lunes, 3 de marzo de 2025

POEMAS DE JÜRI TALVET


YO TAMBIÉN FUI UN PERRO ANDALUZ 

 

¡La muerte arranca en mí

tu horrenda dentadura firmemente arraigada!

Soy otro: un lujoso automóvil volador

que te muestra reluciente

el color-seña de su marca,

el perro que ha olvidado su ladrido,

ese perro-juguete obligado a ladrar.

(Yo también fui un perro andaluz.)

El misterio está en la masa. En la masa

caben todos los misterios y todas las astucias.

Soy un puente colgante entre dos bocas:

intuyo, canalizo palabras pulcras y palabras soeces.

Mi suelo es el pasado y mi techo, el futuro.

Soy voluta sin voz. Hago voltear

el presente alrededor de un dedo.

Soy el vientre cubierto de musgos perennes

del acueducto dormido sobre ocho muslos

formidables y fuertes por el que fluyen

las aguas de un tiempo hacia otro tiempo.

 

 

MI VIDA CON EL RUIDO

 

Es cierto que dicen: “No tienen sentido ni profundidad”.

(Como si el tener sentido diera derecho

a poder comer el pan de cada día.)

 

Tan sólo tienen ruido, unas bocas

enfrentadas a guiños, dientes claros

que se fulminan entre sí.

 

Nosotros, los profundos, encerramos

en el silencio imperturbable del ataúd, los pensamientos.

 

La risa clara de ellos, el martilleo intenso

de sus voces, derriban las paredes, penetran

cualquier hueso que aún tenga algún hálito de vida.

(Los huele cada insecto, cada árbol.)

 

Nosotros trabajamos para ganarnos el amor.

 

Ellos aman, aun sin trabajar, y se alegran.

 

Nosotros querríamos impregnarlos de profundidad,

hacer que fueran buenos.

 

Nosotros sí somos buenos, a partir de la oscuridad del pozo,

dicen ellos.

 

En otoño un viento displicente limpia los rostros de unos y otros.

Hasta el día de nuestra muerte no sabremos

quién debía rendirse a quién con gratitud y encomio.

Traducciones de Albert Lázaro Tinaut y Jüri Talvet

 

 

(Traducción del autor y Albert Lázaro Tinaut. Valencia: Palmart Capitelum, 2002)

 

 

Después de haber perdido el pasaporte

 

Has perdido el pasaporte, ¡viva la libertad!

Se ha desprendido el ceño de tu rostro,

el filo más tenaz de la estampilla se ha doblegado

y tú, después de liberarte del peso de tres lustros

y del ojo suspicaz del aduanero,

te arrojas a los brazos de la libertad. ¡La libertad!

Nada te echaba atrás,

ni tu firma, ni el hilo de Ariadna de tu suerte,

ni el mito al que habías recurrido, sagaz,

para multiplicarte.

El aguanieve te disuelve,

manos ajenas arrugan tu imagen descompuesta

y tus pies se atropellan.

(Pronto sentirás en tus carnes

la huella plúmbea del pie de la historia.)

¡La libertad! En el escaso espacio que ocupaste

se posa ahora un copo fresco de nieve

y permanece intacto unos instantes.

 

 

Despedida

 

Nos despedimos. Farewell y abrazos

quedan flotando en el viento como un pañuelo estremecido.

Una blancura que huele a algas se superpone al abismo azul.

Algo cálido, como un niño dormido en ti,

se te agarra y, de pronto, se separa y se aleja.

Todavía no nos hemos dado la espalda el uno al otro

pero sé que estoy a punto de penetrar de nuevo

en mi soledad. Nos fundimos, nuestros corazones

latieron al unísono cuando nos encontramos frente a frente.

Luego, sin embargo, retraímos las manos

de nuestros otoños cada vez más distantes

para captar tal vez, ingenuamente, las esferas de fuego de la infancia.

Y en eso que suenan jocosos los teléfonos,

los timbres de las puertas: son como esas suaves palmadas

que da la nieve nórdica cuando cae en los hombros.

A los brindis se unen los cumplidos: ¡Welcome!

