Albañiles
Vigoroso hemisferio de luz en los andamios.
Torsos que se revelan sobre la piel del aire
en toda su potencia magnífica y creadora;
anónimos perfiles que amedallan la altura
avivando el incendio del sol en las ciudades
y enfrentando la sórdida presencia de la lluvia.
Con despaciosos giros de péndulo oscilante
sus flexibles cinturas recortan el espacio
como si al gesto torvo del día le arrancaran
calladas y maduras jornadas de trabajo.
Cuando bajan los soles a tatuarle los ojos
sus voces suman cantos al pentagrama rudo
del esfuerzo, que es música matinal y sonora,
como el repiqueteo de campanas festivas
arqueadas entre el puño de un dominio de sombras.
En los pliegues sinuosos de los linos del alba
ellos son como abejas laboriosas y humildes
libando el polen fresco de las nubes rizadas.
Los inviernos les curten la piel como a la tierra
el castigo filoso del atado y las lluvias;
en tanto que sus manos, arañas silenciosas,
empinan la alegría de los rojos ladrillos
y se abultan de duras prominencias callosas.
Vigoroso hemisferio de luz en los andamios;
exaltación soberbia del esfuerzo fecundo
del músculo que pulsa las alturas desiertas
donde sólo pájaros desbarbando los vientos
logran mojar sus picos con humedad de estrellas.
¡Humedad que madruga en parvas de rocío
sobre el labio entreabierto de la flor, y la hierba!
Albañiles, dedales de una labor anónima.
En vuestras manos ásperas se construyen los negros
y altísimos custodios que enlutecen la tierra
con sus graves sentencias de agresivo entrecejo.
Ah, y sobre los tablones que auscultan el espacio
vuestro ímpetu es diamante que resplandece al sol
tal la brasa encendida de la cresta de un gallo.
DESDOBLAMIENTO
Un alma de hombre humilde
tiene más de una Ilíada
Enrique Banchs
En la boca una voz amarga y en las manos
esa angustia tremenda del jornal inseguro.
Ruedan los días tristes, opacos, sin relieves,
sólo yo muevo el día que se instala en tu mundo.
Pero no me comprendes, me piensas siempre niño;
no sabes que en mi carne sufro tu edad madura,
y cuanto más avanza tu amor en el recuerdo
más se aferra en mi entraña la raíz de la angustia.
Soy como puerta abierta para que en ella habites
y aclares tus jornadas con mi arcilla de niño
trayendo ante tus ojos la imagen de aquel día
que ocuparon mis manos un cuaderno y un libro.
Y no sabes, no sabes que el libro abrió un boquete,
como un hondazo en medio del cielo en una estrella,
y tú que nunca —¡nunca! — supiste qué es un libro
ante mí, menos hombre, te hospedas en la tierra.
Penetro tus angustias aunque siempre sonrías
y fumes tu cigarro tratando de engañarme:
Alta sabiduría la de tu amor que limpia
de impurezas de libros el temblor de mi carne.
Piénsame siempre niño que seré tu reposo,
la gota de agua pura que caliente tus párpados
cuando cansado vuelvas del esfuerzo que agota
y exangües, doloridos, se te caigan los brazos.
Piénsame siempre niño, por ella, la que nunca
parece que existiera trajinando en la casa,
la que intuye mis nieblas terribles de hombre solo,
la que hasta en sueños sorbe la acritud de mis lágrimas.
Por ella, por tu vida de pobre, siempre pobre,
haré que entre en mi carne el sol como una cuña.
Y aunque el rencor me muerda de noche las entrañas
no enturbiaré tu oído con mis palabras sucias.
Viviré entre mis nieblas arrancando los gritos
que de noche me suben —gusanos— a la lengua
para darte ese niño que piensas en tu vida
mientras mis años agrios afirmen la protesta.
Alta sabiduría la de tu amor que limpia
de impurezas de libros el temblor de mi carne;
por ella hice mis voces de fervor y de sueños
y amo a los pobres diablos que son los de mi sangre.
LUZ LIBERADA
Luz repartida, luz amontonada,
luz de la espuma que me azora y canta,
luz que se vuelve luz en la garganta.
Luz de octubre en abril sobresaltado,
luz de otoño cayendo entre los pájaros
y luz que se presiente como un canto.
Luz del celeste, luz verdi-dorada,
luz del cielo en la luz de la mañana
y luz que comunica luz del alma.
Luz del insecto en la luz que se recobra
sobre el rumor secreto de las hojas
y luz sobre la luz de las gaviotas.
Luz marítima en luz de paz agraria,
luz de ola, hermosura prolongada
en el grillo, el gorrión y la cigarra.
Luz de madre en la luz que dan los hijos,
luz cerúlea de luz que afina el lino,
luz en la luz gozosa del rocío.
