MIS DOS PATRIAS
Soy de la valiente España,
Hermosa
Patria querida
Que mis recuerdos entraña
Y en donde se lee una hazaña
En cada piedra esculpida.
A la paraguaya tierra
El destino me condujo,
Donde cada sitio encierra
Un recuerdo que en la guerra
El heroísmo produjo.
Para uno y otro suelo,
En mí tanto afecto hay
Que al pedir dichas al cielo
Confundo en el mismo anhelo
A España y el Paraguay.
¡Cómo no ha de ser así
Si estrechamente se unieron
Ambas Patrias para mí?
Pues si yo he nacido allí
Aquí mis hijos nacieron.
Y a Dios le pido por eso
Que amorosamente unidas,
Como labios en un beso,
Marchen al mayor progreso
Estas dos patrias queridas.
Asunción,
Julio de 1907
SILOGISMOS
En amores hay dolores
Pues en amar hay pesar,
Y si hay pesar en amar
Son dolores mis amores.
Si sufriendo, estoy queriendo,
Pues quiero, por ser sincero,
Es bien probado, que quiero
Querer estando sufriendo.
Muchos, al amor, gozar
Llaman, porque bien no aman,
Los que bien aman, no llaman,
Dulce gozar, al amor.
La pasión a la razón
Mata, cuando se está amando,
No se puede gozar, cuando
Luchan razón y pasión.
Si hay dolores en amores,
Queriendo se está sufriendo,
Es así que estoy queriendo,
Luego, yo quiero dolores.
FUENTES DE LA VIDA
De la amorosa unión son incitantes
Los pareados cónicos primores
Que la mujer ostenta, fascinantes
Embelesos que atizan los amores.
Venustidad gemínea que conmueve
El corazón del hombre empedernido,
Nectario suculento donde bebe
El niño su licor apétecido.
Forma cuya magnífica turgencia
Fascina con halago peregrino,
Y demuestra a los hombres la potencia
Del poder amoroso femenino.
Mágicas redondeces cuyo encanto
Enardece las llamas del deseo,
Y al hombre más pacífico y más santo
Trastorna con amante devaneo.
Por último diré, que los más bellos
Adornos son de la mujer querida,
Y todos hemos recibido en ellos
El primer alimento de la vida.
Areguá, 1926
Publicado en
El Liberal, del 2 de Febrero de 1914
LA MUJER
Cuando en el TODO ingente, de lobreguez cubierto,
Sin forma la materia vagaba en confusión,
Y sobre las tinieblas del hondo desconcierto
Movíase el omnímodo espíritu de Dios;
Con un designio excelso de su saber profundo.
Al contemplar aquella confusa inmensidad,
Vio que era necesaria la formación de un mundo
Que fuese de su gloria maravilloso altar,
De aquel abismo, entonces, surgió fecunda y bella,
Con el sublime FIAT, la enorme creación,
Y como en antro oscuro, fulgor de una centella
La luz en el espacio de súbito brilló.
Y para que con gozo y admiración le nombre,
Y sus preceptos santos procure obedecer,
A semejanza suya, formó de barro al hombre
Y dióle por morada los campos del Edén.
Su obra después contempló
Con divina complacencia,
Y su excelsa inteligencia
Que algo faltaba notó.
Todo era hermoso y fecundo,
Lleno de santa armonía,
Y, no obstante, parecía
Que estaba muy triste el mundo.
Entonces en la idea del ser omnipotente,
Apareció una imagen, corona del Edén;
"Que sea" dijo, y luego bellísima,
sonriente,
Para animar al mundo, formó a la mujer.
Asunción,
Octubre de 1879
SATÍRICAS
La versión
anterior fue copiada de un archivo privado en Buenos Aires.
La siguiente
se publicó en El Tiempo, del 3 de Octubre de 1891.
EL FRAILE DE ANTAÑO
Miradle en la poltrona donde mima
Su abdomen bien repleto, el cual, cubiertas
Las digestivas ganas, suelta ciertas
Señales del contento que le anima.
El índice y el pulgar juntos arrima
De cuando en cuando a las nasales puertas
Que, al empuje dado, más abiertas,
Absorben el rapé que tanto estima.
Rebosando fruicción, repantigado,
En el cómodo asiento, vive ajeno
Del continuo desvelo y del cuidado
Con que al hombre el trabajo puso freno,
Y, viéndole a sus pies arrodillado,
Dice: "Bueno es el mundo, bueno, bueno".
Publicado en
El Tiempo, del 1º de octubre de 1891
EL ADULADOR
Cual voluntario esclavo, a la cadena
Se entrega del magnate a quien adula
Y su afán codicioso disimula
Fingiendo una adhesión de afecto llena.
