viernes, 24 de abril de 2015

La poesía pre-islámica o al estilo de los antiguos

La poesía pre-islámica o al estilo de los antiguos

La poesía es la más antigua manifestación literaria de los árabes, ya que aparece completamente estructurada en el siglo VII de J. C. antes de la aparición del Islam. Su transmisión oral durante la época preislámica y las especiales características de los filólogos de los siglos VIII y IX que la recogieron en busca de documentación para sus teorías gramaticales, llevaron a pensar a una cierta crítica moderna, que podría haber sido una invención filológica o que en su mayor parte era una falsificación posterior11.
El estudio de J. T. Monroe sobre el carácter oral de la creación de la poesía pre-islámica conservada12 ha borrado las últimas dudas sobre su autenticidad.
La forma de la poesía pre-islámica es la casida, poema monorrimo, siempre en consonante, y métrica cuantitativa como la grecolatina. Es decir, medida según una sucesión de pies métricos formados por la sucesión de combinaciones de sílabas largas y breves. Así por ejemplo la famosa casida pre-islámica, la casida rimada en la letra lām de los árabes, atribuida al poeta al-Šanfara, estaría en metro tawīl, formado por los pies métricos v--/v---- (con la variante v-v/v-v-), y así el primer hemistiquio del primer verso se mediría así
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A-qī-mūBa-nīUm-mīGrafíau-dū-rama-tī-ya-kum
v    -    -/v    --      -/v    -    v/v     -     -     -
[Levantad hijos de mi raza los pechos de vuestras monturas.]
Los filólogos árabes de los siglos VIII-IX consideraban que la casida, además de su rima y métrica, tenía una estructuración temática fija. Así la casida tenía tres partes: nasīb, o elegía amorosa donde el poeta recordaba sus amores, siempre frustados, ante los restos que había dejado la acampada de la tribu de la amada, rahīl, en la que el poeta describía su viaje o deambular por las zonas desérticas de Arabia, con minuciosa descripción de su montura, caballo o camello, especialmente de este último, por lo que esta poesía es conocida también como la «del camello». La tercera parte era el madīh, o elogio al personaje al que la casida iba dedicada, o por el contrario era una hiGrafíaā, o sátira contra los enemigos personales o tribales del poeta.
Como es evidente, en esta descripción la poesía pre-islámica reflejaba los sentimientos -es siempre lírica- del árabe beduino, nómada, pastor de camellos, en un medio físico hostil, con los rígidos códigos tribales que le permiten sobrevivir al conservar un mínimo equilibrio con su medio. El sentimiento amoroso se manifiesta natural, sin sofisticaciones, reflejando unas relaciones entre los sexos bastante libres, en comparación con la sociedad islámica posterior. Puede ilustrar estas afirmaciones una historia o jábar, que explica cómo el poeta pre-islámico Imru-l-Qays compuso su más célebre casida. Nos lo relata un autor andalusí, Ibn ‘Abd Rabbih13, poniéndolo en boca del poeta del siglo VIII, al-Farazdaq:
Me contó mi abuelo, cuando yo era un joven estudiante del Corán, que Imru-l-Qays se había enamorado de su prima paterna, ‘Unayza, y que la había pedido en matrimonio, pero no la vio hasta el día que ocurrió el suceso de la charca llamada Dārat GrafíaulGrafíaul. Esto es que la tribu se había puesto en camino, los hombres delante, las mujeres y los criados detrás, con los fardos. Imru-l-Qays los siguió, dejando pasar a los hombres escondido entre las dunas, hasta que pasaron las mujeres, entre las que iba ‘Unaiza.
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Al pasar por la charca, las mujeres dijeron: «Vamos a desmontar y nos bañamos en esta charca para que se nos vaya un poco el calor». Así lo hicieron y, tras alejar a los esclavos, se desnudaron y se metieron en la charca. Entonces salió Imru-l-Qays, cogió sus vestidos, hizo un montón con ellos y se sentó encima, diciendo: «¡Por Dios! No le daré a ninguna de vosotras su vestido hasta que salga desnuda a recogerlo!» Ellas se negaron a hacerlo, pero como fueron avanzando las horas y vieron que él no se los daba, fueron saliendo todas, menos ‘Uzayna, que le suplicó que le diese su vestido y como él siguió negándose, salió finalmente y él la vio, por delante y por detrás.
Las muchachas le dijeron entonces: «Nos has fastidiado y retrasado. Ahora estamos muertas de hambre», y les contestó: «No tengo otra cosa que daros que mi camella. ¿Os la comeríais?» Ellas dijeron que sí y él desenvainó su espada, desjarretó, degolló y desolló al animal, mientras los criados recogían leña y hacían un gran fuego. Despedazaron a la camella y la asaron a las brasas. Todas comieron con él y bebieron de un vino que traía. Las sobras fueron para los criados.
Cuando llegó la hora de partir, una de las mujeres dijo a Inru-l-Qays: «Yo llevaré tu silla», y otra: «Yo te llevaré los arreos», y así se repartieron sus objetos y equipaje. Sólo quedó ‘Uzayna sin llevar nada e Imru-l-Qays le dijo: «Tú me llevarás a mí, porque no tengo montura», y le subió delante de la giba de su camello. Desde allí, se inclinó hacia ella, metió la cabeza en su palanquín y la besó. Al intentar evitarle, la giba se torció y ella le gritó: «¡Has herido a mi camello!», y él recitó:

