jueves, 21 de abril de 2022

POEMAS DE PIERRE PEUCHMAURD



 

EL LUGAR AMARILLO

 

 

 

El frío es cuando todo ya ardió. Cuando el fuego lo ha besado todo, todo lo abrasó. Todo enrasado.

 

  O es una lenta parálisis, una gangrena de hielo que va apagando el corazón y sus atributos, como parece que hace la belladona.  El frío se dice con una voz mate, mineralizada por la combustión, como los huesos se hacen piedra bajo las razones y bajo los propósitos.

 

  Esa voz no es neutra ni ausente. Blanca, jamás. Siempre trae algo de la quemadura y de la glaciación. Una protesta en el nombre mismo del vacío y de la melancolía. Un rechazo de la desposesión por encima de su evidencia. “Aún hay luz sobre las alas del gavilán”.     Pero ensordecida, pues las luces se ensordecen también, y ahora, tal vez, puedes ver qué sucede cuando todo te abandona, cuando todo queda atrás y te descubres desnudo ante aquello que falta por venir, ese gran sábado de la vida” por donde pasará “el animal perfecto” de la indiferencia, y una vez visto, ya nada más podrás ver.

 

  Tal como yo lo oigo, de ese lugar habla Antonio Gamoneda. Ese lugar bañado por el amarillo de la peste y del antes de la muerte. Allí él aguanta sabiendo que no aguantará por mucho tiempo, sólo lo necesario para reagrupar la vida, toda la vida, pues no estamos aquí para facilitar el trabajo de la muerte.

 

   Reagrupar, reunirlo todo, para la primera revuelta o para el último combate, cuando el pensamiento “es sólo recuerdo de la ira”, pero ahí sigue la ira. Es el último combate y Antonio Gamoneda, con una mano que apenas tiembla, reagrupa, lo recobra todo. Todo: “yeguas fecundas en la fosforescencia” y “caballos inmóviles en la tristeza”, el gesto deslumbrante de la costurera, “y sus brazos son blancos entre la noche y el agua”. Todo: los efectos y las causas (“las causas infecciosas”), que son lo mismo. Todo lo que se ha amado y se ha dejado morir antes de tiempo, porque somos como los pájaros, “bajo leyes de vértigo y olvido”.

 

  Todo –y ponerlo en el lugar amarillo, a la espera de que todo lo aplane ese bloque ciego, esa masa sorda de la nada que llamamos muerte. Ponerlo ahí para oponerse, porque eso era la vida, nuestra carne y nuestro sueño. Y veremos cuánto aguanta. Nada, seguro, pero tal vez todo. Ese frío que traspasa nuestros cuerpos y nuestros cuerpos lo sienten, eso no es el miedo, es la esperanza, es la tristeza. Nuestra única falta es la esperanza.

 

   “No tengo miedo ni esperanza”, dice Gamoneda, descubriendo tal vez el verdadero secreto de su poesía. Sin miedo ni esperanza, sin alegría ni amargura, sólo ira y estupor, y temblor cuando la voz tiembla, y del hombre – incluso abatido, incluso reducido a la espera de su fin – la dignidad.

 

  Estrictamente verídica, increíblemente determinada, determinada hasta el frío y el escalofrío, venida del centro abrasado de la palabra que era deseo, la poesía de Antonio Gamoneda –al menos, ella– está aquí para enlazar nuestras manos muertas con las rosas negras de los glaciares.

 

 

 

          PIERRE PEUCHMAURD

 

          El texto, titulado ‘El lugar amarillo’,

 

          ha sido traducido para Faro Gamoneda por Ildefonso Rodríguez.

