miércoles, 29 de junio de 2016

Poemas de Fernando Denis


(Ciénaga, Magdalena, Colombia 1968)




Otra versión del mar


En los sitios donde la espuma teje su tela de araña, su manto azul, 

su verdeante enciclopedia de luz y de sombra y de abismos, 

el mar traza la geometría del agua, 

y de su grave herida roja brota un crepúsculo manchado 

de tierra y de cielo: gritan los acantilados de mármol, brama el mar 

en el cuenco y en la palabra, en la luz de su tumba, 

lima sus lenguas y sus dialectos de oro, 

y su oro estremece mis días en la orilla, mi desesperada biografía de escribano, 

mi cansada geografía de parajes anónimos, 

de bosques y llanuras junto al violeta salvaje 

donde deja sus huevos el pez leñador, 

estremece mi tiempo alucinado de fabricante de relojes de arena, 

los pájaros que llevo dentro en mi vida de árbol, 

los nombres que llevo grabados para siempre 

en mi vida de piedra.


Prisionero de unos brazos que conocen el vasto


prisionero de unos brazos que conocen el vasto 

deseo del mundo, de unos cabellos que caen 

sobre mí todavía, como la lluvia de oro de Zeus 

entre acantilados vertiginosos, enrojecidos bosques 

y arenas amarillas. Fui cautivo de unos ojos 

en cuya hoguera aún arden poemas de Homero. 

Es imposible atravesar estos bosques antiguos 

y su magia 

sin que esta insoportable dulzura pueda matarte 

Y este deseo de volver a la isla sé que 

enloquecería a cualquiera.


PUEDE EL ARTE ser invisible?

"Aquello que le muestre la noche en su crrepúsculo".
Tristán e Isolda


Ya les mitos sagrados conspiran
En El sueño del Mundo que ANNOUNCE.
El tiempo lego invulnerable su clepsidra
las estrellas,
y oro esta brillará Toda La Noche para urdir
Y OTRA otra calle
Cuya Duración es mi miedo y mi esperanza,
MIENTRAS Cambian las Horas como el mar
Crece y el verso debera acompañarte Hasta el Fin.
Los Dos tallaremos en EL momento,
En Los Colores del momento
de modo que evocará destino es una traducción
Bajo el álgebra de Dios;
y habrá mal virtuoso La Soledad
CUANDO le diga nombre,
sonara y El Tiempo, ya que ver allí,
Que los eres como este abrazo inmenso.

Tú, Con El Mar Ardiendo En Los Ojos, dirás a mí:
"Vine a Mostrarte Los Colores de Las cosas que Sueñas".

A punto de perderme en el crepúsculo incesante diré que:
"El color de tus ojos perderme DESPUÉS Haber Leído Tristán e Isolda".


LA CASA ES LA ARENA


¿Por que no vienes Ahora mira Y.
Entre las acacias y los estancos
esta casa Oro Viejo y música
que elevan con el verso de la ONU de Virgilio?

¿Por que no hay madrigueras LLUVIAS Con Tus,
Con La tus mares de sal, Con Tus colores
Extrañas traicionado las Regiones
La Casa del sentido y del lenguaje?

¿Por Que No decoras la con tus Palabras?
Mira la nube roja Sobre la verdeante Coníferas
que lanza zafiros en el lago.
Habitaba la Soledad y La fiebre
ES lugares hermosos
y en los espejos.

Entra en esta casa habitada por signos,
por sueños que apresaran de han La densidad del Mundo
Niños y por que esconden en tu mano.


LA DAMA DE SAL.

La flor del pez se oscurece.
En el reloj de agua duerme la cóncava luz
que mueve sus agujas de hielo.
La espalda se disuelve,
su nombre convertido en una ola
ya es también hierro enfadado bajo
la luna de agua.
Y mientras el mar teje su museo,
su colección de auroras
y de noches,
la dama de sal se yergue, ingrávida,
y permanece inmóvil junto al abismo insondable
con su leyenda:

 YO SOY EL MAR, Y EL AGUA VA Y VIENE CON MIS RECUERDOS.