Luz del árbol, diadema de esmeralda,
joya del trigo, luz en oro y plata,
corona de la luz en luz ganada.
Luz que vence a la sombra y que se nombra
luz de la eternidad en la paloma,
en la ortiga, en el cardo y en la rosa.
Luz primera de luz recién creada,
luz del viento del mundo, solidaria,
y luz de entendimiento en luz de hermana.
Luz del valle nombrada en luz de puerto,
luz salina, plural, sobre el estero
de esta clara ciudad, Montevideo.
Luz del exilio en luz inesperada,
luz que se expresa numerosa en cada
temblor ilimitado de las aguas.
Luz de la libertad sobre la arena,
luz del lucero en luz sobre las piedras
y luz que se pronuncia luz entera.
Luz del aire en la luz de la mañana,
luz que dicta la luz del sentimiento
en la gracia infinita de la llama,
en la hierba, en el agua y en el viento.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/jose-portogalo/
Las voces
Trabajo sordo, intenso, de palabras oscuras, de uñas
amotinadas,
de picos de buitres ávidos sobre mi entraña joven.
No es ésta una Elegía, camaradas.
Es un canto de fuerza que irrumpe mis arterias
como un torrente turbio de aguas que se desatan.
Yo no soy más que un buzo, el diente del anzuelo, el gancho de
/ la grúa,
y en mi boca se entienden los idiomas del hombre.
Se enroscan en mi lengua, filiales, amorosos,
y allí dictan sus almas densas como una fiebre.
La voz negra destapa un cuerpo milenario.
Trae vientos antiguos que se agitan unánimes.
Con fuerte olor a vida, a cielo, a musgo fresco.
De andar lento, seguro, como el de los rencores.
La voz negra disputa como un sol en los caminos.
Nos es el viejo lamento, la palabra humillada.
Es la selva que asalta gritando sus deseos.
En la copa del árbol con sus frutos maduros.
La raíz y la piedra con empujes vitales.
[De: Tumulto]
Un poema a las 6 de la mañana
Podría cantar la desalquilada vigilia de las prostitutas,
el motín callejero de los gorriones en la urbe.
de mis manos inválidas, de mis pies doloridos,
Pero el canto de un gallo
que abre la mañana con los dedos de un ángel sin aureola,
suena en mi corazón –íntimamente y en mi sangre
alza su tono de armónica meridional
para recordarme que soy un hombre huérfano en mi ciudad.
Mi ciudad: La de las grandes riquezas y las grandes miserias.
La de los grandes chantajistas de guantes color patito:
Gerentes de banco. Presidentes de asociaciones patrióticas:
Directores de grandes rotativos. Críticos de Arte.
Periodistas.
Urruchúa los pintaría con una ganzúa en los labios
y el alma junto a tu voz que enrula un tango de Filiberto.
Sé que me querrías si te hablara de amor,
aunque te desangres diez horas en una fábrica de tejidos
y sufres el asedio de un gerente mulato
-oblicuo como la sombra de una pared a media noche
Porque tú necesitas un hombre, amiga, y yo necesito una mujer.
Fuente: La Coctelera., poeta de la luz
Tomado de:
https://omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/cuaderno-de-poesia-critica-n-067-jose-portogalo.pdf
CANTO A MI PAN
Con pan de mi amor alimenté raíces.
De ráfaga-navío pan de nube
de noche-madrugada pan de trinos
y lágrima de pan de la pobreza.
El pan del vino aguado.
El funerario pan de los rincones.
El pan del ofendido
humillado
abolido.
En pan el pan el pan de los canteros
con el pan de los pájaros de mi alma.
Mi pan dije una vez (oh pan de piedra
trizándome los dientes)
nació del frío denso de los surcos
y del hueso pelado del rocío.
Y había una gaviota iluminada
y una espiga
de cárdeno rumor viva en mis sienes.
Había un cielo efímero
una lluvia
cenicienta y atroz con cicatrices
socavando mis yemas.
Había sin embargo dulzura de pan fresco
de gorrión despeinado de la música
que se nutrió del árbol de mi sangre
con ese ritmo sordo de cigarras
que aturden mi memoria.
Sus plumas custodiaron mis palabras
y su pico el latido de la brisa
sobre mi corazón amotinada.
Vino a mi voz en símbolo clareado
y me dio con el viento el pan insobornable
imbatible
durísimo
del mar con la cuchara de las olas
y el humo del tabaco de mi padre que ha muerto.
Cómo lo conoció mi infancia
definida
en la mejilla aireada del aromo
del abrojo del níspero del pámpano la higuera
y del libro escolar garuado en un baldío.
De pronto salió el pan salió de las arrugas
del labrador con hambre
y de la finca aérea del hornero.
