Colombia (1909-1994)
Sensualidad negra
Por la calle del Pozo
ya viene la negra,
por la calle del Pozo
a buscar agua fresca.
La negra Catana,
la negra más linda,
a quien todas las negras
y más de una blanca
le tienen envidia.
Hay que ver en sus ojos
la luz cómo brilla,
su cuerpo de junco
cuando ella camina.
Su vegetal cintura
la gaita cenceña
la lata del agua
¡cómo la quiebra!
Los ardientes bogas
dicen cuando pasa
palabras tremendas:
- Compadre, mírale el pie
¡cómo arrastra la chancleta!
- ¡Cómo levanta el talón!
- ¡Los pechos cómo le tiemblan!
-¡Repare en el movimiento
de bullerengue que lleva!
- ¡Ay, negra, yo así me caso
corriendo, por la iglesia!
- ¡Me llamo Quico Covilla,
me tienes el corazón
hecho un tiesto de cocina!
La negra catana
sonríe con su risa
de cascabel de plata
que tanto le envidian.
añoranza de la tierra nativa
mi tierra
es una tierra humeda de mar
donde el posee la desnudez del
límpia y azul
como una ilusión casta.
antes de que amanezca, los marinos
despetalan la rosa virgínea
de sus cantos
y se despierta la aurora soñolienta
(afirma el pescador de sábalo
que hace brotar el sol
de sus bocas curtidas...)
las níveas atarrayas cuelgan
de los cascos
a los ancianos
tullidos de
junto a los arsenales
mas tristes que un adios.
sobre un mostruo de hierro
a la retorna
los de los muelles
manchado de negro.
arden en la hoguera impúber de la mañana
los mástiles
y las proas cansadas
a donde yacen dormidas las distancias.
las playas_ negras hembras
desnudas, tendidas al sol_
impregnadas de yodos bálsicos
brindan al aire
de su risa rosada
de caracoles.
todos los días se curva
algún navío
en las lontanas del azul
y en el puerto hay pañuelos
como palomas blancas.
Velorio del boga adolescente
Desde esta noche a las siete
están prendidas las espermas:
cuatro estrellas temblorosas
que alumbran su sonrisa muerta.
Ya le lavaron la cara,
le pusieron la franela
y el pañuelo de cuatro pintas
que llevaba los días de fiesta.
Hace recordar un domingo
lleno de tambores y décimas.
O una tarde de gallos,
o una noche de plazuela.
Hace pensar en los sábados
trémulos de ron y de juerga,
en que tiraba su grito
como una atarraya abierta.
están prendidas las espermas:
cuatro estrellas temblorosas
que alumbran su sonrisa muerta.
Ya le lavaron la cara,
le pusieron la franela
y el pañuelo de cuatro pintas
que llevaba los días de fiesta.
Hace recordar un domingo
lleno de tambores y décimas.
O una tarde de gallos,
o una noche de plazuela.
Hace pensar en los sábados
trémulos de ron y de juerga,
en que tiraba su grito
como una atarraya abierta.
Pero está rígido y frío
y una corona de besos
ponen en su frente negra.
(Las mujeres lo lloran en el patio,
aromando el café con su tristeza.
¡Hasta parece que la brisa tiene
un leve llanto de palmera!)
Murió el boga adolescente
de ágil brazo y mano férrea:
nadie clavará los arpones
como él, ¡con tanta destreza!
Nadie alegrará con sus voces
las turbias horas de la pesca.
¡Quién cantará el bullerengue!
y una corona de besos
ponen en su frente negra.
(Las mujeres lo lloran en el patio,
aromando el café con su tristeza.
¡Hasta parece que la brisa tiene
un leve llanto de palmera!)
Murió el boga adolescente
de ágil brazo y mano férrea:
nadie clavará los arpones
como él, ¡con tanta destreza!
Nadie alegrará con sus voces
las turbias horas de la pesca.
¡Quién cantará el bullerengue!
Negro soy
Negro soy desde hace muchos siglos.
Poeta de mi raza, heredé su dolor.
Y la emoción que digo ha de ser pura
en el bronco son del grito
y el monorrítmico tambor.
El hondo, estremecido acento
en que trisca la voz de los ancestros
es mi voz.
La angustia humana que exalto
no es decorativa joya
para turistas.
Yo no canto un dolor de exportación!
Canción en el extremo de un retorno
Traigo los ojos ebrios de luz y de paisajes.
Mi alma. cargada de caminos.
siente bajo la sombra de su descanso
madurarse la paz como un racimo fresco.
Siente fructificar su vida
empapada de sol que apacentó mis años.
(Ah. mis años vibrantes.
abiertos como velas al ímpetu del aire!
Yo sondeaba en la sombra
la emoción de las noches
y enterré junto al mar musicales madrugadas).
De lugares muy altos
viene conmigo la montaña,
la montaña fría que conoció mis ansias
y me enseñó el afán eterno de llegar.
Acaso un retazo de cielo sin color.
imagen de las horas sepultadas.
se quedó suspendido en un recodo
de los tantos caminos de mi alma.
o algún paisaje muerto.
fugitiva añoranza de la ausencia.
aviva sus colores
para poner a mis días tatuajes de nostalgia.
Los ríos -caminos que nunca llegarán.
mares tuberculosos. pálidos.
encadenados de riberas-,
filman aún para mis ojos
la prófuga quietud de sus aguas enfermas.