Bienvenido de nuevo entre la gente,

tú que andabas perdido por las veredas del cementerio.

 

 

Cumplimiento

 

Te deslizas por la piel de mi garganta

y en mi sotabarba construyes tu nido

–¿dónde estaría a mejor recaudo? –:

ésa es tu Vía Láctea.

Te has multiplicado, has engendrado,

te has desgarrado, te has bifurcado.

¿Recuerdas todavía aquellos angostos senderos

que apuntaban apenas

y que se extienden más allá de los tuyos?

Te has quedado. Ni siquiera pienso en esas flores

purpúreas que, generosa, nunca me has negado,

que has mantenido abiertas noche y día en tu jardín.

Aun así, seguirás siendo libre y podrás confundirte,

porque junto a nosotros revolotearán las almas,

perpetuamente, en los aires del abandono.

El oro primigenio surge de tus entrañas

y se cumple en mi sotabarba tu Vía Láctea.

 

 

Un sueño en Alemania, 1988

 

Con agradecimiento al poeta nicaragüense Joaquín Pasos, que me inspiró

 

 

Estoy en Alemania, 43 años después que el zapatero más infame de la historia.

El señor Grass vive al otro lado del muro construido

para conjurar el siniestro juego del gato y el ratón.

Pero ahora los vientos de la confusión soplan del este,

donde al ordnung le falta mucho ordnung.

Para contrapesar, a este lado se observa con rigor

el viejo teorema de los efectos del vientre satisfecho:

desde los campos sube a la nariz del viajero el hedor recio del estiércol de cerdo,

y los estómagos alemanes, borbollantes y ufanos,

digieren bockwurst y würstchen regados con cerveza.

¿Qué importan los recuerdos –viviendas cuartelarias del color de las ratas?

¿Qué importa un poeta al que seduce en sueños la hembra de un ratón?

¡Para quién escribió sus hinweise aquel hombre de ojos ígneos,

de barba flameante, sino para nosotros!

Huelgan los comentarios; en todo caso, aquí, sozialismus funktioniert.

Los pechos firmes de las jóvenes teutonas (que airean en verano sin pudor)

prometen para la raza alemana un futuro optimista.

Las viejas damas adornan con rosas rojas las casas gris ratón.

Un muchacho pecoso lleva ya diez minutos intentando –la punta de la lengua

entre los dientes, ligeros puntapiés– obtener la imagen que ha pedido

al expendedor automático de sellos:

¿es Hegel o Leibniz? No, al fin es Schopenhauer. (¡Qué suerte que ha tenido!)

Tanto Bach como Händel, desde sus pedestales en medio de sus plazas,

inclinan indulgentes la cabeza.

Cierto es que el joven Lutero (según lo pintó Cranach en Weimar)

mantiene cierto aire del hereje que fue, y nadie va a impedirme

ahora que sueñe una ocurrencia candorosa:

en una noche oscura –allá en su Weimar–

el viejo señor Goethe, que ya empieza a estar harto de su enjundia intemporal,

recorre furtivamente las callejas cercanas a su goethe-haus

y con un ademán inequívoco del dedo –al igual que otros miles de insaciables

alemanes del Este, aquella misma noche – evoca

en la caja paralelepipédica de las mil maravillas

la mágica sonrisa de la presentadora de la Westdeutsche TV.

 

 

Suponiendo que el polvo no sea más que el polvo del más allá

 

El cielo es de un azul inusitado

en esta primavera estonia.

(¿Nostalgia del futuro? ¿Buen augurio?)

Las palabras liberan el horizonte

y he aquí que todos somos

muchísimo mejores. Es como si los ataúdes

que flotan sin cesar en el aire de tu ensueño

ya no sirvieran para el mal.

Tampoco para el bien. El polvo

–cualquier polvo– sin embargo

contiene más tristeza

que un cuerpo vivo. Así,

en esta primavera que muestra en Estonia

un cielo tan insólitamente azul,

cualquier desequilibrio en todo aquello

que promete y augura, es un reflejo

del más allá, de lo real y verdadero.

