miércoles, 13 de julio de 2016

POEMAS DE ALCEO DE MITILENE

(620-630 A.c -?)




Bebe y emborráchate, Melanipo, conmigo. ¿Qué piensas?
¿Qué vas a vadear de nuevo el vorticoso Aqueronte,
Una vez ya cruzado, y de nuevo del sol la luz clara
Vas a ver? Vamos, no te empeñes en tamañas porfías.
En efecto, también Sísifo, rey de los eolios, que a todos
Superaba en ingenio, se jactó de escapar a la muerte.
Y, desde luego, el muy artero, burlando su sino mortal,
Dos veces cruzó el vorticoso Aqueronte. Terrible
Y abrumador castigo le impuso el Crónida más tarde
Bajo la negra tierra. Con que, vamos, no te ilusiones.
Mientras jóvenes seamos, más que nunca, ahora importa
Gozar de todo aquello que un dios pueda ofrecernos.


***


Destella la enorme mansión con el bronce;
Y está todo el techo muy bien adornado
Con refulgentes cascos, y de ellos
Cuelgan los albos penachos de crines
De caballo, que engalanan el arnés
De un guerrero. De ganchos que ocultan
Que están enganchadas las grebas brillantes
De bronce, defensas del más duro dardo,
Los coseletes de lino reciente
Y cóncavos escudos cubren el suelo.
Junto a ellos están las espadas de Cálcide,
Y muchos cintos y casacas de guerra.
Ya no es posible olvidarnos de eso,

Una vez que a la acción nos hemos lanzado.


38 V

Oh Melanipo, bebe conmigo y emborráchate.
¿Qué piensas? ¿Ver de nuevo la clara luz del sol,
atravesado ya el voraginoso
Aqueronte? No aspires a tan altas hazañas.
Pues también el eólida rey Sísifo, el más sabio
de todos, afirmaba haber huido a la muerte.
Y, astuto como era, pasó el voraginoso
Aqueronte dos veces, por obra de las Keres.
Mas a llevar gran tormento bajo la negra tierra
lo condenara el Crónida. Anda, olvídate de eso.
No más que ahora jóvenes seremos
para gozar aprisa de cuanto un dios nos traiga.


45 V

El más hermoso de los ríos, Ebro,
que desembocas junto a Eno en el mar púrpura,
después de haber rugido por las tierras de Tracia,
rica en caballos.
Muchas doncellas llegan hasta ti
y por sus suaves muslos, con manos delicadas
se embelesan pasando como un bálsamo
tu agua de dioses.


130 b V

Vivo una vida simple, ay de mí,
en un destino rústico,
queriendo oír rumores de asamblea
y de consejo, oh Agesilaidas,
lo que tuvo mi padre, y el padre de mi padre,
mientras envejecían entre estos ciudadanos
malos unos con otros;
de lo que me han echado
y huyo hasta este confín, como Onimacles,
hasta este sitio, guarida de lobos,
lejos de la batalla, que no es lo más acorde con el fuerte
abandonar la sedición.
… Y hacia el recinto de los venturados dioses
… ando sobre la negra tierra
… con éstas…
… habito con mis pies lejos de las desgracias
allí donde las lesbias de largos peplos marchan
a lidiar en belleza, y suena en torno
un inefable eco femenino:
santo griterío anual.


140 V

Resplandece el gran templo con el bronce
y, en honor de Ares, el tejado entero
ornado está con relucientes yelmos
de los que penden blancos penachos de caballo,
honor de las cabezas varoniles.
Y ocultan a los clavos las broncíneas
grebas, puestas en torno,
defensa del venablo poderoso.
Hay corazas de lino nuevo,
y escudos cóncavos tirados,
y a su lado espadas de cálcide,
muchos ceñidores y túnicas.
No conviene olvidarse de esas cosas,
lanzados como estamos a esta empresa.


338 V

Llueve Zeus y grande es la borrasca
que de los cielos cae. Se han helado los ríos…
Echa abajo el invierno, prende el fuego,
el dulce vino mezcla sin reparos
y un almohadón mullido
aparéjate en torno de las sienes…


208 V

No entiendo la querella de los vientos:
viene una ola rodando de este lado
y de ése, otra, y nosotros en medio
somos llevados con la negra nave
en la gran tempestad, entre horribles esfuerzos;
pues llega el agua al pie del mástil
y ya todo el velamen se ha rasgado,
y jirones enormes cuelgan de él.
Ceden las anclas, y el timón …
Me sujeto a las jarcias por los pies:
tan sólo esto me mantiene a salvo …
… la carga echada por la borda ...


346 V

Bebamos, no esperemos las candelas, le resta un dedo al día.
Alza en alto las grandes y decoradas copas, buen amigo,
pues el vino a los hombres se lo dio el hijo de Sémele y Zeus
para olvido de penas. Mezcla una parte junto con dos partes
y escáncialo hasta el borde, y que una copa empuje
a otra.


