miércoles, 22 de junio de 2016

POEMAS DE NIETZSCHE



(Alemania, 1844 - 1900)


¡Solo loco! ¡Solo poeta!


Cuando la luz se va desvaneciendo
cuando ya el consuelo del rocío
se filtra en la tierra
invisible, inaudible
-pues delicado calzado lleva
el consolador rocío, como todo dulce consueloentonces
recuerdas, recuerdas tu, ardiente corazón
cuan sediento estuviste
de celestiales lagrimas y gotas de rocío,
abrasado, cansado, sediento,
mientras en sendas de amarilla hierba
malignas miradas del sol crepuscular
por entre negros árboles en torno a ti corrían,
deslumbrantes, malintencionadas, abrasadoras miradas del sol.

“¿Tú el pretendiente de la verdad?" -así se mofaban-.
¡no! sólo un poeta!
un animal astuto, saqueador, rastrero,
que ha de mentir,
que premeditadamente, intencionadamente,
ha de mentir
multicolor larvado,
larva el mismo,
presa el mismo,
¿es eso el pretendiente de la verdad?...

Sólo loco! Sólo poeta!
Solo un multicolor parloteo
multicolor parloteo de larvas de loco
trepando por mendaces puentes de palabras
sobre un arco iris de mentiras
entre falsos cielos
deslizándose y divagando.
¡sólo loco! ¡sólo poeta!
¨Es eso el pretendiente de la verdad?
No inmóvil, rígido, liso, frío,
convertido en estatua,
pilar de dios;
no erigido ante templos
atalaya de dios:
¡no! Hostil eres a tales modelos de virtud,
mas recogido estas en el desierto que en los templos,
audaz como los gatos
saltas por todas las ventanas
y en toda ocasión
husmeas la selva virgen
tu que por selvas vírgenes
entre fieras de coloreados pelajes
pecadoramente sano y bello y multicolor corrías,
con lascivos belfos,
feliz con el escarnio, feliz en el infierno, feliz y sanguinario,
ladrón furtivo, mentiroso corrías...

O semejante al águila
que fija su mirada largo tiempo en los abismos
en sus abismos...
-oh, girar como ella
hacia abajo, hacia el fondo, hacia adentro,
hacia cada vez mas profundas profundidades!
Y entonces
de repente
vuelo vertical
trazo precipitado
caer sobre corderos
hacia abajo, voraz,
ávido de corderos,
odiando toda alma de corderos,
odiando rabiosamente todo lo que parezca
virtuoso, borreguil, de rizada lana,
necio, satisfecho con leche de oveja...
Así, aguileñas, leopardinas,
son las añoranzas del poeta,

son tus añoranzas entre miles de larvas,
¡tú, loco!, ¡tú, poeta!
Tú que al hombre consideras
tanto dios como oveja
al dios desgarrar en el hombre
como a la oveja en el hombre
y desgarrando reír
En esto consiste tu felicidad!
felicidad leopardina y aguileña
felicidad de loco y de poeta!"
Cuando la luz se va desvaneciendo
y la hoz de la luna
ya se desliza verde y envidiosa
entre rojos purpúreos
-enemiga del día
y sigilosamente a cada paso
las guirnaldas de rosas
siega, hasta que se hunden
pálidas en la noche:
así caí yo mismo alguna vez
desde mi desvarío de verdad
desde mis añoranzas de día
cansado del día, enfermo de luz
caí hacia abajo, hacia la noche, hacia las sombras,
abrasado y sediento
de una verdad.
¿recuerdas aun, recuerdas tu, ardiente corazón,
que sediento estuviste?
¡sea yo desterrado
de toda verdad!
¡Sólo loco! ¡Sólo poeta!


Última voluntad

Morir así,
como un día lo vi morir,
al amigo que relámpagos y miradas
divino lanzó en mi oscura juventud.
Atrevido y profundo,
un bailarín en la batalla;
el más risueño entre los luchadores,
el más serio entre los vencedores,
manteniendo un destino sobre su destino,
duro, meditabundo, premeditante:
estremeciéndose porque vencía,
exultante porque muriendo vencía:
dando ordenes mientras moría
-y ordenaba que se aniquilase...
Morir así,
Como un día lo vi morir
Venciendo, aniquilando...