BEATRIZ

Hay tanto amor en cada cosa que veo,
en cada cosa invisible.
Enamorarse es ver lo que los otros no ven.
¿Cómo es posible que todos pasen
junto a ti
como si no te vieran
y yo me detengo a mirarte
para siempre?
¿Qué cosa ocurre en los demás que a mí
me falta para olvidarte?


MÚSICA

No solamente has sido música para encontrarte. 
También tu canto enrojeció los bosques donde fui forastero, 
donde bebí el agua dormida que reflejaba tu desnudez 
y los campos de uvas azules. 
Recuerdo que tu música en esas florestas era una piel. 
Música de Vivaldi, violines rojos, 
canciones de amor eterno, rojos aposentos para la ternura. 
Todos los pájaros de esta isla solitaria saben que tu música 
arrulla el silencio de la memoria mientras duermes. 
y arde el rocío 
arden en la sombra de tu cuarto los felinos. 
Otra vez los gatos volvieron a tu sueño. 
Recuerdo aún que albos eran al llegar la noche.
En los muros, en los tejados, 
las aves vigilan la luz de tu ventana, 
el sonido de tu voz 
reflejando el tiempo en los cristales.

Un ornitólogo prerrafaelista

.
Pienso en mi dorado siglo diecinueve.
Aquí cada verso reclama entre bosques lujosos
Y delicadas cumbres de seda
Los imperiosos colores que visten a la reina Victoria.
Bajo el sueño de rostros de doncella
El relámpago enciende mármoles y espejos.
Pienso en el mar del siglo diecinueve.
En ese enorme lienzo semejante al mar
Que estremece el lenguaje.
Todo sucede infinitamente en el esplendoroso
Plumaje de un pájaro.
Pienso en el pájaro que está en la punta del pincel.
Y escribo esto porque escribir no es más
Que una reflexión sobre la muerte.
Ante esta luz que reinventa mi psicología
Debo en seguida crear mi propio mito
O me veré perdido en el mito de alguien
Que no conozco.
Si el cielo muriera conmigo en mis ojos abiertos
Borraría el crepúsculo.
Podría ofrecerla a la reina este puñal ensangrentado
Después de mi suicidio.
Pienso en la muerte del siglo diecinueve.
Muero, quiero entrar en la metamorfosis.
Arriba los pájaros trazan la muerte de mi pupila.

LA MUJER DEL FUEGO


   

    Y mi nombre se confundió con el nombre del fuego
mientras cantaba con oro en la voz
el griego reflejo que Heráclito dejó en el agua.


  

                                                                                                                     Cambiando se descansa.
                                                                                                                      Heráclito





I

Estremecida por la luz de los grabados de la noche,
por su silencio, por la sed amorosa que crepita
en sus selvas, en sus runas de fuego,
en sus salamandras consternadas en mi sueño
de niña,
he bajado hoy a las murallas, hoy quiero hundir
mis secretos en las arenas,
el esplendor, el encanto y la música para quedar
desarmada, arrojar al mar incesante esa belleza
antigua que quema mi noche,
arrojar mi última moneda.

II

Salí de la noche, de su silencio, y a la noche pertenezco,
soy hija del milagro de la noche
y en su sombra irradian mis palabras.
Mi silencio es la voz de otra mujer que me acompaña.
El hechizo, el amor, la sed de esta hoguera
estremecen mis horas, mi clepsidra,
soy esa canción que al ocaso atraviesa los bosques
y baja descalza hasta las murallas.

Detrás de la piedra despierto a esta dulce maravilla,
al misterio de la luz, de la sombra: en sus páginas
escribo, detrás del silencio que me acompaña,
diluyo mis delirios, esta agobiante soledad 
que arde en todas las orillas, en el papel,
en mi cuerpo.

