viernes, 14 de marzo de 2025

POEMAS DE FÉLIX GARCÍA SALAS


LA LECHERA

 

El desayuno del mejor brote

traía alegremente en el alba,

la leche blanca en su carga,

llegaba con pausado trote

y arreyando con su quirco azote,

Lecherita de mis recuerdos;

causante de mis insomnios;

¡adiós ccala malamedra!,

saludas a mi raimada suegra...

Así, deshojaba sus dichos lonccos.

 

Siempre fresca como una rosa,

en su burra parda montada;

cómo quemaba su hechicera mirada;

bien sonriente y salerosa,

como buena arequipeña, tirando prosa;

de reyatas y lloqque duro, su cerón.

con sus limpios porongos de latón,

mientras ella, su yaraví silbaba,

su inquieta burra rebuznaba,

oliendo pa' meyar, buscaba un rincón.

 

Jala'u pa'trás su huaccali sombrero;

pa' un la'u sus piernas con su pollera,

las largas trenzas de su cabellera

que abrigaban a su pecho hechicero,

arrancando suspiros del mejor caballero.

Con su ccocco litro por medida,

repartía la blanca y materna bebida,

entre los soñolientos ccalas galgos,

apeyándose y montando con ágiles saltos.

¡Buenos días comadrita...!, ¡burra...!

 

Y hace tiempo la espero en la esquina

a mi hermosa y cautivadora lechera,

creo que algún loncco la tiene prisionera

o la auyentó la edionda gasolina,

nadie me da razón, ni los vientos de la cima.

Pobre y triste, por mi mala suerte,

ya que por orgullo no quise quererte,

mi corazón ya está qquetinbiando,

inclencle estoy por haberte amado tanto,

quiero olvidarte, pero sólo con la muerte.

 

 

EL RAJADIABLOS

Dicen que rajaba los diablos

por los chicotes cruzados,

corriendo de un la'u pa'l otro

en su viejo caballo alazán.

Con su montura de cajón

y sus riendas de cuero'i llama,

hacia lo que le daba la gana

sin tener respeto al montón;

por haber vivido a todo lazo,

a nadie hacía caso,

cuando tuvo sus veinte años

era un joven osccollo asusta'u,

pero cuando estaba monta'u

y con su surriaga en la mano,

amanecía siempre corretiando

por tomar té pitia'u temprano.

Era un loncco de pocas palabras,

¡donde ponía el ojo ponía la bala!;

si su zurriaga tronaba

era porque buscaba a su amada;

luego de espolear su caballo,

se perdía en el oscuro polvo,

sin pronunciar ninguna palabra

pero con una maltona en el anca.

Su viejo alazán muy engreído,

por la panzada de biscochos

que en su sombrero le daba,

con una copa de vino

en su bota de buena cabritilla.

Cuando estaba en borrachera,

su alazán lo buscaba;

entraba a la tienda a sacarlo,

lo despertaba con su resuello,

hociquiándolo fuerte en el cuello,

lo sacudía hasta despertarlo;

así gozaban a todo lazo la vida,

dos amigos pasiando el orgullo.

Una triste mañana, no lo encontró

se habían robado a su alazán;

buscaba como loco el rastro,

y lo encontro tendi'u en el pasto:

bañau en sudor y tiritando;

se había regresa'u cojiando

con sus dos piernas quebradas;

quizás saltando una acequia

con esfuerzo o en un hueco 

di'un mal camino,

maldecía al ladrón asesino

y al que encontraba a su paso;

tenía que pegarle un balazo

pa' quitarle el cruel tormento;

no encontraba el armamento,

se escondieron sus amigos,

sólo sus perros por testigos

tomó la más triste decisión;

sacó un ccaito di'un costal

y le tuvo que atar el hocico;

buscó una lampa y un pico,

se puso abrir la sepultura,

mientras el animal pataliaba;

él su sudor y lágrimas se tragaba,

despidiendo tan noble animal.

Paso el tiempo despiadado,

cabizbajo y muy encorbado,

tuvo que aprender a caminar,

a sufrir y olvidarse de gozar,

dobló el pico y calló el ocico,

porque en esta triste vida

"los orgullos y vanidades

nunca duran eternidades".

 

 

LOS FRUTOS DE LA AVARICIA

Al pie de un chascoso sauce llorón,

la luz del día ccatataba el atardecer;

las negras siluetas, después de padecer,

llegaban a su raccay después de sudar en su tablón.