Lamento de Ariadna

¿Quién me calienta, quién me ama todavía?
¡Dadme manos ardientes!
¡dadme un brasero para el corazón!
Tendida en la tierra, estremeciéndome,
como una medio muerta a quien se le calienta los pies,
agitada, ay, por fiebres desconocidas,
temblando ante glaciales flechas agudas de escalofrío,
cazada por ti, ¡pensamiento!
¡Innombrable! ¡Encubierto! ¡Aterrador!
¿Tú, cazador entre las nubes!
¡Fulminada a tierra por ti,
ojo sarcástico que me mira desde lo oscuro!
Así yazgo,
me doblo, me retuerzo, atormentada
por todos los martirios eternos,
herida,
por ti, el más cruel cazador,
tu desconocido, dios...
¡Hiere más hondo!
¡Hiere de nuevo!
¡Pica, repica en este corazón!
¿A que viene este martirio
con flechas de dientes romos?
¿Qué miras otra vez
sin cansarte del tormento humano
con malévolos ojos de rayos divinos?
¿No quieres matar,
sólo martirizar, martirizar?
¡Para qué martirizarme a mí,
malévolo dios desconocido?
¡Ah, ah!
¿Te acercas sinuoso
en semejante medianoche?...
¿Qué quieres?
¡Habla!
Me estrechas, me oprimes,
¡ah, ya demasiado cerca!
Me oyes respirar,
acechas mi corazón,
¡celoso!
-¿pero celoso de que?-
¡Fuera, fuera!
¿para qué la escala?
¿quieres subir
adentro, hasta el corazón,
subir hasta mis más
secretos pensamientos?
¡Impúdico! ¡Desconocido! ¡Ladrón!
¿Qué quieres sacar robando?
¿Qué quieres sacar escuchando?
¿Qué quieres sacar atormentando?
¡tú, atormentador!
¡tú, dios verdugo!
¿O como el perro debo
refregarme contra el suelo ante ti?
¿Sumisa, embelesada fuera de mí
menear la cola por amor?
¡Es inútil!
¡Punza otra vez,
aguijón el más cruel!
No soy tu perro, sólo tu presa,
¡cazador el más cruel!
tu más orgullosa prisionera,
bandido tras las nubes...
¡Habla al fin!
¡Tú, encubierto con el rayo! ¡Desconocido! ¡habla!
¿Qué quieres, salteador, de mi?...
¿Cómo?
¿Un rescate?
¿Qué quieres de rescate?
Pide mucho, ¡lo aconseja mi orgullo!
Y habla poco, ¡lo aconseja mi orgullo!
¡Ah, ah!
¿a mí es a quien quieres? ¿a mí?
¿a mí entera?...
¡Ah, ah!
¿Y me martirizas? ¡Loco que eres un loco!
¿Requetemartirizas mi orgullo?
Dame amor, ¿quién me calienta todavía?
¿quién me ama todavía?
dame manos ardientes,
dame un brasero para el corazón,
dame, a la más solitaria,
a la que el hielo, ¡ay!, siete capas de hielo
enseñan a añorar enemigos,
da, sí, entrega,
enemigo el más cruel,
dame ¡a ti!..
¡Se acabó!
Entonces huyo él,
mi único compañero,
mi gran enemigo
¡mi dios verdugo!...
¡No!
¡vuelve!
¡Con todos tus martirios!
Todo el curso de mis lagrimas
discurre hacia ti,
y la última llama de mi corazón
para ti se enardece.
¡Oh, vuelve,
mi dios desconocido! ¡mi dolor!
¡mi última felicidad!...
Un rayo. Dionisyos aparece con esmeraldina belleza.
Dionysos:
Sé juiciosa, Ariadna...
Tienes oreja pequeñas, tienes mis orejas:
¡mete en ellas una palabra juiciosa!
¿No hay que odiarse primero, si se ha de amarse?...
Yo soy tu laberinto...