Cuando está su señor de enhorabuena
Alabanzas le canta y congratula,
Y aflicción profundísima simula
Si nota que le aqueja alguna pena.
En apariencia es cándido y sencillo,
Y en verdad, solapado e inteligente,
Y cuando astuto, el redomado pillo,
La caída del ídolo presiente,
A otra parte se va con su organillo
Buscando siempre, el sol que más calienta.
Publicado en
El Tiempo, del 29 de Setiembre de 1891
EL FANFARRÓN
Vedle, su distintivo es el sombrero,
Caído de atrás, erguido por delante,
Terciado un poco, dando a su semblante
El aire de atrevido y pendenciero.
Muestra ser entre damas el primero
Con jactancioso alarde de tunante;
Su garbo es desenvuelto y arrogante,
Sin mirar, desdeñoso y altanero.
Por un quítame allá busca pendencia,
Y al que le teme, insulta y avasalla;
Mas si alguno, perdiendo la paciencia,
Se le cuadra dispuesto a la batalla,
Muda de gesto, dice una ocurrencia,
Y se queda muy fresco el gran canalla.
Publicado en
El Tiempo, del 2 de Octubre de 1891
EL INTRIGANTE
Con sin igual destreza endemoniada
Las mentiras más pérfidas maneja,
Y chismes formando una madeja
La extiende diestramente preparada.
Viendo, entonces, su intriga bien formada,
Complácese en oír cómo se queja
La desdichada víctima en quien deja
La sospecha cruel inoculada.
En él no cabe un noble sentimiento,
Es mal su aspiración constante
Gozando en el ajeno detrimento,
Y en intrigas tan hábil trajinante
Que, si volase por el pensamiento
Intrigaría al mundo intrigante.
Publicado en
El Tiempo, del 2 de octubre de 1891
LA SOLTERONA
Nubladas ya sus esperanzas vanas,
Al espejo contempla con tristeza,
Cómo invaden su rostro y su cabeza
Las traidoras arrugas y las canas.
Entonces: ¡Oh Dolor! Pierde las ganas
De dar jalbergue a su infeliz figura,
Y a criticar a las jóvenes empieza
Que la fresca beldad, muestran lozanas.
Ante ella las demás son cualquier cosa,
Dice que tuvo novio y no quiso
Casarse, por ser harto quisquillosa;
Y, en fin, cuando comprende que es preciso
Disipar la ilusión de ser esposa,
Se dedica a ganar el paraíso.
Publicado en
El Tiempo, del 7 de Octubre de 1891
LA SANTURRONA
Con actitud sumisa el negro manto
Lleva cubriendo su abatida frente,
Y en sus cruzadas manos permanente
Cuelga el rosario junto al libro santo.
Como anegada en místico quebranto
Muestra su faz con expresión doliente,
Y al templo del Señor va penitente,
Fingiendo horror al mundanal encanto.
Hechicera de tímidas conciencias,
Satélite de padres confesores,
Museos de reliquias e indulgencias,
Pincel de los avérnicos horrores,
Siempre oculta entre santas apariencias...
Ahí la tenéis... La conocéis... Lectores.
Publicado en
El Tiempo, del 9 de Octubre de 1891
EL HIPÓCRITA
Es el más diestro y hábil comediante,
Del teatro social, su inteligencia
Poco común, y muestra con frecuencia
Dotes de adulador y de intrigante.
Nunca se le verá de mal talante,
Y es tan falaz su artística apariencia,
Que siendo muy perversa su conciencia,
La sonrisa está siempre en su semblante.
Consumado maestro de picardía,
El arte de decir lo que no siente
Maneja con traidora maestría;
Y según deja ver con aparente
Dulcedumbre, ocultando su falsía,
En él todo es bondad y en todo miente.
Copiado de una
nota privada en Buenos Aires
¡QUÉ CHASCO!
Una noche soñé que en blanco lecho
Bellísima mujer me acariciaba;
Y su corazón, violento, se agitaba
Cual si quisiera abandonar el pecho.
Yo, como ella, también sentía estrecho
El espacio en que el mío palpitaba,
Y ávido de placeres se excitaba
Con el deseo convertido en hecho.
Mimos llenos de amor, besos, abrazos...
¡Qué momentos de gozo embriagadores!
Más ¡ay! triste de mí. Lo que en mis brazos
Al despertar hallé: ¡Saben lectores,
¿Lo que entre ellos tenía aprisionada?
¡Que era de mi cama la almohada!
