domingo, 22 de diciembre de 2024

POEMAS DE VICTORINO ABENTE Y LAGO


MIS DOS PATRIAS

 

 

Soy de la valiente España,

 

 Hermosa Patria querida

 

Que mis recuerdos entraña

 

Y en donde se lee una hazaña

 

En cada piedra esculpida.

 

 

 

A la paraguaya tierra

 

El destino me condujo,

 

Donde cada sitio encierra

 

Un recuerdo que en la guerra

 

El heroísmo produjo.

 

 

 

Para uno y otro suelo,

 

En mí tanto afecto hay

 

Que al pedir dichas al cielo

 

Confundo en el mismo anhelo

 

A España y el Paraguay.

 

 

 

¡Cómo no ha de ser así

 

Si estrechamente se unieron

 

Ambas Patrias para mí?

 

Pues si yo he nacido allí

 

Aquí mis hijos nacieron.

 

 

 

Y a Dios le pido por eso

 

Que amorosamente unidas,

 

Como labios en un beso,

 

Marchen al mayor progreso

 

Estas dos patrias queridas.

 

Asunción, Julio de 1907

 

 

SILOGISMOS

 

 

En amores hay dolores

 

Pues en amar hay pesar,

 

Y si hay pesar en amar

 

Son dolores mis amores.

 

 

 

Si sufriendo, estoy queriendo,

 

Pues quiero, por ser sincero,

 

Es bien probado, que quiero

 

Querer estando sufriendo.

 

 

 

Muchos, al amor, gozar

 

Llaman, porque bien no aman,

 

Los que bien aman, no llaman,

 

Dulce gozar, al amor.

 

 

 

La pasión a la razón

 

Mata, cuando se está amando,

 

No se puede gozar, cuando

 

Luchan razón y pasión.

 

 

 

Si hay dolores en amores,

 

Queriendo se está sufriendo,

 

Es así que estoy queriendo,

 

Luego, yo quiero dolores.

 

 

FUENTES DE LA VIDA

 

 

De la amorosa unión son incitantes

 

Los pareados cónicos primores

 

Que la mujer ostenta, fascinantes

 

Embelesos que atizan los amores.

 

 

 

Venustidad gemínea que conmueve

 

El corazón del hombre empedernido,

 

Nectario suculento donde bebe

 

El niño su licor apétecido.

 

 

 

Forma cuya magnífica turgencia

 

Fascina con halago peregrino,

 

Y demuestra a los hombres la potencia

 

Del poder amoroso femenino.

 

 

 

Mágicas redondeces cuyo encanto

 

Enardece las llamas del deseo,

 

Y al hombre más pacífico y más santo

 

Trastorna con amante devaneo.

 

 

 

Por último diré, que los más bellos

 

Adornos son de la mujer querida,

 

Y todos hemos recibido en ellos

 

El primer alimento de la vida.

 

Areguá, 1926

 

Publicado en El Liberal, del 2 de Febrero de 1914

 

 

LA MUJER

 

 

Cuando en el TODO ingente, de lobreguez cubierto,

 

Sin forma la materia vagaba en confusión,

 

Y sobre las tinieblas del hondo desconcierto

 

Movíase el omnímodo espíritu de Dios;

 

Con un designio excelso de su saber profundo.

 

Al contemplar aquella confusa inmensidad,

 

Vio que era necesaria la formación de un mundo

 

Que fuese de su gloria maravilloso altar,

 

De aquel abismo, entonces, surgió fecunda y bella,

 

Con el sublime FIAT, la enorme creación,

 

Y como en antro oscuro, fulgor de una centella

 

La luz en el espacio de súbito brilló.

 

Y para que con gozo y admiración le nombre,

 

Y sus preceptos santos procure obedecer,

 

A semejanza suya, formó de barro al hombre

 

Y dióle por morada los campos del Edén.

 

 

 

Su obra después contempló

 

Con divina complacencia,

 

Y su excelsa inteligencia

 

Que algo faltaba notó.