Tomado de:

http://lesminutesdelumbo.com/?page_id=497

 

Black Suite

 

                                        A Jimmy

 

 

El cielo está vacío bajo las sábanas

el invierno ennegrece el bosque

flores insumergibles

guardan las profundidades

La cuerda de la escalera

se balancea como un reloj,

como los flotantes pulmones de la sombra,

el cuerpo rojo del poema

 

 

***

 

 

Nadie ve la sangre en su vaso

nadie ladra a su caravana

nadie pasa

Al primer tiro, el corazón se desploma ––

algodones y pólvora

blusas en el aire negro

 

 

***

 

 

Nubes de oro

hierro en la garganta,

queda mucho tiempo

el ojo en el crepúsculo

y el hierro en la garganta

Se oxida

 

 

***

 

 

Afecto que exonera

brote de animales muertos

primavera tenaza,

esto no va a tardar en ser suficiente,

es suficiente

Es como la sangre que ha hecho falta

para pasar de la ternera viva

a la pulsera de mi reloj

 

 

***

 

 

Los caballos de ambulancia

los caballos del martes

con las piernas cortadas como los hombres,

los caballos con paso de danza

en la pista de los segadores

y en los largos pasillos

el eco de sus entrañas

 

 

***

 

 

Bajo el dosel blanco, el dado negro

el brazo de la enfermera

en la noche de la sed

Sótanos de los muertos, frascos

y los primeros cuchillos del día

como si fueran gritos de monos

en lo alto de la luz

 

 

***

 

 

Toda la noche el ruido del cuchillo en la piedra

y todo el día el ruido de la piedra en la cabeza

Toda la noche el ruido del fuego en el pecho

todo el día el fuego del ruido en la mandíbula

La zarza crecida en el ojo

es la única flor de la mañana

 

 

***

 

 

Halcones de granizo

Párpados de plomo

se cierran a mediodía,

cortinas de carne,

faldones de hierro,

lentas grapas

en el pecho

El sol da sobre la piedra

más tarde que la sombra

 

 

***

 

 

La tierra no es redonda

la tierra es un rectángulo

de carne sucia y vendas,

un pedazo de hambre en la cuchara

La tierra es un valle de cangrejos

 

 

***

 

 

Muerto el cerdo, ¿qué hacer con las perlas?

¿A quién ofrecer el rocío azul?

¿A qué insulsos hombros

qué cabellos amarillos

qué santo horror

qué cuerpo podrido?

¿A quién echar las suaves perlas?

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/black-suite/

 

Destellos

 

Los destellos de nuestro mundo: el cuervo del río desplegando sus anchas alas azules en la sombra que se ahoga.

*

 

 

Sobre una piedra amarilla, una melena blanca, un destello de viento.

*

 

 

Destellos de fuego en el espejo: el castaño rojizo que vuelve, todo cuerpo y mareas.

*

 

 

Destellos de miedo: como un collar colgando entre tus senos, roto por el grito estridente de la noche.

*

 

 

Destellos del amanecer, una danza de púas. Resplandor de los árboles: debemos irnos.

*

 

 

Esta no es una criatura blanca, es un agujero en el cielo.

*

 

 

Los destellos del lobo, lobas resplandecientes: un cornejo ladra en su canción conjunta.

*

 

 

Roca o brezo. Los destellos de los gallos. El deseo alborota las crestas, el campo y sus lunas.

*

 

 

Los destellos de las vides: luchadores atados por su espíritu de león, sus lanzas y su azul índigo.

*

 

 

Es un rey, es una silla, es un faro parado en la arcilla.

*

 

 

Los destellos de los lagos, del hierro, de las niñas. Destellos de niebla y de tierra desnuda.

*

 

 

El brillo de las plumas, de los vestiditos y del remordimiento. Destellos de sangre en el jardín.

*

 

 

es un hombro

*

 

 

Los destellos de las flechas. Los destellos de las nutrias dentro de su presa.

*

 

 

Y óxido en las manos dejadas abiertas. Los destellos de las heridas a lo largo del cuchillo.

*

 

 

La arena brilla como nada, como nada brilla, como el cielo y el plomo en el patio. La arena corre, no brilla.

traducido del francés por EC Belli

Tomado de:

https://www.asymptotejournal.com/poetry/pierre-peuchmaurd-the-nothing-bird/

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