 

Mayo de 1988

 

 

Elegía estonia

 

El 28 de septiembre de 1994, poco después de medianoche, desapareció bajo las procelosas aguas del Báltico, en el lugar que marineros conocen como “el cementerio de los barcos”, el Ferry “Estonia”, que había zarpado poco antes de la capital de Estonia, Tallin, rumbo a la de Suecia, Estocolmo, y que se llevó consigo al fondo del mar casi 900 vidas humanas. Es el naufragio con más víctimas, en tiempos de paz, en el mar Báltico. Como causa del hundimiento del Ferry, se apuntó un posible defecto técnico o un error humano. No se descarta, sin embargo, un acto criminal. La única conclusión segura de la comisión que investiga el suceso es que el gigantesco buque sufrió una importante vía de agua, que lo echó a pique.

Tomado de:

https://paginadeandresmorales.blogspot.com/2011/03/poemas-de-juri-talvet-estonia.html

 

 

LA REALIDAD 

 

¿Para qué levantar el borde del felpudo esperando

 

encontrar la llave olvidada? Alberto Caeiro

 

tenía razón: los símbolos, los signos no existen              

 

no hay significados cuádruples no existe tampoco

 

la “verdad oculta”. Nada es más que lo que es:

 

nadie puede regresar al seno de su madre

 

que se aleja sin ensalmo alguno de ti

 

por mucho que intentes implorándolo agradar

 

a Dios. Tampoco se puede descartar que la alegría

 

de tu hijita sea la misma que experimentó

 

tu madre de pequeña entre los pastos otoñales

 

y fríos de Mõisaküla cuando vio llegar

 

a su joven padre de ojos oscuros y bigote negro

 

para llevársela a casa el fin de semana

 

 

 

¿Qué hacía STC en la Veenderstrasse de Gotinga

 

en una hermosa y elegante mansión burguesa hace

 

doscientos años? ¿Se desesperaba tal vez por el fracaso

 

de la ingenua historia de Christabel que predijo

 

el nacimiento cinco años más tarde de EAP a quien

 

las pesadillas y el alcohol llevarían temprano a la tumba?

 

Según otra versión más verosímil fue exactamente

 

en la Veenderstrasse de Gotinga en un lecho burgués

 

donde STC pudo después de apagar la vela y rezar

 

sus oraciones colocar el cuerpo en una posición propicia

 

para empezar a oír de repente los latidos del corazón

 

de Hamlet mientras recordaba los ojos de color

 

castaño de una bella joven burguesa de Hesse

 

 

CON HAMLET DE NUEVO

 

 

¿Por qué lo hiciste, pues, Gertrud? ¿Ignorabas

 

acaso que el amor llena el cuerpo de un líquido

 

verde que paraliza y mata? Para eso no hace

 

falta viajar en avión a Dinamarca, ser un príncipe,

 

una reina, un bufón. Hamlet realmente no existe.

 

Todo eso no fue más que una película, un juego,

 

hijita mía. (Tú, que sólo hace un año y medio

 

que pisas la superficie de la tierra, únicamente tú

 

sabes abrazar sin dejar cicatrices). El gramático

 

sajón inventó un libreto para el bardo inglés

 

cuya única intención era mostrar cómo el príncipe,

 

con la obsesión del trono (de su padre) en la mente,

 

golpeando a ciegas con su espada sólo acierta            

 

a dar en las sombras de las sombras

 

entre las que anda él mismo.   

 

 

A CERVANTES

 

Estoy enterado, Miguel, de todos tus amores secretos,

 

de la Gitanilla que tocaba la pandereta y compuso

 

un poema para Ana, la madre de la Virgen, y para ti,

 

a quien entre la multitud polvorienta mirabas

 

y escuchabas con los ojos abiertos de par en par, brillantes,

 

te hizo un guiño pícaro, sin negar a nadie su belleza.

 

(Esta, la misma a cuyas espaldas estoy sentado

 

 –así que no puede verme– y, cuando me voy,

 

como si sintiera mi presencia en su propia espalda,

 

viene enseguida hacia mí, me mira a los ojos

 

 

 

y me pregunta: ¿Es que de verdad necesitas irte?)