 

Todo era hermoso y fecundo,

 

Lleno de santa armonía,

 

Y, no obstante, parecía

 

Que estaba muy triste el mundo.

 

 

 

Entonces en la idea del ser omnipotente,

 

Apareció una imagen, corona del Edén;

 

"Que sea" dijo, y luego bellísima, sonriente,

 

Para animar al mundo, formó a la mujer.

 

Asunción, Octubre de 1879

 

 

 

SATÍRICAS

 

 

 

La versión anterior fue copiada de un archivo privado en Buenos Aires.

 

La siguiente se publicó en El Tiempo, del 3 de Octubre de 1891.

 

 

EL FRAILE DE ANTAÑO

 

 

Miradle en la poltrona donde mima

 

Su abdomen bien repleto, el cual, cubiertas

 

Las digestivas ganas, suelta ciertas

 

Señales del contento que le anima.

 

 

 

El índice y el pulgar juntos arrima

 

De cuando en cuando a las nasales puertas

 

Que, al empuje dado, más abiertas,

 

Absorben el rapé que tanto estima.

 

 

 

Rebosando fruicción, repantigado,

 

En el cómodo asiento, vive ajeno

 

Del continuo desvelo y del cuidado

 

 

 

Con que al hombre el trabajo puso freno,

 

Y, viéndole a sus pies arrodillado,

 

Dice: "Bueno es el mundo, bueno, bueno".

 

 

 

Publicado en El Tiempo, del 1º de octubre de 1891

 

 

EL ADULADOR

 

 

Cual voluntario esclavo, a la cadena

 

Se entrega del magnate a quien adula

 

Y su afán codicioso disimula

 

Fingiendo una adhesión de afecto llena.

 

 

 

Cuando está su señor de enhorabuena

 

Alabanzas le canta y congratula,

 

Y aflicción profundísima simula

 

Si nota que le aqueja alguna pena.

 

 

 

En apariencia es cándido y sencillo,

 

Y en verdad, solapado e inteligente,

 

Y cuando astuto, el redomado pillo,

 

 

 

La caída del ídolo presiente,

 

A otra parte se va con su organillo

 

Buscando siempre, el sol que más calienta.

 

 

 

Publicado en El Tiempo, del 29 de Setiembre de 1891

 

 

EL FANFARRÓN

 

 

Vedle, su distintivo es el sombrero,

 

Caído de atrás, erguido por delante,

 

Terciado un poco, dando a su semblante

 

El aire de atrevido y pendenciero.

 

 

 

Muestra ser entre damas el primero

 

Con jactancioso alarde de tunante;

 

Su garbo es desenvuelto y arrogante,

 

Sin mirar, desdeñoso y altanero.

 

 

 

Por un quítame allá busca pendencia,

 

Y al que le teme, insulta y avasalla;

 

Mas si alguno, perdiendo la paciencia,

 

 

 

Se le cuadra dispuesto a la batalla,

 

Muda de gesto, dice una ocurrencia,

 

Y se queda muy fresco el gran canalla.

 

 

 

Publicado en El Tiempo, del 2 de Octubre de 1891

 

 

EL INTRIGANTE

 

 

Con sin igual destreza endemoniada

 

Las mentiras más pérfidas maneja,

 

Y chismes formando una madeja

 

La extiende diestramente preparada.

 

 

 

Viendo, entonces, su intriga bien formada,

 

Complácese en oír cómo se queja

 

La desdichada víctima en quien deja

 

La sospecha cruel inoculada.

 

 

 

En él no cabe un noble sentimiento,

 

Es mal su aspiración constante

 

Gozando en el ajeno detrimento,

 

 

 

Y en intrigas tan hábil trajinante

 

Que, si volase por el pensamiento

 

Intrigaría al mundo intrigante.

 

 

 

Publicado en El Tiempo, del 2 de octubre de 1891

 

 

LA SOLTERONA

 

 

Nubladas ya sus esperanzas vanas,

 

Al espejo contempla con tristeza,

 

Cómo invaden su rostro y su cabeza

 

Las traidoras arrugas y las canas.

