lunes, 16 de agosto de 2021

POEMAS DE ALBERT EHRENSTEIN

 

(23 de diciembre de 1886, Austria - 8 de abril de 1950, Nueva York, Estados Unidos)


Senna-hoy

Desde que estás enterrado en la colina,

 

la tierra es dulce.

 

Y adonde vaya de puntillas, ando por caminos puros.

 

Oh, las rosas de tu sangre

 

impregnan dulcemente a la muerte.

 

Ya no tengo miedo

 

a la muerte.

 

Sobre tu sepulcro florezco ya,

 

con las flores de la enredadera.

 

Tus labios me llamaron siempre.

 

Ahora mi nombre no sabe volver.

 

Cada palada de tierra, que oculté,

 

me sepultó también a mí.

 

Por ello, la noche está siempre conmigo,

 

y las estrellas, apenas al crepúsculo.

 

Y nuestros amigos ya no me entienden,

 

porque soy una extraña.

 

Pero tú estás a las puertas de la ciudad más silenciosa,

 

y me aguardas, ¡Oh, ángel!

Tomado de:

https://www.lifeder.com/poemas-expresionistas/

 

Una canción de amor

 

Sobre tus mejillas descansan

 

palomas doradas.

 

 

 

Pero tu corazón es un torbellino.

 

Tu sangre corre como mi sangre.

 

 

 

Dulcemente,

 

junto a los frambuesos.

 

 

 

Oh, cómo pienso en ti...

 

pregúntalo a la noche.

 

 

 

Nadie puede jugar tan bien

 

con tus manos.

 

 

 

Ni construir castillos, como yo,

 

con dedos de oro.

 

 

 

¡Oh, fortalezas de altas torres!

 

Somos piratas entonces.

 

 

 

Cuando estás conmigo

 

me siento enriquecida.

 

 

 

Me tomas de tal modo junto a ti

 

que veo estrellarse tu corazón.

 

 

 

Salamandras irisadas

 

son tus entrañas.

 

 

 

Estás hecho de oro,

 

y todos los labios contienen el aliento.


Canción del solitario

 

Pleno de armonías está el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques

 

se han reunido de noche en cabañas más silenciosas;

 

los pastos cristalinos del venado.

 

 

 

La oscuridad suaviza el murmullo del arroyo, las húmedas sombras.

 

 

 

Y las flores del estío, que suenan hermosas al viento.

 

Ya alborea la frente del hombre pensativo.

 

 

 

Y hay una lamparilla encendida, lo bueno, en su corazón,

 

y la paz de la cena; porque el pan y el vino bendice

 

la mano de Dios, y desde ojos nocturnos se contempla

 

silenciosamente el hermano. ¡Que pueda descansar del peregrinaje espinoso!

 

¡Oh, la morada en el azul inspirado de la noche!

 

 

 

La sombra de los ancianos es también amorosamente abrazada por el silencio,

 

el tormento purpúreo, queja de una estirpe insigne,

 

que muere piadosamente en el nieto solitario.

 

 

 

Porque, siempre más resplandeciente, despierta de los minutos negros de la locura

 

el hombre resignado en el umbral de piedra.

 

Y lo abraza intensamente la frescura del azul y el luminoso fin del otoño,

 

la casa silenciosa y el lenguaje del bosque.

 

Medida y norma, y las sendas de plata del solitario.

 

 

Humanidad

 

¡Oh, los hombres de cráteres nacidos!

 

Tambores y guerreros tenebrosos

 

entre sangre; las negras armas suenan.

 

Noche, locura y melancolía.

 

La codicia, la caza, la mujer.

 

Nubes, luces que nacen, y la Cena.

 

La dulce paz habita el pan y el vino.

 

Y doce son aquellos reunidos.

 

En sueños gritan bajo los olivos:

 

Tomás toca la llaga con su mano.

 

 

De profundis

 

Cae la negra lluvia sobre una rastrojera.

 

Un árbol pardusco, que está solo.

 

Un viento susurrante, que abraza unas chozas vacías.

 

¡Qué triste está la tarde!

 

 

Junto al pueblo,

 

la dulce huérfana recoge todavía unas escasas espigas.

 

Sus ojos redondos y dorados se regocijan en el crepúsculo.

 

Y su seno aguarda al novio divino.

 

 

 

Al regreso,

 

los pastores hallaron el dulce cuerpo

 

en el zarzal, putrefacto.

 

 

 

Soy una sombra en aldeas lejanas y sombrías.

 

El silencio de Dios

 

bebí en el manantial del bosque.

 

 

 

El frío del metal recorre mi frente.

 

Las arañas buscan mi corazón.

 

Hay una luz, y se extinguió en mi boca.

 

 

 

De noche me encontré en un páramo

 

cubierto de inmundicias y del polvo de las estrellas.

 

En el zarzal

 

resonaban otra vez los ángeles de cristal.

 

 

En el suelo natal

 

Por la ventana enferma, perfume de resedas.

 

Viejo el lugar, y negro el castaño desolado.

 

Flechas doradas que van atravesando el techo,

 

y como en un ensueño, a los hermanos ciegan.

 

 

 

Aguas sucias, corruptas, y el suave susurrar

 

del viento del sur en el jardín castaño; goza

 

en silencio el girasol su oro y se deshace.

 

Al aire azul resuena la guardia que saluda.

 

 

 

Perfume de resedas. Desnudos muros brillan.

 

Sueño pesado de la hermana. El viento agita

 

su cabello que baña la luna con su lustre.

 

Resbala azul y angosta la sombra de un felino

 

sobre el podrido techo. Aguarda el infortunio

 

la luz de la bujía, que púrpura se empina.

Tomado de:

http://www.geocities.ws/manzanasyserpientes/literatura/5-taller.html

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