III

El mar intuye en mi mano la soledad de los astros,
mi tarot de adivina que barajan otras manos extrañas,
mi horóscopo indescifrable,  tímido, los símbolos
de este silencio anhelado por los arcanos,
y ya tantas veces leído por los planetas,
por las estrellas echando chispas 
en las constelaciones de mi sangre,
sus bocas radiantes en la oscuridad me susurran
el futuro

IV

He vertido con ansiedad dos milagros en la fuente
de San Diego: mis ojos verdes que han visto
con vehemencia los ocasos morir en esta esquina,
mis ojos que han visto el incendio milagroso
en las telas, en los grabados, que son gestos
de este silencio,
y al llegar la noche intuyen las cenizas del alba;
mis ojos afiebrados que son dos lunas hambrientas,
ensimismados, amasando el mito,
escrudiñando en los pliegues, en las cadencias,
en los umbrales de una historia que se repite
y que no es la misma. Mis ojos diluidos en la tormenta
con el verano enardecido de las ciénagas,
con el azufre candente, mágico de las cumbres,
y vago como una ola vestida con la túnica del color
de las auroras de la Ilíada,
casi imaginaria como una fábula,
y desde mi zarza luminosa leo en las líneas de la mano
de la noche.

V

El mar me desvela, rasga en la negrura las cuerdas
de sus maderas y sus metales, su silencio,
sacude las abigarradas lunas rojas del templo de agua:
veo el balido del otoño descendiendo por sus escaleras,
rodando por sus líquidos corredores, por la arena
fulgurante de sus balcones y sus recámaras
manchando del color de los labios de Medusa
el mármol amarillo.

VI

Observo el mar desde el ojo de un color de la llama,
desde mi faro, leo y releo la maravillosa enredadera
de sus hexámetros de agua,
la morena escritura dormida en los papiros de sal,
en papeles ajados por la luna que bajan como pájaros
hasta el silencio de la llama, a cada gesto de mi oído,
y subrayo esos versos antiguos con tizones
o con carbón de las minas;
la belleza helénica de sus estrofas salta hasta
mis oídos y me hiere.

VII

Siento las naves llenando de fiebre y de brillo
las estatuas de esta ciudad de piedra,
los molinos de viento de mi mente, la suave
embriaguez de mis sentidos, los bosques embrujados
del  insomnio donde soy forastera,
y con sueño en las manos, con hambre en los oídos,
con la ebriedad de este silencio más fuerte que yo,
que me obliga a arder en los bosques de la página,
tejo los escombros de un sol que se agita en mi pecho, 
tejo en los umbrales la madeja de esta poderosa
luz que me promete el infinito.

El mar es un milagro. 
Al  igual que el fuego, el mar tiene vida propia.
¿Cómo colmar la ansiedad, la sed de deshacerme
y renacer en una palabra y arder de nuevo?
Vine a hablarte del fuego y traigo una llama en mis labios.


LA CRIATURA INVISIBLE EN LOS CREPÚSCULOS DE WILLIAM TURNER

¿No ves mi rostro enredado entre hilos de crepúsculos
Haciendo estremecer los valles y las montañas?
El camino es la rueda del otoño atascada entre las nueces,
Fuego de alas a orillas del tiempo.
Ya se acerca el cielo a la primera nota de las cuerdas,
Ya el río es un ave dorada entre los juncos.
En el sueño del mundo hay astros que se despiertan,
Y yo sobre el mar veo los buques incendiados,
Castillos y murallas en ruinas sobre la hierba
Donde antes estuvo el hombre
Antes de sentir el destello de mis ojos azules.

Turner sabe lo que dijo el relámpago antes que la luz cegara
la tarde.

Mis manos han rendido los colores de tus dos polos,
Las almas que en el mar se ahogaron embellecieron
Este crepúsculo
Y han llevado mi música por las arenas
Hasta las bocas de los acantilados.
Acerca tu cuerpo, claro como un fruto bajo la lluvia,
Y deja que tus labios se vuelvan de oro, ostenta este sol
Que hiere los párpados del otoño,
Besa esta eternidad que bebe con sus labios
Todas las orillas del mundo.
Haz que sobre el sueño no vuelvan a apagarse las antorchas.
Que el más extraño de los espejos arrancados a las mareas
No se apague,
Busca en su fondo un ciervo encendido,  
Una pupila radiante del color de los pájaros
En las islas de Homero. 
Ya casi es de noche en los rostros amargos de las estatuas,
Y bajo las pasiones mortales tu nombre arde
Y se cierne sobre el mar como el musgo sobre la roca
Y salpica el ceniciento corazón de la primera estrella.




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