Pero hoy encontré mi corazón marino
que dormía borracho sobre un puerto
ventilado de recuerdos.
Y me habló de un viaje largo en veleros festivos
adornados con mástiles encintados de canciones.
Me habló de pechos erguidos.
-estuches de la fuerza-.
donde los marinos
encierran el ovillo de sus cantos
para atar los cabos de los días
en el mar!
Entonces mis pupilas se vistieron de árboles
y escuché clamores acuñados en el sol
poblando la oquedad de un cielo limpio.
Polícromo tropel de guacamayos
picoteaba el horizonte.
oh, cofre azul de lejanías!
En un eco de gallos remotos
vendrán a mí los mediodías.
por los caminos callados de la siesta.
Lloverán tamboriles y aitas nocheras
como un canto de agua
sobre mi vida nueva.
La tierra festejará mi retorno y será leve
a mis abarcas de apretado barro.
para no lastimar el lejano
recuerdo de cansancio que tienen mis pies.
Vendrá la brisa, vendrá la brisa
arremolinando sus mil voces
en las sonoras torres de la ciudad iluminada,
vendrá la brisa y vaciará sus cántaros
sobre el silencio verde de las palmas.
El cielo tirará una luna ancha
a las aguas del muelle,
para que juegue con mi alma.
En los rincones de los arsenales
estaráme esperando algún canto abandonado,
enredado en las atarrayas como un sábalo.
Y junto a las horas cálidas,
de nuevo contemplaré mis cien rutas abiertas.
Hemos de conocernos de nuevo el mar y yo.
Serpentina de altanería,
mi grito Irá ciñendo sombras en la noche
para hacerlas bailar como mujeres,
cuando los bogas con sus dedos tejan
sobre la piel de los tambores
el ritmo de la cumbia.
Chisporroteado de maracas ebrias!
Bajo un gajo de escándalos maduros
todas mis horas arderán
en la apretada hoguera
de las sensuales danzas de mi tierra!
AHORA HABLO DE GAITAS
Gaitas lejanas la noche
nos ha metido en el alma.
¿Vienen sus voces de adentro
o de allá de la distancia?
-De adentro y de la distancia,
¡porque aquí entre nosotros
cada cual lleva su gaita
en los repliegues del alma!
………………………………….
-¡Llenen mi copa de ron,
de ron blanco como el agua!
¡Yo quiero sentir lo mismo
que sintieron mis abuelos
cuando escuchaban las gaitas,
colmando sus noches hondas
con aguardiente de caña!
………………………………….
Cuando la estrella del alba
nos venga a bañar el rostro
y ya nos inunde a todos
fresca luz de la mañana,
compadre José Morillo:
¡entonces serán más puras
las voces de nuestras gaitas!
BARLOVENTO
Un cielo de poema
y el mar contrabandista
sirven de telón al faro.
La brisa universal
recoge en su atarraya
los tibios ecos del canto:
"¡Barlovento, Barlovento,
tierra ardiente del tambó!..."
Y en la tuforada tórrida del puerto
la insistente emoción palpita.
Tiene la noche denso sabor a noche,
a lumbre viva de África.
Sobre los difusos carboncillos
del paisaje
siguen gritando
excitantes:
"Barlovento, Barlovento,
tierra ardiente del tambó!..."
Como otra canción,
tenue, el perfil de un velero
se diluye a distancia.
El negro vive su vida.
Pesca. Sufre. Canta.
ELEGÍA A MIS VEINTE AÑOS
¡Oh, veinte años míos
que os marcháis tan pronto
y, por siempre idos,
emprendéis la fuga dejándome solo,
mientras yo muy triste
lloro en el silencio de la negra playa
de mis desencantos
todos los ensueños que tejió mi infancia
aquellos ensueños llenos de esperanzas y como las velas lejanas, blancos...!
¡Quien me hubiera dicho que así, tan
fugaces,
en una abrileña
en una muy rara
muy bella mañana
después de creeros tanto tiempo míos
como golondrinas batiríais las alas...
¡Siempre enamorado tenaz de mi vida
cuánto era mi orgullo de tener veinte
años...!
¡Cómo me encantaba sentirme viajero
con mis veinte alforjas llenas de alegría
sobre ignotos mares que surqué cantando...!
Pero ya lo veis, hay que conformarse:
no ser un muchacho, un atolondrado,
un mal estudiante...
¿Por qué veinte años, os habéis huido, dejándome apenas un sabor amargo
en las hondas huellas de mi doloroso
y furtivo llanto...?
¡Lloro mis quimeras y mis rebeldías;
mis atormentados amores de antaño;
como los golfillos en la noche negra
lloran sin amparo...!
No os vayáis tan pronto:
sin mis veinte años yo me siento solo...
Da miedo la vida
con sus hombres serios
que afilan perjuicios y razonamientos.
¡Quiero mis locuras
mis extravagancias
mis noches de mujeres
de vino y de sueños...!
Quiero las canciones de música
extraña
que forjé contento
cuyo eco profundo perforó el silencio
de las sombras vagas.
Quiero mi guitarra de cuerdas como almas
¡Y mis horas blancas
bajo lunas claras!
Ida sin regreso de mis ilusiones
que rasgas las tulas de mi fantasía,
rompiendo inclemente los bellos cristales
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