Yo nací en mi tierra
Yo nací allí:
allí donde el verdor primaveral
oscurece el color del rosal
y la noche entra callada
por las puertas falsas del bosque.
Nací allí chiquitín,
en una isla, sí,
del trineo mañanero,
en zumbidos de la tumba ronca;
rodeado de helechos verdes
en un lecho platanero.
Allí donde se alegra el sol,
y la luna enfría las noches
negras del cielo tropical;
allí donde los niños encharcan,
al molde, la tierra ecuatorial.
Nací allí, entre cantos
y fuentes de lágrimas;
entre ofidios inocentes
y paquidermos corpulentos,
en la frescura mansa de la selva.
Yo nací en ese pueblo
esculpido de ébano,
y rodeado de lagos misteriosos;
en la sombra de un árbol carposo,
vertí mi lágrima tierna.
Broté exuberante
en el misterio de tus máscaras
que guardan tu grandeza,
en la ternura de tus entrañas;
y sonreí, porque nací allí.
recogido entre pieles.
Unas manos negras y temblantes,
recogieron mi pequeñez en el silencio;
unos pechos humildes y palpitantes,
abrazaron el capullo de un amor,
mientras una antorcha lucía
y acariciaba mi rostro anónimo.
Entonces del más viejo recibí
la lanza combatiente y herí,
por la sangre de la tradición,
el triunfo de la opresión
con un suspiro sellado.
Unas mujeres entonaron
la danza que abrió mis ojos húmedos;
el canto que corearon las cascadas,
entre ríos y pantanos heroicos;
me abarcaron los bosques habitados,
y África me llamó el Sol.
No le niegues a la flor,
que abonó tu calor,
si te clama en fervor;
no le niegues posar
sobre la tierra que regué
con mi ternura al nacer;
y yo te hablaré en tu corazón.
Tomado de:
https://audiolibrosencastellano.com/anacleto-olo-mibuy/naci-mi-tierra
LA VOZ DE LOS OPRIMIDOS
Mis poesías serán leídas un día,
debajo de mis árboles,
sin techos ni barnices de aire.
Será la vieja acurrucada
con su cestón de memorias iletradas.
Leerán los árboles fingidos
de muertos injustos,
y la tierra se moverá espesando
la melancolía de un nuevo sol.
En las tumbas se alzarán
esqueletos de negros invisibles
sentados en su banco de condenados.
Entonces mi poesía acusará
pondrá en cada boca de hueso, la sentencia
y el látigo macabro de penitencia.
Se levantarán todos los muertos
y los huérfanos tullidos de miseria;
algún dedo de papel aplastado
señalará entre los vivos de la historia
el asesino de la Libertad.
Allí se leerá mi poesía fúnebre
y mis líneas de Libertad cruel,
cantarán las gestas sepultadas
en cada flor y en cada árbol.
Muertos y vivos de corazón arañado
de cualquier negra injusticia,
mis poesías llamarán a la resurrección
con la voz de los que no la tuvieron,
con la voz de los oprimidos.
Antología de la literatura guineana, 1984.
Tomado de:
Al Río Mumu
Me encontraron verde;
y verde me sentí mustio
en la soledad de la tarde
mirando el sueño del río.
Río de olas tristes.
Tristezas ahogadas del día.
El río se duerme
en su melancolía,
sin vientos ni hombres.
Mi río azul se hizo verde
con su losa muda.
Se hizo vivo en la noche
mientras todo dormitaba.
Río Mumu, Río Mumu.
Testigo de infancias agitadas.
Corre, guardando aguas
en la alcoba de la tribu.
Mis Hijos
Todo está aquí, para esconder sus cejas
en la mente de la noche al fracaso del sol.
oscura, como el ébano
de tus bosques…
El sol se levanta cansado
de su alcoba de barro.
Todo está quieto Los pucheros se llenan
en la orilla de todas de lágrimas piadosas.
las esperanzas,
desplumando, con ansia, Porque todo está aquí
todas las frustraciones. En la quietud de los días,
sobornando lentamente
las hojas de la esperanza.
Todo duerme como el invierno dime que esas manos
seco del Ecuador, como las otras,
en una cama de polvo mis hermanos del aire
y gravillas rojas… y del cosmos,
Todo el cielo azul somos los dueños de mañana
se cubre todas las tardes sin la sombra de ayer.
Padre:
Ha muerto un guineano más.
No importa sexo, tribu,
circunstancias, lugar.
Ha muerto. Guineano,
hermano, paisano
que se apaga en un día
-y como todos-
con la marea del exilio;
con la soga de la nostalgia.
Y… mueren para no volver
ni a Guinea ni a la miseria.
Y… mueren para no vivir
la vida que no viven,
mientras la noche
el exilio indefenso
la pena y el dolor,
se miran mutuamente
de invierno en invierno,
entre sonrisa y sonrisa.
Que Dios acoja a los que se van…
A los que se van sin despedirse,
nide sus padres muertos en Guinea,
ni de sus ríos y bosques…
Y que la muerte de los muertos
no viole la muerte de los vivos.
Tomado de:
https://birdlikecultura.wordpress.com/2015/02/07/anacleto-olo-mibuy-poeta-y-martir/
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