miércoles, 11 de agosto de 2021

POEMAS DE RENATO LEDUC

(Ciudad de México, 16 de noviembre de 1897/ 2 de agosto de 1986)


El aula

El maestro de griego nos decía: Las palabras

macularon su antigua pureza. Las palabras

fueron antes más bellas... Las palabras...

 

Y la voz del maestro se quedaba prendida

de una tela de araña.

Y un muchacho con cara de Hamlet repetía:

Palabras... Palabras... Palabras...

 

Pequeños refranes: El que calla otorga.

Oh amada,

que calzas tus frases con chanclos de goma,

pero nunca otorgas.

 

¿Conoces la nueva?

El silencio es oro, la palabra es plata.

Ergo, pignorables.

Y existen palabras que solo se dicen

en casos fortuitos,

como la palabra del Abracadabra...

 

El maestro sigue diciendo palabras.

El arte... la ciencia...

Algunas abstrusas, algunas preclaras.

 

El muchacho con cara de Hamlet, bosteza;

y fuera del aula,

un pájaro canta

silencios de oro

en campo de plata...

 

Los buzos diamantistas

 

I

 

Una nítida noche, en que la pedrería

sideral deslumbrada,

los buzos diamantistas, en santa cofradía,

descendimos al mar...

 

Puede ser -nos dijimos- puede ser

que la luz de Saturno, diluyéndose, forme

algún extravagante sulfato, alguna gema

nunca vista jamás...

 

II

 

Puede ser, nos dijimos...

Lunarios opalinos, Academias

rutilantes de nácar y coral,

donde monstruos socráticos decían

que sólo siendo feo se puede ser genial.

 

Dialéctica sucinta de un sabio calamar:

 

Seamos impasibles, sublimes y profundos

como el fondo del mar.

Si no por altivez, por desencanto

imitemos el gesto del océano

monótono y salobre...

Es lo mismo que un astro se derrumbe

o se muera un gusano.

Seamos impasibles como el fondo del mar...

 

III

 

Y después --oh adverbio ineludible--

una joven medusa iridiscente

embrujo nuestros sueños.

¿Qué doncella mortal puede tener

su encanto deleznable, y sus pupilas

que fosforecen vírgenes de llanto?

 

Una vez nada más, entre dos aguas,

contemplamos su grácil navegar.

Como el rey Apolonio ahora decimos:

Yo tuve un nombre,

un bello nombre que perdí en el mar.

 

IV

 

En un cielo violáceo bosteza Lucifer.

El ponto está cantando su canción azul.

Los buzos diamantistas, en sana cofradía,

volvemos a la tierra, a vivir otra vez.

Traemos del abismo la pesadumbre ignota

de lo que pudo ser...

Tomado de:

https://www.poemas-del-alma.com/renato-leduc.htm

 

Égloga IV

 

Muchacha: Ya sonó el despertador.

Parece

que amanece.

Tu marido no tardará en llegar

y si me encuentra...

 

Ya -terrones de azúcar- las estrellas

disuélvense en la leche matinal;

ya renace la vida pueblerina;

ya los gallos comienzan a cantar...

 

Oigo mugir un buey en la barranca.

 

Muchacha, tu marido

no tardará en llegar...

 

De "El aula" 1929

 

Estrofas en torno de un amor menguante

 

Luna impoluta que miré de niño

rodar entre el verdor de la arboleda;

verso primero escrito sin aliño

amor primero del que nada queda.

 

Sueños de gloria y esperanza incierta,

viajes absurdos de la fantasía

y penetrar al cielo por la puerta

estrecha del dolor, sin alegría.

 

Confín violáceo del venusto monte,

fogata temblorosa que agoniza,

neblina que confiere al horizonte,

grises de perla o grises de ceniza.

 

Turbia serenidad que otrora tuve,

perdida ya para fortuna mía.

Desgarradora condición de nube

ardida al rojo blanco, pero fría.

 

Marino afán de corregir el rumbo

que Dios imprime a la perdida barca,

y quedar a merced de viento y tumbo

sobre la inmensa superficie zarca.

 

Cándida confesión que no hice nunca,

amor buscado y nunca conseguido,

poema nunca escrito, vida trunca,

vuelo en el acto de arrancar, fallido.

 

Discreta como usted, como usted blonda,

la media luz de los atardeceres.