Entre rapaces

Qué rápido
tragan las profundidades
a quien quiere bajar aquí!
-Pero tú, Zaratustra,
¿aún amas el abismo
haces como el abeto?-
Arraiga donde
la misma roca estremeciéndose
se asoma a las profundidades,
vacila ante los abismos
donde todo en derredor
tiende a caer:
entre la impaciencia
de la agreste rocalla, del precipitado torrente,
paciente aguanta, firme, callado,
solitario...
¡Solitario!
¿Quién se arriesgaría
a ser huésped aquí,
a ser tu huésped?...
Quizá una rapaz,
que tal vez se cuelgue
maliciosa del pelo
del tenaz paciente,
con loca carcajada,
una carcajada de rapaz...
¿Para qué ser tan tenaz?
-se mofa cruelhay
que tener alas cuando se ama el abismo...
no hay que estar colgando
como tú, ¡colgado!
¡Oh, Zaratustra,
el más cruel Nemrod!
¡Hace poco todavía cazador de Dios,
la red para toda virtud,
la flecha del mal!
Ahora...
cazado por ti mismo
tu propia presa,
penetrado en ti mismo...
Ahora...
solitario contigo
disolitario en tu propio saber,
falso ante ti mismo
entre mil espejos,
inseguro
entre mil recuerdos;
cansado por cada herida,
frío por cada helada,
estrangulado con tus propias cuerdas,
¡conocedor de ti mismo!
¡Verdugo de ti mismo!
¿Por qué te ataste
con la cuerda de tu sabiduría?
¿Por qué te sedujiste
hasta el paraíso de la vieja serpiente?
¿Por qué te deslizaste
en ti, en ti?...
Ahora un enfermo
que enfermó por veneno de serpientes
ahora un prisionero
que le tocó la suerte más dura:
trabajando encogido
en el propio pozo,
encovado en ti mismo,
enterrándote en ti mismo,
inerte,
rígido,
un cadáver;
abrumado por mil cargas,
sobrecargado de ti,
¡un sapiente!
¡un conocedor de sí mismo!
¡el sabio Zaratustra!...
Buscabas la carga más pesada:
y te encontraste;
no te desprendes de ti...
Acechando,
acurrucándote,
¡uno que ya no se tiene en pie!
¡Me vas cogiendo la forma de tu tumba,
espíritu deforme!...
¡Y poco ha todavía tan orgulloso
sobre todas las garrochas de tu orgullo!
¡Poco ha todavía el eremita sin Dios,
el bieremita con el diablo,
el príncipe escarlata de cualquier arrogancia!...
Ahora...
encorvado
entre dos nadas,
un signo de interrogación,
un cansado enigma,
un enigma para rapaces...
ellas te “solucionaran”,
hambre tienen de tu “solución”,
revolotean en torno a ti, su enigma,
en torno a ti, ¡ahorcado!...
¡Oh, Zaratustra!
¡Conocedor de ti mismo!...
¡Verdugo de ti mismo!...


