sábado, 7 de octubre de 2023

POEMAS DE EDGAR ALLAN POE RECORDAMDO SU MUERTE Y CELEBRANDO SU OBRA


Un sueño dentro de otro sueño

Ten un beso en la frente,

y, al alejarme de ti ahora,

déjame confesar solo esto:

no estás equivocada si piensas

que mis días han sido un sueño;

mas si la esperanza ha volado

en una noche, o en un día,

en una visión, o en ninguna,

¿acaso se ha ido menos?

Cuanto parecemos y vemos

solo es un sueño dentro de otro sueño.

 

Estoy de pie, en medio del rugido

de una orilla herida por las olas,

y mi mano contiene

granos de la dorada arena.

¡Qué pocos! ¡Cómo se deslizan

entre mis dedos a lo hondo,

mientras yo lloro, mientras lloro!

¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar

uno tan solo de la inclemente ola?

¿Es cuanto parecemos y vemos

tan solo un sueño dentro de otro sueño?

 


El lago

En mi tierna juventud fue mi sino

frecuentar un lugar

de todo el ancho mundo

que no pude por menos que querer,

tan encantadora era la soledad

de un lago agreste rodeado de rocas

negras, y de pinos dominándolo.

 

Mas cuando la noche tendía su velo

sobre ese lugar, igual que en todos,

y pasaba el místico viento

murmurando melodías,

entonces, oh, entonces despertaba

al terror del lago solitario.

 

Pero el terror no era miedo,

sino un trémulo goce, un sentimiento

que una mina de piedras preciosas

no me enseñaría o sobornaría

para definir. Ni el amor, aunque fuese el tuyo.

 

La muerte estaba en esas ponzoñosas

ondas, y en su seno una tumba en consonancia

para aquel que podía hallar solaz

allí para su sola fantasía,

cuya alma solitaria pudo hacer

un edén de aquel lago apagado.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/el-silencio-y-otros-poemas-de-edgar-allan-poe/

 

 

EL GUSANO VENCEDOR

 

Ved! En una noche de gala,

En los tardíos años desolados.

Una hueste de ángeles alados,

Envueltos en velos y ahogados en lágrimas,

Sentados en el teatro, para ver

Un drama de temores y esperanzas,

Mientras la orquesta balbucea

La música de las esferas.

 

Unos mimos, hechos a imagen del Dios Alto,

Murmuran y susurran en voz baja,

Revoloteando de un lado a otro:

Simples títeres que vienen y van

Al capricho de unas vastas masas informes

Que recorren el escenario proyectando

Con sus alas de cóndor el invisible Dolor.

 

El drama apretado (que no caerá

En el olvido, estad seguros)

Con su fantasma perseguido sin cesar

Por una turba que no lo puede apresar,

A través de un círculo que siempre gira

Sobre el mismo espacio,

Y tanta locura, y aun más Pecado

Y el Horror como alma de la intriga.

 

Pero, ved! en medio del gesticulante tumulto,

Una forma reptante se introduce:

Una cosa sanguinolenta que se debate

En la soledad del escenario.

¡Se retuerce! ¡Se retuerce! Con mortal angustia

Los mimos se convierten en su cena,

Y los serafines lloran al ver los colmillos

Embebidos en sangre humana.

 

¡Afuera, afuera las luces, afuera todo!

Y sobre cada sombra palpitante

Cae el telón, como una mortaja fúnebre,

Con el rugido de la tormenta,

Mientras los ángeles, pálidos y excitados,

Se ponen de pie y quitando sus velos declaran

Que la obra es la tragedia del Hombre

Y su héroe el Gusano Vencedor.

 

 

PAÍS DE HADAS

Valles de sombra y aguas apagadas

y bosques como nubes,

que ocultan su contorno

en un fluir de lágrimas.

Allí crecen y menguan unas enormes lunas,

una vez y otra vez, a cada instante,

en canto que la noche se desliza,

y avanzan siempre, inquietas,

y apagan el temblor de los luceros

con el aliento de su rostro blanco.

