domingo, 29 de diciembre de 2024

POEMAS DE MANUEL MOLINA VIJIL

Te amo aun

 

Hubo un tiempo ¿recuerdas? que a tu mano

estrechaba la mía tiernamente;

hubo un día, es verdad, que allá en tu frente

mi ardiente labio se posaba ufano.

 

¿Quién me dijera entonces que cercano

estaba el fin de nuestro amor vehemente,

y que a tu corazón indiferente

mi corazón invocaría en vano?

 

Embriagado en tu rostro, yo creía

eternas tu pasión y mi ventura;

pero al fin de olvidarme llegó el día;

 

se extinguió de tu amor la llama pura,

y hoy miras impasible mi agonía

y yo adoro en silencio tu hermosura!

Tomado de:

http://poesiabreve-briefpoetry.com/manuelvigil.html

 

 

La Libertad

Ama el inocente niño

 

Lo que comprender no sabe;

 

Su hermoso plumaje de ave

 

Y su blancura de armiño;

 

Ama con puro cariño

 

A su doncel la beldad;

 

La líquida inmensidad

 

El pez de brillante escama;

 

Sus perfecciones Dios ama

 

Y el hombre, la libertad.

 

Yo la vi desfalleciente,

 

Ante Dios puesta de hinojos,

 

Con lágrimas en los ojos,

 

Con espinas en la frente;

 

Encadenada y doliente,

 

Cubrir de luto su faz;

 

Y por un héroe falaz,

 

Por más de un apóstol falso,

 

Pasar del trono al cadalso…

 

¡Envilecida… jamás!

 

En su honda melancolía

 

Devora su pena a solas,

 

Como devoran las olas

 

El rayo del medio día;

 

Ella en su misma agonía

 

Su santa misión pregona,

 

Y tiene cuando perdona,

 

Como sultana o cautiva,

 

Por todo centro la oliva

 

Un triángulo por corona.

 

De la América señora,

 

Es en Bolívar altiva;

 

En Wáshington progresiva;

 

Como en Lincoln redentora;

 

En Barrundia pensadora;

 

En Larrazábal afán

 

De alejarse del titán

 

Que le impusiera sus leyes;

 

Festiva en el Padre Reyes

 

y mártir en Morazán.

 

Con su benéfica influencia

 

Regenera las naciones,

 

Deifica los corazones

 

Y alumbra la inteligencia.

 

En su bendita existencia

 

Va derramando gloriosa

 

Con Soto la paz hermosa,

 

Su inteligencia y su calma;

 

Sus armonías con Palma,

 

Sus pensamientos con Rosa.

 

Palpita aquí donde estamos

 

En este solemne instante,

 

Como palpitó triunfante

 

En el Domingo de Ramos.

 

La sentimos y la amamos

 

Con infinita ternura,

 

Como ama una virgen pura

 

En sus dorados ensueños,

 

Los pensamientos risueños

 

De su primera ventura.

 

Tuvo su aurora inmortal

 

Tras una noche de horrores,

 

Y llenó de resplandores

 

Esta América Central.

 

La patria alegre y jovial

 

Pobló de himnos el espacio;

 

El sol tuvo por topacio

 

En su corona de estrellas,

 

Por su alfombra flores bellas

 

Y el limpio azul por palacio.

 

Es tan pura como el cielo,

 

Como la mar, majestuosa;

 

Cándida como una rosa,

 

Sublime como el consuelo.

 

Vestida de blanco velo,

 

En donde imprime su planta

 

Algo grande se levanta

 

De la humanidad en bien,

 

Como Jesús en Belén,

 

Y en Hungría Isabel santa.

 

Ella inspira del poeta

 

Las sentidas armonías,

 

Y las dulces melodías

 

Del desgraciado profeta;

 

En Cuba, al solio sujeta,

 

Agobiada de dolores

 

Como una mártir de amores,

 

De la noche entre el capuz,

 

Los cánticos de la cruz

 

Inspira a sus trovadores.

 

Aquí, cual madre querida,

 

En sus rodillas nos duerme;

 

Allá, cansada o inerme,

 

Arrastra una amarga vida;

 

De gloria aquí revestida,

 

Ventura y bien atesora;

 

Misericordia allá implora

 

Al peso de pena tanta;

 

Aquí clon sus hijos canta,

 

Allá con sus esclavos llora.

 

¡Dolorosa diferencia

 

Que arranca llanto del alma!…

 

Y tú en el destierro, Palma,

 

En pos de la independencia.