DE LA POBREZA DELMÁS RICO

Ya hace diez años...
Ninguna gota me ha llegado,
Ningún viento húmedo, ningún rocío de amor
-una tierra sin lluvias-
A mi sabiduría ruego ahora
que no se vuelva mezquina en esta aridez:
¡derrámate, destila tu propio rocío,
sé lluvia para el amarillento yermo!
Antaño mandé a las nubes
que se alejaran de mis montañas
antaño dije ¡“más luz, sombrías”!
Hoy las seduzco para que vengan:
¡dad sombra en torno mío con vuestras ubres!
¡quiero ordeñaros,
vacas de alturas!
Sabiduría como cálida leche, dulce rocío de amor
derramo sobre la tierra.
¡Fuera, fuera, verdades,
que miráis lóbregamente!
No quiero ver sobre mis montañas
amargas verdades impacientes.
Dorada por la sonrisa
se me acerca hoy la verdad
endulzada por el sol, morena de amor;
del árbol sólo arranco una verdad madura.
Hoy tiendo la mano
Hacia los seductores bucles del azar,
suficientemente astuto
para engañar, guiar al azar como a un niño
Hoy quiero ser hospitalario
con lo inoportuno,
incluso con el destino no quiero ser punzante;
Zaratustra no es un erizo.
Mi alma,
insaciable con su lengua,
ya ha lamido todas las cosas buenas y malas,
se ha zambullido en toda profundidad
Pero siempre, como el corcho,
siempre vuelve a flote,
revolotea tornasolada como aceite sobre pardos mares:
por este alma me llaman el dichoso.
¿Quiénes me son padre y madre?
¿No es mi padre el príncipe exuberancia
y mi madre la risa callada?
¿No me engendró la coyunda de ambos
a mí, animal de enigmas,
a mí, monstruo de luz,
a mí, pródigo de toda sabiduría, Zaratustra?
Enfermo hoy de ternura,
un viento de deshielo,
Zaratustra aguarda sentado, aguarda sobre sus montañas;
cocido y dulcificado
en su propio jugo,
bajo su cima,
bajo su hielo,
cansado y venturoso,
un creador en su séptimo día.
¡Silencio!
Una verdad camina sobre mí
como una nube;
con invisibles rayos me alcanza.
Por amplias, lentas escaleras
llega su felicidad hasta mí:
¡ven, ven, amada verdad!
¡Silencio!
¡Es mi verdad!
Desde ojos vacilantes,
desde escalofríos de terciopelo
me llega su mirada,
encantadora, malvada, un mirada de muchacha...
Descubrió la base de mi felicidad
me descubrió -ay ¿qué maquina?-
Un dragón acecha purpúreo
en el abismo de su mirada de muchacha.
¡Silencio! ¡Habla mi verdad!
¡Ay de ti, Zaratustra!
Te pareces a uno
que ha tragado oro:
¡aún te van a abrir el vientre!...
¡Eres demasiado rico,
tú, corruptor de muchos!
A demasiados vuelves envidiosos,
a demasiados vuelves pobres...
A mí mismo me arroja sombra tu luz;
tirito: ¡vete rico!
¡vete, Zaratustra, vete de tu sol!...
Quisieras dar, donar tu experiencia,
pero tú mismo eres el más exuberante,
¡Sé juicioso, rico!
¡Primero regálate a ti mismo, Zaratustra!
Ya hace diez años...
¿y ninguna gota te ha llegado?
¿Ningún viento húmedo? ¿ningún rocío de amor?
¿Pero es que alguien habría de amarte,
a ti, ubérrimo?
Tu felicidad crea sequedad en derredor,
crea pobreza de amor
-una tierra sin lluvias-
Ya nadie te está agradecido,
pero agradeces a aquel
que coge de ti:
en eso te reconozco,
ubérrimo,
¡el más pobre de todos los ricos!
Te ofrendas, te tortura tu riqueza,
te entregas,
no te cuidas, no te amas;
la gran tortura te fuerza siempre,
la tortura de los graneros repletos, de un corazón repleto;
pero ya nadie te está agradecido
Tienes que volverte más pobre,
sabio nesciente,
Sólo se ama a los dolientes,
sólo se ama al hambriento
¡primero regalate a ti mismo, Zaratustra!
Yo soy tu verdad...
Friedrich Nietzsche
Trad. L. Pérez Latorre


HACIA NUEVOS MARES

Allí quiero ir; aún confío
en mi aptitud y en mí.
En torno, el mar abierto, por el azul
navega plácida mi barca.
Todo resplandece nuevo y renovado,
dormita en el espacio y el tiempo el mediodía.
Sólo tu ojo — desmesurado
me contempla ¡oh Eternidad!

ECCE HOMO

¡Sí! ¡Sé de dónde procedo!
Insaciable cual la llama
quemo, abraso y me consumo.
Luz se vuelve cuanto toco
y carbón cuanto abandono:
llama soy sin duda alguna.