El día que desjarreté mi montura a las doncellas
¡qué maravillosamente fueron transportados mis arreos!
Las doncellas se lanzaban a la carne y a la brasa,
como si fuesen flecos de trenzada seda.
Fue el día que entré en el palanquín de ‘Uzayna
y dijo: «¡Mal haya contigo! Tendrás que ir a pie»
Cuando se inclinaba la base del palanquín, con nosotros,
decía: «¡Has herido a mi camello, apéate!»
Mas le dije: «¡Vamos, suelta las riendas y no me impidas
recoger tan interesante cosecha!»

Este relato ilustra además uno de los mecanismos de creación de la literatura árabe: la creación de un jábar o historia que explica la ocasión y motivo por el que se compuso un poema -curiosamente en la poesía provenzal hay también estas explicaciones que se llaman «razón»   —52→   y es una coincidencia más entre las dos líricas-. Estos jábar van configurando las biografías de los poetas pre-islámicos, de dudosa autenticidad histórica, hasta que se convierten en arquetipos: así, Imru-l-Qays será el príncipe hedonista, ‘Antara, el caballero por antonomasia, al-Sama‘wal, la lealtad, etc., y los filólogos les atribuirán los poemas anónimos que corresponden a su personalidad. Los poemas, noticias, personajes y escenarios de la poesía pre-islámica constituyen la mitología literaria del mundo arabigomusulmán de la Edad Media y también el modelo humanístico de la arabicidad frente al modelo religioso del Islam, aunque Mahoma reúna ambos modelos en su persona.
A pesar de ello, es evidente que este modelo literario y estético beduino se adaptará mal a la sociedad post-islámica convertida en una auténtica civilización que, como su nombre indica, será urbana y no beduina. Aunque la casida conservará su forma a lo largo de toda la Edad Media, sufrirá también continuas evoluciones especialmente en su contenido para servir de vehículo a los poetas de un medio cultural muy diferente al de los pastores de camellos de las altiplanicies arábigas.
Sin embargo, la casida beduina conserva sus características en la época mahomética y del emirato omeya, hecha excepción la poesía del Hiŷāz, de la que hablaremos a continuación. Como consecuencia, esta poesía pre-islámica, al estilo antiguo, llega a resonar en el al-Andalus conquistado por los musulmanes a principios del siglo VIII.
Los primeros poemas árabes que se escuchan en la Península Ibérica son aún el canto del camellero.
Así, el primer poeta árabe de al-Andalus, el sirio Ibn al-Grafíaimma, llegado a la Península Ibérica en la segunda mitad del siglo VIII, nos muestra, a través de los pocos versos que de él se conservan, que es un poeta al estilo de los antiguos, que propugna como ideal la rudez del mundo beduino:

A veces me veo, por amor a mí mismo, en alta posición,
con mi cabeza, de cabellera abundante, peinada con trenzas;
la vida acomodada tiene malas artes;
es mejor para nosotros el agua y los pastos.14