347 V

Empapa tus pulmones de vino, que la estrella está girando
y la estación es dura, y todo tiene sed con el calor,
y se oye a la cigarra cantora entre las hojas…
y florecen los cardos, y las mujeres ahora son más pérfidas,
y los hombres más débiles, pues Sirio su cabeza y sus rodillas
quema.


348 V

Ceñida de violetas, inocente, la de dulce sonrisa, Safo.


Versión de Juan Manuel Macías


21

Bebamos ya. ¿A qué esperar la hora
de las luces? Le queda un dedo al día.
Baja las copas grandes con dibujos

Pues el hijo de Sémele y de Zeus
les dio a los hombres vino para olvido
de su tristeza. Vierte una medida

de agua por dos, completas hasta el borde,
de vino; y que una copa empuje a la otra.


22

No hay que entregarle el ánimo al dolor:
nada ganamos con mortificarnos,
oh Bicquis, y el mejor de los remedios
será mandar por vino y embriagarnos.


23

Zeus manda lluvia, y una gran tormenta
baja del cielo, y hielan las corrientes.

Olvida la tormenta: échale leña
al fuego, corta, sin tasarlo, el vino
dulce como la miel, y luego acuéstate
con un cojín mullido en cada sien.


27

Rocía con esencia mi cabeza,
tan sufrida, y el pecho ya entrecano.


31

Muchacho: con el vino, la verdad.



Helena y Tetis

Es fama, Helena, que la amarga ruina
a Priamo y a sus hijos les sobrevino
por tu culpa y Zeus arrasó con fuego
la santa Troya.
Cuán distinta era aquella doncella gentil
que el Eácida tomó del hogar de Nereo,
invitando a su boda a todos los dioses,
al conducirla
a casa de Quirón. La joven esposa
soltó su cinto virginal. Y unió el amor
a Peleo y la mejor de las Nereidas.
Y ella, al año
le dio a luz un hijo, héroe supremo,
feliz conductor de sus bayos corceles;
mientras que por culpa de Helena murieron



“…yo, desdichado,
vivo a la manera de un campesino,
anhelando escuchar, Argesilaidas,
los gritos que pregonan la asamblea
y el consejo. Eso que mi padre y el padre
de mi padre tuvieron hasta viejos
entre esos ciudadanos siempre en rencilla.
Pero estoy alejado de ellos yo,
exiliado en la lejanía, y aquí,
como Onomacles, en país de lobos
habito resignado a la guerra.
No es mejor soportar la revuelta…
Aquí el recinto de los dioses felices
frecuento cruzando esta oscura tierra,
con otras compañeras de camino…
y, con mis pies lejos de males, vivo
donde las lesbias de rozagante peplo
vienen a competir en belleza. Aquí
en torno retumba el griterío inmenso
de mujeres en sus anuales fiestas sacras.
… ¿Cuándo de mis muchos pesares
me van a liberar los Olímpicos?”


“Este recinto en común consagraron,
grande y bien visible, los lesbios, y dentro
elevaron altares a los dioses eternos
e invocaron a Zeus el Protector,
y a ti, ilustre diosa, la Eolia,
generadora de todo, y en tercer puesto
a éste, Piel de Corzo, a Dioniso,
devorador de carne cruda. Vamos,
con ánimo benévolo escuchad
nuestra súplica y salvadnos
de estos rigores y el amargo exilio.
Y que caiga sobre el hijo de Hirras
la Erinis vengadora de quienes antaño
juramos, con rito sagrado, no entregar
nunca a ninguno de los compañeros,
sino quedar muertos revestidos de tierra,
a manos de los hombres que entonces
mandaban, o matarlos y al pueblo
librarlo luego de sus penalidades.
Mas entre ellos el Panzudo no habló
de corazón, sino que sin reparos
los juramentos pisotea y devora
nuestra ciudad…”


“No son las casas finamente techadas,
ni las piedras de los muros bien construidos,
ni los canales ni los artilleros
los que hacen la ciudad,
sino los ciudadanos dispuestos a probar su fortuna…
… Ni las piedras ni la madera, ni el artificio del ebanista
hacen la ciudad,
sino los hombres que saben cómo mantenerse a salvo,
esos son los que constituyen los muros y la ciudad.”



“… A Febo de rubios cabellos al que la hija de Coos dio a luz
tras de unirse al Crónida ilustre que mora en las nubes.
Y Ártemis hizo el gran juramento que hacen los dioses:
“Juro por tu cabeza que seré siempre virgen indómita,
y viviré cazando sobre las cumbres de los montes agrestes.
Así que, vamos, consiente en esto y dame esta gracia”.
Así dijo. Y al punto asintió el Padre de los dioses felices.
A la doncella “Montaraz cazadora de ciervos” la llaman
los dioses y los hombres con digno sobrenombre.
Y Eros que el desmayo produce, a ella no se acerca.”

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