Y yo
salta-alambrados
pierna al aire del aire avispa ronca
y hojaldre de los sueños
"como un ojo que ve claro" pude ver
destellando esplendores
el ojo de la vida
la inocencia del pan
y el encendido soplo de la escarcha
que preanuncia el exilio ante el abismo.
Y diría en fugaces imágenes del vértigo
primavera-gorrión gorrión-verano
y amor hilo de fragua
resplandor
caricia de agua quieta sobre el musgo.
Y mi vocabulario y mi cuaderno
perdido en un galpón
con la locomotora de un tren que nunca olvido.
Y diría también linterna humedecida
armónica herrumbrosa
y mendrugo de pan entre mis vértebras.
De pan-gorrión entonces mi esqueleto
mi barba con espuma mi calvicie
mi fulgurante lengua de pan-gorrión
alígera
y súbita alfarera de mañanas
que ha rodeado mi pecho de júbilo radiante.
Mi pan dije una vez (oh pan reflorecido
del vaho en las colinas)
izó luz infinita pan de gallos
que asea alta la noche los molinos
y el belfo echando azufre de un potro ingobernable.
Y vi cómo del ojo de Éluard amanecía
el ojo que ve claro pan de fuego
y de raudo aletear mi pan de río
mi gorrión-primavera mi semilla
de ese pan rutilante
pan de sol.
Pan de lumbre ganado repartido.
Pan de frente rozando el horizonte.
Pan de hermano de amigo solidario
pan de voz.
Film
Una vez a Nemo, "el ángel" le rompí la cabeza de un
hondazo.
Yo tenía diez años y un corazón violento como mis malas
palabras.
Y una voz agria y dura que sabía colarse en los tranvías
y dar vueltas en las barrancas de Belgrano seguida por los
guardianes.
El era un niño rubio y manso dejado de la mano de Dios.
Y hasta tenía los ojos húmedos de un galgo que lame las manos
del castigo.
Pactaba con medallitas de lata y se regía por una oración.
Y jamás se le ocurría pensar que a las muchachas había que
poseerlas.
Pero éramos camaradas.
Yo con mi afán de romperlo todo. De socavarlo todo.
Hasta las lenguas grasosas del Río de la Plata en días de
rabona.
Con mi lujosa agresividad de niño aceptada en rueda de
mayores.
Con mi inocencia zumbona de pantaloncitos rotos en el traste.
Con mi alegría salvaje que tuteaba a las
"señoritas".
En Echeverría y 11 de setiembre le lustraba los ojos a mi
infancia.
Entre el olor y el sabor de la mañana sentada sobre mis
rodillas
sacaba mi corazón y en mis manos se lo daba de comer a los
gorriones.
Esto hacía gruñir a los ingleses de piernas de palo y voz de
vidrios rotos.
Pero mi honda lograba frustrar el servilismo de los porteros.
y el corazón salía ileso porque era puro como la pepita de un
carozo.
Entonces yo estaba enamorado de Perla White y de mi maestra de
3er. grado.
Me gustaban los ojos oscuros y las pestañas rizadas de Pola
Negri.
Y tenía una novia a quien le relataba las aventuras de
Sandokán.
Se llamaba Pola Morera y era linda como la estampa de un
libro.
Por ella quería ser William S. Hart o el capitán de "La
amenaza oculta".
A mi novia le gustaban los ojos de acero de los cowboys de las
películas
y me llamaba su pequeño soldadito invasor.
Porque mi voz agria y dura dolía como una pedrada
y siempre tenía los puños listos para trizar narices.
El, con su dulzura de arcángel bajo los cornizones
en una mañana de primavera de cielo verde nube y de cartón,
yo, con mi hisopo flamígero encendiendo las mejillas de las
muchachas
en una barricada de guerrillero de barrio.
Hoy Nemo "el ángel" anda por las plazas de Buenos
Aires
y predica el salvacionismo con voz de Biblia y un tajo en la
cabeza.
A veces se acompaña de un órgano y dice que ve a Dios sobre
los árboles
y a Cristo sobre las aguas sucias del pecado con intención de
lavarlas.
Pero yo sólo sé que Nemo "el ángel" es corredor de
retratos.
Tomado de:
https://literaturarioplatense.blogspot.com/2009/08/textos-y-poemas-de-jose-portogalo.html
Canción con la muerte de un sueño
I
Permitidme amigos que os cante esta mañana transparente
en que la primavera da brillo a las hojas de los arboles
y en Villa Ortuzar -mi barrio- el sol tutea los ojos de los
niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras de las muchachas pobres que van a las
fábricas.
Oh, mis amigos:
Hoy que arranqué la piel de cordero de mi humildad
y en mí nace un hombre que vosotros no conocéis.
Un hombre que estaba adherido a la piel de cordero de mi
humildad.