 

Tu pasas ¡ay! la existencia

 

Como e pájaro perdido

 

Que busca en extraño nido,

 

De su cantar el arruyo (sic),

 

El dulce calor del suyo

 

Por la inclemencia destruido.

 

Levanta al cielo las manos,

 

Ten en Dios los ojos fijos!

 

Mira cuál lloran sus hijos!

 

Ve cuál mueren tus hermanos!

 

Oye los ayes lejanos

 

Que en las alas de la brisa

 

Envía al mundo sumisa

 

Esa infeliz procelaria,

 

Que desmaya solitaria

 

Entre humo, sangre y ceniza!

 

¡Infeliz! En tu semblante

 

La sonrisa jugar veo;

 

¿En donde está Prometeo,

 

Tu corazón palpitante?

 

¿qué se hizo tu fe constante?

 

Tus lágrimas qué se han hecho?

 

¿O sonríes a despecho

 

De tus eternos agravios,

 

Dando esa miel a tus labios

 

Mientras desgarras el pecho?

 

No, no; tu sonrisa es pura,

 

Expresiva, humilde, franca,

 

Cual la sonrisa que arranca

 

El genio de la ventura;

 

Tiene la misma dulzura

 

Hoy que de glorias te bañas,

 

Que ayer que en notas extrañas

 

Cantabas de corazón

 

La primera Exposición

 

De la Patria de Cabañas.

 

Allí Honduras te escuchaba

 

Con inefable alegría;

 

De victores (sic) te cubría,

 

De aplausos te coronaba;

 

Allí tu rostro brillaba

 

Ya sonriente, ya sereno;

 

Y tu acento de amor lleno

 

Resonaba en ese día,

 

Del aura con la armonía,

 

Con la majestad del trueno.

 

Entonces, en el exceso

 

De tu ardiente inspiración,

 

Profetizabas la unión,

 

Santificando el progreso,

 

Dios te escuche y guarde ileso

 

De esta patria el alto Honor;

 

Que ella al brindarte, cantor,

 

Su inmarcesible laurel,

 

Dos cosas te ofrece con él:

 

Su admiración y su amor.

 

Recógelo! Es merecido,

 

Y colócalo en tu seno;

 

Que endulce un poco el veneno

 

Que el español te ha ofrecido,

 

Para que un día querido,

 

De tu patria, a los fulgores

 

De su libertad, implores

 

Olvido de penas a sus plantas

 

Como una ofrenda de amores.

 

Las gracias, las hermosuras

 

Que en este salón respiran,

 

Por medio de Soto miran

 

Brindarte su premio Honduras.

 

Ellas en sus almas puras

 

Victorean tu laúd;

 

Y toda la multitud,

 

De tus avances testigo,

 

Viene a decirte conmigo:

 

¡Salud, mil veces salud!

 

 

En Un Baile: A Dolores López

No sé si es blasfemar, pero yo creo

Que Dios de tus encantos se enamora,

Y que olvidado de los mundos vive

Contemplando tus gracias seductoras;

Yo sé que al darte vida sonreía,

Y que empeñó su omnipotencia toda

Para formarte cual ninguna tierna,

Para formarte cual ninguna hermosa.

Más pura que el azul del firmamento,

Más placida que el rayo de la aurora,

Y aún más sensible que la humilde planta

Que “sensitiva” el Universo nombra.

Es poca la existencia para amarte,

La humanidad para adórate es poca;

El hombre siempre al contemplarte sufre

Y al mismo tiempo en sus dolores goza;

Sufre al mirar la inmensidad que media

Entre él, insecto vil, y tú, paloma,

Cuánto puede sufrirse aquí en la tierra,

Cuánto puede gozarse allá en la gloria.

No vuelvas a los bailes

No vuelvas por favor

Que allí se hace pedazos

Mi pobre corazón.

No vayas al paseo,

Ni al templo del señor:

Tengo celos del mundo,

Tengo celos de Dios.

Tomado de:

https://manuelmolinavijil.wordpress.com/

 

 

EN TIERRA

Vuelvo, mi patria, a tu seno,

 

Donde de ventura lleno

 

Pasé mi primera edad;

 

Ya tus brisas

 

Mis sonrisas

 

Bañarán a todas horas,

 

Y mitigó mi dolor,

 

Si algún día

 

El alma mía

 

Te olvida, niega o infama,

 

Un rayo en tu cielo inflama,

 

Vengador.

Tomado de:

https://hondurasnuestropais.com/base-de-conocimiento/manuel-molina-vijil/

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