Cuando el reloj lunar señala medianoche,

una luna más fina y transparente

desciende, poco a poco,

con el centro en la cumbre

de una sierra elevada,

y de su vasto disco

se deslizan los velos dulcemente

sobre aldeas y estancias,

por doquier; sobre extrañas

florestas, sobre el mar

y sobre los espíritus que vuelan

y las cosas dormidas:

y todo lo sepultan

en un gran laberinto luminoso.

¡Ah, entonces! ¡Qué profunda

es la pasión que ponen en su sueño!

Despiertan con el día,

y sus lienzos de luna

se ciernen ya en el cielo,

con inquietas borrascas,

y a todo se parecen: más que nada

semejan un albatros amarillo.

Y aquella luna no les sirve nunca

para lo mismo: en tienda

se trocará otra vez, extravagante.

Pero ya sus pedazos pequeñitos

se tornan leve lluvia,

y aquellas mariposas de la Tierra

que vuelan, afanosas del celaje,

y bajan nuevamente,

sin contentarse nunca,

nos traen una muestra,

prendida de sus alas temblorosas.

 

 

SONETO A LA CIENCIA

¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!

que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.

¿Por qué devoras así el corazón del poeta,

buitre, cuyas alas son obtusas realidades?

 

¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia

aquel a quien no dejas en su vagar

buscar un tesoro en los enjoyados cielos,

aunque se elevara con intrépida ala?

 

¿No has arrebatado a Diana de su carro?

¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque

para buscar abrigo en alguna feliz estrella?

 

¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,

al Elfo de la verde hierba, y a mí

del sueño de verano bajo el tamarindo?

Tomado de:

https://poemas.yavendras.com/edgar-allan-poe/

 


La durmiente

 

Era la medianoche, en junio, tibia, bruna.

Yo estaba bajo un rayo de la mística luna,

Que de su blanco disco como un encantamiento

Vertía sobre el valle un vapor soñoliento.

Dormitaba en las tumbas el romero fragante,

Y al lago se inclinaba el lirio agonizante,

Y envueltas en la niebla en el ropaje acuoso,

Las ruinas descansaban en vetusto reposo.

¡Mirad! También el lago semejante al Leteo,

Dormita entre las sombras con lento cabeceo,

Y del sopor consciente despertarse no quiere

Para el mundo que en torno lánguidamente muere

 

Duerme toda belleza y ved dónde reposa

Irene, dulcemente, en calma deleitosa.

Con la ventana abierta a los cielos serenos,

De claros luminares y de misterios llenos.

¡Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?

¿Por qué está tu ventana, así, en la noche abierta?

Los aires juguetones desde el bosque frondoso,

Risueños y lascivos en tropel rumoroso

Inundan tu aposento y agitan la cortina

Del lecho en que tu hermosa cabeza se reclina,

Sobre los bellos ojos de copiosas pestañas,

Tras los que el alma duerme en regiones extrañas,

Como fantasmas tétricos, por el sueño y los muros

Se deslizan las sombras de perfiles oscuros.

 

Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?

¿Cuál es, di, de tu ensueño el poderoso encanto?

Debes de haber venido de los lejanos mares

A este jardín hermoso de troncos seculares.

Extraños son, mujer, tu palidez, tu traje,

Y de tus largas trenzas el flotante homenaje;

Pero aún es más extraño el silencio solemne

En que envuelves tu sueño misterioso y perenne.

La dama gentil duerme. ¡Que duerman para el mundo!

Todo lo que es eterno tiene que ser profundo.

El cielo lo ha amparado bajo su dulce manto,

Trocando este aposento por otro que es más santo,

Y por otro más triste, el lecho en que reposa.

 

Yo le ruego al Señor, que, con mano piadosa,

La deje descansar con sueño no turbado,

Mientras que los difuntos desfilan por su lado.

Ella duerme, amor mío. ¡Oh!, mi alma le desea

Que, así como es eterno, profundo el sueño sea;

Que los viles gusanos se arrastren suavemente

En torno de sus manos y en torno de su frente;

Que, en la lejana selva, sombría y centenaria,

Le alcen una alta tumba tranquila y solitaria

Donde flotan al viento, altivos y triunfales,

De su ilustre familia los paños funerales;

Una lejana tumba, a cuya puerta fuerte

Piedras tiró, de niña, sin temor a la muerte,

Y a cuyo duro bronce no arrancará más sones,

Ni los fúnebres ecos de tan tristes mansiones

¡Qué triste imaginarse pobre hija del pecado.