Asunción, 1876
SALTO DEL GUAIRÁ
Canindeyú gigante! Absorto veo
Cumplido mi deseo.
Ante tu majestad, turba y oprime
El peso del asombro el alma mía,
Y está mi fantasía
Postrada ante el altar de lo sublime.
Un tiempo aquí también desde estas breñas,
Viendo cómo despeñas
Por el agrio talud de la montaña
Tu tremendo caudal arrebatado,
Te contempló, admirado,
El eminente Azara, honor de España.
¡Qué soberbio espectáculo grandioso!
Ni el mar tempestuoso
Tan arrogante poderío ostenta,
Cuando yergue sus hondas encrespadas,
Y en las acantiladas
Costas con alto frémito revienta.
Inmensa mole de aguas despeñadas
En rugientes cascadas.
Densas brumas, corrientes que se embisten,
Furiosos remolinos, grandes bloques
Que los constantes choques
De las olas, inmóviles, resisten.
Peñascos en el hondo precipicio,
Sacados de su quicio,
Restos de murallones que cayeron,
Profundas torrenteras y salidas
Que las rocas vencidas
A las triunfantes aguas concedieron.
Únense impetuosas las corrientes
De todos los torrentes,
Y atacando con ímpetu bravío
El peñascoso cauce que se estrecha,
Se arroja por la brecha
En tremenda avalancha todo el río.
Invencible titán, que sin reposo
Batalla poderoso
Los basálticos diques destruyendo,
¿Cuántos siglos habrá que estás luchando
Y sin cesar bramando
Con ronca voz de pavoroso estruendo?
Con la indómita acción del formidable
Poder incontrastable
Que tu raudal precipitado encierra
En rápido y furente torbelino,
Te has abierto camino
Destrozando la espalda de la sierra.
¡Cuán grande te contemplo y sorprendente,
Luciendo el esplendente
Manto que arrastras de albicante espuma,
Y los nimbos de fúlgida belleza
Que sobre tu cabeza
Dibuja el sol en la flotante bruma!
En la vasta extensión de la comarca
Que fragoroso abarca
El eco atronador de tu bramido,
Ahuyentadas las aves y las fieras,
Lejos de tus riberas,
Pávidas buscan silencioso nido.
Embebido en el sublime encanto
De admiración y espanto
Que infunde tu grandeza prepotente,
Parece que me arrastra el turbulento
Furioso movimiento
Que lleva despeñada tu corriente.
¿Tendrá término un día tu carrera
Tumultuosa y fiera?
¿O siempre bramador, siempre iracundo
En ese arrebatado movimiento
De tu despeñamiento
Durarás tanto como dure el mundo?
Edades pasarán y más edades,
Y éstas, hoy, soledades
Irán poblando las futuras gentes
En sucesión continua, interminable,
Y tú, siempre incansable,
¡Tronando en estas ásperas rompientes!
Yo, que a inmortalizar mi nombre aspiro,
Con envidia te miro;
Mi pequeñez aumenta mi amargura,
Y el afán impotente del desvelo
Sugiéreme el anhelo
De tener junto a ti la sepultura.
¡Canindeyú! Extático en tu orilla
Mi pretensión se humilla:
En vano la osadía del intento
Al estro de mi espíritu enardece,
Que débil desfallece
Ante la esplendidez de tu portento.
En el espumoso manto
De tu soberbia belleza,
Grabar quisiera este canto,
Pobre ofrenda que levanto
En aras de tu grandeza;
Para que en edad futura
Quien viniere a contemplarte,
Viese sobre la blancura
De tu hermosa vestidura
Que fui el primero en cantarte.
ROMANCE DE LA PARAGUAYA
Era una noche de luna.
Estando en el Paraguay,
aspirando el grato aroma
de un frondoso naranjal,
vi una joven paraguaya
de tierna y hermosa faz,
sentada al pie de un naranjo,
suspirando sin cesar.
—¿Porqué suspiras, le dije,
con tan profundo dolor?
—¡Ay!, suspiro, porque tengo
desgarrado el corazón...
La guerra de tres naciones
que a mi patria desoló,
en el mundo abandonada
sola y triste me dejó.
Mi padre, siguiendo a López,
allá por Cerro-Corá,
cayó cubierto de heridas
al pasar el Aquidabán.
—¿No tienes algún hermano
que mitigue tu dolor?
—Tuve tres, pero yo sola
gimo en la desolación.
Uno murió en el Pilar,
otro murió en Tuyutí,
y el tercero defendiendo
las trincheras de Humaitá.
—¿Acaso también tu madre
tuvo esa suerte infeliz?
—Después de tantas penurias
murió ella también allí.
Tomado de:
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