 

El amarillento sol se iba a descansar,

llenando de tristeza al viejo caserón;

se quedan como la soledad de un pantión

la loncca enccapichada con ganas de amar.

 

Tristeza en la noche, alegría en el día,

era la letanía de la solitaria Prudencia;

pero un taima'u cholo le quitó la paciencia,

el amor llegó a su casa, como ella quería.

 

El taima'u Francisco, que en la'utra banda vivía,

amarró su caballo al pie de la tranquera,

fue un vaso de chicha y una larga espera,

el loncco la miró tite y ella se quedó fría.

 

Al otro día, ya no le importaba la picantería,

sólo miraba a lo lejos para el callejón

esperando al cholo que flechó su corazón

era su primer hombre, lo que ella quería.

 

Los dos qquetimbiaron y se casaron

conocieron el amor de maduros;

pero su miseria los volvió muy duros,

por eso una gran fortuna amasaron.

 

Vendían el vicio pa' que hagan querellas,

vendían la chicha hasta la cosecha;

a la buena gente, que estaba desecha,

un topo de tierra por unas botellas.

¡Quiero más!, ¡hastan'de mi vista alcance...!

Les taquiaba trago y lo compraban todo,

pa' que se atollen más en su propio lodo,

arar su misma chacra hasta que se cansen.

 

Bajaban los cerros a pico y barreta;

lomiaban como hormigas a punta y zurriaga,

hasta sus hijos a'nde el único que paga,

trabajando de sol a sol sin conocer carpeta.

 

La picantería se convirtió de un granero

de atizar la cconcha a contar esterlinas,

arrendaban los cerros, cobraban gallinas,

vendía los huevos por el pueblo entero.

 

Gañanes y yuntas, muchos mayordomos;

peones sembrando y pircando canchones,

graneros y palacios para los patrones,

pa' levantar bordos les faltaba manos.

 

Nacieron los hijos con más avaricia;

todos los del pueblo eran sus peyones,

todo era miseria, sólo qquepiñones;

pero pasó el tiempo y llegó la justicia.

 

Los nietos vendieron lo que no sufrieron,

vendieron fortuna, compraron miseria,

barriendo las calles de los que sirvieron,

pagaron muy caro la ambición y tiranía.

 

Vivieron gozando, pero a mucha prisa,

heredaron al pueblo sólo la pobreza;

a sus nietos engreídos la falsa riqueza,

así son los frutos..., los frutos de la avaricia.

 

 

EL CAMAYO

 

Una braza en la noche se anima,

se columpia en el oscuro campo;

es el cigarro que tirita en la mano

di'un camayo que se atolla regando.

 

Con su lampa que lleva en el hombro,

busca los bordos pa' sacar la chamba;

agitado, chimba la escarchada hierba

endilgando surcos, arreglando trancas

 

Compone la chaca que'stá mal formada,

sacando la pata que no está surquiada;

sacando el suraino pa' que no deslave,

controla la huaica en la chacarina.

 

Arrechina todo pa' que nada escurra,

la hora le gana, el chilicuto advierte;

el qquesqque se mofa, el gallo lo apura;

el frío acaricia la silenciosa lucha.

 

Las plantas tawis deben ser regadas,

hasta que la mita con dolor se acabe;

riega una calle, riega una tablada,

correteando de la cabecera hasta la culata.

 

Buscando la sequedá', de mata en mata,

no pierde ni gota, pa' que no haya caida;

sus botas le ayudan sin temer al barro;

está ladrando el perro para la cascada.

 

Una carajiada, con el rondador y nada,

la compuerta caye y le corta el agua;

el loncco triste por no acabar su faina,

remanga su poncho y cierra el boquerón.

Una pequeña braza se columpia y se aleja...

"es un cigarro que tirita en la mano

de un viejo camayo que estuvo regando".

 

 

EL LAMENTO

 

El loncco de don Manuel Toribio,

desgraciado desde su modesta cuna,

se casó con la colérica de doña Eulalia,

la picantera más afamada del pueblo.

¡Cómo lo hacía trabajar esta señora...!