 

 

 

Entonces: ¡Oh Dolor! Pierde las ganas

 

De dar jalbergue a su infeliz figura,

 

Y a criticar a las jóvenes empieza

 

Que la fresca beldad, muestran lozanas.

 

 

 

Ante ella las demás son cualquier cosa,

 

Dice que tuvo novio y no quiso

 

Casarse, por ser harto quisquillosa;

 

 

 

Y, en fin, cuando comprende que es preciso

 

Disipar la ilusión de ser esposa,

 

Se dedica a ganar el paraíso.

 

 

 

Publicado en El Tiempo, del 7 de Octubre de 1891

 

 

LA SANTURRONA

 

 

Con actitud sumisa el negro manto

 

Lleva cubriendo su abatida frente,

 

Y en sus cruzadas manos permanente

 

Cuelga el rosario junto al libro santo.

 

 

 

Como anegada en místico quebranto

 

Muestra su faz con expresión doliente,

 

Y al templo del Señor va penitente,

 

Fingiendo horror al mundanal encanto.

 

 

 

Hechicera de tímidas conciencias,

 

Satélite de padres confesores,

 

Museos de reliquias e indulgencias,

 

 

 

Pincel de los avérnicos horrores,

 

Siempre oculta entre santas apariencias...

 

Ahí la tenéis... La conocéis... Lectores.

 

 

 

Publicado en El Tiempo, del 9 de Octubre de 1891

 

 

EL HIPÓCRITA

 

 

Es el más diestro y hábil comediante,

 

Del teatro social, su inteligencia

 

Poco común, y muestra con frecuencia

 

Dotes de adulador y de intrigante.

 

 

 

Nunca se le verá de mal talante,

 

Y es tan falaz su artística apariencia,

 

Que siendo muy perversa su conciencia,

 

La sonrisa está siempre en su semblante.

 

 

 

Consumado maestro de picardía,

 

El arte de decir lo que no siente

 

Maneja con traidora maestría;

 

 

 

Y según deja ver con aparente

 

Dulcedumbre, ocultando su falsía,

 

En él todo es bondad y en todo miente.

 

 

 

Copiado de una nota privada en Buenos Aires

 

 

¡QUÉ CHASCO!

 

 

Una noche soñé que en blanco lecho

 

Bellísima mujer me acariciaba;

 

Y su corazón, violento, se agitaba

 

Cual si quisiera abandonar el pecho.

 

 

 

Yo, como ella, también sentía estrecho

 

El espacio en que el mío palpitaba,

 

Y ávido de placeres se excitaba

 

Con el deseo convertido en hecho.

 

 

 

Mimos llenos de amor, besos, abrazos...

 

¡Qué momentos de gozo embriagadores!

 

Más ¡ay! triste de mí. Lo que en mis brazos

 

 

 

Al despertar hallé: ¡Saben lectores,

 

¿Lo que entre ellos tenía aprisionada?

 

¡Que era de mi cama la almohada!

 

Asunción, 1876

 

 

SALTO DEL GUAIRÁ

 

Canindeyú gigante! Absorto veo

Cumplido mi deseo.

Ante tu majestad, turba y oprime

El peso del asombro el alma mía,

Y está mi fantasía

Postrada ante el altar de lo sublime.

 

Un tiempo aquí también desde estas breñas,

Viendo cómo despeñas

Por el agrio talud de la montaña

Tu tremendo caudal arrebatado,

Te contempló, admirado,

El eminente Azara, honor de España.

 

¡Qué soberbio espectáculo grandioso!

Ni el mar tempestuoso

Tan arrogante poderío ostenta,

Cuando yergue sus hondas encrespadas,

Y en las acantiladas

Costas con alto frémito revienta.

 

Inmensa mole de aguas despeñadas

En rugientes cascadas.

Densas brumas, corrientes que se embisten,

Furiosos remolinos, grandes bloques

Que los constantes choques

De las olas, inmóviles, resisten.

