POR Francisco José Martínez Morán ISBN- 84-9714-066-4 | |
CARMEN I ¿A quién ofrezco este librillo nuevo y ameno, recién pulido por la árida pómez? A ti, Cornelio, que estimabas en algo mis pequeñas naderías, ya cuando narrabas la historia itálica en tres volúmenes doctos, por Júpiter, y elaborados, con tu original osadía. Toma pues lo que sea de este librito, valga lo que valga, y que éste permanezca más de un siglo sin marchitarse, oh musa virginal.CARMEN II Gorrioncito, joya de mi pequeña, con quien juega, al que resguarda en el seno, al que suele dar la yema del dedo y le incita desgarrados mordiscos: cuando a mi deseo resplandeciente le place tornarse alegre y aliviarse de sus cuitas, para aplacar su ardor, ¡cuánto me gustaría, como hace ella, jugar contigo y desterrar las penas lejos de mi triste ánimo! (II b) Me es tan grato como a la niña el fruto doradito que soltó el ceñidor que tanto tiempo permaneció atado. CARMEN III Llorad, tanto Gracias y Cupidillos, como todos los hombres más sensibles. El gorrioncito de mi niña ha muerto, el gorrioncito, joya de mi niña, a quien amaba más que a sus ojitos; pues de miel era y conocía, como la hija conoce a su madre, a su dueña; nunca se apartaba de su regazo, sino que, saltando a su alrededor, piaba constantemente para su ama. Y ahora hace un camino de tinieblas, hacia un lugar de retorno prohibido. Sed malditas, malas sombras del Orco, que fagocitáis todo lo precioso; me arrancasteis este gorrión tan lindo. ¡Oh, acción malévola!¡Oh, gorrión perdido! Ahora, por tu culpa, los ojitos hinchaditos de mi niña se encarnan. CARMEN IV Aquel barquito que veis cuenta, oh huéspedes, que él fue, de todas, la nave más rápida, jamás trabada por el traidor leño flotante. Bien con los remos volar podía, si era necesario, bien con las velas de lino. Y niega que esto niegue la acechante costa del Adriático, o las Cícladas, y Rodas la noble y Tracia Propóntida terrible o el furïoso golfo Póntico, donde, antes de barquito, fue un tupido bosque: pues en la cima del Citoro, con parlante crin, lanzó silbo hermoso. A ti, Póntica Amastris, en boj rico Citoro: afirma que fue conocido por ti y que en su origen último sobre tu altura se mantuvo firme; aguas fueron las tuyas en que hundió sus palas. Y desde allí portó a su señor, ora viniera diestra o siniestra del alba la llamada, por tanto mar soberbio; ora hiriera Júpiter el velamen con acción favorable. Y no había hecho votos a los dioses costeros, cuando de la mar llegó por fin hasta este cristalino lago. Pero esos tiempos pasaron y ahora envejece en recóndita quietud, dedicándose a ti, gemelo Cástor, y también a ti, de Cástor gemelo. CARMEN V Vivamos y amemos, oh Lesbia mía, y démosles menos valor que a un as a las voces de los viejos severos. Los astros pueden morir y volver; muerta nuestra breve luz, deberemos dormir una última noche perpetua. Dame mil besos, seguidos de un ciento; luego otros mil, luego un segundo ciento; luego otros mil seguidos, luego un ciento. Después, hechos ya muchísimos miles, revolvámoslos, para no saber ni nosotros, ni el malvado que mira acechante, cuántos besos nos dimos. |
sábado, 11 de abril de 2015
CATULO. Poemas selectos. POR Francisco José Martínez Morán
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