 

— ¡Ya salió el lucero...!, ¡hay que cargar agua...!,

¡hay que llenar la paila pa' la chicha...!,

¡los cuches están hociquiando el corral!,

¡están de hambre!, ¡lleváles la ccaccallocca!,

¡las gallinas están picando el guano...! —

 

— ¡Lleváles el anchi que se está mosqueando!,

¡esos conejos se van a comer entre ellos!;

¡¿no has podi'u ccachir un poco de alfalfa?! 

ahurá, ¡no hay ccapo, raíces, ni guano!,

¿qué vas atizar en la cconcha?, ¡malaveni'u...! —

 

— ¡Corré corriendo!, ¡llevá el gana'u a la chacra!,

¡ya se los están comiendo las moscas!;

¡tenís que lavar la tinaja y las chombas!,

¡se va a picar esa chicha, ¡carajo...! —

 

— ¡¿qui'hacís para'uái escuchando...?!,

¿querís saber lo que conversamos...?,

¿no tenís que hacer?, ¡badulaque...!

¡andá a desempoyar el güiñapo!

y al seco de la hera, ¡lleválo al molino...! —

 

Lo trataba como un burro de estaca,

aunque rezongando, pero lo hacía;

pa' doña Eulalia todo estaba mal...

 

Un día, llevaba en la burra el güiñapo,

pero, para el mal de sus culpas,

se le atravesó un burro mañoso

y se la llevó qquetimbiando a su burra;

llegó la noche y no la pudo encontrar.

 

— ¡Eulaliaaa...!,

¡un burro se la ccatata'u a la burra...!,

¡me' cansa'u de buscarla y no sé a'nde si'aido...! —

 

— ¿Y tu'avía tienes cara pa' venir...?

¡no quiero ni verte hasta que la encontrís!

¡te voy acabar la tocpina en el lomo!,

¡Cuchimacho...!, ¡Relincho!, ¡Hunter bandi'u! —

 

Don Manuel Toribio estaba más asusta'u

que una cuche dentro del maiz;

buscaba y buscaba, y no la encontró,

así que se mandó a cambiar,

y se fue a las Minas de Potosí.

 

Pasaron los días..., y doña Eulalia

comenzó a extrañar a su mari'u;

por las tardes, subía a lo más alto del cerro

y lloraba con enternecedor sentimiento,

y decía:

 

— ¡Manuel Toriii...bio veníii...teee...!,

¡ya la burra aparecióoo...!

¡en la raya de Hauranguillooo...!

Manuelitooo... compañeritooo...;

¡veníii...teee... Manuelitoooo...!

Manuelitooo...compañeritooo...

¡Aaay...! —

 

Ni los ecos de los cerros le contestaban,

sólo su vecina, una modesta campesina,

que afligida gritando pedía ayuda:

— ¡alcohoool... alcohoool... alcohoool...! —

 


LOS APODOS LONCCOS 

 

En mi pueblo había un sacristán

que a todos les ponía apodos lonccos

Que dónde vive don "Juan Cuete",

más abajo de la "Capa Cuche";

que hoy está de santo el "Cutire",

mañana el "Ollaimote" y el "Qquesqque",

pasa'umañana el "Ccaspa'u" y el "Perol".

El "Cherche", "Sacuchichas" y "Getadioro",

ayer si'an ccospia'u; el "Ccalamiche"

con el "Flor de papa", y el "Qquecheras"

el "Pesioso" y "Caimainar" miraban;

el "Pan con llatan", el "Copaipalo"

discutían con el "Cinco pa' la una",

causa del "Ccariche" y el "Orejailata"...

Si'aido amontonar ahurita el "Bajamar",

el "Pata maldita", el "Tawa" y el "Pichus"

donde el "Occotefino" al Agramayo,

y a'nde la "Mula", la "Remula" y la "Bestia";

si'aniu el "Lloqque", el "Chocca" y el "Palote",

el resto, a'nde el "Pecho'ilata"

y el "Timón de apero y palo";

nadie a'ido a'nde el "Churanas",

a'nde el "Choroilas” y el "Siete siete";

mientras que el "Aeropajita",

el "Media lampa", el "Santo quema'u",

el "Boca'ifierro", el "Charqui" y el "Güicho"

están asoliándolos en la Plaza,

ocupándose del mundo entero.

                                                                   

 

EL LONCCO

 

Dicen que los Lonccos somos rudos y vulgares;

también que somos rústicos, toscos y ordinarios;

pueden ponernos todos los apodos que truenen mal,

compararnos con un desgastado cuchillo oxida'u,

pero nunca nos quitarán nuestro modo de hablar.