 

Peñascos en el hondo precipicio,

Sacados de su quicio,

Restos de murallones que cayeron,

Profundas torrenteras y salidas

Que las rocas vencidas

A las triunfantes aguas concedieron.

 

Únense impetuosas las corrientes

De todos los torrentes,

Y atacando con ímpetu bravío

El peñascoso cauce que se estrecha,

Se arroja por la brecha

En tremenda avalancha todo el río.

 

Invencible titán, que sin reposo

Batalla poderoso

Los basálticos diques destruyendo,

¿Cuántos siglos habrá que estás luchando

Y sin cesar bramando

Con ronca voz de pavoroso estruendo?

 

Con la indómita acción del formidable

Poder incontrastable

Que tu raudal precipitado encierra

En rápido y furente torbelino,

Te has abierto camino

Destrozando la espalda de la sierra.

 

¡Cuán grande te contemplo y sorprendente,

Luciendo el esplendente

Manto que arrastras de albicante espuma,

Y los nimbos de fúlgida belleza

Que sobre tu cabeza

Dibuja el sol en la flotante bruma!

 

En la vasta extensión de la comarca

Que fragoroso abarca

El eco atronador de tu bramido,

Ahuyentadas las aves y las fieras,

Lejos de tus riberas,

Pávidas buscan silencioso nido.

 

Embebido en el sublime encanto

De admiración y espanto

Que infunde tu grandeza prepotente,

Parece que me arrastra el turbulento

Furioso movimiento

Que lleva despeñada tu corriente.

 

¿Tendrá término un día tu carrera

Tumultuosa y fiera?

¿O siempre bramador, siempre iracundo

En ese arrebatado movimiento

De tu despeñamiento

Durarás tanto como dure el mundo?

 

Edades pasarán y más edades,

Y éstas, hoy, soledades

Irán poblando las futuras gentes

En sucesión continua, interminable,

Y tú, siempre incansable,

¡Tronando en estas ásperas rompientes!

 

Yo, que a inmortalizar mi nombre aspiro,

Con envidia te miro;

Mi pequeñez aumenta mi amargura,

Y el afán impotente del desvelo

Sugiéreme el anhelo

De tener junto a ti la sepultura.

 

¡Canindeyú! Extático en tu orilla

Mi pretensión se humilla:

En vano la osadía del intento

Al estro de mi espíritu enardece,

Que débil desfallece

Ante la esplendidez de tu portento.

 

En el espumoso manto

De tu soberbia belleza,

Grabar quisiera este canto,

Pobre ofrenda que levanto

En aras de tu grandeza;

Para que en edad futura

Quien viniere a contemplarte,

Viese sobre la blancura

De tu hermosa vestidura

Que fui el primero en cantarte.

 

 

ROMANCE DE LA PARAGUAYA

 

Era una noche de luna.

Estando en el Paraguay,

aspirando el grato aroma

de un frondoso naranjal,

vi una joven paraguaya

de tierna y hermosa faz,

sentada al pie de un naranjo,

suspirando sin cesar.

 

—¿Porqué suspiras, le dije,

con tan profundo dolor?

 

—¡Ay!, suspiro, porque tengo

desgarrado el corazón...

La guerra de tres naciones

que a mi patria desoló,

en el mundo abandonada

sola y triste me dejó.

 

Mi padre, siguiendo a López,

allá por Cerro-Corá,

cayó cubierto de heridas

al pasar el Aquidabán.

 

—¿No tienes algún hermano

que mitigue tu dolor?

—Tuve tres, pero yo sola

gimo en la desolación.

 

Uno murió en el Pilar,

otro murió en Tuyutí,

y el tercero defendiendo

las trincheras de Humaitá.

 

—¿Acaso también tu madre

tuvo esa suerte infeliz?

—Después de tantas penurias

murió ella también allí.

Tomado de:

https://www.poesi.as/Victorino_Abente_y_Lago.htm

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