Menguante amor prendido de la honda

noche con diamantinos almeres.

 

Todo el candor que nos quitó la vida,

toda la fuerza que nos dio el dolor,

todo es ahora luz desvanecida,

tibieza, soledad, último amor...

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

 

Ineludible poema del adiós

 

Sólo un occiduo sol que disemina

en tintas jaldes la silueta tuya,

extraviada en los riesgos de una esquina,

sin quien a mi fervor la restituya.

 

Blanco pañuelo

que tremolaste con enhiesto brazo,

signo será de adiós y desconsuelo

cuando se vuelva a presentar el caso.

 

Rueda la noche y en la noche el tren,

el uno y la otra por distinta vía;

alguien habrá que en el desierto andén

consigne fardos de melancolía.

 

Diáfano cielo

con un errante corazón de plata;

cuántas muchachas llorarán en celo.

Oh, gemebundo amor de gato y gata.

 

El agrio viento que en Paris y en otros

turbios países torna la veleta,

por falta de veleta entre nosotros

a transportar suspiros se concreta.

 

Luces, fugaces luces

de una casa perdida en la llanura;

cuántas doncellas beberán de bruces

sueños, que el sol amargo desfigura.

 

Viento del mar que con hinchado aliento

al viento avienta iridiscente espuma;

al cruzar tu recuerdo amarillento,

olor de viaje y de marisco exhuma.

 

Estos gajos lunáticos de luna

saben a menta;

cuántas muchachas llorarán a una

dicha, perdida por error de imprenta.

 

Brumoso viento que nos cuenta el cuento

del viejo Valdemar

y sus hijas, que en modo truculento

sucumbieron, cansadas de esperar.

 

A viajero veloz, senda florida.

Oh, muchachas de amable contextura,

hay que decir adiós porque la vida

es menos dura cuanto menos dura.

 

Estrella, estrella

que contemplas cien mundos a la vez,

¿dónde está, di, la postrimer doncella?

dónde está, pues...

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

 

Inútil divagación sobre el retorno

 

Más adoradas cuanto más nos hieren

van rodando las horas,

van rodando las horas porque quieren.

 

Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted,

su perfume, su acento,

una lágrima suya que mitigó mi sed.

 

El oro del presente cambié por el de ayer,

la espuma... el humo... el viento...

Angustia de las cosas que son para no ser.

 

Vivo de una sonrisa que usted no supo cuándo

me donó. Vivo de su presencia

que ya se va borrando.

 

Ahora tiendo los brazos al invisible azar;

ahora buscan mis ojos con áspera vehemencia

un prófugo contorno que nunca he de alcanzar.

 

Su perfume, su acento,

una lágrima suya que mitigó mi sed.

¡Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,

si usted, una vez más, volviera a ser usted!

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

 

La conversión

 

                                                                                               Prólogo

 

Pensamos que ya era tiempo de ser románticos,

y entonces

confeccionamos un paisaje ad-hoc,

saturado del más puro idealismo,

y barnizamos la luna

de melancólico color.

 

Adquirimos también

una patria y un dios

para los usos puramente externos

del culto y del honor.

 

(Vertimos por la patria

medio litro de sangre;

comulgamos con ruedas de molino

por el amor de Dios.)

 

¡Ah!... y teníamos una dama

propia para el corazón.

Usaba las manos blancas,

un albo cuello de cisne

y los ojos insolubles

a la temperatura del alcohol.

Era una dama Capuleta,

hábil para charlar en el balcón.

 

Naturalmente, Chopin

y algunas otras cosas similares,

nos hicieron llorar más de una vez,

pero justificamos nuestro llanto

con el capcioso: ¿Quién que es, no es?

 

Y otras veces

llorábamos también por la exquisita

banalidad de nuestra vida

ida.

Cuando

vicios, virtudes y personas notables

bailoteaban

sobre la cuerda de nuestra ironía,

como muchachos locos, en la escuela,

o como tiples en la pasarela.

 

Y al fin fuimos cristianos

por esnobismo.

Necesitábamos precisamente

algún egregio sembrador de dudas

y en un baile de máscaras

la rubia Magdalena nos presentó a Jesús.

 

Y sucedió, porque al atardecer

las pasiones jocundas acallaron

su estentóreo fulgor de dinamita.