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Este mismo gusto por la ruda existencia beduina es expresado por otro poeta inmigrante en al-Andalus: el emir omeya ‘Abd al-RaGrafíamān I (m. 788), tal vez porque ya es algo perdido en la naciente civilización árabe.
Conviene recordar que ‘Abd al-RaGrafíamān I se hizo construir una almunia o palacio campestre en las afueras de Córdoba, la RuGrafíaāfa, con un jardín botánico, aunque en su poema propugne vivir en jaima y no en palacios y jardines:

¡Déjame de ir a la caza de grullas abatidas,
porque mi único afán es cazar al impío,
aunque se halle bajo tierra o en ásperas montañas!
Cuando el sol cenital echa fuego por los caminos,
mi solo resguardo es la sombra de las banderas tremolantes.
No necesito jardines, ni imponentes palacios,
porque habito en el desierto bajo tiendas.
Di a todo el que reposa entre cojines:
«La grandeza se consigue soportando el rigor de las campañas.
Vuela en pos de ella, afrontando privaciones,
y, si no, serás el más vil de los nacidos».

[Traducción de Elías Terés]15.               



El primer poeta árabe nacido ya en al-Andalus (en el Jau de Santa Fe de Granada), Abūl-l-Majašī16, tiene las mismas características de poeta al estilo antiguo, igual que su hija Grafíaassāna, aunque ya viviera en el siglo IX, como se ve en las casidas que dirigió a los emires al-Grafíaakam I y ‘Abd al-RaGrafíamān II, pidiendo su protección. Aún hay desiertos y camellos en sus versos:

Hacia el de la generosidad y la gloria
fueron mis cabalgaduras, desde lejos,
abrasadas por el fuego del mediodía,
para que repare mis quebrantos...17.

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Este tipo de imágenes coexistirá un tiempo con la poseía «al estilo de los modernos» que llega a al-Andalus en la Primera mitad del siglo IX, hasta que renazcan renovadas con la casida neoclásica. Así ‘Abbās ibn NāGrafíaiGrafía (m. 864)18 de Algeciras, el primer poeta que intenta el nuevo estilo, aún habla de las caravanas, aunque sus camellos se metamorfoseen en navíos, tal vez porque ya no ha nacido entre dunas sino a orillas del Mediterráneo:

Flotan los fardos en el espejismo por encima
como flotan los barcos impulsados por los navegantes.19