Que el sonido fatídico a la puerta arrancado,

Y que quizá con gozo resonara en tu oído,

de la muerte terrífica era el triste gemido!

 

 

Las campanas

 

I

¡Escuchad el tintineo!

!La sonata

Del trineo

Con cascabeles de plata!

¡Qué alegría tan jocunda nos inunda al escuchar

la errabunda melodía de su agudo tintinear!

¡Es como una epifanía,

En la ruda racha fría,

la ligera melodía!

¡Cómo fulgen los luceros!

-¡Verdaderos Reverberos !-

Con idéntica armonía

A la clara melodía

Cintilando, cintilando, cintilando,

¡Cómo los cascabeles

van sonando!

Y en un mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Los luceros siguen fieles

Cascabeles, cascabeles, cascabeles

El son de los cascabeles,

Cascabeles, cascabeles, cascabeles

Cascabeles,

¡El son grato, que a rebato, surge en los cascabeles!

 

II

Escuchar el almo coro

Sonoro

Que hacen las campanas todas:

¡Son las campanadas de oro

De las bodas!

¡Oh, qué dicha tan profunda nos inunda al escuchar

La errabunda melodía de su claro repicar!

¡Cómo revuela al desgaire

¡Esta música en el aire!

¡Cómo a su feliz murmullo

Sonoro,

Con sus claras notas de oro,

Se aúna la tórtola con su arrullo,

¡Bajo la luz de la luna!

¡Qué armonía

Se vacía

De la alegre sinfonía

¡De este día!

¡Cómo brota

¡Cada nota!:

Fervorosamente, dice

la felicidad remota

Que predice.

Y a la voz de una campana, siguen las de sus hermanas

Las campanas,

Las campanas, las campanas, las campanas, las campanas,

las campanas, las campanas, las campanas,

En sonoro ritmo de oro, de almo coro, ¡las campanas!

 

III

¡Oíd cual suena el bordón!:

el bordón

De son bronco

Que pone en el corazón

El espanto con su son,

Con su son de bronce, ronco.

¡que tristeza tan profunda nos apresa al escuchar

¡Cómo reza, gemebunda, la fiereza del llamar!

Cómo su son taciturno,

En el silencio nocturno

Es grito desesperado

Que no es casi pronunciado

¡De aterrado!

Grito de espanto ante el fuego

Y agudo alarido luego,

Es un clamor que se extiende,

Que el espacio ronco, hiende

Y que llama;

Que defiende.

 

Y que clama, clama, clama,

Que clama pidiendo auxilio

En tanto que ve el exilio

De aquellos que el fuego, ciego y arrollador, empobrece

Y el fuego que ataca y crece,

Mientras se oye el ronco son,

El somatén del bordón,

Del bordón, bordón, bordón

¡Del bordón!

¡Cómo el alma se desgarra

Cuando el son del bordón narra

La aflicción

¡De aquellos que arruina el fuego!

Y, cómo nos dice luego

Los progresos que hace el fuego

-Que va a tientas como ciego-

El somatén del bordón,

¡Que es toda una narración!

¡Oh, la tempestad de ira

En la que el bordón delira

¡Y en que convulso, delira!

El alma escucha anhelante

la queja que da el bordón

Con su son;

El bordón que da su son,

El bordón, bordón, bordón,

¡El bordón!

Que es toda una narración el somatén del bordón

Del bordón, del bordón, del bordón

Del bordón, del bordón, del bordón

¡Del bordón!

El grito ante el infinito, cual proscrito, ¡del bordón!

 

IV

¡Escuchad cómo la esquila,

Cómo el esquilón de hierro,

Llama con voz que vacila,

Al entierro!

Qué meditación profunda nos inunda al escuchar

la errabunda y gemebunda melodía del sonar

¡Cómo llena de pavura

¡Su son en la noche obscura!

¡Cómo un estremecimiento

Nos recorre el pensamiento

que provoca su lamento!

Cuando sueña

La grave esquila de hierro, con su lúgubre toquido,

Con su lúgubre toquido que la medianoche llena.

¡Es que las almas en pena

¡Se han reunido!

