tierra.
Te cerca un bosque denso, de misteriosos árboles.
con pájaros errantes y canciones sin término.
Te guarda entre sus ramas de música, te encierra
lejos de la ceniza destructora del tiempo.
En ti el amor humano, de raíces eternas,
me ha entregado su clave profunda y verdadera.
Siempre
Siempre regresas.
Para ti no hay tiempo
ni tiene oscuros límites la tierra.
Siempre vuelves.
Y siempre estoy aquí, esperando tus manos,
llenándome de sueños como de lluvia un árbol.
No hay nada diferente. Todo es igual y puro
cuando vuelves.
No han pasado los días ni he sufrido. Estoy sola,
con el corazón limpio como una fuente nueva.
Tengo otra vez palabras y caminos
y contigo regresan las brisa y las estrellas.
Regresan las campanas y los pájaros,
me devuelves la música, el murmullo
de los ríos lejanos,
la claridad del monte,
la perfecta verdad de que te amo.
¿Sola?
Tus ojos
vinieron a mirarme
en esta hora
oscura y áspera.
Yo me creía sola
pero estabas aquí.
El amor
le arrancó tu mirada
a la muerte.
Tarde, flores y río
Amor mío...
Ruedan estas palabras
en mitad del estruendo
del agua.
Amor mío...
como antes
deja caer sus flores amarillas
el árbol, nuestro árbol.
Por la orilla del río
camino lentamente,
buscándote.
Estás aquí. Lo sé.
He venido con la certeza de encontrarte
en la huella de la luz
sobre la piedra,
en la canción lejana,
en la torre encendida
de la tarde.
Amor mío
distante.
Tiempo definido
Está bien que la vida de vez en cuando
nos despoje de todo.
En la oscuridad los ojos aprenden
a ver más claramente.
Cuando la soledad es el vacío intenso
del cuerpo y de las manos,
hay caminos abiertos hacia lo más profundo
y hacia lo más distante.
En el silencio las amadas voces
renuevan dulcemente sus palabras
y los muros custodian el rumor infinito
de los ausentes pasos.
Los labios que antes fueran
sitio de amor en las calladas tardes
aprenden la grandeza
de la canción rebelde y angustiada.
Hay un viento en suspenso sobre los altos árboles,
un repique de lluvia
sobre ruinas oscuras y humeantes,
un gesto en cada rostro
que dice de amargura y vencimiento.
Sigue un lento caer de horas inútiles,
desprendidas del tiempo,
y más allá de todo lo que formaba
el círculo pequeñito del mundo,
"aquel mundo cerrado, con sus vagas estrellas
y su bruma de sueño",
despierta inmensamente la herida voz del hombre
poblador de la tierra.
Antes estaban lejos, casi desconocidos,
el combate y el trueno.
Ahora corre la sangre por los cauces iguales
del odio y la esperanza,
sin que nada detenga la invasora corriente
de las fuerzas eternas.
Todavía
Todavía
la frágil quemadura de una lágrima
borra la luz del árbol.
Todavía
cerca del corazón se detiene la vida
cuando te nombra alguien.
Todavía
rueda el mundo al vacío
desprendido y errante.
Todavía
no encuentro las palabras
para decir la ausencia de tus manos.
todavía
te amo.
última llama
¿Por qué lloras?
Porque anoche a mi lámpara
la apagó un viento amargo.
¿Qué buscas en la sombra?
La sombra de unas manos,
unas manos desnudas que se alzan
contra vientos de fuego
y los enlazan
y retuercen sus uñas malhirientes.
Unas manos que nacen
en el cauce del río de la infancia
y crecen en los árboles
y vuelan con el ala de los pájaros.
¿Quién apagó tu lámpara?
No importa.
Hoy he vuelto a encenderla
con la última llama.
Yo te amo
La sombra. Y el camino interminable.
El vacío que imita la forma de tus brazos.
El monótono ruido de la lluvia en el aire.
Con la espiga y la estrella,
con la piedra y el árbol,
con todo lo que guarda la verdad de la tierra
esta noche te amo.
Por lo que vive y canta.
Por los campos arados.
Por la mano de un niño, por su llanto,
por su eterno milagro.
Te amo porque amas el sueño del futuro
y tiendes al espacio tu nombre como un arco.
Tomado de:
http://amediavoz.com/vieira.htm
Tus cartas
Sólo tengo tus cartas,
pero tener tus cartas
es dulce en esta niebla.
Es como andar contigo
por las calles
y decirte: Este parque
me vio jugar de niña;
esta casa fue nuestra.
Tus cartas solamente, no tus manos,
ni el color de tus ojos, ni tu frente;
pero con qué alegría
te estoy diciendo ahora
que mi ciudad es clara de azaleas,
alta y llena de nubes y de torres
y que te amo en ella!
Como el partir de un barco
Ya todo está más claro.