 

No importa, masqueseya cantando o quetimbiando,

nuestro dejo es arequipeño, no es roto, guaso ni limeño;

Loncco es el que madruga con el Lucero matutino,

pa' tomar el primer bebe de agua del fresco manantial

o el primer chorro de leche antes del mamanto del ternero;

 

Loncco es el hombre que trabaja el campo,

que despierta con el canto de los pajarillos,

para arañar la tierra, para ver si su semilla si'a empreña'u,

y con su lampa en el hombro rondando las caidas de agua,

pa'que tonccoreyen sus plantas pa' que no se mueran de sed.

 

Es el que con la mansera de su apero en la mano,

y el aguijón en la otra

arenga a su yunta pa'que surquee los renglones

en la tierra que lo vio nacer y después lo accolpachó;

es el que siembra, almeya; el que guaneya, ccoreya

y el que cosecha el fruto con su sudor; no es el taima'u,

que sólo espera en el bordo que le caiga el maná del cielo,

humariando con envidia y maldades la ira del Padre Eterno;

es el que tiene sus venas inchadas por el esfuerzo;

es el que platió sus sienes quinchando y ccollupiando.

las vanidades de la ciudad o calchando y tawayando

las vivezas de "los come de'n valde" del merca'u.

 

Loncco, creo que es el único sano qui'a queda'u,

por eso Dios le da muchas fuerzas y voluntad,

porque es bueno, no miente, no roba, ni es ocioso;

porqui'á calcha'u su juventud pa' dar de comer al pueblo,

olvidándose de guaniar el amor de su compañera,

y de humariar a su debido tiempo a sus ccoros

pa' matar la gusanera de las malas compañías.

 

Loncco es el qui'a rapia'u los buenos ejemplos de la vida,

y si'a cultiva’u en la Universidad de la Naturaleza,

y su título si'a firmau en los callos de sus manos;

él nunca necesita diplomas ni pergaminos,

él sólo guarda, pa' las futuras generaciones, la mejor semilla,

rociándole el veneno más ccapante pa' cuidarla de la polilla.

 

 

Loncco es el que arqueya las buenas acciones,

y con el tiempo las deshoja desgranándolas con bondades;

es el que siempre escarba las papas con amor

y las escoje desde la más grande hasta la más chica,

y vende barato pa' que las compre el que menos tiene.

es el que se muerde la jeta cuando no tiene plata,

es el que le da pa' delante sin mirar al vecino,

descansando su cólera rompiendo o barbechando la tierra.

 

Loncco es el soncca un vaso de chicha con ruidosos sorbos,

pa' pagar la Santa Tierra deseándole salud al que lo acompaña;

es el que siempre anda contento y, cuando toma, siempre dice:

! ¡Aunque pobre, pero estoy eructando a pavooo...!

Tomado de:

https://poemaslonccosdearequipa.blogspot.com/

 

 

SALUDO LONCCO

 

Desde un bello rincón arequipeño,

he veni'u invita'u por la curiosidad

para saludarte Blanca Ciudad

en vísperas de tu cumpleaños.

Mi sombrero gasta'u y terno de paño

lo he ccapicha'u en mi vieja barrica;

como soy Loncco que no se achica,

engomina'u y con mi mejor traje,

he veni'u a rendirte mi homenaje;

a tirar prosa en tu día, Arequipa.

 

Ensillé mi mejor caballo de paso

al primer repique de la campana,

un ccachi de tosta'u de mi ancana;

mi quipo lleno pa' gozar a todo lazo

y la guitarra pa' empeñarla por un caso;

aunque no haya entrada de ccapo,

tomaré diana con el mejor huacto;

estaré en la "joroba", "jorobita" y "jorobete",

y, si puedo aguantar, en el "andá y volvete";

porque soy un Loncco Arequipeño nato.

 

También te he traido una ceronada

de mis más mejores "lonccos versos",

guardarlos en mis arqueados tercios;

desgranados con mi modesta tonada,

dedicártelos quiero a ti, tierra amada;

tomar con nuestro Misti caballero

la chicha con el Tuturuto pendenciero;

cantar con Melgar y los Cerpa y Llosa,

una flor de texao pa' la chica más hermosa,

y, para ustedes, el corazón de este Loncco Chacarero.

Tomado de:

https://libros-san-francisco.blogspot.com/2011/08/poeta-98-felix-garcia-salas.html

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