Éramos mansos de corazón

y la carne del Cosmos era de una

estupenda belleza hermafrodita.

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

 

La esquina

 

Cuánto tiempo esperé contra la esquina

de mi perplejidad un grande amor;

cuánto tiempo esperé y cuando llegó

apenas pude caminar tras él.

 

La pantalla platónica -la esquina-

nos arroja la sombra torturada

de las cosas

que la razón glacial estratifica.

 

El silbato de tránsito es un geiser

glutinoso.

El amor se bifurca en esperanzas

que alambique cerúleo cristaliza,

y esa mujer que va pasando deja

glaucas estalactitas de sonrisa.

 

Dramática figura del que espera

un aleatorio amor en cada esquina.

Blanco de las potencias enemigas;

de los perros que orinan,

de los dioses acuáticos

y del camión fecundo en tropelías.

Triste figura mía

que abjuraste de todo movimiento

esperando en la esquina

cosas como el amor, tardas, ambiguas.

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos
y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

 

 

Moraleja de todo esto o séase la manera como, a juicio del autor,
ha de estarse el hombre de buen vivir y savoir faire...

 

Como el señor,

como el señor del Buen Despacho que era

un amigable y buen componedor

en los tumultos de la primavera.

 

Como el cine que afoca

a los novios penumbra placentera

mientras chicle permutan boca a boca

y les tiemblan las piernas, en tijera.

 

Como la dulce, la plateada luna

que perdió sus virtudes de planeta

una por una

en abyectos oficios de alcahueta.

 

Como la madre de la bailarina

que da a prócer rufián pública y quieta

posesión; y da la esquina

al insolvente amor de hija coqueta.

 

Como aquellos que salga lo que salga

quieren a todas luces explicar

la condición sedeña de una nalga,

de Dios la esencia y el color del mar...

 

Vender la vida en más de lo que valga

¿polvo de oro...? ¿colmillos de elefantes...?

y la raída indumentaria hidalga

vender cuanto antes...

 

Como el señor honrado, aunque cabrón

que por haber merced o cualquier cosa,

dona al patrón

el usufructo de la casta esposa.

 

Como el señor de convicciones que

al triunfador en ortodoxo posa,

y va -olvidadizo de lo que antes fue-

de flor en flor, como la mariposa.

 

Como el joven altivo pero bajo

cuya bifronte idiosincrasia estriba

en darle por detrás a los de abajo

y ofrecer el trasero a los de arriba.

 

O como el jubiloso campanero

que con igual fervor mueve el badajo

en la boda, el bautizo y el postrero

instante en que nos vamos al carajo.

 

Un ojo al gato y otro al garabato

armado el brinco y las pisadas lentas

cuando nos llegue el doloroso rato

de hacer las cuentas...

 

Pues el que canta sin firmar contrato

ay de él...

y, ay del que tiene que vender barato

la tibia leche y la dorada miel...

 

De "Breve glosa al Libro de buen amor" 1939

 

 

Otra canción de otoño

 

Todos cantan a tiempo su canto postrimero.

Con la barba en la mano o de otro modo,

al llegar el invierno,

todos modulan su canción de otoño.

 

Cuando llora la carne,

cuando el aire es tan puro que nos ahoga,

y es tan lúcido el cielo que nos deslumbra,

descendemos cantando de las montañas

a beber agua turbia de la laguna.

 

Cuando llora la carne:

eres aquella misma que contemplamos

desnuda bajo el triunfo de un día de sol.

Eres aquella misma, con la cabeza

cenicienta y vejada por el dolor.

 

Con la barba en la mano o de otro modo,

todos modulan su canción de otoño.

Dispendiosa elegancia de los crepúsculos.

Dispendiosa elegancia de las mañanas,

muy de mañana.

 

Ya nos pesa en el alma la formidable

castidad -roca y nieve- de la montaña,

y aceptamos tan sólo la luz de Vésper

porque tiembla y cintila como una lágrima.

 

Todos cantan a tiempo su canto postrimero,

muy pocos en verano, muy muchos en invierno.

 

La severa prestancia de los cipreses,

coloridos de sepia crepuscular,

edifica el cansancio de nuestra casa

y exornamos de rojo nuestra tristeza,

y seguimos cantando, que todo pasa.