ArribaAbajo La poesía del Hiŷāz: la música

En el Grafíaiŷāz, la franja occidental de la Península Arábiga, donde se encuentran las ciudades santas de Medina y La Meca, surge en el siglo VIII una nueva forma de hacer poesía, mientras los estudiosos religiosos sientan las bases jurídicas del Islam.
Las grandes conquistas del Islam han llevado hasta su cuna una gran cantidad de riqueza material y cultural, producto del cuantioso botín de los conquistadores: dinero, joyas, objetos artísticos y refinados cautivos, procedentes de las antiguas civilizaciones que han caído bajo el impulso de la joven espada del Islam. Así llegó una nueva manera de cantar y tañer, la música persa y el laúd, que hace olvidar la melopea o salmodia que acompañaba el recitado de la casida pre-islámica, el canto del camellero.20
La música obliga a una primera evolución de la casida: los poemas han de aligerar su forma y contenido. Bien está la solemne casida de tipo pre-islámico para ser utilizada por los poetas oficiales de la corte omeya como al-Farazdaq, Ŷarīr y al-AjGrafíaal, como lanzas para combatir a los enemigos del califa o cantar sus alabanzas, pero la música requiere temas más ligeros: los nasīb, la parte de la casida que trata del amor, es la que mejor se presta para ser cantada, además de que es el tema   —55→   que más gusta al público femenino, que es numeroso en el Grafíaiŷāz. En efecto, los hombres están lejos, conquistando o gobernando las nuevas tierras del Islam, y las mujeres han preferido quedarse en casa -las hermanas de ‘Abd al-RaGrafíamān I prefirieron quedarse en Siria cuando su hermano les invitó a ir a al-Andalus, en donde se había convertido en emir- y estas viudas o huérfanas de hecho, liberadas ya del trabajo de la beduina, gustan de escuchar canciones de tema sentimental. Nace una nueva poesía de tema amoroso, bien de tipo galante como la de ‘Umar ibn Abī Rabī‘a, bien de tipo patético, alrededor de amores imposibles, donde el desdichado amante muere de amor, sin conseguir el objeto de sus deseos, faceta que representan los poetas «udríes» como Ŷamīl, Maŷnūn, etc., historias y poemas que serán recreados por Bagdag, en la exaltación del deseo que representa el amor cortés.
Las relaciones humanas también han cambiado: por influencia de la Persia sasánida ha hecho aparición un tipo de esclavo distinto del conocido por la tribu beduina, encargado de las labores más pesadas como despedazar la camella de Imru-l-Qays: es el esclavo, de uno u otro sexo, educado para proporcionar placer a su señor, sexual o estético. Son ellos los músicos, las cantoras, los amantes -la palabra qayna esclava-cantora, tiene también el sentido de hetaira, de cortesana, de gheisa,21 los conocedores de refinamientos exquisitos, desconocidos para los rudos beduinos de antaño.
Las canciones en al-Andalus eran «al estilo de los cristianos o eran al estilo de los camelleros árabes según el musicólogo al-Tīfāšī (siglo XIII)22, pero la situación cambio ya en época de ‘Abd al-RaGrafíamān I, que compró a una famosísima cantora Al-AGrafíafā’, cuyo canto encandilaba de tal forma que hacía olvidar su poco agraciada figura.23 Su nieto al-Grafíaakam I (796-852) hace traer cantores y cantoras de la escuela iraquí, ya que Bagdad ha heredado y desarrollado la música del HiGrafíaāz, aunque Medina sigue teniendo prestigio como escuela de canto. Al-Grafíaakam reúne en tertulia a estos cantores que entonan fragmentos de casidas orientales cuya melodía crean y recrean. Uno de estos cantores de al-Grafíaakam I,   —56→   Salīm, intenta incluso unir la música europea y la árabe, como veremos al hablar de la moaxaja.
En este ambiente, el poeta ‘AbbGrafías ibn NāGrafíaiGrafía de Algeciras, del que ya hemos hablado, compone ya un verso del nuevo estilo, con el tema del amor a una esclava, que pertenece a otro amo:

Di a ‘Abd al-RaGrafíaīm que sea benigno con su siervo,
que no mate su corazón con la angustia de tu desvío,
con el rigor de la pasión, con el insomnio de tus ojos,
con la rosa de las amapolas de tus mejillas.
¡Sé suave conmigo con una suavidad semejante a tus caderas
y no tengas otra dureza que la de tus senos!24



Este ambiente poético-musical se incrementó durante el emirato de ‘Abd al-RaGrafíaman II, cuando se hicieron famosas tres esclavas cantoras de la escuela de Medina, ‘Alām, Qalam y FaGrafíal, que tenían un recinto del palacio de Córdoba para ellas; por cierto, Qalam era vasca, aunque había aprendido música en Medina. Seguramente eran estas esclavas tan expertas las que se burlaban del tratado del libro de prosodia de Jalīl, que medía y nombraba los metros árabes desde el punto de vista de la lengua, ya que, seguramente, ellas se guiaban por pautas musicales para hacerlo, hasta que lo descifró ‘Abbās ibn Firnās25.
Pero el músico más famoso de la corte de ‘Abd al-Rahmān II es Ziryāb, de la escuela de Bagdad, personaje de moda en la Córdoba de mediados del siglo, no sólo por las innovaciones musicales que aportó, añadiendo un quinta cuerda al laúd por ejemplo, sino introduciendo las modas de Bagdad en vestidos, peinados, gastronomía, etc., de forma que él simboliza la «bagdadización» cultural de Córdoba. Todavía un siglo más tarde Ibn ‘Abd Rabbih (860-940) recuerda a Ziryāb cuando escucha cantar a una muchacha en el interior de un palacio y escribe a su dueño:


¡Oh, quién atesora la voz del pájaro canoro!
No creería capaz de esta avaricia a nadie,
pues aunque todos los oídos del mundo escucharan,
la voz no sufriría menoscabo o aumento.
No me escatimes el escucharla, encerrando una voz
—57→
que ocupa lo que el alma en el cuerpo.
si Ziryāb estuviese vivo, luego de escucharla,
moriría de envidia o de pena.26

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