Amílcar Osorio
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STANZA
parece que ante fue un garaje a donde vinieran
los carros a dormitar, parece que antes fue una
floristería de flores venenosas y dispersas. Parece
que antes también fue una botica de cosméticos
o algo por el estilo.
pero, en realidad, fue la morada de algunos pétalos,
de palabras inciertas, regalos y amores indecisos
todos.
parece que ahora es algo así como un recuerdo,
como algo que se alquila o se venera.
los carros a dormitar, parece que antes fue una
floristería de flores venenosas y dispersas. Parece
que antes también fue una botica de cosméticos
o algo por el estilo.
pero, en realidad, fue la morada de algunos pétalos,
de palabras inciertas, regalos y amores indecisos
todos.
parece que ahora es algo así como un recuerdo,
como algo que se alquila o se venera.
CUERPO CELESTE
Con aplicación reverente
va fundando besos
por todo mi cuerpo:
aquí uno frio y rápido
como un Aldebarán apagado,
aquí uno más ardiente, Betelgeuse,
aquí un mordisco, aquí una luna,
aquí otro y otro aquí, asteroides,
aquí las Pléyades, y en el pecho
la vagante supernova,
una binaria azul en las caderas,
uno de cráteres abiertos en la boca,
cúmulos estelares en la frente,
hasta convertirme en la equivocada
constelación de la Medusa
fija en el firmamento de esta noche.
DEL LADO DE LOS SUEÑOS
esta noche, la noche ha pasado su buen rato
recorriendo las avenidas desoladas,
visitando el purulento río
que parte la ciudad como su tajo de podre:
incógnita e indiscreta ha subido
las turbias escaleras que conducen
a hoteles y residencias donde los pederastas
hacen el amor con los muchachos;
impúdica y con aire despreocupado
se ha ido por callejones de cuchillos,
por crudas luces que caen a las calles
como empujadas desde las cantinas
y los lupanares de gritos recedidos.
Esta noche, en tanto, yo me he ido yendo solo
por las encrucijadas del lado de los sueños,
alejado de los sobresaltos, por un mundo
muelle y quieto, cercano e impalpable,
por unos estanques de luz sin precedentes,
por unos giros desconocidos y vagos,
para caer, de súbito, al amanecer,
entre sus brazos de aurora boreal.
Morada
Para su casa ha estudiado los vientos
—que no los haya de amor
para que no los haya de pena:
que no los haya de pasión
para que nos los haya de las soledades.
¡Ah! los vientos de las soledades.
Por las cuatro puertas
ha tocado su trompeta
para renunciar al sonido de las aves,
a las proposiciones del paisaje,
a la voluptuosidad de la luz,
y se ha encerrado en su silva íntima
a tocar su flauta solo.
¡Ah! y ha cernido un azor en los pórticos
para guardar su dominio.
¡Ah! los vientos de la pena.
DEL LADO DE LOS SUEÑOS
Esta noche, la noche ha pasado su buen rato
recorriendo las avenidas desoladas,
visitando el purulento río
que parte la ciudad como su tajo de podre:
incógnita e indiscreta ha subido
las turbias escaleras que conducen
a hoteles y residencias donde los pederastas
hacen el amor con los muchachos;
impúdica y con aire despreocupado
se ha ido por callejones de cuchillos,
por crudas luces que caen a las calles
como empujadas desde las cantinas
y los lupanares de gritos recedidos.
Esta noche, en tanto, yo me he ido yendo solo
por las encrucijadas del lado de los sueños,
alejado de los sobresaltos, por un mundo
muelle y quieto, cercano e impalpable,
por unos estanques de luz sin precedentes,
por unos giros desconocidos y vagos,
para caer, de súbito, al amanecer,
entre sus brazos de aurora boreal.
FORMINX
Entre su cuerpo y el mío
es una luna su muerte.
EL TIEMPO DEL AMOR
Termina la fiesta
si apenas empieza.
Y se van ya
los amados que no llegan.
¡Faltan tanto!
Apenas mana el vino
vacías ya las copas,
vacías las botellas.
Los labios se entreabren
y ya se ha ido el beso.
El amor no es efímero,
es efímero el tiempo.
PASAJE
Una muchacha se inclina
sus senos inquietos
sus nalgas desiertas
el tren pasa exhibiendo
sus vagones de carga
la silueta de los hombres
en los techos veloces
recoge la muchacha
algo que ha dejado
caer involuntariamente
una semilla redonda
un anillo un frasco de perfume
las curvas de su cabellera
las barcas en la arena
mecidas por los muchachos
que saltan en los mástiles
el tren es un flautista
corriendo apresurado
a la caída de la tarde
las nubes se ven por la ventana
descansa sus nalgas la muchacha
-los médanos, las barcas-
en donde saltan los muchachos
yergue sus senos agitados
y respira el olor del tren
que viene con el viento vespertino.
SOLFATARA
Pulsa el corazón al templo
de los lampos rosados
que la insomne luz de neón
esparce por los muros del cuarto.
El amor de ese incendio
que incesante se agita
en el lugar callado, lejos.
Nuestros labios necrorosados
por los besos insistentes
que se alejan y se acercan
-no rosas sino grietas
de planetas en pavesas,
siderales fallas y perennes.
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