Estoy libre ¡libre! del sueño de los pobres.
Esa nube violenta que nos ciega los ojos
Que nos tumba sobre un camastro de algodón
y nos transforma -como a fumadores de opio- en sacos
inservibles,
tirados en un fondo de mar verdoso, como buzos ahogados,
para soñar el pobre sueño de los pobres.
Le arranqué los tornillos a mi angustia. Y amo y odio.
Amo con la conciencia limpia cómo la de los niños,
Odio con la conciencia pura como la de los pájaros.
Porque me arranqué los sueños como guantes
-la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel-
y ando en cueros gritando mi alegre animalidad.
Oh, mis amigos:
Vuelvo a mis 12 años de edad turbulentos como un sueño de
vagancia.
Cuando leía las aventuras de Salgari y las novelas de Julio
Verne.
Y abrazaba a las muchachas para levantarles las polleras
y encenderlas de pudor ante mi audacia de capitán pirata sin
turbante
ni mares que conquistar. No tenía súbditos que obedecieran,
pero tenía mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte.
Y unas ganas tremendas de amar la vida.
Y una injuria despierta -sin goznes- para el más cobarde.
Y unos puños crispados que levantaban mi corazón y mi osadía.
(Cómo cantan en mí los años de la escuela. Oh, mis amigos:
Ahora que oigo el tañido suave de una campana lejana
y su mar erizado de músicas repercute en mis tímpanos cómo en
un caracol.
Ahora que los pregones de la calle
abren la piel transparente de esta mañana de primavera
y en mí nace un hombre que vosotros no conocéis).
Era el más osado de la clase y Armando Casafúz, mi maestro,
una vez me abrió su confianza cómo una puerta de amigo.
Ese día fumé cigarrillos de 30, conocí el puerto de Buenos
Aires,
y me di un atracón de vidrieras sin pensar en romperlas.
Porque era en mí libertad el niño más feliz del mundo.
Oh, mis amigos:
Entonces yo sabía organizar las revoluciones infantiles.
Gritar: ¡Viva el socialismo! ¡Abajo los que tienen plata!
Hacerles un corte de manga a los vigilantes y a los porteros.
El pito catalán a los maestros y a los Hermanos Maristas.
Y en Cramer y Mendoza trompear a los monitores por alcahuetes,
para proveerme de sueños que me aislarán de las cuatro paredes
frías de la ciudad,
y vengarme de mi cotidiana amargura:
Las vociferaciones groseras de los cocheros, los choferes, los
feriantes.
Las corridas de los guardianes tuertos, o sordos, o mancos, o
rengos,
en torno a las tres barrancas de Belgrano con sus héroes
inmóviles,
sucios de verdín y de tiempo, donde hacían el amor las arañas,
y servían para que yo les meara con la inocencia de los
ángeles.
Las vejaciones de una solterona histérica que leía a Vargas
Vila
mientras yo enceraba una escalera de 50 peldaños y cantaba
para aturdirme,
o rompía las vajillas en la cocina porque ansiaba partir,
partir.
Oh, mis amigos:
Aunque el corazón de mi madre me defendiera como una garra,
y mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte bloquearan las
ofensas más turbias.
II
Y ésta es mi Elegía, camaradas:
la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel.
Al sueño de los pobres lo arranqué con tirabuzones de aliento
y estoy de vuestra parte porque el mundo nos pertenece
bajo este sol que tutea los ojos de los niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras de las muchachas pobres que van a las
fábricas.
Tomado de:
https://poesiamaspoesia.com/20-poesia-mas-poesia-jose-portogalo-y-clemence-loonis/
Los pájaros ciegos
(Poema 3)
Fue una tarde, en octubre.
La primavera entonces lucía entre los árboles
sus primeros fulgores.
Los gorriones, tan díscolos, llegaban a la fuente,
se mojaban el pico, sacudían las alas
y luego recortaban el aire con su vuelo.
El cielo estaba azul sobre la plaza,
se paseaba, inocente, en los canteros
y soñaba después entre las hojas.
Alguien gritó
¡viva la libertad!
Junto a un charco de sangre estaba yo,
Juan Pérez, asturiano, profesión panadero,
veinte años de Argentina, con tres hijos,
un río de esperanza entre mis manos,
el corazón del mundo en mi garganta
y una copla en mi pecho.
La primavera, ciega, se amontonó en mi sangre.
Desde entonces mi copla perdura entre los pájaros.
Tomado de:
https://omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/poesia-social-y-revolucionaria-del-siglo-xx.pdf
Qué maravilla de blog. Muchísimas gracias por tu enorme labor. Lo descubrí hace tres años buscando poemas de Propercio; después he visto que tiene muchos más contenidos de buena poesía.
ResponderBorrarRecibe un cordial saludo.