A LA MELANCOLÍA

No te enojes conmigo, melancolía,
porque tome la pluma para alabarte
y, alabándote, incline la cabeza
sentado sobre un tronco como un anacoreta.
Así me contemplaste ayer, como otras muchas veces,
bajo los matinales rayos del cálido sol:
Ávido el buitre graznaba en el valle,
soñándome carroña sobre madera muerta.
¡Te equivocaste, pájaro devastador,
aunque momificado descansara en mi leño!
No viste mi mirada llena de placer
pasear en derredor altiva y ufana;
y que cuando insidiosa no mira a tus alturas,
extinta para las nubes más lejanas,
se hunde en lo más profundo de sí misma
para radiante iluminar el abismo del ser.
Muchas veces sentado en soledad profunda,
encorvado, cual bárbaro oferente,
pensaba en ti, melancolía,
¡Penitente, pese a mis pocos años!
Sentado así, me complacía el vuelo del buitre,
el estruendo de la avalancha,
y tú, inepta quimera de los hombres,
me hablabas con verdad, mas con horrible y severo semblante.
Acerba diosa de la abrupta naturaleza,
amiga mía, te complaces en manifestarte a mi alrededor
y en mostrarme amenazante el rastro del buitre
y el goce de la avalancha, para aniquilarme.
En torno a mí respira enseñando los dientes
la apetencia de muerte:
¡torturante avidez que amenaza la vida!
Seductora sobre la inmóvil estructura de la roca
la flor suspira por las mariposas.
Todo esto soy —me estremezco al sentirlo—:
mariposa seducida, flor solitaria,
buitre y rápido torrente de hielo,
gemido de la tormenta — todo para ensalzarte,
fiera diosa, ante quien profundamente inclino la cabeza,
y suspirando entono un cántico monstruoso de alabanza,
sólo para ensalzarte, ¡que con cordura
de vida, vida, vida esté sediento!
No te enojes conmigo, divinidad malvada,
porque con rimas dulcemente te orne.
Aquel a quien te acercas se estremece ¡oh rostro terrorífico!
Aquel a quien alcanzas se conmueve, ¡oh malvado derecho!
Y yo aquí estremeciéndome balbuceo canto tras canto
y me convulsiono en rítmicas figuras:
fluye la tinta, salpica la pluma afilada,
¡oh diosa, diosa, déjame — déjame hacer mi voluntad!

SOLITARIO

Graznan las cornejas
y aleteando se dirigen a la ciudad;
pronto nevará.
¡Feliz aquel que aún tiene patria!
Ahora estás petrificado
y miras hacia atrás ¡cuánto tiempo ha pasado!
¿Por qué has huido, loco, por el mundo
ahora que el invierno se aproxima?
El mundo: puerta muda y fría
abierta a mil desiertos.
Quien perdió lo que tú perdiste
en parte alguna se detiene.
Ahora estás pálido,
condenado a un viaje de invierno,
al humo semejante,
que sin cesar tiende a más fríos cielos.
¡Vuela, pájaro, grazna tu canción
en tono de pájaro desértico!
¡Esconde, loco, en hielo y en desprecio
tu sangrante corazón!
Graznan las cornejas
y aleteando se dirigen a la ciudad:
— pronto nevará.
¡Infeliz aquel que de patria carece!

PARA BAILARINES

Hielo liso,
un paraíso
para quien bailar bien quiso.

LA GAYA CIENCIA

Esto no es un libro: ¡qué encierran los libros,
esos sarcófagos y sudarios!
El pasado es su botín:
pero aquí vive un eterno Presente.
Esto no es un libro: ¡qué encierran los libros!
¡qué encierran sarcófagos y sudarios!
Esto es una voluntad, una promesa,
esto es un viento marino, un levar anclas,
esto es una última ruptura de puentes,
un rugido de engranajes, un gobernar el timón;
¡brama el cañón, blanco humea su fuego,
ríe el mar, la inmensidad!

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