 

Y en la margen fangosa de la laguna

húndese sollozando la carne infausta,

trunca y convaleciente como la luna.

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

 

Romance del emigrante

 

Nublado sol de estas horas

en que no te puedo ver.

Sol azul como tus ojos,

el de ayer.

 

Postes... alambres... alambres

hasta el infinito y más.

Postes, alambres y pájaros

fatigados de volar.

 

Luz amarilla del sol,

sesgando sobre un trigal

-tu cabello y las ventanas

abiertas de par en par-

 

Postes... alambres... amor

vislumbrado al transitar:

 

furia de macho cabrío,

candidez de recental

y un pobre muchacho absorto

ante el milagro carnal.

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos
y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

 

Temas

 

                                                                              Preámbulo inevitable a

                           "Algunos poemas deliberadamente románticos"

 

                                                                                   Para Mario Mariscal

 

No haremos obra perdurable. No

tenemos de la mosca la voluntad tenaz.

 

Mientras haya vigor

pasaremos revista

a cuanta niña vista

y calce regular...

 

Como Nerón, emperador

y mártir de moralistas cursis,

coronados de rosas

o cualquier otra flor de la estación,

miraremos las cosas

detrás de una esmeralda de ilusión...

 

Va pasando de moda meditar.

Oh, sabios, aprended un oficio.

Los temas trascendentes han quedado,

como Dios, retirados de servicio.

La ciencia... los salarios...

el arte... la mujer...

Problemas didascálicos, se tratan

cuando más, a la hora del cocktail.

 

¿Y el dolor?, ¿y la muerte ineluctable?...

Asuntos de farmacia y notaría.

Una noche -la noche es más propicia-

vendrán con aspavientos de pariente,

pero ya nuestra trémula vejez

encongeráse de hombros, y si acaso,

murmurará cristianamente...

 

                                                                 Pues...

 

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

Tomado de:

http://amediavoz.com/leduc.htm

 

Himenoclasta

 

 

 

(Epitafio para la tumba de

José Valenzuela Rodríguez)

 

 

Tú que con sutileza de geómetra euclidiano

determinaste el radio probable del placer;

y calculaste, sólo con aplicar la mano,

cuántas pulgadas mide un sexo de mujer. . .

 

Tú que pontificaste con gesto sibarita

en los propíleos sacros del poliforme amor;

y a cincuenta doncellas —palomas de Afrodita—

mostraste los senderos del más grato dolor...

 

Cuando la Ker te ciegue definitivamente,

trasmútese tu carne en una vida potente;

y que tu lengua sea, ya para siempre muda,

hoja que cubra el sexo de una virgen desnuda...

 

(El aula, etc.)

 

Tiempos de Pancho Villa y de la guerra de mentadas y tiros en la sierra tiempos de fe no en dios sino en la tierra

 

 

 

Por el cerro de la Pila

fueron entrando a Torreón

mi general Pancho Villa

y atrás la revolución...

¡Ay jijos...! ya se nos hizo

cuánto diablo bigotón...

 

Ya viene Toribio Ortega

subiendo y bajando cerros

y no te enredes ni engañes

que ahí anda Pablito Seáñez

haciendo ladrar los perros.

 

¡Cuánto usurero barbón...!

¡Ay jijos... cómo les vuela

de la levita el faldón...!

¡Ay jijos... ya se nos hizo:

triunfó la revolución...!

 

Tenemos camino andado...

No hay que juntarse con rotos

siempre te juegan traición

ya Madero está vengado

ya murió la usurpación.

 

En su caballo retinto

llegó Emiliano Zapata

bonita su silla charra

y sus botones de plata

pero mucho más bonito

su famoso Plan de Ayala...

 

Este gallo es de navaja

y no es gallo de espolón

si quieres tierra trabaja

trabaja no seas huevón...

 

Ya llegó don Venustiano

con sus anteojos oscuros

y Villa y Zapata gritan:

No sé que tengo en los ojos...

porque ya en Pablo González

se vislumbra la traición

¡Ay reata no te revientes

que es el último jalón...!

 

Ya se están muriendo todos

¡Jesús qué desilusión...!

se está volviendo gobierno

¡Ay dios…! La revolución

 

(Corrido de la Revolución Mexicana)

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/187-085-renato-leduc

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario