miércoles, 23 de septiembre de 2015

POEMAS DE ANTONIO CISNEROS


ANTONIO CISNEROS
(Lima, 1942-2012)
Pequeña Antología
Selección de textos: Mario Meléndez


Paracas


Desde temprano
crece el agua entre la roja espada
de unas conchas

y gaviotas de quebradizos dedos
mastican el muymuy de la marea
hasta quedar hinchadas como botes
tendidos junto al sol.
Sólo trapos
y cráneos de los muertos, nos anuncian
que bajo estas arenas
sembraron en manada a nuestros padres.

Cuestión de tiempo

I
Mal negocio hiciste, Almagro.
Pues a ninguna piedra
de Atacama podías pedir pan,
ni oro a sus arenas.
Y el sol con sus abrelatas,
Destapó a tus soldados
Bajo el hambre
De una nube de buitres.
II
En 1964,
donde tus ojos barbudos
sólo vieron rojas tunas,
cosechan —otros buitres—
unos bosques
tan altos de metales,
que cien armadas de España
por cargarlos
hubiera naufragado bajo el sol.

Canción de obrajes, bajo el virrey de Toledo

De la barriga de mi madre
caí entre duras tunas,
y destas espinas, me tiraron
junto a un lecho de huesos.
Así moliendo metales,
engordaron mis piojos.
Así, moliendo y masticando
los metales,
cada noche recostaba
las costras de mi cuerpo
sobre arañas.
Así, cansado de pelear
mi comida con las ratas,
dejéme amontonar
entre los muertos.

A Cristo en el matadero

Cuando hablaste
del amor y repartías
las paz y los pescados,
se acercaban para amarte, Señor
amable y sabio.

Un buen día, aburridos
de milagros,
hartos de caminatas,
decidieron
cambiar tu cabellera
y tus sandalias
por unos cuantos reales.

Lleno de clavos
tu cuerpo, fue enterrado
junto al vientre
de las ratas.

Tus palabras
se hicieron estropajos,
tambores pellejudos
que anuncian
negocios y matanzas. 

(de “Comentarios reales”, 1964) 


2. Sé que hablan de mí, sé que me espían


Sé que hablan de mí, sé que me espían
entre un macizo de altísimos papayos.
El viento (despreciable) acumula las nubes
contra el sol que calienta
las aguas de mi baño. Reclinada
en los bordes de la loza,
rígido el cuello (la cervical nerviosa),
lejos de la veranda junto a los chopos
(¿qué es un chopo?) o los chanchos de tierra.
Y las aguas que pierden su tibieza
(mi carne de gallina). Incómoda
con mi propio destino. Ya no quiero
saber todas las cosas que sabía
(las mejores recetas de pescado
y el grito de las aves). Es mejor
yacer cual un adobe en los escombros
(que ninguno codicia bien o mal).
Sé que hablan de mí, sé que me espían.
En este vaso verde como un prado
(laberinto sin fondo)
apachurro yo misma mi limón.
Prefiero ajarme con ron y cola-cola
que en la mano del viejo repelente.
No es que ignore mi páncreas
ni que cante (perro lobo a la luna)
las sombras de la muerte. Amo la Vida
y me gusta tocarla como tocan
las sábanas de Holanda .
mi vientre en los veranos y apretarla
como aprietan en invierno
las pieles de los osos. Ese viento
(siempre despreciable) revuelve las mamparas,
los toldos del jardín.
Rescato la botella de ron, me bamboleo
con las últimas noticias. Al nuevo día
no me quiero hecha polvo en el espejo,
no me quiero hecha polvo en el espejo,
no me quiero hecha polvo en el espejo.






3. Y de pronto un olor suizo, malo


Y de pronto un olor suizo, malo.
Un cuerpo breve, verde, mantecoso
y sin tratos mayores con el agua potable.
Allá en los altos de San Juan Bautista,
frente al gran pisonay. Sólo curiosa,
sin pizca de humedad en mis estambres
seguí el rancio ritual.
Había luna llena (muy amarilla)
y los comerciantes de ganado
ebrios se despedían, tambaleantes
en sus caballos peludos de Cangallo.
Siete vacas, un buey, doce carneros
fueron negociados con provecho
durante la jornada. Yo no sé
por qué demonios (o deidades)
he terminado sobre esta cubierta
de lana roja y marrón, con animales
azules en los bordes y migajas
y emplastos de caldos antiguos. Aterrada
(aunque fingiendo mundo) ante las olas
de su hambre repelente de cantón
(suizo). sus rodillas heladas.
Por curiosa. Mi amor desperdiciado
me duele en el altillo de San Juan.
Mañana he de lavarme con jabón
de cristal y piedra pómez. Evitaré
que vean mis miserias bajo el sol.






4. Y van a decir que canto


Y van a decir que canto
desde la vanidad (o la ignorancia).
Ya no me importa, ratas,
lo que digan (aunque duela)
ahora que he perdido el respeto
de mis hijos, mi jardín,
mis animales (el perrito y la calandria)
por ocultar mis gracias de la envidia.
Ahora que corté mi cabello, cubrí
mis piernas de cobre con ceniza.
Les voy a recordar que yo medía
diez centímetros más que mis iguales,
y era sabia y bella y bondadosa.
Y a pesar de estos vestidos
baratos y sintéticos
(que casi nunca lavo) les recuerdo
mis bellos camisones
de algodón ovillado, mis sedas
que guardo entre frazadas
repletas de alcanfor, para la pena,
el goce, el desperdicio
(y la envidia otra vez).






5. Y de Dios ¿qué más puedo decir?


Y de Dios ¿qué más puedo decir
que Él no lo sepa? Casta soy
pero no hasta el delirio.
Me preocupé (como muchos)
por los pobres del reino.
Y veo como todos)
el paso de la nave de los muertos.
Y temo. Y bebo valeriana.
Recíbeme con calma, mi Señor.

De "Propios como ajenos" Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989



Cantiga del Grünewald


Agua de ajos tu sangre
una alameda
de tilos florecida
un verdulero turco
un edificio
de piedras en salmón
o lúcuma o melón
donde nadie responde
o bien
de la estación
al lago
a trote por el bosque
Grünewald
ardillas comadrejas
donde nadie otra vez
y siempre igual
el teléfono envuelto
en una manta
al fondo del cajón
encerrado con llave
entre ese closet
(                             )
te ofrezco un matrimonio
maronita
la bufanda escocesa
o un cerdo de Ceylán.

De "Propios como ajenos" Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989


 

Las estaciones


1. Primavera


Cuando lleguen los tiempos
de la fiebre del oro, qué felices
seremos los pastores.
Sin tormentas de arena.
prósperos en el comercio del tocino
de fina calidad
y bajo precio.
Inmortales seremos los pastores.
Admirados.
Hasta el fin de los siglos.


2. Verano


El jugo de naranja era tan rojo
como el casco de un barco.
El jugo de naranja que bebiste
en pleno malecón
el mismo día
que el mar se retiró
40 millas
antes de desplomarse.


3. Otoño


Amo la soledad de estos parajes,
los bien cocidos alimentos
que no he de compartir.
Aleluya.
Es la hora
en que el ferry de Dover
se aproxima a Calais
bajo un cielo sin aves.
La hora en que el océano
carece de importancia.


4. Invierno


Es el aire
lila y helado, revuelto
por la proa del avión
que avista el aeropuerto
ya repleto
de luces y animales.
El aire de Ayacucho.
Ningún otro.

De "Propios como ajenos" Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

 



Marina


                                                                                                     Para Tito Flores Galindo

Un guardacaballo gigantesco reposa sobre el techo de mi casa.
          Sombra contra la luz y los cangrejos calientes del cantil. Es la frontera.

Más allá sólo existen la China y el Japón (suelo decir)
          aunque en verdad primero están los montes de coral.
          Y antes  todavía

una recua de islotes en naufragio / blancos y viejos como
          esta misma orilla. Finisterre.

Las lizas argentadas y las lomas remontan la corriente de las aguas servidas.
         Y los pubis son agrios bajo el peso de las moscas zumbonas.

Banda del mar Pacífico que ninguno codicia. Una casa rosada,
         sus florones de yeso y un reloj.

Aquí estoy, en el límite exacto de la tierra. Las ratas del cantil
         son como acacias abiertas por la sal.

Finisterre. Los cirros y los cúmulos descienden en tropel de Pacasmayo
         y se demoran en el aire del Sur.

La isla del Frontón se bambolea como una vaca muerta a la puesta del sol.
         Y nada resta.

Vuela el guardacaballo sobre las olas. Se disuelve el paisaje y los navíos
         evitan esta costa imaginaria.
 

De "Propios como ajenos" Antología personal  (pag. 200)
Editorial Inca, Lima, Perú 1989
pag 200


 


Nocturno


Vivo en una casa protegido
por mujeres pequeñas, alegres y benignas.

Fuera de eso, el aire es áspero y azul
(y malo para el asma).

Un abra entre las nubes y la tráquea
atrás del horizonte.

Inmóvil dentro y fuera del pulmón,
compacto y plano.

Las hormigas pululan a la luz de la luna
y sin destino.

Las aguas se retiran y nos privan
de todas las especies comestibles.

No tardes, Nora Elvira, amada y lenta.
Lenta mía y bucólica no tienes

ni siquiera la excusa
de algún verde pasado rural.

De "Propios como ajenos" Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989


Poema Cuatro Boleros Maroqueros

1.-
Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa mas aburrida del suburbio
no habrian primaveras ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieran
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2.-
Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.

3.-
Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.

4.-
No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.




LONDRES VUELTO A VISITAR(ARTE POETICA 2)

 London’s burning

London’s burning

Por qué demonios tuve que volver a buscar esos muertos que ya otros habían enterrado.

8 Gloucester Road, 10 Redcliffe Gardens, Earls Court, Nevern Square, Metro de Sloane.

Coliseos después de los cristianos, cáscaras de huevo destruidas y armadas a lo largo de todo mi destierro.

“Las ciudades son las gentes que dejas”. Y qué había dejado sino cuentas del Kensington, la casa sin pagar.

Mis amigos se aburrieron de mi peña, y yo de leer versos para caer en gracia. Al fin y al cabo

las iguanas no podían echarle la pelota a sus agallas porque ya no servían, ni aullar por sus aletas llenas de uñas:

no había más remedio que saltar a la tierra (fin de la Era Terciaria).

Pero es bravo saber cómo y cuándo se pasa de ese Antes De Cristo al Después De,

si uno sale a la calle el día uno (siendo el siglo primero) y cree que es un viernes 24

(esto suena a Vallejo) y encuentra un Daily Mirror en el Metro y se entera que es jueves.

De ahí la explicación porqué Bernini perdió su clientela -próspera, al día en las noticias-

haciendo planos amplios, detallados del Gran Renacimiento cuando el mundo pasaba al corral del Barroco.

Ahora lo sabemos.

Elsham Road. Allí está la casita donde íbamos a ser / felices como chanchos.

Y el griego de la esquina que no me reconoce todavía. Cómo decirle “he vuelto después de casi un año”,

si aún no me comprende cuando pronuncio harina, lechuga, perejil (ah los griegos son duros de la oreja).

Mi primera esposa se quedaba dormida antes de los horarios convenientes, mis amigos

practicaban costumbres parecidas. Y el mundo es terminar chupando con algún sudafricano

negro, con algún sudafricano blanco ( a favor de los negros) y una reja

que en la noche rechina y te entusiasmas y entonces te imaginas a un viejo visitante:

la muchacha que juró perseguirte por las siete provincias, un dramaturgo inglés con yerba en los bolsillos. Una gorda que regresa cansada, que trepa a su covacha, eructa -no te saluda más.

Por todas esas cosas nunca vale la pena volver a las ciudades (ni habitarlas).

Y aquí, en la frontera con Italia, otra reja rechina. Es el Mistral, es la gorda extranjera que te eructa.

A veces piensas que si fuese la Muerte también te alegraría (y esto resuena a Heraud).

Y en Lima rechinaban esas rejas, y una y otra vez eran la misma, la redonda impostora, la que eructa: Ceniceros repletos,

el humo como un choro entre su concha (bajo el viejo silencio del primer cigarrillo), y en la calle

te es la misma vaina treparte al colectivo que va al Norte, treparte al colectivo que va al Sur

(“un laurel viejo de las manos del propio Virgilio y de manos de Erasmo una medalla rota”).

Me parece mentira que no aprendas.

Ya van a repetir -si lo repiten- que rampas entre tonos y entre temas de algún Romanticismo.

Sea el Arte Poética …. El libro de mis libros se acabó.

 

Por la noche los gatos, México, 1989

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