¡Oh, la danza

Al son que toda la esquila,

En una noche intranquila,

Su tijera de luz lila,

¡Tocando en visión del Juicio la noche sin esperanza!

 

Entonces, ya no vacila

La grave voz de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila,

de la esquila, de la esquila,

Sino que suena furiosa,

Con su voz cavernosa,

Y, en un mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Algún ronco rayo truena

Y se alumbra con relámpagos la noche sin esperanza,

Mientras las almas en pena

Giran, giran su danza

Bajo la triste luz lila.

Y en tanto se oye la grave, la grave voz de la esquila,

De la esquila, de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila, de la esquila,

Y en el mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Mientras se oye, la triste, la triste voz

De la esquila,

De la esquila,

Furibundo rayo truena,

El relámpago cintila.

 

Y los espectros en pena

Danzan al son de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila,

de la esquila, de la esquila,

Y en un mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Danzan al son de la esquila,

De la esquila, de la esquila,

de la esquila, de la esquila, de la esquila,

¡De la esquila!

Y mientras que el rayo truena,

Que el relámpago cintila

Y que, con furor terrible, danzan las almas en pena,

Se oye la voz de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila,

De la esquila, de la esquila,

la voz de cuento lamento ¡de la esquila!

 

 

Lucero vespertino

 

Ocurrió una medianoche

a mediados de verano;

lucían pálidas estrellas

tras el potente halo

de una luna clara y fría

que iluminaba las olas

rodeada de planetas,

esclavos de su señora.

Detuve mi mirada

en su sonrisa helada

-demasiado helada para mí-;

una nube le puso un velo

de lanudo terciopelo

y entonces me fijé en ti.

Lucero orgulloso,

remoto, glorioso,

yo siempre tu brillo preferí;

pues mi alma jalea

la orgullosa tarea

que cumples de la noche a la mañana,

y admiro más, desde luego,

tu lejanísimo fuego

que esa otra luz, más fría, más cercana.

 

Versión de Andrés Ehrenhaus

Tomado de:

http://amediavoz.com/poe.htm

 

 

El día más feliz

El día más feliz, la hora más dichosa, los ha

conocido mi corazón agotado y marchito; pero

siento que ha desaparecido ya mi más alta esperanza

de orgullo y de poderío.

 

——

 

¿He dicho de poderío? Sí. Pero desde hace

largo tiempo, ¡ay de mí! se han desvanecido

los bellos ensueños de la juventud; han pasado

ya: ¡dejémoslos que se desvanezcan!

 

——

 

Y tú, orgullo, ¿qué haré de ti ahora? Otra

frente puede bien heredar el veneno que me

has dado. Que por lo menos mi espíritu permanezca

tranquilo.

 

——

 

El día más hermoso, la hora más feliz que mis

ojos hayan visto y hayan podido ver jamás,

mi más brillante mirada de orgullo y de poderío,

todo eso ha existido, pero ya no existe; yo

lo siento.

 

——

 

Y si esa esperanza de orgullo y de poderío

me fuera ofrecida ahora acompañada de un

dolor semejante al que experimento, no quisiera

revivir esa hora brillante.

 

——

 

Porque bajo su ala llevaba una oscura

mezcla y mientras volaba, dejaba caer una

esencia todopoderosa para consumir un alma que

tan bien la conocía.

 

 

Solo

Desde el tiempo de mi niñez, no he sido

como otros eran, no he visto

como otros veían, no pude sacar

mis pasiones desde una común primavera.

De la misma fuente no he tomado

mi pena; no se despertaría

mi corazón a la alegría con el mismo tono;

y todo lo que quise, lo quise solo.

Entonces -en mi niñez- en el amanecer

de una muy tempestuosa vida, se sacó

desde cada profundidad de lo bueno y lo malo

el misterio que todavía me ata:

desde el torrente o la fuente,

desde el rojo peñasco de la montaña,

desde el sol que alrededor de mí giraba

en su otoño teñido de oro,

desde el rayo en el cielo

que pasaba junto a mí volando,

desde el trueno y la tormenta,

y la nube que tomó la forma

(cuando el resto del cielo era azul)

de un demonio ante mi vista.

Tomado de:

https://hilosprimitivos.wordpress.com/2016/08/10/7-poemas-de-edgar-allan-poe/

 

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