Como la tierra después de la lluvia
son los ojos después de las lágrimas.
El viento hace cantar una vez más los árboles,
pero en la madrugada
tienen distinta voz las antiguas campanas.
Partió un barco. El ancla la levaron
las manos más amadas.
Era un mar transparente, rumbo y ola,
donde flotaba un suave rostro pálido
y una playa del tiempo
que se quedaba atrás, con nuestro llanto.
Que se quedaba con nuestro silencio,
con nuestra música olvidada y quieta,
con los libros cerrados, con los cuartos vacíos,
con esta soledad que nos asalta
cuando despierta el día sobre lechos intactos.
Las horas vuelven otra vez, iguales.
Todavía hay caminos con rosales y pájaros.
Los niños ríen en la calle
y los viejos martillos clavan maderas nuevas.
La muerte en nuestra casa cumplió su fiel palabra.
Todo fue tan sencillo como el partir de un barco.
Tomado de:
https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/cinco-poemas-para-acercarse-al-mundo-poetico-de-maruja-vieira-820635
por la calle del pueblo
Es un pueblo pequeño.
En la iglesia hay un retablo
de arcángeles.
Volverá tu recuerdo
cuando en la madrugada la lluvia se detenga.
Y estarás como entonces
llenándome de rosas y de sol. En las piedras
de la calle, brillantes por el agua caída
será más luminosa la mano azul del día.
Pasarán los arcángeles antiguos de las horas
por el quieto camino.
Subirán las mujeres al pozo del milagro
para buscar el agua limpia de las leyendas.
Y la voz de los niños hará crecer el tiempo
como una ronda inquieta.
La montaña en la luz –flecha de la mañana–
se llevará tu rostro por un sueño de árboles.
Yo sentiré tu música desprenderse del aire
cuando muevan los cedros sus verdes campanarios.
Y ya no serás tu ni mi voz que te calla.
Serás aquel paisaje de enero, en la distancia.
todo lo que era mío
Todo lo que era mío.
La clara voz del padre y el eco de sus pasos
despertando la infancia.
Las manos de la madre
con su cálido estigma de ternura
sobre la tinta fresca de las cartas.
El rostro del hermano,
ya copiado en el hijo con ríos y cometas
y una lámpara nueva junto a la vieja lámpara.
Mis libros, mi silencio,
la armonía brumosa de las calles,
el parque con su yerba de domingo,
la puerta musical de Santa Eulalia.
La mano conocida, la palabra prevista,
la quietud del encuentro
con lluvia en los cristales.
Simple, sencillo, tierno,
todo lo que era mío se me quedó tan lejos!
el jardín de la muerte
La muerte es un jardín con rosas amarillas.
Siempre amanece o es el atardecer
color violeta.
No hay sol de mediodía quemante, hiriente.
En esa orilla de la noche el aire está poblado
de luciérnagas y estrellas.
Allá no estaré sola nunca. Alguien espera.
carolina cárdenas
Esta mujer fue humana, más humana que nadie.
A fuerza de estar viva se consumió en su llama.
No la conocí nunca y estoy junto a su nombre
mientras el llanto esculpe su misteriosa estatua.
He visto su recuerdo subir por las palabras
La voz se vuelve arcilla modelada en ternura.
Para hablar de sus manos todos bajan la frente:
“Vino… y estaba cerca, lejos, como las nubes...”
Pincel y tinta china, greda oscura y cristales.
Flores en la mañana lluviosa de la aldea.
Casi verdad su mundo –duendes, estrellas, sombras–
casi nada ¡y tan dulce! lo que nos deja el tiempo.
calendario incompleto
Abril. El viento apaga
la fogata amarilla de los lirios.
Mi corazón regresa del silencio.
Tu dulce, amargo amor, ha renacido.
Sin lugar en la tierra ni en tus ojos,
sin ti, sin mi, desnudo, solo, herido,
se levanta y nos llama, verdadero,
desterrado, infinito…
Viene mayo con sus noches de luna
y sus hogueras.
Viene con tu recuerdo.
Tu recuerdo es el río de la playa
–tibia espuma y arena–
tu recuerdo me toca las mejillas
con un roce de labios insistentes
¡y todo vuelve a ser amor y llamas
y espuma y olas verdes!
Otra vez tú me tiendes
tu lento cerco de diamantes.
Contigo estaba escrito
el nombre del amor sobre la tierra,
contigo, lluvia de la medianoche,
tierna raíz de astros.
Y caes y me envuelves.
Eres música, estás ciñéndome los pasos
y el mundo se me pierde
porque lo borras tú con la mano invisible
con que cierras jazmines y entreabres luciérnagas.
Yo te siento caer sobre el sueño de agosto,
lluvia de otra ciudad y este mismo recuerdo.
Tomado de:
https://www.uexternado.edu.co/wp-content/uploads/2017/01/36-todoLoQueEraMio-MarujaVieira.pdf