 

Preciosa, de la que solo por intermediación de tu espíritu santo

 

pudo nacer Dulcinea, esa virgen a la que jamás

 

hemos tocado ni tú ni yo más que con la imaginación.

 

Sin embargo, nada nos ata a ellas con más firmeza: el viento

 

no dispersará el fuego que arde en los corazones y los pétalos

 

de los labios, ni siquiera impulsado por el ímpetu de los siglos.

 

(Se derrama por sus mejillas un tinte rosado

 

cuando después de dos años de añoranza

 

se apresura hacia mí, sin ver a nadie más:

 

 

 

¿Por qué no has vuelto antes?, ¡te esperaba!)

 

Y sin embargo al cabo dice: aquí en la India nacimos,

 

aquí vivimos y también aquí moriremos, años

 

deberé esperar a que alguien me diga

 

si puedo enviarte una tarjeta postal.

 

 

 

Todo ha cambiado en el mundo, mas nada ha cambiado

 

en el mundo: el amor de las vírgenes

 

es esa sabiduría que vence a cualquier otra ciencia,

 

y no importa cuál sea la iglesia que imponga a sus huestes

 

–su oro y su ley– el dios-varón-barba-azul.

 

 

CÓMO TERMINAR DIGNAMENTE UN SIGLO 

 

 

¡Oh, mira cómo bailan las letras en las páginas sobrias

 

que son como la nieve o como una fresca y pulcra sábana

 

festiva dispuesta sobre el lecho, a la espera del calor

 

de unos cuerpos de amantes! Pulgas en el hilo invisible

 

del domesticador de fieras; no, ¡son más bien mujeres

 

preñadas de significaciones indescifrables! (Dónde

 

que no sea en los límites de la Tierra del Fuego.)

 

Sin que acumules, se acumula. En pesados estantes, sin

 

espacios de aire, sin corredores en los que quepa un codo

 

o donde pueda una carcoma enclavar su yunque. ¡Salve,

 

amplía la memoria! Espera una explosión.

 

(¡Sabe, sabe, sabe ya que eres padre!)

 

Tú espera, mi pequeña, voy rodando de página

 

en página, espera un poco más, sigo deslizándome

 

hacia abajo y, pese a la blancura de la hoja,

 

he tropezado con una letra y un canto afilado

 

me ha hecho sangrar la palma de la mano.

 

Espera. Me vengaré mordiendo la hoja,

 

que ahora sabe a hierba en la boca de una vaca

 

sin nombre en medio de los pastos

 

el día de San Jorge.

Tomado de:

https://www.crearensalamanca.com/poemas-de-juri-talvet-xix-encuentro-de-poetas-iberoamericanos/

 

 

"El sueño de Europa"

Realmente la tarea consiste en multiplicar el cielo azul,

sereno sueño del alba,

y arrancar el velo gris que le cubre los ojos,

ser el lago cristalino que lave su mirada, el bosque

que le ofrezca su lecho de verdura, sin temer ser el océano

          que se despereza, el pozo que se aclara.

La república, obviamente, imita la libertad.

Cada Estado es la impronta de un sello, cada presidente,

un loro de cartón.

En cada república se vuelve a aprender el vuelo de salida

de los artificiosos corredores inventados por el arquitecto inmemorial,

al mismo tiempo que el poder, por sus dulzurronas grietas

          succiona loros y leones,

          garrapatas y hombres.

Conviene recelar de los sectarios, esos orates bárbaros.

Más vale ser un bárbaro pagano, un hombre hasta los pies.

Más vale ser incluso un fanático romano, o un pobre Cristo.

El culpable de todo es el miedo de amar.

No era justo el cándido clamor de la manzana

mientras el fregadero gemía justamente bajo la carga insoportable

de los escrúpulos nocturnos.

No estamos aquí para desparramar inútilmente la cultura:

ésta nace de sí, y luego nos engendra.

Mientras los picos presidenciales callan

y, preñado de gozos, parturiento, plañe Occidente,

          incapaz de dar a luz,

Europa echa brotes invisibles de equilibrio,

siempre verdes, muy cerca del corazón.

Tomado de:

https://franciscocenamor.blogspot.com/2021/10/poema-del-dia-el-sueno-de-europa-de.html

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